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INMANENCIA, METODO DE LA

INMANENCIA, METODO DE LA

La expresión «método de la inmanencia» la introdujo / Blondel para designar el enfoque de la filosofí­a de la religión inaugurado por él en L Action (1893).

1. ORIGEN DEL CONCEPTO. La tesis doctoral de Blondel en 1893 se puede considerar el primer intento -y hasta el presente el más profundo- de solucionar con rigor cientí­fico uno de los problemas más fundamentales de la filosofí­a de la religión de la Edad Moderna: cómo una revelación divina manifestada como hecho histórico positivo puede manifestar pretensiones incondicionales sobre el hombre en su autonomí­a más radical. Para ello no basta mostrar la apertura general de la razón a lo trascendente o la mera conveniencia o correspondencia de una revelación determinada con las disposiciones congénitas básicas del hombre. Si está justificada la afirmación de Jesucristo «hoy y para siempre», entonces debe aflorar de lo más í­ntimo de la razón la necesidad incondicional de un sí­ a la revelación cristiana tan pronto como ésta le llega al hombre históricamente, y, en consecuencia, esta necesidad debe representar siempre la meta última de la existencia humana.

La fuerza que desde el principio impulsó el intento blondeliano fue el esfuerzo por resolver, mediante la confrontación con la filosofí­a contemporánea en su más alto nivel, la problemática filosófico-religiosa, que a él se le hací­a consciente en la dolorosa experiencia de la situación social y cientí­fica de gueto de la Iglesia posrevolucionaria de Francia (cf II, 1302, pp. 13-31). Las primeras reacciones a la aparición de L Action ratificaron a Blondel en este esfuerzo (cf I, 539). Por una parte, las recensiones benévolas procedentes del campo católico, que subrayaron la afinidad de la obra de Blondel con el pensamiento de Pascal o de Maine de Biran (cf II, 4; pero también 11, 14) o la equipararon a los intentos contemporáneos de trasladar la apologética filosófica al terreno de la psicologí­a (cf II, 22), le brindaron la ocasión de precisar mejor su método con un enfoque absolutamente distinto. Por otra parte, Blondel se ratificó en la idea de subrayar con mayor claridad aún precisamente el carácter de su labor en consonancia con la filosofí­a moderna. A esto contribuyó, por ejemplo, la encomiástica comparación con la filosofí­a de Fichte y de Hegel que le atribuyó A. Lasson (cf II, 17), pero sobre todo el reparo de L. Brunschvicgs de que Blondel transformaba sin darse cuenta la filosofí­a en una apologética de la religión positiva (cf 11, 15) y desestimaba el concepto de inmanencia, que forma parte del postulado fundamental del filosofar moderno (cf II, 1). Hay que considerar como el documento más importante para comprender la reflexión sobre el método, realizada en la Lettre de 1896, el profundo análisis de intento de su amigo V. Delbos de entender la totalidad de la filosofí­a desde Spinoza, pasando por Kant, Fichte, Schelling hasta Hegel (J Idealismo), como una evolución progresiva del spinozismo («évolution du Spinozisme’~ (cf I 26).

Para Spinoza, lo mismo que en particular luego para los grandes sistemas idealistas, vige como punto de vista fundamental la aceptación de la inmanencia, o sea la idea de que la verdad de las cosas no se manifiesta en su concepción ecléctica, sino únicamente cuando se determina el lugar que le corresponde en el sistema del espí­ritu absoluto. Blondel no impugna la necesidad de probar la relación dialéctica de los fenómenos en la inmanencia del espí­ritu. Pero rechaza toda solución meramente especulativa de esta tarea, que conduce inevitablemente a un monismo o panteí­smo de toda la realidad subyacente al poder de decisión del pensamiento. En cambio, si se comprenden todos los fenómenos en el lugar (que hay que fijar absolutamente de forma sistemática) que les corresponde dentro del contexto original de la acción vital, y no sólo en la sistematización de una especulación ulterior, y que por tanto nunca alcanza a la acción definitivamente, entonces la misma dialéctica inmanente del espí­ritu aparece como un movimiento abierto que sólo en la opción por un don otorgado sobrenaturalmente puede encontrar su propia perfección.

Por la intensidad de la confrontación con las tendencias más importantes de la filosofí­a moderna se entiende la acritud con que Blondel rechaza en la primera parte de la Lettre los anteriores intentos de la apologética, que no resisten una crí­tica radical, así­ como la conceptualización orientada según las pretensiones de la crí­tica moderna, con la que presenta él en la segunda parte su «método de la inmanencia», y, por último, también la confianza con que en la tercera parte contempla una futura conciliación del catolicismo con la ciencia secular cuando se acepta consecuentemente hasta el final el camino de la razón crí­tica moderna. Pero no menos se comprende también el escándalo que debió representar este «Discours de la méthode» a los ojos de aquéllos para quienes cualquier contacto con el espí­ritu de los modernos era ya de suyo sospechoso.

CONTROVERSIAS TEOLí“GICAS EN TORNO AL METODO DE LA INMANENCIA. La Lettre de Blondel ayudó a algunos filósofos que pensaban con categorí­as modernas a valorar adecuadamente el carácter religioso-filosófico de su obra (p.ej., Brunschvigc: 11, 24; R. Eucken: II, 36). Laberthonniére sé habí­a adherido ya en 1894 aBlondel, convirtiéndose endefensor tan firme de la inmanencia, que hasta 1913 -fue difí­cil delimitar exactamente las aportaciones de ambos amigos (cf I, 540; II, 44; 80). Los primeros ataques enérgicos de teólogos neoescolásticos (M.B. Schwalm: II, 26; H. Gayraud: II, 28; C. Pesch: Il, 54) hicieron presentir los equí­vocos a que estarí­an expuestas las categorí­as empleadas por Bondel interpretadas desde la perspectiva tomista, apenas surgió un enfrentamiento a fondo entre la teologí­a tradicional y el pensamiento de los modernos.

Al estallar la «crisis del modernismo», el blanco de la crí­tica lo fueron .al principio los dos «libritos rojos» de A. Loisy, de cuya posición historicista (historicisme) se separó Blondel en 1904 (I, 80; cf 1, 536; II, 989) (cf particularmente II, 1050), Mas como al mismo tiempo Blondel estigmatizó la orientación de la teologí­a (fundamental) tradicional como «extrinsecismo», creció también la desconfianza hacia el método de la inmanencia. En una serie de artí­culos (1905-1907: I, 97; 98; 108) estableció Blondel una comparación entre el método de la inmanencia y el método apologético (conocido por él sólo en 1904) del cardenal Dechamps («consacrée par le concile du Vatican»: I, 108, pág. 561), destacando ante todo la valoración común del «fait intérieur», de la razón humana ordenada necesariamente a la revelación, frente a la apologética del extrinsecismo. Sorprende hasta qué punto pasan aquí­ a segundo plano en el mismo Blondel -y no sólo en sus decididos defensores teológicos, como Laberthonniére, J. Wehrlé, Auguste Valensin- algunas de las distinciones de la filosofí­a de la religión elaboradas en 189.6 en el esfuerzo por defender el método de-,la inmanencia en el horizonte del pensamiento escolástico.

Las controversias alcanzaron su punto culminante cuando, después de la aparición de la. encí­clica Pascendi (1907), se suscitó la cuestión de si y hasta qué punto también el método de la inmanencia debí­a contarse como clasificado de peligroso o incluso condenado (cf I, 118; 531; 566; fI, 119-191). Entre los artí­culos cientí­ficamente relevantes de esta época se encuentran, por una parte el doble artí­culo redactado por Albert y Auguste Valensin en DAFC de 1912 (11, 175; 176) y, por otra, la «Summe des Anti-Blondelianismus», publicada en 1913 por J. de Tonquédec con el tí­tulo de «Immanence» (Il, 177).

El artí­culo de DAFC fue hábilmente dividido para un informe redactado por Albert Valensin sobre la «Doctrina de la inmanencia» (Doctrine de 1’immanence) y para un segundo sobre el «Método de la inmanencia» (Méthode d immanence), de cuya exposición y crí­tica se hicieron cargo, respectivamente, Auguste y Albert Valensin. Este procedimiento hizo posible primero entenderse, sin riesgo para el método de la finmanencia, con la doctrina de la inmanencia condenada en Pascendi. Esta se atribuye a Spinoza. Luego habrí­a encontrado expresión filosófico-religiosa o teológica en Schleiermacher, en el pietismo luterano y, en Francia, sobré todo en Sabatier. De aquí­ surgió finalmente una apologética inmanént’í­sfa-(apologétique inmanentiste). En la presentación y crí­tica de esta apologética, los principales reproches de la encí­clica se relacionan con pensamientos y obras que manifiestamente no se podí­an atribuir al método de la inmanencia.

La exposición del método dé la finmanencia realizada por Auguste Valensin la designó expresamente Blondel como una genuina expresión de las lí­neas esenciales de su pensamiento («une expression drofite de ma pensée vue en ses lignes originelles et maitresses» (cf I, 168). La introducción frecuentemente mencionada en la Lettre dé Blondel (p. 34) del concepto «inmanencia» como principio dominante del pensamiento moderno, la completa Auguste Valensin al punto indicando que aquí­ se trata no menos de un pensamiento dominante decisivo en la tradición (particularmente en Tomás de Aquino). Después de algunas formulaciones precisas sobre la necesidad de una ordenación inmanente de la razón a una revelación positiva («Méme imposée par Dieu, une loi n’a de prise sur la consciente que par 1’intermédiaired’un élément intérieur á la consciente méme»: DAFC: II, 582

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Fundamental