JEHU

2Ki 9:2-10; 2Ch 22:7-9
1Ki 19:16 J hijo de Nimsi ungirás por rey sobre
Hos 1:4 castigaré a la casa de J por causa de la


Jehú (heb. Yehû’, probablemente «Yahweh es El [Dios]» o «El [Dios] viviente»; cun. Yaua). 1. Profeta que denunció al rey Baasa de Israel por seguir en los pecados de Jeroboam (1Ki 16:1-4, 7), y que reprendió al rey Josafat de Judá por unirse con Acab (2Ch 19:2). Su padre fue Hanani.* Escribió una biografí­a del rey Josafat (2Ch 20:34). 274. Un panel del Obelisco Negro, perteneciente a Salmanasar III, que muestra al rey Jehú de Israel arrodillado ante el rey asirio. 2. Undécimo rey del reino norteño de Israel (si se incluye a Tibni en el cómputo). Reinó 28 años (c 841-c 814 a.C.) y fue uno de los fundadores de la dinastí­a que reinó más tiempo y con más poder en Israel. Era hijo de Josafat (no el rey de Judá) y nieto de Nimsi (1Ki 19:16; 2Ki 9:2). Fue oficial del ejército de Acab y Joram, y se destacaba como un impetuoso conductor de carros de guerra (2Ki 9:20). Mientras estaba sitiando la ciudad de Ramot de Galaad fue ungido por uno de los ayudantes de Eliseo como rey para suceder a Acab (1Ki 19:16; 2Ki 9:1-10). Apoyado por sus colegas, inmediatamente viajó a Jezreel, donde el rey Joram se estaba recuperando de heridas recibidas en Ramot de Galaad. Al llegar allí­, Jehú lo mató (2Ki 9:11-26) e hirió mortalmente a Ocozí­as, rey de Judá, que estaba visitando a Joram (v 27). También mató a Jezabel, la reina madre de Israel (vs 30-37), a 611 70 prí­ncipes de la casa de Acab (10:1-11) ya 42 parientes cercanos de Oeozí­as, de Judá (2Ki 10:12-14; 2Ch 22:8; cf Hos 1:4). Después que exterminó la casa de Acab (que habí­a introducido el culto de Baal en Israel), se volvió contra sus adoradores en general. Astutamente se proclamó un ardiente seguidor de Baal e invitó a todos los hombres y mujeres del mismo espí­ritu que se reunieran en el templo del dios. Cuando la multitud estuvo reunida y adorando, ordenó a sus soldados que mataran a cuantos estaban en el templo. El edificio fue entonces profanado y convertido en letrina (2Ki 10:18-29). Porque Jehú habí­a sido fiel en el exterminio del culto de Baal, el Señor le prometió que su dinastí­a continuarí­a por 4 generaciones más (v 30). Sin embargo, no destruyó el culto del becerro que habí­a instituido Jeroboam, y por ello fue responsable de la continuación de la idolatrí­a en Israel (vs 29, 31). Durante el año en que Jehú ascendió al trono (841/40 a.C.) el rey Salmanasar III, de Asiria, invadió Siria, y Jehú consideró prudente salir a recibirlo con tributos, como un vasallo, antes que ser su enemigo. Esta sumisión de Jehú está registrada en el famoso Obelisco Negro que Layard encontró entre las ruinas de Nimrûd (la Cala bí­blica), y que ahora está en el Museo Británico (fig 274); en uno de sus lados tiene la única representación pictórica contemporánea de un rey hebreo. Salmanasar III fue seguido por reyes débiles, circunstancia que dio a Hazael, rey de Damasco, la oportunidad de volverse contra Israel. Por cuanto Jehú no fue lo suficientemente fuerte como para detener a los arameos, le quitaron todos los territorios al este del Jordán (2Ki 10:32, 33; cf Amo 1:3). 3. Habitante de Judá, de la familia de Jerameel (1Ch 2:38; cf v 33). 4. Descendiente de Simeón (1Ch 4:35). 5. Hombre de Anatot que se unió a David en Sielag y llegó a ser uno de sus oficiales (1 Cr, 12:3).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre de varón. 1. J. décimo rey de Israel, 841-814 a. C. Hijo de Josafat, hijo de Nimsí­. J. era jefe del ejército del rey Joram, cuando Yahvéh envió a Eliseo para que lo ungiera rey, misión que cumplió un discí­pulo de Eliseo, 1 R 9, 16.

En la batalla contra Jazael rey de Damasco, en Ramot de Galaad, el rey Joram fue herido y se retiró a Yisreel a curarse, quedando al mando del ejército J. El profeta Eliseo, entonces, envió a uno de sus discí­pulos a Ramot de Galaad, para que buscara a J. y lo ungiera como rey de Israel.

El discí­pulo del profeta derramó el óleo sobre la cabeza de J. y le dijo. †œAsí­ habla Yahvéh, Dios de Israel. Herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengaré la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahvéh de mano de Jezabel. Toda la casa de Ajab perecerá y exterminaré a todos los varones de Ajab. Libres o esclavos, como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la casa de Basá, hijo de Ají­as. Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yisreel; no tendrá sepultura†, 2 R 9, 1-10. Cumplida la unción, J. fue proclamado por sus oficiales como nuevo rey, los cuales colocaron sus mantos a los pies de J. y tocaron el cuerno, 2 R 9, 11-13. El mismo J. marchó a Yisreel, donde mató a Joram, rey de Israel, y a Ocozí­as, rey de Judá, y se tomó el poder, 2 R 9, 14-29. Posteriormente, J. entró en Yisreel e hizo que los eunucos que estaban con Jezabel en el balcón de su palacio la arrojaran de allí­, la cual murió y fue pisoteada por los caballos. Cuando fueron a buscar el cadáver de Jezabel para darle sepultura, sólo encontraron el cráneo, los pies y las palmas de as manos, según habí­a profetizado de ella Elí­as, 1 R 21, 23; 2 R 9, 30-37. J. hizo decapitar a los setenta hijos que Ajab tení­a en Samarí­a y sus cabezas fueron enviadas en cestas a Yisreel, apiladas en dos montones a la de la puerta del palacio. Por la mañana, J. se presentó ante el pueblo para decirle que se habí­a cumplido la palabra de Yahvéh, por boca del profeta Elí­as: †œJ. mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en Yisreel, a todos sus magnates, sus familiares, sus sacerdotes, sin dejar ni uno con vida†, 2 R 10, 1-11. Camino de Samarí­a, en Betequed de los Pastores, J. se encontró con los parientes del asesinado rey Ocozí­as de Judá y ordenó darles muerte, cuarenta y dos hombres fueron degollados en la cisterna de Betequed, 2 R 10, 12-14. Una vez en Samarí­a, J. exterminó a todos los supervivientes de Ajab en esta ciudad, 2 R 15, 17. J. hizo reunir a todo el pueblo y convocó a todos los profetas y sacerdotes de Baal así­ como a sus fieles, pues, astutamente, les dijo que si Ajab habí­a rendido algún culto a este dios, J. le darí­a más. Con esta estratagema, J. mató a los adoradores de Baal y destruyó su santuario, 2 R 10, 18-27. J., en su celo yahvista, erradicó el culto a Baal en Israel, y por haber cumplido lo que Yahvéh tení­a decidido sobre la casa de Ajab, el Señor le dijo que sus descendientes ocuparí­an el trono de Israel hasta la cuarta generación. Sin embargo, J. conservó los santuarios de Betel y Dan, que habí­a construido Jeroboam. Habiendo cumplido así­ la profecí­a divina, Yahvéh anunció a J. de I. que sus descendientes serí­an reyes de Israel hasta la cuarta generación, 2 R 10, 28-31. Pero, como sucedió con aquéllas naciones que Yahvéh usó como su azote contra la infidelidad de su pueblo y después eran castigadas por su maldad, con J. sucede algo parecido; el profeta Oseas, muchos años después, predijo: †œDentro de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yisreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel†, Os 1, 4. J. tuvo guerra con Jazael, rey de Damasco, y los israelitas perdieron sus territorios en Transjordania, 2 R 10, 32-33. J., rey de Israel, tras veintiocho años en el trono, murió y fue sepultado en la ciudad de Samarí­a, sucediéndole en el reino su hijo Joacaz, 2 R 10, 35-36. 2. J. el profeta, hijo del vidente Jananí­. J. le predijo a Basá, rey de Israel, 909-886 a. C., que Yahvéh lo exterminarí­a a él y su casa por haber hecho pecar al pueblo, igual que lo hizo Jeroboam, 1 R 16, 1-4. También, le reprochó a Josafat, rey de Judá, 870-848 a. C., su alianza con Ajab, rey de Israel, 874-853 a. C.; sin embargo las buenas acciones de Josafat le valieron el perdón, 2 Cro 19, 2-3. En 2 Cro 20, 34, se dice que es autor de una historia sobre el rey Josafat. 3. Hijo de Obed, de la descendencia de Judá, 1 Cro 2, 38. 4. Hijo de Josibí­as, descendiente de Simeón, 1 Cro 4, 35. 5. Benjaminita de Anatot, uno de los primeros que se unieron a David en Siquelag, 1 Cro 12, 3.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., yehu†™, probablemente signifique Jehovah es él).
1. Hijo de Obed y padre de Azarí­as (1Ch 2:38).
2. Uno de la tribu de Simeón (1Ch 4:35).
3. Un benjamita, de Anatot, que se unió a David en Siclag (1Ch 12:3).
4. Hijo de Hanani y profeta de Israel que maldijo a Baasa casi con las mismas palabras usadas en contra de Jeroboam (comparar 1Ki 14:11; 1Ki 16:4). Después denunció a Josafat (2Ch 19:1-3; comparar2Ch 20:34).
5. El décimo rey de Israel (c. 842-814 a. de J.C.) y fundador de la cuarta dinastí­a. Jehú fue comisionado por Eliseo para que conquistara la casa de Acab. El denunció a Joram, lo mató e hizo que su cuerpo fuera tirado en el campo de Nabot (2Ki 9:24-26); después hizo que Ocozí­as, rey de Judá, fuera asesinado y de igual manera Jezabel. Jehú ejecutó el juicio de Dios sobre la casa de Acab y exterminó por completo la adoración a Baal. A causa de su celo por el Señor en relación con el asunto de la casa de Acab, Dios le permitió que estableciera una dinastí­a que duró un poco más de 100 años (Jehú, Joacaz, Joram y Jeroboam II).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(El Señor es él). Nombre de personas del AT.

1. Profeta. Hijo de †¢Hanani #1 (1Re 16:1). Profetizó contra †¢Baasa, rey de Israel a causa de los pecados de éste (1Re 16:2-4, 1Re 16:7, 12).

. Miembro, al igual que †¢Saúl, de la tribu de Benjamí­n, pero que se unió a David cuando éste viví­a en Siclag, huyendo de Saúl (1Cr 12:2-3).

. Rey de Israel. Elí­as recibió el encargo de ungirlo por rey (1Re 19:16), lo cual se hizo en tiempos de Eliseo (2Re 9:2). Un hambre habí­a azotado al paí­s (2Re 4:38), además de muchas guerras. J. comandaba el ejército en †¢Ramot de Galaad en medio de una campaña contra Siria cuando fue ungido por rey (2 R. 9-1-10). †¢Joram, rey de Israel habí­a sido herido y se recuperaba en †¢Jezreel. Ocozí­as, rey de Judá vino a visitarlo. J. mató a ambos (2Re 9:16-28). Hizo lo mismo con †¢Jezabel (2Re 9:30-37). Exterminó la descendencia de Acab en Jezreel (2Re 10:1-11) y Samaria (2Re 10:17). Mató también a cuarenta y dos familiares de Ocozí­as (2Re 10:14). En Samaria reunió con engaño a los profetas de Baal en el templo de ese dios y ordenó su muerte y la destrucción del templo y de los í­dolos (2Re 10:19-29). †œMas J. no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón† (2Re 10:31). Al matar a Joram, a Ocozí­as y a Jezabel, habí­a roto una alianza entre Israel, Judá y Tiro, lo que trajo como consecuencia varias derrotas para Israel. †œEn aquellos dí­as comenzó Jehová a cercenar el territorio de Israel; y los derrotó Hazael por todas las fronteras…†, perdiendo gran parte de la Transjordania (2Re 10:32-34).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF REYE HOMB HOAT

ver, ACAB, SALMANSAR, AMARNA (TELL EL AMARNA)

vet, (sentido prob.: «Jehová es él»). (a) Benjamita oriundo de Anatot; fue uno de los que se adhirió a David en Siclag (1 Cr. 12:3). (b) Profeta, hijo de Hanani. Pronunció la profecí­a de juicio contra Baasa y su dinastí­a, por persistir en la práctica del pecado de Jeroboam I (1 R. 16:1-4, 7). Censuró a Josafat por haber concertado alianza con el impí­o Acab (2 Cr. 19:2), y escribió memorias relatando los actos de Josafat (2 Cr. 20:34). (c) Fundador de la cuarta dinastí­a de los reyes de Israel. Hijo de un cierto Josafat y nieto de Nimsi (1 R. 19:16; 2 R. 9:2). Jehú era un oficial, al servicio de Acab (2 R. 9:25). Al ser rechazados Acab y Jezabel a causa de sus crí­menes, Dios ordenó a Eliseo que ungiera a Jehú como rey de Israel (1 R. 19:16-17). Eliseo, sucesor de Elí­as, envió a un joven profeta para que lo hiciera así­ y le diera orden de destruir a la casa de Acab. Así­ lo hizo Jehú, que dio muerte a Joram y a Ocozí­as nieto de Acab; por orden de Jehú, Jezabel fue echada abajo desde una ventana. Ella habí­a introducido en Israel el culto a Baal, e instigado muchos otros crí­menes, entre ellos el de Nabot (2 R. 9:1-37; véase ACAB). Después, Jehú persuadió a los ancianos de Samaria para que dieran muerte a los setenta hijos de Acab (2 R. 9:7-8). Estas acciones, a pesar de su carácter sanguinario, fueron actos de obediencia y la ejecución que le habí­a sido especialmente encomendada de los terribles juicios de Dios sobre la casa de Acab (2 R. 10:30). Pero no se puede decir que su motivo único fuera el de glorificar al Señor, pues no se habí­a entregado de todo corazón a Dios (2 R. 10:31). El profeta Oseas condena sus motivos (Os. 1:4). Jehú hizo dar muerte a los principales oficiales, consejeros y amigos de Acab, y después a los 42 hermanos de Ocozí­as. Finalmente, convocó a los sacerdotes de Baal y sus adoradores a una gran fiesta a celebrar en honor de su dios; todas las personas que entraron en el templo de Baal fueron masacradas (2 R. 10:12-28). Pero, a pesar de todo, Jehú no siguió la Ley de Jehová, ni abandonó el culto de los becerros de oro de Bet-el (2 R. 10:29, 31). Accedió al trono alrededor del año 842 a.C. Según los documentos asirios, aquel año pagó tributo a Salmansar (véase SALMANSAR), que se habí­a dirigido a Israel para combatir contra Hazael rey de Damasco. En el Obelisco Negro descubierto en Tell Nimrud se representa el pago del tributo por parte de Jehú, cuyo nombre se menciona en la inscripción. Jehú renió 28 años (2 R. 10:36). Hacia el año 821 a.C., el rey, que habí­a envejecido y ya no podí­a dirigir el ejército, asoció con él en el gobierno a su hijo Joacaz. Fue en época de Jehú que Israel empezó a disgregarse (2 R. 10:32). De esta época parecen ser las cartas de Tell el-Amarna (véase AMARNA) (d) Hombre de Judá, de la familia de Jerameel (1 Cr. 2:38). (e) Uno de la tribu de Simeón (1 Cr. 4:35).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]

Uno de los reyes de Israel, ungido de parte de Eliseo, que inició la segunda dinastí­a del Reino del Norte, con el exterminio de todos los descendientes de Jeroboam (2 Rey. 9 y 10).

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> violencia, Elias, Baal). Rey de Israel entre el 841 y el 814 a.C. Ocupó el trono a través de una revuelta militar, apoyada por los cí­rculos proféticos favorables a Yahvé, matando a Joram, el rey anterior. Su historia, vinculada al triunfo del yahvismo, en la lí­nea de Elias, está relacionada con uno de los actos más sangrientos de represión interna de los que nos habla la Escritura. Después de haber matado al rey anterior y a su madre Jezabel*, partidaria de Baal* (cf. 1 Re 9,13-37), el nuevo rey toma venganza, exterminando a los más fieles baalistas: «Después [Jehú] reunió a todo el pueblo y les habló: Si, Ajab fue algo devoto de Baal, Jehú lo será mucho más; así­ que llamadme a todos los profetas de Baal, a todos sus fieles y sacerdotes. Que no falte ninguno, porque quiero ofrecer a Baal un sacrificio solemne. El que falte morirá. (Jehú actuaba así­ astutamente para eliminar a los fieles de Baal). Luego ordenó: Convocadme una asamblea litúrgica en honor de Baal. La convocaron y Jehú mandó aviso por todo Israel. Llegaron todos los fieles de Baal (no quedó uno sin venir) y entraron en el templo de Baal, que se llenó hasta rebosar. Entonces Jehú dijo al encargado: Saca los ornamentos para los fieles de Baal. Los sacó. Luego Jehú y Jonadab, hijo de Recab, entraron en el templo y Jehú dijo a los fieles de Baal: Aseguraros de que aquí­ sólo hay devotos de Baal y ninguno de Yahvé. Se adelantaron para ofrecer sacrificios y holocaustos. Pero Jehú habí­a apostado fuera ochenta hombres con esta consigna: El que deje escapar a uno de los que os pongo en las manos pagará con la vida. Y así­, cuando terminaron de ofrecer el holocausto, Jehú ordenó a los guardias y oficiales: ¡Entrad y matadlos! ¡Que no se escape ninguno! Los guardias y oficiales los pasaron a cuchillo, entrando hasta la cámara sagrada del templo de Baal. Sacaron la estatua de Baal y la quemaron, derribaron el altar y el templo y lo convirtieron en basurero hasta el dí­a hoy. Así­, eliminó Jehú el culto de Baal en Israel» (2 Re 10,18-28). Esta matanza, perpetrada el año 841 a.C., fue brutal, como tantas otras que se han dado a lo largo de la historia. Pero hay algo que la hace más significativa para los judí­os y cristianos: ella deriva de una forma de entender el yahvismo. Jehú se inspiró en la palabra de los profetas de Yahvé (1 Re 19,15-18; 2 Re 9,1-10), buscó el apoyo de los hijos de Recab, que eran yahvistas estrictos (2 Re 10,15-17; cf. Jr 35,1-19), y recibió la aprobación ulterior de la palabra de Dios: «Por haber hecho bien lo que yo querí­a y haber realizado en la familia de Ajab todo lo que yo habí­a decidido, tus hijos, hasta la cuarta generación, se sentarán en el trono de Israel» (2 Re 10,30). Esta matanza de Jehú forma parte de la lí­nea violenta del yahvismo, vinculada con la guerra santa y con el exclusivismo religioso del pueblo, presente a lo largo de la historia israelita. Pero desde antiguo han surgido crí­ticas contra ella dentro del mismo Israel, como la que aparece en el libro un poco posterior del profeta Oseas: «Muy pronto tomaré cuentas de la sangre de Jezrael a la dinastí­a de Jehú y pondré fin al reino de Israel» (Os 1,4). En la lí­nea de Oseas (¡misericordia quiero y no sacrificio!: Os 6,6) se situará el evangelio de Jesús (Mt 9,13; 12,7).

Cf. R. Albertz, Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento I-II, Trotta, Madrid 1999; J. Bright, La Historia de Israel, Desclée de Brouwer, Bilbao 2003: J. A. Soggin, Nueva historia de Israel: de los orí­genes a Bar Kokba, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(posiblemente: Jehová Es El).

1. Benjamita de la ciudad de Anatot que se ofreció voluntario para ayudar a David, quien en aquel tiempo se encontraba en Ziqlag escondiéndose del rey Saúl. Jehú era uno de los hombres poderosos †œarmados del arco, que usaban la mano derecha y usaban la mano izquierda con piedras o con flechas en el arco†. (1Cr 12:1-3.)

2. Profeta, hijo de Hananí­. Predijo la destrucción de la casa de Baasá, rey de Israel. (1Re 16:1-4, 7, 12.) Más de treinta y tres años después, un profeta del mismo nombre (quizás la misma persona) censuró al rey Jehosafat de Judá por tener amistad con el inicuo rey Acab de Israel y prestarle ayuda. (2Cr 19:1-3.) En 2 Crónicas 20:34 se dice que los asuntos de Jehosafat estaban †œescritos entre las palabras de Jehú hijo de Hananí­, que fueron insertadas en el Libro de los Reyes de Israel†.

3. Hijo de Jehosafat (no el rey Jehosafat de Judá) y nieto de Nimsí­. (2Re 9:14.) Gobernó como rey de Israel desde aproximadamente 904 hasta 877 a. E.C. Durante el reinado del rey Acab de Israel, Elí­as el profeta huyó al monte Horeb para escapar de la esposa de Acab, que procuraba darle muerte. Dios le mandó que regresase y ungiese a tres hombres: a Eliseo por sucesor, a Hazael por rey de Siria y a Jehú por rey de Israel. (1Re 19:15, 16.) Elí­as ungió a Eliseo (o lo nombró; véase UNGIDO, UNGIR); sin embargo, a Jehú lo ungió más tarde Eliseo, el sucesor de Elí­as.
¿Ungió Eliseo a Jehú debido a la tardanza de Elí­as? No; poco después de darle el mandato a Elí­as, Jehová le dijo que la calamidad que le sobrevendrí­a a la casa de Acab, y que ejecutarí­a Jehú, no llegarí­a en los dí­as de Acab, sino en los del hijo de Acab. (1Re 21:27-29.) De modo que la demora se debió a la guí­a de Jehová, no a negligencia por parte de Elí­as. Jehová planeó la unción para el momento más oportuno, cuando se dieran las circunstancias para que Jehú pudiese cumplir inmediatamente con el propósito de dicha unción. Y en armoní­a con su personalidad decisiva y dinámica, Jehú no perdió ni un momento, sino que actuó con rapidez.
La ocasión propicia llegó. Era tiempo de guerra. Acab habí­a muerto y su hijo Jehoram gobernaba. El ejército de Israel estaba reunido en Ramot-galaad vigilando las fuerzas de Hazael, el rey de Siria. Jehú era uno de los comandantes militares. (2Re 8:28; 9:14.) El y Bidqar, su adjutor, soldados del ejército de Acab, habí­an estado presentes cuando Elí­as denunció los manejos de Acab y profetizó que Jehová †˜le pagarí­a en la porción de terreno que le pertenecí­a a Nabot†™. Acab se habí­a apoderado de este terreno después que su esposa Jezabel instigó el asesinato de Nabot. (1Re 21:11-19; 2Re 9:24-26.)
Mientras las fuerzas militares de Israel vigilaban en Ramot-galaad, el rey Jehoram de Israel estaba en Jezreel recuperándose de las heridas que le habí­an infligido los sirios en Ramá. El rey de Judá, Ocozí­as, también estaba allí­. Era sobrino de Jehoram, pues su madre, Atalí­a, era hermana de Jehoram de Israel e hija de Acab y Jezabel. El rey Ocozí­as habí­a ido a Jezreel para visitar a su tí­o Jehoram, que estaba enfermo. (2Re 8:25, 26, 28, 29.)

La unción de Jehú. Eliseo llamó a su servidor, uno de los hijos de los profetas, y le dijo que tomase un frasco de aceite, fuera al campamento israelita en Ramot-galaad, ungiera allí­ a Jehú y huyera. El servidor de Eliseo obedeció: llamó a Jehú aparte de los otros oficiales a una casa, donde lo ungió y le comunicó su comisión de aniquilar a toda la casa de Acab. Luego el servidor huyó, tal como Eliseo habí­a mandado. (2Re 9:1-10.)
Cuando Jehú salió de la casa, intentó disimular la seriedad del asunto, como si el profeta no hubiera dicho nada de importancia. Pero su apariencia y proceder hicieron notar a los hombres que algo significativo habí­a ocurrido. Al ser apremiado, Jehú reveló que habí­a sido ungido por rey de Israel, y ante esta impresionante declaración, el ejército le proclamó rey inmediatamente. (2Re 9:11-14.)

Aniquilación de la casa de Acab. Después de dar órdenes para que el asunto no se diera a conocer en Jezreel, Jehú cabalgó hacia allí­ a toda velocidad. (2Re 9:15, 16.) A los mensajeros que Jehoram envió desde Jezreel para inquirir: †œ¿Hay paz?†, se les puso en la retaguardia de los hombres de Jehú. Mientras se acercaba la †œoleada en masa† de los jinetes y carros de Jehú, la manera de conducir el carro, †œcon locura†, le identificó a los ojos del atalaya que estaba en la torre. Jehoram, hijo de Acab, sospechó y salió en su carro de guerra hasta alcanzar a Jehú en el terreno de Nabot. Jehú le disparó una flecha y, recordando la profecí­a de Elí­as, mandó a su adjutor, Bidqar, que arrojara su cuerpo en el campo de Nabot. Después continuó hasta la ciudad de Jezreel. Al parecer, Ocozí­as, nieto de Acab, que habí­a salido de la ciudad con Jehoram, intentó volver a su propia capital, Jerusalén, pero solo llegó hasta Samaria y se escondió allí­. Más tarde fue capturado y llevado a la presencia de Jehú, cerca del pueblo de Ibleam, no lejos de Jezreel. Jehú ordenó a sus hombres que lo matasen en su carro de guerra. Estos lo hirieron mortalmente en camino a Gur, cerca de Ibleam, pero logró escapar y huyó a Meguidó, donde murió. Luego lo llevaron a Jerusalén para enterrarlo. (2Re 9:17-28; 2Cr 22:6-9.)
Cuando Jehú llegó a Jezreel, Jezabel, la viuda de Acab, gritó: †œ¿Le fue bien a Zimrí­, el que mató a su señor?†. (Véase 1Re 16:8-20.) Pero Jehú, impasible ante esta amenaza indirecta, pidió a los oficiales de la corte que la arrojaran por la ventana. Ellos obedecieron. Su sangre salpicó el muro y Jehú la pisoteó bajo sus caballos. Las siguientes palabras concisas del relato pueden ayudar a conocer mejor la personalidad de Jehú: †œDespués de eso pasó adentro y comió y bebió†; luego, mandó que la enterrasen. Mientras tanto, los perros habí­an comido a Jezabel, y esa circunstancia le recordó a Jehú la expresión profética de Elí­as sobre su muerte. (2Re 9:30-37; 1Re 21:23.)
Jehú no se demoró en cumplir su misión. Desafió a los hombres de Samaria a poner a uno de los 70 hijos de Acab sobre el trono y pelear, pero ellos, por temor, manifestaron que eran leales a Jehú. Este puso su lealtad a prueba con intrepidez al decirles: †œSi ustedes me pertenecen […] tomen las cabezas de los hombres que son hijos de su señor y vengan a mí­ mañana a esta hora, a Jezreel†. Al dí­a siguiente llegaron mensajeros con las 70 cabezas en cestas, y Jehú mandó que se pusieran en dos montones junto a la puerta de Jezreel hasta la mañana. Después Jehú mató a todos los hombres distinguidos de Acab, a sus conocidos y a sus sacerdotes. Luego dio muerte a otros 42 hombres, los hermanos del rey Ocozí­as de Judá, el nieto de Acab. De este modo puso fin también a los hijos de Jehoram de Judá, el esposo de Atalí­a, la hija de la inicua Jezabel. (2Re 10:1-14.)
Se habí­an dado importantes pasos para limpiar a Israel del baalismo, pero Jehú todaví­a tení­a mucho que hacer, y se ocupó de ello con la prontitud y el celo que le caracterizaban. Mientras se dirigí­a a Samaria, se encontró con el recabita Jehonadab (más adelante Jehová, mediante el profeta Jeremí­as, encomió a los descendientes de este hombre por su fidelidad). (Jer 35:1-16.) Jehonadab se puso del lado de Jehú en su lucha contra el baalismo y se fue con él para ayudarle. Todos los que quedaban de Acab en Samaria, es decir, los que de algún modo estaban relacionados con él, fueron aniquilados. (2Re 10:15-17.)

Se acaba con los adoradores de Baal. Acto seguido, con el pretexto de convocar una gran reunión para adorar al dios Baal, Jehú consiguió que todos los adoradores de ese dios que habí­a en Israel se reunieran en la casa de Baal. Tras comprobar que no habí­a adoradores de Jehová presentes, mandó a sus hombres que dieran muerte a todos los que estaban en la casa. Después destruyeron las columnas sagradas de Baal y demolieron la casa, que mantuvieron aparte para excusado, un uso que perduró hasta el dí­a de Jeremí­as, escritor del relato del libro de los Reyes. El registro dice: †œAsí­ exterminó Jehú a Baal de Israel†. (2Re 10:18-28.) Sin embargo, más adelante la adoración de Baal volvió a causar problemas, tanto en Israel como en Judá. (2Re 17:16; 2Cr 28:2; Jer 32:29.)
Probablemente para distinguir el reino de diez tribus de Israel del reino de Judá, que tení­a el templo de Jehová en Jerusalén, el rey Jehú permitió que continuase la adoración de becerros en Israel, con sus centros en Dan y Betel. †œY Jehú mismo no puso cuidado en andar en la ley de Jehová el Dios de Israel con todo su corazón. No se apartó de los pecados de Jeroboán, con que él hizo pecar a Israel.† (2Re 10:29, 31.)
No obstante, debido al celo y rigor que Jehú demostró en la erradicación del baalismo y la ejecución de los juicios divinos sobre la casa de Acab, Jehová le recompensó con la promesa de que sus hijos se sentarí­an sobre el trono de Israel a lo largo de cuatro generaciones. Esta promesa se cumplió en los descendientes de Jehú: Jehoacaz, Jehoás, Jeroboán II y Zacarí­as, cuya gobernación terminó cuando fue asesinado alrededor de 791 a. E.C. Por lo tanto, la dinastí­a de Jehú reinó sobre Israel por unos ciento catorce años. (2Re 10:30; 13:1, 10; 14:23; 15:8-12.)

¿Por qué se consideró a la casa de Jehú culpable de derramamiento de sangre cuando Jehová habí­a comisionado a Jehú como su ejecutor?
Sin embargo, después del tiempo de Jehú, Jehová dijo por medio del profeta Oseas: †œDe aquí­ a poco tiempo tengo que pedir cuentas por los actos de derramamiento de sangre de Jezreel a la casa de Jehú, y tengo que hacer que el regir real de la casa de Israel cese†. (Os 1:4.) Esta culpa de sangre sobre la casa de Jehú no podí­a deberse a que se hubiera cumplido con la comisión de aniquilar a la casa de Acab, pues Dios le habí­a mandado a Jehú hacerlo. La culpa tampoco pudo deberse a haber ejecutado a Ocozí­as de Judá y a sus hermanos, pues por medio de las relaciones familiares de estos, debidas al matrimonio de Jehoram de Judá, el hijo del rey Jehosafat, con Atalí­a, la hija de Acab y Jezabel, el linaje real de Judá se habí­a contaminado con la inicua casa de Omrí­.
Más bien, parece que el error de Jehú fue permitir que continuase la adoración de becerros en Israel y no haber andado en la ley de Jehová con todo su corazón. Quizás pensó que la independencia de Judá solo podí­a mantenerse mediante la separación religiosa. Al igual que otros reyes de Israel, perpetuó la adoración de becerros a fin de afianzar su posición. Esta fue, en realidad, una expresión de falta de fe en Jehová, quien habí­a hecho posible que llegara a ser rey. De modo que puede ser que, aparte de la justa ejecución del juicio de Jehová contra la casa de Acab, el móvil impropio que llevó a Jehú a permitir la adoración de becerros también fuera causa de derramamiento de sangre.
El poder del reino de Israel se resquebrajó cuando cayó la casa de Jehú, y el reino solo duró unos cincuenta años más. Únicamente a Menahem, quien derribó a Salum, el asesino de Zacarí­as, le sucedió su hijo en el trono. Este hijo, Peqahí­as, fue asesinado, al igual que su asesino y sucesor Péqah. A Hosea, el último rey de Israel, se le hizo cautivo del rey de Asiria. (2Re 15:10, 13-30; 17:4.)
La adoración de becerros fue el principal pecado de Israel en toda su historia. Este proceder condujo a la nación a apartarse de Jehová, con la consiguiente decadencia. De manera que la culpa por el †œderramamiento de sangre de Jezreel† fue una de las prácticas, junto con el asesinato, robo, adulterio y otros crí­menes, que en realidad tení­an su raí­z en la adoración falsa a la que los gobernantes permitieron que el pueblo se entregara. Finalmente, Dios tení­a que †œhacer que el regir real de la casa de Israel [cesara]†. (Os 1:4; 4:2.)

Siria y Asiria hostigan a Israel. Debido a que Jehú no se volvió completamente a Jehová y no anduvo en sus caminos, tuvo que encararse a las dificultades que le ocasionó Hazael, el rey de Siria, durante todos los dí­as de su reinado. Hazael fue conquistando palmo a palmo el territorio transjordánico de Israel. (2Re 10:32, 33; Am 1:3, 4.) Al mismo tiempo, aumentó la amenaza asiria contra la existencia de Israel.

Inscripciones asirias mencionan a Jehú. En inscripciones del rey de Asiria Salmanasar III, este alega haber recibido tributo de Jehú. La inscripción dice: †œEl tributo de Jehú (ia-ú-a), hijo de Omrí­ (hu-um-ri): recibí­ de él plata, oro, un tazón saplu de oro, un vaso de oro de fondo puntiagudo, cubiletes de oro, cubos de oro, estaño, un bastón de rey (y) puruhtu de madera [el significado de esta última palabra no se conoce]†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 227.) (Aunque Jehú en realidad no era hijo de Omrí­, desde el tiempo de este rey a veces se usaba esta expresión para designar a los reyes de Israel, sin duda debido a la valentí­a de Omrí­ y a su obra de edificación en Samaria, que continuó siendo la capital de Israel hasta la caí­da del reino de diez tribus ante Asiria.)
Junto a esta inscripción, en el llamado Obelisco Negro hay una representación pictórica, quizás de un emisario de Jehú inclinándose ante Salmanasar y ofreciendo tributo. Algunos comentaristas opinan que esta es la primera representación pictórica de israelitas que se conoce. Sin embargo, no podemos estar absolutamente seguros de la veracidad de la declaración de Salmanasar. Tampoco se puede confiar en que la figura sea una representación exacta de un israelita, pues puede que estas naciones hayan representado a sus enemigos con apariencia indeseable, de manera similar a como los dibujos o grabados de la actualidad representan a las personas de una nación enemiga: débiles, grotescas u odiosas.

4. El hijo de Obed de la familia de Jerahmeel, descendiente de Hezrón, hijo de Pérez, que le nació a Judá por medio de Tamar. Esta lí­nea de Jehú vino por medio de Jarhá, un esclavo egipcio. Sesán, un descendiente de Jerahmeel, no tuvo hijos, de modo que le dio su hija a Jahrá por esposa. El hijo que les nació se llamó Atai, un antepasado de Jehú. (1Cr 2:3-5, 25, 34-38.)

5. Simeonita, hijo de Josibí­as. En los dí­as del rey Ezequí­as de Judá fue uno de los principales de las familias simeonitas que derribaron a los camitas y a los meunim que viví­an en la vecindad de Guedor, y que luego se establecieron en esa tierra con sus rebaños. (1Cr 4:24, 35, 38-41.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. yēhû, de significado incierto. Posiblemente abreviatura de yehôhû’, ‘Yahvéh es él’).

1. Guerrero benjamita ambidextro que se unió a David en Siclag (1 Cr. 12.3).

2. Vidente, hijo de Hanani, que profetizó el fin de la dinastia de Baasa (1 R. 16.1–7). También profetizó sobre Josafat (2 Cr. 19.2), e hizo la crónica de su reinado (20.34).

3. Hijo de Josafat (2 R. 9.2); décimo rey del reino del N, Israel. Ocupó el trono durante 28 años (ca. 842–815 a.C.; 2 R. 10.36), y fundó su 4ª dinastía.

La apostasía religiosa había alcanzado tal nivel durante los reinados de Acab y Joram (2 R. 8.27), que se inició una revuelta cuando Eliseo nombró a un profeta para ungir a Jehú como rey (9.1–13). Esta rebelión fue apoyada también por elementos populares, p. ej. los recabitas (10.15–16). Jehú, luego de recibir la aclamación del ejército de Joram, que estaba a su mando, fue a Jezreel, donde se hallaba herido el rey después de una batalla en Ramot de Galaad (8.28–29). Allí mató a Joram y a Ocozías, rey de Israel, que salió a su encuentro (9.21–27; cf. 2 Cr. 22.9). El nuevo rey entró en Jezreel e hizo matar a Jezabel. Luego aniquiló toda la oposición haciendo ejecutar a la familia de Acab y a sus seguidores (2 R. 10.1–11), como así también a 42 miembros de la familia de Ocozías, que se encontraban de visita (vv. 12–17; 2 Cr. 22.8). Procedió luego a destruir el culto de Baal engañando a los seguidores del dios para “que se reunieran”, ocasión en la que los eliminó; también destruyó su templo (2 R. 10.18–28).

A su vez, Jehú continuó la apostasía al adorar becerros de oro en Bet-el y Dan (vv. 29–31), por lo que fue castigado por los sirios, bajo *Hazael, que anexaron partes de su territorio (vv. 32–33).

El obelisco negro de *Salmanasar III menciona tributos pagados por ˒ia-ú-a mar ḫu-um-ri, “Yâw, hijo de *Omri” (DOTT, pp. 48–49). Generalmente se toma esto como referencia a una acción de Jehú de Israel que no menciona el AT. Allí se ve a Jehú, o su representante, inclinado ante el rey. Yâw, también podría ser una forma abreviada del nombre Joram (P. K. McCarter, BASOR 216, 1974, pp. 5–7). En cualquiera de los casos, la fecha sería 841 a.C. (E. R. Thiele, BASOR 222, 1976, pp. 19–23).

Bibliografía. J. Bright, La historia de Israel, 1970, pp. 259ss; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 284ss; J. A. G. Larraya, “Jehú”, °EBDM, t(t). IV, cols. 315–320; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985.

D.W.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

La procedencia del nombre es incierta. Algunos lo traducen como “Yahveh es él”.

I. Jehú: ( Set. ‘Ioú), profeta, descrito en 1 Ry. 16,1, como el hijo de Jananí, y profetizando contra Basá, el entonces rey de Israel. Jananí probablemente se identifica con el profeta de ese nombre mencionado en 2 Crónicas 16,7. No se sabe si Jehú perteneció al Reino del Sur o al del Norte, pero, de todos modos, parece que ejerció su ministerio principalmente en el Norte. Aparece luego en el reinado de Josafat, rey de Judá, a quien le censura su alianza con Ajab (cf. 2 Crón. 19,2-3). Sobrevivió a Josafat, y escribió la historia de su reinado (2 Crón. 20,34).

II. Jehú, décimo rey de Israel, 884 a 856 u 865 a 828, hijo de Josafat, hijo de Namsi; no se menciona su tribu. Según Flavio Josefo (Antiq., IX, VI, 1) era comandante en jefe del ejército de Joram, su predecesor. Para su súbita elevación al poder real y su reinado sangriento vea los capítulos 9 y 10 del Segundo Libro de los Reyes. El profeta Elías había recibido una orden del Señor de ungir a Jehú como rey sobre Israel (1 Ry. 19,16), pero la orden sólo fue realizada por Eliseo, su sucesor. Mientras que Joram, rey de Israel, estaba todavía convaleciendo de una herida en Yizreel, Eliseo envió a “uno de los hijos de los profetas” a los cuarteles generales de Jehú en Ramot de Galaad con órdenes de ungirlo rey y anunciarle su misión de venganza divina contra la malvada casa de Ajab. Jehú fue aclamado rey inmediatamente por sus hermanos oficiales, y enseguida salió en su carroza con sus seguidores para Yizreel, donde Ocozías, rey de Judá, estaba visitando a su aliado Joram. Huyeron, pero Joram fue muerto por una flecha salida del arco de Jehú, y Ocozías, mortalmente herido, murió poco después en Meguiddó. Entrando al pueblo de Yizreel, Jehú percibió a la reina Jezabel en la ventana del palacio, y le mandó a sus ayudantes que la lanzaran al vacío y fue pisoteada por los caballos (1 Ry. 21,23). Consistente con su plan de venganza, Jehú mandó a asesinar a los setenta y dos hijos de Ajab que vivían en Samaria, y asimismo a todos los jefes, amigos y sacerdotes de la casa de Ajab, así como a cuarenta y dos hombres de los hermanos de Ocozías. Abolió el culto a Baal y mató a sus sacerdotes y seguidores, pero mantuvo el culto a los becerros dorados erigidos por Jeroboam. Yahveh lo ensalzó por su conducta contra la casa de Ajab, pero sin embargo él es contado entre los gobernantes infieles. Se hace una breve alusión a su defensa de Israel contra las incursiones de los sirios. Con ocasión de la invasión de Salmansar en 842, Jehú envió una delegación con ricos presentes al conquistador asirio. Este hecho se registra en una de las inscripciones cuneiformes de Salmansar, donde se le llama a Jehú el hijo de Omrí (Humrii), sin duda debido a un error de parte del analista asirio, quien naturalmente consideraba a Jehú como descendiente directo de Omrí, el fundador de Samaria, ya que ocupó el trono de dicha dinastía. El mismo evento aparece pictóricamente en el obelisco de Nemrod.

III. Jehú (Set., ‘Ieoú), hijo de Obed, de la tribu de Judá (1 Crón. 2,38).

IV. Jehú, hijo de Yosibías, de la tribu de Simeón (1 Crón. 4,35).

V. Jehú, (Set., ‘Ieoúl), uno de los heroes de David, de la tribu de Benjamín, nativo de Anatot (1 Crón. 12,3).

Bibliografía: VIGOROUX, Dicc. de la Biblia, s.v.; HASTINGS, Dicc de la Biblia, s.v.; JOSEFO, Antigüedades de los Judíos, IX, VI, 1.

Fuente: Driscoll, James F. «Jehu.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08332a.htm

Traducido por L M H.

Fuente: Enciclopedia Católica