JUECES

LOS JUECES II. Bosquejo y Contenido. El libro de Jueces se divide en 3 secciones principales. En la 1ª (1:1-3:6), el autor describe la situación al comienzo del perí­odo. Relata los esfuerzos de las tribus por consolidar sus diversas asignaciones en Palestina, resume la historia del perí­odo e interpreta las lecciones que debí­an aprender de ella. En la 2ª sección el autor trata del perí­odo en orden cronológico (3:7-16:31), retomando las sucesivas etapas de opresión y la designación de un juez tras otro para liberar a Israel. Los más notables de estos héroes nacionales fueron Débora y Barac, que derrotaron una coalición en el norte de Canaán; Gedeón, que expulsó a los madianitas; Jefté, que derrotó a los amonitas; y Sansón, que tuvo diversas aventuras con los filisteos. La 3ª sección (17:1-21:25) cuenta 2 incidentes del perí­odo, sin duda para ilustrar cómo era la vida en este tiempo de la historia hebrea (véase CBA 2:301-306). Véanse los nombres de los diversos jueces. Juego. La palabra heb. shâa se refiere a los juegos de los niños (ls. 11:8). Tsâjaq describe a Ismael jugando o molestando a su hermano menor Isaac (Gen 21:9), y el “regocijarse” de los israelitas en la dedicación del becerro de oro en el monte Sinaí­ (Exo 32:6). Que esta última actividad consistí­a en cantar y bailar es evidente por los vs 17-19 y de 1Co 10:7 Aunque juegos sociales no se mencionan especí­ficamente en la Biblia, la evidencia arqueológica muestra que existieron en la antigua Palestina. El más antiguo que se ha descubierto hasta ahora fue hallado en Tell Beit Mirsim, y procede de c 1600 a.C. Consiste en un dado piramidal y 2 juegos de piezas: 5 pirámides triangulares y 5 conitos, todos de loza fina (fig 294). El tablero, desafortunadamente, no apareció (fig 232). 294. Dados y piezas de juego encontrados en Tell Beit Mirsim. Bib.: BASOR 39 (1930):6, 9. 684

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

institución polí­tica intermedia entre el régimen tribal y la monarquí­a de Israel, ca. 1200 hasta el año 1025 a. C. Abarca desde la muerte de Josué hasta el comienzo del ministerio del profeta y juez Samuel y unción de Saúl como primer rey panisraelita. La misión de los j. era administrar justicia y gobernar a las diferentes tribus o grupos tribales, es decir, su jurisdicción no iba más allá de su ciudad o distrito.

Los redactores del libro de los J. les dieron este tí­tulo a los libertadores y héroes del pueblo, por lo que se les llama j. de Israel. Se ha hecho distinción entre j. mayores y menores, la cual no la hace el texto del libro de lo J. Mayores, porque su vida está relatada más extensa y detalladamente, además de que son personajes suscitados, elegidos, por Dios para librar al pueblo de alguna opresión extranjera; son héroes y salvadores a quienes sigue el pueblo, y son presentados como si hubiesen juzgado a Israel. Los J. llamados mayores son: Débora, Ehúd, Gedón, Jefté, Otniel, Samgar y Sansón. De los menores, Tolá, Yaí­r, Ibsán, Elón, Abdón, se habla solamente de su origen, de sus familias, de su muerte y sepultura, del tiempo que permanecieron en el ejercicio de su judicatura.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

En la era de los patriarcas, la vida hebrea estaba organizada alrededor de la familia y el clan. Los jefes de familias (patriarcas) y los ancianos de las tribus eran los jueces (Gen 38:24).

Después del éxodo de Egipto, Moisés (siguiendo el consejo de Jetro:
Exo 18:13-26), organizó la nación en grupos de a 1.000, 100, 50 y 10 personas dentro de cada tribu. A cargo de cada unidad un hombre bien capacitado fue asignado como juez, de modo que solamente los casos más importantes serí­an llevados ante Moisés (Deu 1:12-18; Deu 21:2).

Después de entrar en Canaán, se llevó a cabo un plan de gobierno local muy similar (Deu 16:18-20; Deu 17:2-13; Deu 19:15-20; Jos 8:33; Jos 23:2; Jos 24:1; 1Sa 8:1).

Una vez que la monarquí­a fue establecida, el rey mismo juzgaba los casos importantes (2Sa 15:2; 1Ki 3:9, 1Ki 3:28; 1Ki 7:7; Pro 20:8). David designó a los levitas para puestos judiciales y nombró 6.000 hombres oficiales y jueces (1Ch 23:4; 1Ch 26:29). Josafat aumentó el sistema judicial de Judá con un tipo de corte suprema en Jerusalén compuesta de levitas, sacerdotes y jefes de casas paternas (2Ch 19:5-8).

Con frecuencia los profetas se quejaban amargamente de que la justicia estaba siendo corrompida con soborno y testigos falsos (Isa 1:23; Isa 5:23; Isa 10:1; Amo 5:12; Amo 6:12; Mic 3:11; Mic 7:3). Los reyes solí­an ser injustos (1Ki 22:26; 2Ki 21:16; Jer 36:26). El caso en el cual Acab tomó posesión de la viña de Nabot (1Ki 21:1-13) demuestra hasta dónde llegarí­a un rey para conseguir lo que querí­a, contradiciendo escandalosamente la ley y las costumbres, al menos en el reino del norte de Israel.

En la época del AT las actividades de los jueces no se limitaban a lo que ahora se considerarí­an funciones judiciales. La separación de poderes entre las ramas legislativas, ejecutivas y judiciales prevalente hoy en dí­a es una innovación moderna. La palabra juez muchas veces significa rey (Psa 2:10; Psa 148:11; Isa 33:22; Isa 40:23; Amo 2:3). En varios idiomas semitas, el término que la Biblia heb. usa para el juez (shophet) se usa para soberanos de varias clases. Esta expansión de significado atribuida al término juez en ese entonces resulta en el uso más extenso en el libro de los Jueces.

Desde la muerte de Josué hasta el reino de Saúl, el primer rey de Israel, los lí­deres principales del pueblo fueron llamados jueces. Estos hombres y los acontecimientos de sus dí­as están descritos en el libro de los Jueces y en 1 Samuel 1—7. Ellos eran lí­deres carismáticos, es decir, fueron llamados por un don especial del Espí­ritu de Dios para salvar a Israel. Eran principalmente libertadores militares, llamados para salvar al pueblo de Israel de la opresión de potencias extranjeras. Ver JUECES, LIBRO DE.

Este perí­odo fue cruel, feroz y sangriento. Las tribus dispersas en la región montañosa de Canaán estaban divididas en muchos clanes con caracterí­sticas étnicas y culturales. Ni siquiera el tabernáculo en Silo que deberí­a haber provisto una base de unidad religiosa parece haber llamado tanta atención como los lugares altos locales. Solamente una crisis extraordinaria, como el crimen que produjo la guerra benjamita (Jdg 19:1-30; Jdg 20:1), pudo efectuar una acción unida por parte de las tribus. Parece que Judá en el sur era la más aislada de las tribus.

El primer juez mencionado en detalle es Ehud hijo de Gera (Jdg 3:12-30). Este benjamita era zurdo, un defecto serio en los tiempos supersticiosos.

Pocos o ninguno de los jueces se destacan como personas ideales. Lo que ocasionó el levante de Ehud por Dios fue la opresión de Eglón, rey de Moab, quien junto con los amonitas y amalequitas (todos pastores y nómadas de la transjordania) ocupaban la región de Jericó (La Ciudad de las Palmeras, Jdg 3:13). Después de 18 años de opresión, Ehud, cuando presentaba el tributo, encabezó una rebelión al matar a Eglón. Con ayuda de los efrateos, Ehud tomó los vados del Jordán y mató a los moabitas mientras que éstos trataban de huir hacia su patria. El perí­odo de paz duró por 80 años.

En la segunda narración de liberación detallada (Jueces 4—5), la escena cambia del valle del Jordán bajo al valle de Jezreel y a la región montañosa de Galilea en Palestina del norte. El opresor es Jabí­n, rey de Canaán, el cual reinaba en Hazor. ¡Sus 900 carros de hierro deben haber infundido terror a las tribus hebreas ya que éstas no contaban con tales máquinas de guerra (1Sa 13:19-22)! La reciente excavación de Hazor por eruditos israelitas resaltó la importancia de esta fortificación cananea, probablemente la ciudad más grande de la antigua Palestina. Los libertadores eran Débora, una profetisa (Jdg 4:4), y Barac hijo de Abinoam, un hombre temeroso (Jdg 4:8), el cual condujo el ejército hebreo a pedido de Débora. Evidentemente un estallido de nubes rí­o arriba hizo que el Quisón se desbordara hacia el llano a través del cual corre, así­ inmovilizando los carros de los cuales dependí­an los cananeos (Jdg 4:15; Jdg 5:20-22). Cuando el ejército de Jabí­n fue derrotado, su general Sí­sara huyó pero fue asesinado por la mujer Jael (Jdg 4:17-22). Se cree que el cántico guerrero de alabanza de Débora (cap. 5) es uno de los poemas más antiguos de la Biblia y se observa su vigor primitivo y brusco. El perí­odo de descanso después de esta liberación duró 40 años.

El tercer gran juez fue Gedeón (Jueces 6—8). Los madianitas opresores, beduinos del desierto de la región de la transjordania, habí­an cruzado el Jordán y solí­an invadir repentinamente a Palestina misma. A Gedeón se le recuerda por sus dudas y por sus acciones tomadas de mala gana (Jdg 6:15, Jdg 6:17, Jdg 6:36-40; Jdg 7:10), pero una vez que asumió el comando, demostró que era un soldado firme y eficaz (Jdg 6:25-27; Jdg 7:15-24) y gobernó por 40 años. Junto con 300 compañeros ahuyentaron a los beduinos hacia el otro lado del Jordán. En seguida Gedeón llamó a los efrateos para que tomaran control de los vados del Jordán y así­ fue como destruyeron a los madianitas.

Abimelec, hijo de Gedeón, gobernó violentamente el área de Siquem (Jueces 9). Murió como vivió: una piedra de molino le quebró el cráneo y finalmente su escudero lo mató.

Jefté, un caudillo de transjordania, aparece (Jueces 11—12) como libertador de Galaad y Manasés (al norte de la transjordania) de las manos de los amonitas. A él se le recuerda principalmente por su voto alocado (Jdg 11:30-39).

El último de los grandes jueces fue Sansón (Jueces 13—16), con quien cambia la escena a una parte distinta de Palestina, al llano filisteo. Es muy probable que Sansón haya vivido cerca del fin del perí­odo de los jueces, mientras occurrí­a una invasión de la costa de Palestina. Los invasores marí­timos del área del mar Egeo habí­an fracasado al tratar de entrar a Egipto (debido a Ramsés III).

Sansón fue dedicado a una vida de obediencia nazarea antes de su nacimiento.

Aunque no muy religioso, Sansón fue conocido como hombre de gran fuerza.

Su falta de éxito en disciplinar su naturaleza sensual lo hizo susceptible a tres amorí­os con mujeres filisteas.

Sin ayuda, hizo proezas en territorio filisteo, algunas de las cuales son relatadas (Jdg 14:19; Jdg 15:4-5, Jdg 15:8, Jdg 15:15; Jdg 16:3). El relato de haber sido seducido y dominado por Dalila es bien conocido. Al matar más filisteos con su muerte que los que habí­a matado durante su vida (Jdg 16:30), llegó a ser en su fin una figura trágica. Juzgó a Israel por 20 años.

A Elí­ (1 Samuel 1—4) y a Samuel (1Sa 2:12) también se les llama jueces. Hicieron algo del trabajo de jueces ya mencionado pero también sirvieron como sacerdotes y profetas respectivamente, preparando para la transición a la monarquí­a.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(juzgar, ordenar).

Lí­deres, y libertadores de los israelitas desde Josué hasta Saúl. En el “Libro de los Jueces” destacan Débora, Gedeón, Jefté y Sansón. En 1 S., Elí­ y Samuel son también Jueces.

En la Historia de la Redención, Dios suele ayudar a su Pueblo por medio de personas, y suscita, a lo largo de la Biblia cinco clases de “personajes”.

1- Patriarcas: Hasta Josué.

2- Jueces: Hasta Saúl: 3- Reyes: Saúl hasta el fin del Reino.

4- Profetas: Desde Elí­as a Juan Bautista.

5- Apóstoles, desde Jesucristo.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Se denominan así­ en la Biblia a las figuras, ordinariamente vinculadas a cada zona o tribu del pueblo de Israel anterior al establecimiento de la monarquí­a de Saúl y David, que pusieron orden en el Pueblo o en parte de él. Sus hazañas perduraron en la memoria colectiva y sirvieron para crear la conciencia del pueblo.

El libro de los Jueces recibe este nombre precisamente por recoger la historia de esas figuras: Otoniel, Jehud, Baraq, Gedeón, Jefté, Sansón, que fueron los principales.Muy probablemente fue redactado en época tardí­a (después de la Cautividad), no antes del siglo V. Pero es probable que existieran documentos muy antiguos: Canto de Débora, Leyenda de Sansón, Epopeya de Gedeón, etc. y el autor los recopiló y organizó de forma coherente y según el esquema común de situación, invocación, hazaña liberadora, conclusión moralizante

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Soldados carismáticos, a los que se llama jueces (shophetim), en el sentido de salvadores o liberadores. Así­ los presenta la teologí­a oficial del libro que lleva su nombre (Jueces). Este libro ha sido escrito con una tesis bien precisa (en la lí­nea del deuteronomista): según pacto, Dios habí­a concedido a los israelitas la tierra cananea, por medio de Josué; pero ellos pecaron, olvidando el pacto, y Dios les fue entregando a los enemigos, para hacerles sufrir (convertirse); pero después se compadecí­a de ellos, cuando clamaban afligidos, y les liberaba por medio de los jueces o salvadores (Je 3,11-23). Conforme a la ideologí­a posterior, estos jueces fueron hombres o mujeres (Débora*) que no se dejaron seducir por el pecado (cf. Qoh 46,11), de manera que permanecieron fieles y pudieron liberar y guiar a los restantes israelitas. Pero, en contra de la misma ideologí­a oficial del libro y de la alabanza posterior del Eclesiástico, los jueces que aparecen en este libro, con otros personajes vinculados (como la concubina* del levita), ofrecen una galerí­a de carismáticos militares, de héroes y antihéroes, de tipo muchas veces ambiguo, que definen el sentido de la historia israelita. En un sentido, ellos aparecen como portadores de una salvación (del espí­ritu* de Dios). Pero, en otro sentido, ellos no son héroes ejemplares, conforme al significado moderno del término, ni tam poco semidioses, como aquellos que encontramos en otros pueblos del entorno, tanto en Grecia como en todo el Oriente antiguo, sino hombres irregulares, portadores frágiles de una presencia y acción de Dios que les desborda, personajes de conducta difí­cil de catalogar, propia de un tiempo en que cada uno hací­a “lo que bien le parecí­a” (cf. Je 16,6; 21,25). Los jueces son como un recuerdo del “caos” del principio de la historia israelita. Pero son un caos teológico: conforme a la visión israelita, los auténticos portadores de la victoria de Dios no son nunca unos héroes mundanos: no vencen por sí­ mismos, sino por la ayuda de Dios, en medio de un mundo que parece sin sentido; por eso, mirados desde una perspectiva religiosa y social, estos jueces (Barac*, Débora*, Jefté*, Sansón*) pueden aparecer muy ambiguos e imperfectos (a pesar de las declaraciones de Eclo 46,11-12, retomadas en Heb 11,2). Ellos no se pueden presentar como modelos de fe y/o de costumbres; no son ejemplo para el resto de los israelitas, a pesar de que Dios les ha escogido para realizar una determinada tarea. Ellos son, más bien, hombres de violencia, que expresan la dureza social y militar de la historia, tal como se recuerda en el principio de la vida israelita, en un tiempo en que no habí­a rey en Israel ni orden social. El Dios de la Biblia no ha podido fundar la existencia de su pueblo sobre el valor o la grandeza de unos héroes guerreros ejemplares (como los que suelen existir en otros pueblos), sino sobre la fragilidad de unos hombres y mujeres que aparecen como portadores de una tarea que les desborda. En ese sentido, el libro de los Jueces ofrece una profunda desmitificación de la heroicidad militar y puede presentarse, al mismo tiempo, como espejo de la creatividad de muchas mujeres (Débora, Yael*, la concubina* del levita) que escribieron con su vida la primera página de la historia israelita.

Cf. M. ílvarez Barredo, La iniciativa de Dios. Estudio literario y teológico de Jueces I-II, Carthaginensia, Murcia 2000-2004; G. Auzou, La Fuerza del Espí­ritu. Estudio del libro de los Jueces, Fax, Madrid 1968; M. Bal, Death and Dissynietry. The Politics of Coherence in the Book of Judges, University of Chicago Press 1988; M. Navarro, LOS libros de Josué, Jueces, Rut, Ciudad Nueva, Madrid 1995.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

El tí­tulo de Jueces, en hebreo sopketim, en griego kritai, que se da a este libro y a los personajes que lo pueblan, no tiene nada que ver con nuestros administradores de la justicia forense. El término guarda relación con la justicia en sentido bí­blico, entendida como fidelidad Y aceptación de las exigencias del aliado (el prójimo), y en el Nuevo Testamento como capacidad de corresponder a las exigencias de un prójimo ampliado a todos los necesitados (la parábola del samaritano). La justicia es aquí­ sinónimo de salvación, hasta el punto de que los “jueces” son llamados también ” salvadores ” , ” libertadores ” En efecto, los “jueces” son caudillos militares suscitados por Yahveh para “salvar” a Israel. Se les presenta con rasgos muy vivos, que el Deuteronomista ha cargado de un sentido histórico-salví­fico excepcional. Se trata de los doce jueces con diversa amplitud Y desde diversas perspectivas: pero todos ellos tienen un denominador común : su justicia es salví­fica, es liberación polí­tica del enemigo conseguida por medio de empresas militares. Entre ellas hay una mujer y uno que no es judí­o, De algunos se nos narran las gestas liberadoras, de forma más o menos amplia; de otros, por el contrario, sólo se nos dan algunos datos sobre su origen, su familia, la duración de su actividad y el lugar de su sepultura. Pertenecen a la primera serie: Otoniel, de la tribu de Judá, que libera a Israel de la opresión del “rey del paí­s de los dos rí­os” (3,7 1 1); Eud, benjaminita, que libera de los moabitas (3,12-30); Débora, efraimita, junto con Barac, de la tribu de Neftalí­, que libera de los cananeos (cc. 4-5); Gedeón, de la tribu de Manasés, que libera de los madianitas (cc. 6-8); Jefté, del clan de Galaad (Maquir, Manasés), que libera de los ammonitas (10,512,7); Sansón, de la tribu de Dan, que libera de los filisteos (cc. 13- 16); se trata siempre de enemigos históricos de 1 pueblo elegido. Estos son los “jueces mayores” o “carismáticos”, cuyas empresas, patrimonio de la tradición oral que se desarrolló en torno a los santuarios de las tribus de pertenencia, se convirtieron, al llegar la monarquí­a y al centralizarse el poder Y las instituciones polí­tico-religiosas, én gestas nacionales, vistas en función de la nueva realidad institucional y que supusieron la transformación de estos héroes tribales en héroes nacionales.

Los “jueces menores ” son; Tolá de Samir (en los montes de Efraí­n: 10,1 2); Yaí­r de Galaad (10,3-5); Ibsán de Belén (12,8-10); Elón de Zabulón (12, 1 1-12); Abdón de Faratón (aldea cercana a Nablús: 12,13-15): estos jueces figuran en dos listas: 10,1-5 y 12,8-15.

Un caso aparte es el de Sangar, hijo de Anat, no hebreo, que derrota a los filisteos, lo mismo que Sansón; el libro de los Jueces le dedica sólo un versí­culo (3,31). Estos seis jueces menores debieron de añadirse en un segundo tiempo para formar un libro de “los doce jueces de Israel”, que comprende los actuales cc. 3-16. A este cuerpo central se añadieron dos introducciones de tipo distinto. La primera (1,1-2,5) presenta un cuadro de conjunto de la situación de las tribus después de la muerte de Josué. La segunda (2,6-3,6) expresa la concepción de la historia como historia de pecado, castigo, arrepentimiento y salvación.

Los responsables de esta segunda fase redaccional de Jue son los autores de la gran obra histórica deuteronomista. Se trata de un segmento de historia que va del 1200 al 1050, poco más o menos, aunque el uso simbólico que hace Jue de las cifras darí­a un perí­odo de unos 400 años.

Los cc. 17-21 forman un doble apéndice. Los cc. 17- 18 son una historia de la emigración de los danitas; los cc. 1921 narran el delito de Guibeá. Estas páginas abren perspectivas interesantes sobre una época remota y complicada de Israel. En Jue las gestas liberadoras de Yahveh se contemplan en la lí­nea de las acciones salví­ficas del éxodo y de la conquista y se narran según el modelo ideológico de la ” guerra santa”, combatida por Yahveh en primera persona, con el éxito por descontado.

La acción de Yahveh es directa, imprevisible, sobre una historia que procede a saltos, abierta a la irrupción Y a la presencia del Dios artí­fice de novedades. Los jefes carismáticos son suscitados por Yahveh, movidos por su Espí­ritu, y muestran su carisma con gestas maravillosas: no son más que instrumentos en manos de Yahveh, que sigue siendo el artí­fice primero de la historia. En algunos se perciben los rasgos esenciales de la figura del salvador. Finalmente, en el libro de los Jueces se traduce en hechos concretos, más bien que en teorí­as, el trinomio bí­blico central de la justicia-fidelidad-benevolencia de Yahveh.

Y Gatti

Bibl.: G. Auzou, La fuerza del espí­ritu, Estudio del libro de los Jueces F AX, Madrid 1968; J Mckenzie, El libro de los jueces. Mensajero, Bilbao 1972; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 2 vols., Cristiandad, Madrid 1975.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. ¿Quiénes son los jueces? II. El libro: 1. Argumento general; 2. Análisis: a) Las introducciones (1,1-3,6), b) Historia episódica de los jueces (3,7-16,31), c) Los apéndices (cc. 17-21). III. La clave teológica de la obra: 1. El pecado; 2. El castigo; 3. El arrepentimiento; 4. La liberación. IV. El libro de los Jueces y la historia: 1. Epoca de los jueces; 2. La tesis del libro.

I. ¿QUIENES SON LOS JUECES? El tí­tulo del segundo libro histórico del AT después de Jos -o, según el canon hebreo, del segundo de los llamados “profetas anteriores”- se deriva del apelativo sopetim (“jueces”), apelativo que engloba a los diversos personajes cuyas gestas se mencionan.

El término “juez” tiene un significado particular; en nuestro libro (= Jue) designa a una persona escogida por Dios, dotada de un particular carisma y temperamento, llena de espí­ritu divino para una acción salví­fica concreta, es decir, la liberación de los enemigos. Después de la victoria, cada uno de los jueces gozaba de cierta veneración en el terreno religioso, suscitando en el pueblo una mayor fidelidad a la alianza. La autoridad del juez no tení­a ningún carácter regio: no daba leyes ni imponí­a tributos, su cargo era temporal, no se transmití­a a sus sucesores ni se conferí­a mediante una elección popular. Los jueces administraron ciertamente justicia en el sentido habitual de esta expresión, pero éste era un aspecto secundario de su oficio; la misma raí­z hebrea safat, de donde se deriva el término “juez”, tiene un significado más bien práctico que teórico: “establecer” el derecho más bien que “decir” el derecho; de forma que serí­a más exacto hablar en este caso de “salvadores” (Jue 2:16; Jue 3:9.15; etc.). Regularmente la “judicatura” no se extendí­a más allá de los confines de una sola tribu; solamente Elí­ y Samuel gozaron de una autoridad más amplia; pero, a diferencia de los demás jueces, éstos no fueron guerreros ni jefes de ejército, y de ellos se habla en lSam. Las hazañas de los jueces, normalmente victoriosas, eran de breve duración; no se registran hechos bélicos de largo alcance ni conquistas de carácter notable; sus acciones eran de tipo defensivo y se diferenciaban -aunque sin eliminarlos- del sentimiento de inquietud y del individualismo propios de aquella época.

II. EL LIBRO. Jue es la historia, sobre todo religiosa, que va desde la muerte de / Josué hasta el establecimiento de la monarquí­a en Israel; efectivamente, con Jue enlazan unidos en ciertos aspectos los capí­tulos 1-12 de ISam, que tratan de Elí­ y de Samuel.

1. ARGUMENTO GENERAL. La obra ofrece un florilegio esquemático, no ya una narración ligada y continua. Es una historia pragmática, con la que el autor-redactor quiere ilustrar el concepto fundamental de la justicia divina para con el pueblo de la alianza; por medio de los vecinos hostiles, Dios castiga a Israel cada vez que se muestra infiel. Con esta finalidad el autor escoge seis cuadros, en los que se detiene unos momentos con desigual selección de episodios (son los casos de los llamados `jueces mayores”), y otros seis cuadros más breves, de los que sólo se trazan las lí­neas generales sin ningún detalle particular (son las historias de los “jueces menores”). Tenemos de este modo una serie de doce jueces, número correspondiente a las doce tribus. Como se verá mejor a continuación, el libro es ante todo una lección, el resultado de un replanteamiento profético deuteronomista sobre un perí­odo histórico que suele situarse entre el año 1225 y el año 1040, poco más o menos.

2. ANíLISIS. Resulta espontánea la división del libro en tres partes, más otra introductoria y dos apéndices.

a) Las introducciones (1,1-3,6). Son claramente dos, cada una con su propia peculiaridad. La primera (1,1-2,5) tiene un carácter histórico-geográfico. Resume la distribución de la ocupación de la tierra de Canaán: en el sur, las tribus obtuvieron éxitos en la montaña y fracasos en el llano; la tribu de Benjamí­n no consiguió conquistar Jerusalén; en el centro, las tribus de Efraí­n y de Manasés fracasaron en sus ataques contra cinco metrópolis cananeas (Betsán, Tanac, Dor, Yibleán y Meguido) y contra Guézer; al norte se registraron éxitos parciales y algunos fracasos, y la pequeña tribu de Dan, cuando llegó a la llanura marí­tima, no consiguió instalarse en ella. En conjunto, la situación que se presenta es muy realista, sobre todo si se la compara con algunas páginas de Jos.

La segunda introducción es de tipo doctrinal (2,11-3,6). Sirve de nexo entre las dos un párrafo de notable interés (2,1-5), donde el autor anuncia una explicación religiosa de los fracasos y compara el comportamiento religioso del pueblo bajo Josué con el de la época que aquí­ le interesa. Es éste precisamente el tema que desarrolla la segunda introducción: el motivo fundamental de los fracasos se ha de buscar en el comportamiento de Israel frente a los pueblos vecinos: ha hecho alianza con ellos y ha dado acogida a sus cultos.

b) Historia episódica de los jueces (3,7-16,31). Los jueces menores son Sangar (3,31), Tolá (10,1-2), Yaí­r (10,3-5), Ibsán, Elón, Abdón (12,8-15). Los jueces mayores son Otoniel (3,7-11), Ehud (3,12-30), Débora y Barac, Gedeón, Jefté y Sansón.

No está muy desarrollada la narración sobre la judicatura de Débora y Barac (4,1-24), a pesar del notable interés literario y religioso que tiene el cántico de Débora (5,1-31).

Por el contrario, se concede amplio espacio a la narración de la historia de Gedeón (6,1-8,28). Comienza con una introducción histórico-religiosa (6,1-10) y con una aparición divina, que le revela al interesado su elección (6,11-24). Inmediatamente después, el elegido destruye un altar pagano que habí­a erigido su padre (6,25-32); luego dirige una primera guerra de liberación de los vandalismos y de las incursiones de las tribus vecinas (6,33-7,25). En este contexto se narran los dos prodigios del vellón de lana (6,36-40), la singular elección de los 300 guerreros (7,1-8) y el sueño del madianita (7,9-14). Se describen a continuación las diversas venganzas de Gedeón contra los enemigos (8,4-21) y el primer intento de instauración de la monarquí­a, rechazado por Gedeón (8,22-28).

Abimelec no fue un juez; pero es objeto de un largo relato (9,1-57), precisamente porque, siendo hijo de Gedeón, fue el primero en la historia de Israel (según nuestro autor) que intentó convertirse personalmente en rey.

Es singular y digna de recuerdo la judicatura de Jefté (11,1-12,7). Hijo de una prostituta, es expulsado de casa y vive con bandoleros, dedicándose a hacer incursiones en territorio enemigo; una tribu se dirige a él para que los libre de los saqueadores; él acepta con la condición de que vuelvan a integrarlo en su tribu; antes de la batalla hace voto de sacrificar “al primero que salga de la puerta de mi casa para venir a mi encuentro cuando vuelva vencedor…” (11,31); así­ es como sacrificará a su hija (11,34-40).

A la judicatura de Gedeón va unida también la guerra fratricida entre Efraí­n y Galaad y el episodio de la pronunciación de la palabra hebrea sibbolet (espiga de trigo), que los efraimitas pronunciaban sibbolet (12,1-6).

Con especial complacencia el autor-redactor narra la historia del curioso juez Sansón (cc. 13-16). Es de la tribu de Dan. No recluta hombres, sino que combate personal e individualmente contra los filisteos. Su nacimiento va precedido de una doble teofaní­a a sus padres: será nazireo desde el seno materno y Dios le infundirá su espí­ritu (c. 13). Se casa con una filistea, y propone sus primeras adivinanzas (14,1-20). Con 300 zorras prende fuego a las mieses de los filisteos (15,1-8). Atado con cuerdas, se desata y organiza una matanza de filisteos con una quijada de asno (15,9-20). En Gaza cogió las puertas de la ciudad, con los postes y el cerrojo, se las echó al hombro y se las llevó a la cima de un monte (16,1-3). Una mujer le corta la cabellera mientras duerme y lo entrega a los filisteos (16,15-20). Encerrado en la cárcel de Gaza, le crecieron los cabellos; invitado a una fiesta de los filisteos en el templo de su dios Dagón, se agarra a las columnas que sostení­an el edificio, que al derrumbarse los mata a todos, incluido él mismo (16,21-30).

c) Los apéndices (cc. 17-21). El primer apéndice narra el origen del santuario de Dan (cc. 17-18). Se abre con la historia de Micá, de su í­dolo, del ‘efod y de los terafim y de su santuario privado (17,1-6); un joven levita acepta cumplir las funciones de sacerdote en el santuario de Micá (17,7-13); la tribu de Dan se traslada del sur hasta la ciudad de Lais, en las faldas del monte Hermón (18,1-26); Dan erige precisamente aquí­ su propio santuario (18,27-31; cf IRe 12,28ss).

La segunda narra el crimen cometido por los ciudadanos de Guibeá (cc. 19-21). Historia del levita que viví­a en el territorio de la tribu de Efraí­n (19,1-14); su detención en la ciudad de Guibeá durante la noche y el delito cometido con su concubina (19,15-28); invitación a todo Israel para que se venguen de aquel delito (19,29-20,14); guerra contra la tribu culpable (20,15-48); reparación, para que no se extinga una tribu por falta de mujeres; estratagema para dar mujeres a la tribu culpable, la de Benjamí­n (21,1-24).

III. LA CLAVE TEOLí“GICA DE LA OBRA. Un examen atento de Jue pone de manifiesto hasta qué punto las diversas narraciones están impregnadas de una intencionalidad pragmático-religiosa por parte del autor-recopilador, que encerró sus relatos en la red de cuatro tiempos caracterí­sticos.

1. EL PECADO. La primera de las cuatro fases nos presenta al pueblo que se ha alejado con abierta infidelidad del Dios de la alianza; nos encontramos con tres fórmulas: “Los israelitas hicieron lo que desagradaba al Señor…” (2,11; 3,7.12; etc.); “adoraron a los baales y abandonaron al Señor” (2,11b-12; 3,7; 10,6; etc.); el pecado de Israel es visto como prostitución y adulterio (2,17; 8,27.33).

EL CASTIGO. Es la reacción divina contra el mal comportamiento del pueblo. El castigo se presenta bajo un triple aspecto: “Se encendió contra Israel la ira del Señor” (2,14.20; 3,8; 10,7); “el Señor los entregó en manos de… durante equis años…”(2,14; 3,8.14; etc.); la prosperidad de los pueblos vecinos y sus incursiones contra Israel se describen como permitidas por Dios para provocar la fidelidad de su pueblo: “por eso el Señor dejó en paz aquellas naciones, no expulsándolas de momento, ni poniéndolas en manos de…” (2,23); “ellos sirvieron para probar a Israel, para ver si guardaba los preceptos que el Señor habí­a dado…” (3,4).
3. EL ARREPENTIMIENTO. Bajo el castigo divino, los israelistas se arrepienten y vuelven a su Dios; es la tercera fase: “Los israelitas clamaron al Señor…” (3,9; 4,3; 6,6; etc.); “el Señor se compadecí­a de ellos al oí­rles gemir bajo sus opresores” (2,18; 10,16).

4. LA LIBERACIí“N. Es la fase final. Dios demuestra su bondad compasiva enviando un “salvador”, un “liberador”, un juez. Pero el retorno del pueblo a su Dios es efí­mero; de aquí­ el uso corriente de expresiones como el Señor suscitó un libertador mientras…; el enemigo fue humillado por los israelitas durante…; fue juez durante…; la tierra etuvo en paz por… años.

IV. EL LIBRO DE LOS JUECES Y LA HISTORIA. Es un dato comúnmente admitido por los estudiosos que el libro no fue compuesto de una sola vez; lo más probable es que haya tenido por lo menos dos redacciones. Las razones aducidas para establecer su fecha de composición en el perí­odo del rey Saúl o en el de David no llegan siquiera a los lí­mites de una simple probabilidad; es probable que hubiera una primera redacción en la época de Ezequí­as o de Josí­as (es decir, en torno al 716-600 a.C.); la redacción definitiva se considera que es obra de la gran escuela deuteronomista (en los años inmediatamente anteriores al destierro y en los comienzos de éste). (Para la historiografí­a deuteronomista, t Josué II.)
1. EPOCA DE LOS JUECES. Para determinar el perí­odo que se nos describe en el libro no son suficientes los datos que en él se contienen, sino que es preciso recurrir a otros medios. Desgraciadamente, sin embargo, no disponemos de elementos suficientes ni en la arqueologí­a ni en las fechas convencionales a propósito del perí­odo que va desde el éxodo de Egipto hasta la época monárquica. Basándonos precisamente en fechas convencionales es como podemos considerar como razonablemente probable que el perí­odo que interesa a Jue se extiende más o menos entre el 1225 y el 1040, incluyendo también en él las judicaturas de Elí­ y de Samuel.

Una primera lectura da la impresión de que el autor-redactor anota meticulosamente el perí­odo de cada judicatura, pero un examen más atento revela fácilmente el carácter artificioso de las fechas; cuando un autor se apoya en ellas, no consigue llegar ni siquiera a resultados verosí­miles. Se sitúan convencionalmente la ascensión de Samuel en el año 1040, y la elección de Saúl como rey de Israel alrededor del año 1030.

La obtención de estas fechas -desde luego, aproximativas- concuerda con el cuadro general que se deduce de las excavaciones arqueológicas de toda la región.

2. LA TESIS DEL LIBRO. Todo hace pensar que, en la trama de las ideas deuteronomistas que sostiene a Jue, los redactores-autores fueron colocando una larga serie de documentos escritos y sobre todo de tradiciones orales que se habí­an formado tanto en la Palestina septentrional como en la meridional, adaptándolas luego a las ideas resumidas con frecuencia en el libro y expuestas ampliamente en un texto célebre (10,6-16), que algunos autores señalan como rasgo correspondiente al pensamiento del profeta Oseas. La tesis fundamental era especialmente aceptada en el perí­odo posterior al destierro: la apostasí­a es siempre castigada; por ningún motivo hay que unirse con los vecinos paganos; Dios está siempre dispuesto a perdonar al que se arrepiente y vuelve a él, pero siempre hace sentir su ausencia o lejaní­a con castigos y correcciones; no son los vecinos los que actúan como enemigos por su propia cuenta, sino que es Dios el que castiga por medio de ellos.

El autor de la carta a los Hebreos debió meditar largamente en las enseñanzas derivadas de Jue para poder escribir: “¿Y qué más diré? Me faltarí­a tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté…, los cuales por la fe subyugaron reinos, ejercieron la justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca de los leones…” (Heb 11:32-33).

BIBL.: ALONSO SCHí“KEL L., Josué y Jueces, Col. Los libros sagrados, Cristiandad, Madrid 1973; Auzou G., La fuerza del Espí­ritu. Estudio del libro de los Jueces, Fax, Madrid 1968; BOLING R.G., Judges, Anchor Bible, Nueva York 1975; BURNEY C.F., The Book ofJudges, Londres 1919-Nueva York 1970; MCKENZIE J., El mundo de los jueces, Mensajero, Bilbao 1972; MOORE G.F., Judges, International Critica] Commentary, Edimburgo 1895; PENNA A., Giudici, Marietti, Turí­n 1963; SAccnl P., 1 Giudici, Ed. Paoline, Roma 19853; SOGGIN J.A., Judges, SCM, Londres 1981; VAUX R. de, Historia Antigua de Israel, 2 vols., Cristiandad, Madrid 1975.

L. Moraldi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Hombres que Jehová levantó para librar a su pueblo antes del perí­odo de los reyes humanos de Israel. (Jue 2:16.) Moisés, el mediador del pacto de la Ley y caudillo nombrado por Dios, juzgó a Israel durante cuarenta años. Pero normalmente se considera que el perí­odo de los jueces empezó con Otniel algún tiempo después de la muerte de Josué, y duró hasta Samuel el profeta, a quien por lo general no se le incluye entre ellos. De modo que el perí­odo de los jueces abarcó unos trescientos años. (Jue 2:16; Hch 13:20.)
Jehová seleccionó y nombró a los jueces de entre las diversas tribus de Israel. Entre Josué y Samuel el registro bí­blico menciona a doce jueces (sin incluir a Débora), según el siguiente orden:
Juez Tribu Juez Tribu
Otniel Judá Jaí­r Manasés
Ehúd Benjamí­n Jefté Manasés
Samgar (?) Ibzán Zabulón (?)
Barac Neftalí­ (?) Elón Zabulón
Gedeón Manasés Abdón Efraí­n
Tolá Isacar Sansón Dan
No se puede precisar en todos los casos cuándo ni sobre qué zona exacta ejerció su jurisdicción cada uno de los jueces. Puede que en ciertas épocas varios jueces juzgaran al mismo tiempo en diferentes partes de Israel; el registro también indica que entre un juez y otro mediaron perí­odos de opresión.
El término †œjueces† también aplica a las personas que debí­an decidir causas judiciales. En Job 31:11, 28, la frase †œpara la atención de los jueces† se usa en un sentido adjetivo para referirse a errores que requerí­an un juicio. La versión de Serafí­n de Ausejo (1972) traduce †œiniquidad horrenda† (vs. 11) y †œdelito grandí­simo† (vs. 28), en vez de †œun error para la atención de los jueces†. El †œerror† que se considera en el versí­culo 11 es el adulterio (vss. 9, 10), delito que en el tiempo de Job tal vez juzgasen los ancianos que estaban en la puerta de la ciudad. (Compárese con Job 29:7.) Sin embargo, el †œerror† del versí­culo 28 tiene que ver con materialismo e idolatrí­a secreta (vss. 24-27), males de la mente y el corazón que no pueden ser establecidos por boca de testigos. Por lo tanto, ningún juez humano podí­a determinar la culpa. No obstante, es evidente que Job reconocí­a que Dios podí­a juzgar tales males y que eran lo suficientemente serios como para merecer su juicio. (Véanse MAPA, vol. 1, pág. 743; DíA DEL JUICIO; TRIBUNAL JUDICIAL; también los jueces de Israel por sus nombres individuales.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Jc 1-21
Sumario: 1. ¿Quiénes son los jueces? II. El libro: 1. Argumento general; 2. Análisis: a) Las introducciones
(1,1-3,6), b) Historia episódica de los jueces (3,7-16,31), c) Los apéndices (cc. 17-21). III. La clave
teológica de la obra: 1. El pecado; 2. El castigo; 3. El arrepentimiento; 4. La liberación. IV. El libro de los
Jueces y la historia: 1. Epoca de los jueces; 2. La tesis del libro.
1649
1. ¿QUIENES SON LOS JUECES?
El tí­tulo del segundo libro histórico del AT después de Jos -o, según el canon hebreo, del segundo de los llamados †œprofetas anteriores†- se deriva del apelativo sopetim (†œjueces†), apelativo que engloba a los diversos personajes cuyas gestas se mencionan.

