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INMANENTISMO / INMANENCIA

INMANENTISMO / INMANENCIA

Inmanentismo es la extensión indebida de una justa autonomí­a del objeto conocido respecto al yo cognoscente (inmanencia lógica) o del ente finito y limitado respecto al ser infinito e ilimitado (inmanencia metafí­sica). Indebida, porque lleva a cabo un salto de cualidad, paradójicamente un movimiento trascendente a su pesar, desde la delimitación respecto al trascendente hasta la exclusión de este último. Sobre esta premisa de orden general se comprenden las diversas conexiones y los diversos éxitos de la inmanencia en el materialismo y el espiritualismo, en el empirismo y el racionalismo, en el ocasionalismo y el ontologismo. Permanece en pie la cuestión fundamental de Heidegger: «Warum ist Uberhaupt Seiendes und nicht vielmehr Nichts?» (¿Por qué existe algo y no más bien nada?. Was ist Metaphysik?, 1929) que, conceptualizada ya por los presocráticos, se prolonga hasta el criticismo kantiano, que sin embargo es tan sutil que se guarda mucho de excluir aquello de lo que no se quiere hablar «dentro de los lí­mites de la pura razón».

La trascendencia, para no contraponerla a una inmanencia bien entendida, no es extrañeza, exterioridad, sino dinamismo que supera el objeto fí­sico material, en el plano interior, espiritual, de los valores, en una palabra en el plano metafí­sico. De aquí­ la autocontradicción del dogma agnóstico que excluye todo lo que está fuera de la experiencia, mientras que deberí­a limitarse, como indica su definición, a una parte solamente de lo real, la más inmediatamente perceptible, pero que no es necesariamente la única. La realidad sobrenatural es metaempí­rica: no sólo no niega, sino que refuerza y da un nuevo dinamismo a la realidad a la que se refiere la experiencia y que se encargan de absolutizar el materialismo y el positivismo.

A partir de la abstracción aristotélica que encubre la distinción conceptual inmanente/trascendente, después del planteamiento «idealista» platónico, hay una larga historia que lleva hasta el intelectualismo leibniziano, que hace de lo trascendente «aquello que para la máquina es un inventor, para sus súbditos un prí­ncipe y hasta para los hijos un padre)» (Monad. 84). La terminologí­a escolástica refleja el equilibrio de una correspondencia de partes y de funciones: «Nihil potest ordinari in finem aliquem nisi praeexistat in ipso quaedam proportio in finem» (Santo Tomás, De veritate 11). Pero es sobre todo la lí­nea agustiniana, heredera del espiritualismo plotiniano, la que llega a la máxima valoración de la inmanencia, no contrapuesta a la trascendencia, sino su reflejo interior, espiritual, consciente; antes de trascenderse a sí­ mismo, el hombre tiene que buscar en sí­ la verdad (De vera relig. 39, 72) y si, por un lado, las cosas «no son» ontológicamente respecto a Dios («infra te»), por otro «son» verdaderamente (Conf VII, 11), dice Agustí­n. Esta lí­nea continúa en el existencialismo teológico que en Pascal va acompañado de una crí­tica de la razón que hace presagiar una apologética de la inmanencia: las razones del corazón, la conveniencia de la religión cristiana con la razón. El ocasionalismo (Malebranche: «ver en Dios») y el ontologismo (ciertamente en Gioberti, quizás en Rosmini) son aspectos diversos de esta misma concepción.

La dignitas hominis humaní­stica se ha radicalizado en algunos casos hasta caer en un inmanentismo antropológico, en consonancia con un cierto existencialismo ateo que negó la trascendencia por el hecho de que Dios serí­a un obstáculo a la realización del hombre. No son menos problemáticos los éxitos, por un lado, ilustrados y racionalistas, por otro lado, de tipo pietista, de las instancias de la Reforma. El liberalismo religioso (Schleiermacher: la religión como sentimiento y gusto de lo infinito, la fe como sentimiento de dependencia absoluta) es una expresión tí­pica de inmanentismo religioso que provocó la reacción de la teologí­a dialéctica con la exaltación de la trascendencia, hasta el punto de hacer imposible la analogí­a del ser, la teologí­a natural y la misma posibilidad de «salvar» los valores humanos y mundanos. También el racionalismo spinoziano, al absolutizar el discurso de la substancia («Extra Deum nulla potest dari substantia». Ethica 1, 18), a pesar de los cacareados «lí­mites de la pura razón» de Kant, acaba siendo derribado por la dialéctica inmanentista del Espí­ritu absoluto.

Una acepción peculiar es la de apologética de la inmanencia o principio de inmanencia que utiliza Blondel (L’Action, 1893. , Lettre sur les exigences de la pensée contemporaine en matiere d’apologétique, 1896) para indicar una apologética «integral»: la filosofí­a tiene la misión de justificar la religión de una manera racional y autónoma.

mostrando el desarrollo histórico de la revelación de manera que ilustre la respuesta de fe, no sólo como conveniente, sino como necesaria. De manera distinta, L’évolution créatrice de Bergson (es el tí­tulo de una obra suya de 1907) se basa en una emoción profunda, siendo expresión de un inmanentismo monista que está en la base de una moral «abierta» en contra de una moral cerrada, de una religión «dinámica » en contra de la estática (Les deux sources de la morale et de la religion, 1937). Aquel movimiento tan vasto y tan homogéneo bajo muchos aspectos, que ha pasado a la historia con el nombre de modernismo, transformó todo esto en un » método histórico-crí­tico » que significaba prácticamente la exclusión del carácter de «cientificidad» y de «historicidad» de todo lo que estuviera más allá del mundo fenoménico y postulase un orden trascendente. De ahí­ la condenación decidida que de él hizo la Iglesia (Lamentabili y Pascendi, del 1907).

Una recuperación articulada, aunque criticada y discutida en varios aspectos, del método de la inmanencia es el existencialismo sobrenatural de Karl Rahner, que ha hablado de una presencia anónima de lo sobrenatural inmanente (HOrer des Wortes, 1941; trad. esp., Oyentes de la palabra, Herder Barcelona 1967. Geist im Welt, 1939:trad. esp., Espiritu en el mundo, Herder, Barcelona 1963). Siguiendo la teologí­a de Pablo y de Juan, también la Dei Verbum del concilio Vaticano II utiliza el concepto y la realidad de una presencia «inmanente» de Dios para asentar un coloquio í­ntimo y amoroso del hombre con él.

S. Spera

Bibl.: Inmanencia, en DF, 11, 960-962: P Henrici, Inmanentismo. en SM, III, 913] 914: H, Verweven. Inmanencia (método de la, en DTF 72e)-725: C, Izquierdo, Blondel y la crisis modernista, Pamplona 1990; E. Poulat. La crisis modernista (Historia, dogma y crí­tica), Madrid 1974.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico