JUAN CRISOSTOMO

Vida: Nació entre el 344 y el 354 en Antioquí­a de familia noble y rica. Convertido al cristianismo, fue bautizado por Melecio el Confesor. Tras ser instruido por Diodoro de Tarso, se retiró con un ermitaño, por un perí­odo de cuatro años, alterándose penosamente su estado de salud. De regreso a Antioquí­a, fue ordenado diácono en el 381 y sacerdote en el 386. Desde ese año hasta el 397 fue predicador de la iglesia principal. Muerto en esa última fecha Nectario, patriarca de Constantinopla, fue elegido para sucederlo, aunque él no lo deseaba, y hubo que recurrir a la fuerza y al engaño para trasladarlo a aquella ciudad. Desprovisto de las dotes diplomáticas elementales para moverse en los cí­rculos cortesanos y deseoso de reformar al relajado clero, sólo encontró una encarnizada oposición pese a que dedicó cuantiosos fondos a obras de beneficencia como hospitales y auxilio de los necesitados. En el 401 procedió, en el sí­nodo de Efeso, a deponer a seis obispos por simoní­a. La enemistad de la emperatriz Eudoxia — a la que Juan habí­a criticado ásperamente por su vida lujosa y por la comisión de diversas injusticias — unida al rencor de Teófilo de Alejandrí­a — que en el 402 habí­a tenido que responder ante un sí­nodo, presidido por Juan, de las acusaciones levantadas contra él por los monjes de Nitria — y a las intrigas de sus compañeros de episcopado, cristalizó en el conocido sí­nodo de la Encina, suburbio de Calcedonia. Fue allí­ donde Teófilo convocó a treinta y seis obispos, de los que siete eran egipcios y todos enemigos de Juan. Tras negarse éste por tres veces a comparecer ante aquel sí­nodo, fue depuesto en el 403. El emperador Arcadio lo desterró inmediatamente a Bitinia pero la emperatriz lo hizo volver al dí­a siguiente, lo que pareció reconciliar a ambas personalidades. Dos meses después, sin embargo, Crisóstomo denunció las diversiones públicas y la erección de una estatua de Eudoxia cerca de la iglesia. Aquello sólo sirvió para enconar nuevamente los ánimos que llegaron al máximo de tensión cuando Juan acusó a la emperatriz de ser una nueva Herodí­as ansiosa de la cabeza de Juan. Desterrado a Cúcuso el 404 — no sin incidentes previos en los que se produjo incluso derramamiento de sangre — estuvo allí­ tres años, pero el temor de sus enemigos a que su destierro se convirtiera en lugar de peregrinación les llevó a lograr del emperador un nuevo exilio, esta vez a Pitio, en el extremo oriental del mar Negro. La quebrantada salud de Juan no lo soportó y murió en el viaje en el 407.

Obras: Juan Crisóstomo es el autor más fecundo de entre los Padres griegos. Con todo, la mayor parte de sus obras son sermones de tipo exegético (sobre los Salmos, Isaí­as, Mateo, Juan, Hechos, Romanos, etc.), dogmático (Acerca de la incomprensible naturaleza de Dios, Contra los judí­os, etc.), de circunstancias (Homilí­a sobre las estatuas, las dos homilí­as Acerca de Eutropio, etc.). Escribió asimismo catequesis bautismales, una serie de tratados (Acerca del sacerdocio, Acerca de la vida monástica, Contra paganos y judí­os, etc.) y cartas.

Teologí­a: Cristológicamente, Juan afirma que el Hijo tiene la misma esencia (homoousia) que el Padre, aunque algunos autores han percibido en él expresiones que después serí­an desarrolladas de manera herética por Nestorio. Mariológicamente, Juan no aplica a Marí­a el tí­tulo de madre de Dios (Zeotokos). Creí­a en la virginidad de Marí­a antes y durante el parto. Sacramentalmente, P. Martain y P. Galtier han intentado aducir a Crisóstomo como prueba de que en su época ya se practicaba la confesión auricular al sacerdote. Como ha señalado Quasten, ciertamente Crisóstomo habla en repetidas ocasiones de la confesión de los pecados pero siempre es o pública o privada ante Dios y, de hecho, desestima la posibilidad de la confesión ante un sacerdote (Hom. contra Anomeos V, 7), omitiendo en su libro Acerca del sacerdocio cualquier mención a esta práctica. En relación con la Eucaristí­a, Juan enseña la presencia real en la misma, si bien parece inclinarse porque el sacrificio que se ofrece es en realidad conmemoración del ofrecido en el Calvario (Hom. XVII sobre Hebreos 3).

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística