JERAROUIA DE LAS VERDADES

En una intervención en el concilio Vaticano II, el 25 de noviembre de 1963, el arzobispo Andrea Pangrazio de Goritzia sugerí­a que podrí­a darse una comprensión más exacta del grado de comunión en la fe, si en el decreto sobre el ecumenismo se reconociera que en el ámbito de la doctrina cristiana existe una jerarquí­a de las verdades, Los cristianos ya comparten la misma fe en muchas de las doctrinas centrales, como la Trinidad, la encarnación, la muerte salví­fica y la resurrección de Cristo. Se aceptó esta sugerencia y se añadió una frase que afirma la Jerarquí­a de verdades en UR 11, párrafo dedicado al diálogo entre los cristianos, Cuando están comprometidos en este diálogo, los teólogos católicos deberí­an presentar la doctrina de la Iglesia en su integridad, pero «de manera», con palabras que puedan comprender rectamente también los hermanos separados» (UR 1 1). Dentro de este contexto, el decreto declara que la jerarquí­a de las verdades podrí­a ayudar a los cristianos a llegar a una comprensión más profunda de las riquezas de Cristo (Ef 3,8).

La jerarquí­a de las verdades fue objeto de gran entusiasmo en los años siguientes al concilio Vaticano II. Algunos autores la pusieron en relación con ciertos temas del Nuevo Testamento, como el kerygma de la primera comunidad (Hch-2,14-36; 1 Cor 15,3-8), los himnos cristológicos que resumen el misterio del acontecimiento Cristo (Ef 1,3-10: Flp 2,6-11: Col 1,15~20) y los pasajes sobre el mayor mandamiento (Mt 22,34-40. Mc 12,28-34) y sobre los dones más perfectos (1 Cor 13). Tam~bién el desarrollo de los credos bautismales y de la doctrina escolástica, según la cual todas las verdades cristianas pueden reducirse al Credo, apoyan y reflejan la jerarquí­a de las verdades. La convicción de Lutero de que el centro del evangelio es la doctrina de la justificación, el articulus stantis aut caderltis ecclesiae, demuestra que también la Reforma conoce esta jerarquí­a. El concilio Vaticano I enseña que la razón humana puede alcanzar una cierta comprensión del nexus mysteriorum.

Finalmente, la doctrina de la jerarquí­a de las verdades se armoniza muy bien con la presentación de la revelación en el concilio Vaticano II. La revelación es ante todo la automanifestación del misterio de Dios, misterio que en definitiva es completamente simple. Respecto a la unidad de los cristianos, la jerarquí­a de las verdades subraya el hecho de que el acuerdo doctrinál que ya une a los cristianos bautizados tiene muchas veces mayor importancia que lo que les divide. La finalidad del diálogo ecuménico es construir sobre esta fe común, de manera que se llegue a aquella unidad en la fe que conduce a la celebración común de la eucaristí­a.

La jerarquí­a de las verdades puede ayudar también a los cristianos a distinguir entre aquella diversidad que es una expresión legí­tima de la catolicidad de la Iglesia y aquel pluralismo que constituye una verdadera división en la fe.

W Henn

Bibl.: W Henn, Jerarquí­a de las verdades en DTF 741-744; H. Muhlen, La doctrina del Vaticano II sobre la «jerarquí­a de verdades» )’ su sí­gnificación en el diálogo ecuménico, en Selecciones de teologí­a 27 (1968) 205ss; H. Schlink, «Jerarquí­a de verdades» unión de las Iglesias, Ibí­d. 61 (1977) 2155; M, Vilain, En torno al decreto sobre el ecumenismo, en Concilium 14 (1966) 592-609.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico