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IMPERATIVO

IMPERATIVO

Del latí­n imperativus (derivado de imperare : mandar), expresa el carácter vinculante y exigente del bien. El espacio de la ética es el de la libertad: sólo el obrar libre es obrar ético. Como tal, la libertad es condición de la eticidad. Pero la libertad no es indiferente y arbitraria, no es un decidirse sin ninguna motivación ni orientación. La libertad está bajo la instancia imperativa del bien humano: libertad moral.

La ética es imperativa de la libertad.

Traza su recorrido decisional, promoviéndola de libertad de opción a libertad moral: libertad para el bien. Lo mismo que no se da eticidad sin libertad, sin la decisión consciente y consensual de la libertad, tampoco se da libertad sin eticidad, sin unas directivas y unas exigencias. En el primer caso tendrí­amos un obrar premoral, en el segundo un obrar amoral o inmoral: lo prohí­be el mismo ser del hombre que la ética asume y tutela como un bien. Aquí­ están las raí­ces y las razones de su imperatividad : probada por la libertad como un no-deber-hacer-de-otro modo, so pena de una regresión y de una actitud inhumana.

Dibujado y comprendido de este modo, el imperativo ético se despliega en la lí­nea de la fidelidad, no de la coactividad. Esto significa que es expresión, no de una autoridad, de un código de comportamiento, de una opinión, de una costumbre..» experimentados como ví­nculos exteriores, sino del ser mismo de la persona percibido como exigencia y tarea interior. Es el indicativo ontológico lo que se quiere que sea imperativo ético. El indicativo ontológico -expresión del ser de la persona en la pluralidad de los bienes que la significan en relación consigo misma, con Dios, con los demás y con el mundo- es una conciencia cargada de exigencia para la libertad.

Esta carga de exigencia -no una imposición autoritaria, ni un empeño por decidirse autoafirmándose- es lo que constituye y define el imperativo ético. Este imperativo no enuncia todaví­a las normas de acción, sino que subyace a ellas como su exigencia insoslavable. Su condición categórica -que – lo diferencia del imperativo hipotético- significa, no va un deber por sí­ mismo, sino que expresa el bien incondicional, irrenunciable e irreductible de la persona como valor y como fin. Esto le hace buscar el bie~ moral por sí­ mismo y no por referencia a otra cosa.

Para el cristiano el imperativo refleja la novedad ontológica del «hombre nuevo» en Cristo (Col 3,10; 2Cor 3,17), llamado a ser operativamente fiel a su ser agraciado. No es precepto, sino vocación: elección-llamada-invitación al vivir ético significado por el don de gracia. Lo expresa san Pablo con la metáfora del «caminar’ : «caminad por una vida nueva’ (Rom 6,4), «como hijos de la luz» (Ef 5,8), «según el espí­ritu, (Gál 5,25), expresiones de la fidelidad ética suscitada respectivamente por el «estar bautizados en Cristo Jesús» (Rom 6,4), por el «ser luz en el Señor’ (Ef 5,8), por el «vivir según el Espí­ritu, (Gál 5,25). El imperativo que reviste la radicalidad sin reservas, sin tardanzas y sin compromisos del Evangelio, es en nosotros una í­ntima y persuasiva solicitación del Espí­ritu para que vivamos todas sus exigencias.
M. Cozzoli

Bibl.: G, Trentin, Norma moral, en NDTM, 1224- 1239: AA, VV , Fundamentación de la ética cristiana, en Praxis cristiana, 1. Madrid 31980, 2255: AA, VV , Percepción de los valores y norma ética, en Concilium 120 (1976).

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico