Biblia

INMUNDICIA

INMUNDICIA

v. Impureza
Lev 5:3 si tocare i de hombre, cualquiera i suya
Isa 4:4 el Señor lave las i de las hijas de Sion
Isa 64:6 todas nuestras justicias como trapo de i
Eze 36:29 y os guardaré de todas vuestras i
Hos 6:10 la casa de Israel he visto i; allí fornicó
Nah 3:6 echaré sobre ti i, y te afrentaré, y te
Mat 23:27 mas por dentro están llenos .. de toda i
Rom 1:24 lo cual también Dios los entregó a la i
Rom 6:19 vuestros miembros para servir a la i y a
2Co 12:21 y no se han arrepentido de la i
Eph 5:3 toda i, o avaricia, ni aun se nombre entre
1Th 4:7 pues no nos ha llamado Dios a i, sino a
Jam 1:21 desechando toda i y abundancia de
1Pe 3:21 no quitando las i de la carne, sino como
2Pe 2:10 que, siguiendo la carne, andan en .. i
Rev 17:4 un cáliz de oro lleno de .. la i de su


tip, LEYE

ver, LEPRA, LEPROSO

vet, La Ley establecí­a una distinción entre la pureza legal y la santidad (Lv. 10:10). Un animal, por ej., es limpio o inmundo, lo cual no implica ninguna idea de santidad o de pecaminosidad. La impureza legal, si era adquirida involuntariamente, no era equiparada a una falta moral. La impureza provocaba la exclusión del santuario (Lv. 7:20, 21) y de la comunidad, pero no interrumpí­a la relación con Dios mediante la oración. Las prescripciones que definen la impureza son frecuentemente reforzadas por la orden: «Seréis santos, porque yo soy santo» (Lv. 11:44, 45). Al guardarse de las impurezas, el israelita se hací­a consciente de que habí­a sido apartado para servir al Señor. La impureza legal era sí­mbolo del pecado. La Ley distinguí­a además entre lo fí­sicamente propio y la pureza ceremonial o legal. La higiene era necesaria para la salud y la vida comunitaria de los israelitas con independencia de las demandas ceremoniales. Pero la idea fundamental es que los hijos de un Dios santo tienen que alejarse de toda contaminación espiritual y fí­sica, para acercarse al Señor debí­an buscar esta doble purificación (Ex. 19:10-11, 14; 30:18-21; Jos. 3:5). Causas de la impureza ceremonial: (a) Contacto con un cadáver (Nm. 19:11-22). Esta infracción era la más grave, por cuanto se relacionaba con la consecuencia última del pecado (la muerte del hombre, la disolución del cuerpo). La contaminación contraí­da hací­a inmunda a la persona durante siete dí­as, y sólo podí­a ser levantada mediante el agua de la purificación. La manipulación de las cenizas de la vaca alazana, necesarias para la preparación de esa agua, hací­a que el sacerdote fuera impuro hasta la noche (Nm. 19:7-10); el contacto con un hombre inmundo también contaminaba (Nm. 19:22). (b) La lepra era causa de exclusión de la comunidad (Lv. 13:14). Los enmohecimientos sobre tejidos o paredes eran asimilados a la lepra. El leproso era separado de su familia y de la sociedad (Lv. 13:46). Su purificación precisaba de un rito particular, con sacrificio de expiación y holocausto. (Véanse LEPRA, LEPROSO.) (c) Las emisiones, naturales o mórbidas, provenientes de los órganos genitales (Lv. 15). La mujer era considerada impura durante los dí­as de su menstruación y los ocho dí­as siguientes (Lv. 15:19, 25-28; 20:18). Después del alumbramiento estaban prohibidas las relaciones sexuales, por el mismo estado de «impureza», durante 40 dí­as como mí­nimo (Lv. 12:2, 4), lo que se corresponde de manera precisa con las recomendaciones de la medicina moderna. En cuanto a la procreación en sí­ misma, no es considerada en absoluto como pecado, por cuanto ha sido ordenada por Dios (Gn. 1:27-28). Sin embargo, el salmista exclama: «He aquí­, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Sal. 51:5), porque a causa de la caí­da, un hombre y una mujer pecadores sólo pueden tener hijos a su semejanza (cfr. Jb. 14:4; Ef. 2:3). (d) El consumo de la carne de un animal inmundo; el simple contacto con su cadáver o con el cadáver de un animal puro no sacrificado conforme a las ordenanzas ceremoniales (Lv. 11:27-28). La purificación no era una mera medida de higiene, exigiendo lavar en agua el cuerpo u objeto contaminado (Lv. 11:28; 15:27, etc.); constituí­a un acto religioso, basado en la expiación necesaria para el restablecimiento de la comunión con el santo Dios. Se ha mencionado el agua de la purificación hecha con las cenizas de una vaca ofrecida como expiación (Nm. 19:11-13). Además, era necesario un sacrificio de expiación individual para la que habí­a sido madre (Lv. 12:6-8), para el leproso (Lv. 14:4-20), para el hombre o mujer enfermos (Lv. 15:13-15, 28- 30). El sentido profundo de todas estas enseñanzas se resume en Lv. 15:31: los creyentes tienen que librarse de toda impureza que contamine el santuario y que conduce a la muerte espiritual así­ como fí­sica.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Véase LIMPIO, LIMPIEZA.

Fuente: Diccionario de la Biblia