INJURIA

v. Afrenta, Agravio, Ofensa
Isa 50:6 no escondí mi rostro de i y de esputos
Oba 1:10 por la i a tu hermano .. serás cortado


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Ofensa que se comete contra alguien, individuo o comunidad, y produce sufrimiento más psicológico que fí­sico.

La injuria es ofensa que va engarzada en desprecio y odio, en mentira y desaire, en desdén y en difamación. Es de los pecados contra el prójimo que reclaman venganza al cielo, por herir la dignidad de la persona y no sólo sus bienes o su comodidad. Es mezcla de insulto verbal y de herida moral. Es lo que significa el verbo «oneididso», que 15 veces aparece en el Nuevo Testamento. El cristiano debe recibirla con paciencia y serenidad: «Dichosos seréis cuando los hombres os injurien por mi causa» (Mt. 5.11)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Agravio, ultraje de obra o de palabra.
Para los israelitas el injuriar o invocar el mal sobre los padres era una ofensa que se castigaba con la muerte. (Ex 21:17; Mt 15:4; Mr 7:10.) El abuso fí­sico infligido a los padres provení­a de la misma disposición malvada que el abuso verbal, y por lo tanto incurrí­a en el mismo castigo. (Ex 21:15.) Como los padres eran los representantes de Jehová ante sus hijos, el que injuriaba a sus padres en realidad injuriaba a Dios. (Compárese con Ex 20:12.)
En Israel también se tení­a que mostrar el debido respeto a los gobernantes. Por esta razón el apóstol Pablo, aunque habí­a sido tratado injustamente, se disculpó por haberse dirigido al sumo sacerdote, sin saber quién era, con palabras que se consideraron abusivas. (Ex 22:28; Hch 23:1-5.)
La injuria deliberada no tení­a cabida entre los cristianos del primer siglo. (1Co 6:9, 10; 1Pe 3:8, 9.) El que era culpable de vilipendiar habitualmente y de manera intencionada a otros tení­a que ser expulsado de la congregación. (1Co 5:11-13.)
Los seguidores de Jesucristo, a quienes se veí­a como personas insignificantes e impopulares en el mundo debido a su actividad y su mensaje, a menudo fueron objeto de injuria. (Compárese con Jn 9:28, 29; 17:14; 1Co 1:18; 4:11-13.) Pero no tení­an que desquitarse injuriando a sus opositores. En este respecto, Cristo Jesús habí­a puesto el ejemplo para ellos. (1Pe 2:21, 23.) Acusado de ser un hombre dado al vino, glotón, agente del Diablo, de quebrantar el sábado y blasfemar contra Dios, no se vengó injuriando a sus acusadores. (Mt 11:19; 26:65; Lu 11:15; Jn 9:16.) Cuando le acusaron falsamente en presencia de Pilato, permaneció en silencio. (Mt 27:12-14.) El que un cristiano imitara el ejemplo de Jesús podrí­a tener un buen efecto en algunos de sus opositores, haciéndoles reconocer que sus palabras abusivas no tení­an ninguna base. Tal reconocimiento hasta les podí­a llevar a que glorificaran a Dios. (Compárese con Ro 12:17-21; 1Pe 2:12.)
Los cristianos tení­an que cuidar su comportamiento a fin de no dar pie a los opositores para que los injuriasen. Pablo llamó la atención a este asunto en conexión con las viudas jóvenes de la congregación. Como eran propensas a chismear y entremeterse en asuntos ajenos, las animó a casarse, para que estuviesen ocupadas en criar a sus hijos y atender una casa. De ese modo no darí­an lugar a que ningún opositor injuriase a los cristianos por ser chismosos y entremetidos en los asuntos ajenos. (1Ti 5:13, 14.)
Las acciones de algunos de los que no acompañaron a Jesucristo durante su ministerio mostraron que ellos estaban †˜de su parte†™ y que no se unirí­an fácilmente a los opositores en injuriarle. Este fue el caso de cierto hombre que expulsaba demonios sobre la base del nombre de Jesús, y que parecí­a haber recibido de Dios el poder para hacerlo. Juan y otros concluyeron que se deberí­a detener a ese hombre, ya que no los acompañaba. Pero Jesús dijo: †œNo traten de impedí­rselo, porque nadie hay que haga una obra poderosa sobre la base de mi nombre que pronto pueda injuriarme [literalmente, †œhablar mal de mí­†]†. (Mr 9:38-40.) Cuando Jesús hizo esta declaración, la congregación judí­a todaví­a tení­a el reconocimiento divino y la formación de la congregación cristiana quedaba aún en el futuro. (Compárese con Mt 16:18; 18:15-17.) Además, Jesús no requirió que todos sus seguidores le acompañaran personalmente. (Mr 5:18-20.) Por lo tanto, el que un judí­o, un miembro del pueblo que estaba en relación de pacto con Dios, ejecutara obras poderosas sobre la base del nombre de Jesús serí­a una prueba de que tení­a el favor divino. Sin embargo, tan pronto como se formó la congregación cristiana, los individuos que deseaban el favor de Dios tení­an que estar asociados con ella como seguidores fieles de Jesucristo. (Compárese con Hch 2:40, 41.) El simple hecho de efectuar obras poderosas sobre la base del nombre de Jesús ya no serí­a prueba de estar del lado de Jesucristo, ni de no ser culpable de injuriar al Hijo de Dios. (Mt 7:21-23; véanse BLASFEMIA; HABLA INJURIOSA.)

Fuente: Diccionario de la Biblia