El término †œjuez† tiene un significado particular; en nuestro libro (= Jg) designa a una persona escogida por Dios, dotada de un particular carisma y temperamento, llena de espí­ritu divino para una acción salví­fica concreta, es decir, la liberación de los enemigos. Después de la victoria, cada uno de los jueces gozaba de cierta veneración en el terreno religioso, suscitando en el pueblo una mayor fidelidad a la alianza. La autoridad del juez no tení­a ningún carácter regio: no daba leyes ni imponí­a tributos, su cargo era temporal, no se transmití­a a sus sucesores ni se conferia mediante una elección popular. Los jueces administraron ciertamente justicia en el sentido habitual de esta expresión, pero éste era un aspecto secundario de su oficio; la misma raí­z hebrea safat, de donde se deriva el término †œjuez†™, tiene un significado más bien práctico que teórico: †œestablecer† el derecho más bien que †œdecir† el derecho; de forma que serí­a más exacto hablar en este caso de †œsalvadores† (Jc 2,16; Jc 3,9; Jc 3,15 etc.). Regularmente la †œjudicatura† no se extendí­a más allá de los confines de una sola tribu; solamente Eh y Samuel gozaron de una autoridad más amplia; pero, a diferencia de los demás jueces, éstos no fueron guerreros ni jefes de ejército, y de ellos se habla en 1S. Las hazañas de los jueces, normalmente victoriosas, eran de breve duración; no se registran hechos bélicos de largo alcance ni conquistas de carácter notable; sus acciones eran de tipo defensivo y se diferenciaban -aunque sin eliminarlos- del sentimiento de inquietud y del individualismo propios de aquella época.
1650
II. EL LIBRO.
Jg es la historia, sobre todo religiosa, que va desde la muerte de / Josué hasta el establecimiento de la monarquí­a en Israel; efectivamente, con Jg enlazan unidos en ciertos aspectos los capí­tulos 1-12 de 1S, que tratan de Eh y de Samuel.
1651
1. Argumento general.
La obra ofrece un florilegio esquemático, no ya una narración ligada y continua. Es una historia pragmática, con la que el autor-redactor quiere ilustrar el concepto fundamental de la justicia divina para con el pueblo de la alianza; por medio de los vecinos hostiles, Dios castiga a Israel cada vez que se muestra infiel. Con esta finalidad el autor escoge seis cuadros, en los que se detiene unos momentos con desigual selección de episodios (son los casos de los llamados †œjueces mayores†), y otros seis cuadros más breves, de los que sólo se trazan las lí­neas generales sin ningún detalle particular (son las historias de los †œjueces menores†™). Tenemos de este modo una serie de doce jueces, número correspondiente a las doce tribus. Como se verá mejor a continuación, el libro es ante todo una lección, el resultado de un replanteamiento profético deuteronomista sobre un perí­odo histórico que suele situarse entre el año 1225 y el año 1040, poco más o menos.
1652
2. Análisis.
Resulta espontánea la división del libro en tres partes, más otra introductoria y dos apéndices.
1653
a) Las introducciones (Jc 1,1-3; Jc 1,6).
Son claramente dos, cada una con su propia peculiaridad. La primera (1,1-2,5) tiene un carácter históricogeo-gráfico. Resume la distribución de la ocupación de la tierra de Canaán: en el sur, las tribus obtuvieron éxitos en la montaña y fracasos en el llano; la tribu de Benjamí­n no consiguió conquistar Jerusalén; en el centro, las tribus de Efraí­n y de Manases fracasaron en sus ataques contra cinco metrópolis cananeas (Betsán, Tanac, Dor, Yibleán y Meguido) y contra Guézer; al norte se registraron éxitos parciales y algunos fracasos, y la pequeña tribu de Dan, cuando llegó a la llanura marí­tima, no consiguió instalarse en ella. En conjunto, la situación que se presenta es muy realista, sobre todo si se la compara con algunas páginas de Jos.
La segunda introducción es de tipo doctrinal (2,11-3,6). Sirve de nexo entre las dos un párrafo de notable interés (2,1-5), donde el autor anuncia una explicación religiosa de los fracasos y compara el comportamiento religioso del pueblo bajo Josué con el de la época que aquí­ le interesa. Es éste precisamente el tema que desarrolla la segunda introducción: el motivo fundamental de los fracasos se ha de buscar en el comportamiento de Israel frente a los pueblos vecinos: ha hecho alianza con ellos y ha dado acogida a sus cultos.
1654
b) Historia episódica de los jueces (Jc 3,7-16; Jc 3,31).
Los jueces menores son Sangar (3,31), Tolá(10,1-2), Yaí­r (10,3-5), Ibsán, Elón, Abdón (12,8-15). Los jueces mayores son Otoniel (3,7-1 1), Ehud (3,12-30), Débora y Barac, Gedeón, Jefté y Sansón.
No está muy desarrollada la narración sobre la judicatura de Débora y Barac (4,1-24), a pesar del notable interés literario y religioso que tiene el cántico de Débora (5,1-31).
Por el contrario, se concede amplio espacio a la narración de la historia de Gedeón (6,1-8,28). Comienza con una introducción histórico-religiosa (6,1 -10) y con una aparición divina, que le revela al interesado su elección (6,11-24). Inmediatamente después, el elegido destruye un altar pagano que habí­a erigido su padre (6,25-32); luego dirige una primera guerra de liberación de los vandalismos y de las incursiones de las tribus vecinas (6,33-7,25). En este contexto se narran los dos prodigios del vellón de lana (6,36-40), la singular elección de los 300 guerreros (7,1 -8) y el sueño del madianita (7,9-14). Se describen a continuación las diversas venganzas de Gedeón contra los enemigos (8,4-21) y el primer intento de instauración de la monarquí­a, rechazado por Gedeón (8,22-28).
Abimelec no fue un juez; pero es objeto de un largo relato (9,1-57), precisamente porque, siendo hijo de Gedeón, fue el primero en la historia de Israel (según nuestro autor) que intentó convertirse personalmente en rey.
Es singular y digna de recuerdo la judicatura de Jefté (11,1-12,7). Hijo de una prostituta, es expulsado de casa y vive con bandoleros, dedicándose a hacer incursiones en territorio enemigo; una tribu se dirige a él para que los libre de los saqueadores; él acepta con la condición de que vuelvan a integrarlo en su tribu; antes de la batalla hace voto de sacrificar †œal primero que salga de la puerta de mi casa para venir a mi encuentro cuando vuelva vencedor…† (11,31); así­ es como sacrificará a su hija (11,34-40).
A la judicatura de Gedeón va unida también la guerra fratricida entre Efraí­n y Galaad y el episodio de la pronunciación de la palabra hebrea sibbolet (espiga de trigo), que los efraimitas pronunciaban sibbolet
(12,1-6).
Con especial complacencia el autor-redactor narra la historia del curioso juez Sansón (cc. 13-16). Es de la tribu de Dan. No recluta hombres, sino que combate personal e individualmente contra los filisteos. Su nacimiento va precedido de una doble teofaní­a a sus padres: será na-zireo desde el seno materno y Dios le infundirá su espí­ritu (c. 13). Se casa con una filistea, y propone sus primeras adivinanzas (14,1-20). Con 300 zorras prende fuego a las mieses de los filisteos (15,1-8). Atado con cuerdas, se desata y organiza una matanza de filisteos con una quijada de asno (15,9-20). En Gaza cogió las puertas de la ciudad, con los postes y el cerrojo, se las echó al hombro y se las llevó a la cima de un monte (16,1-3). Una mujer le corta la cabellera mientras duerme y lo entrega a los filisteos (16,15-20). Encerrado en la cárcel de Gaza, le crecieron los cabellos; invitado a una fiesta de los filisteos en el templo de su dios Da-gón, se agarra a las columnas que sostení­an el edificio, que al derrumbarse los mata a todos, incluido él mismo (16,21-30).
1655
c) Los apéndices (Jc 17-21).
El primer apéndice narra el origen del santuario de Dan (cc. 17-18). Se abre con la historia de Mica, de su í­dolo, del †˜efod y de los terafim y de su santuario privado (17,1-6); un joven levita acepta cumplir las funciones de sacerdote en el santuario de Mica (17,7-1 3); la tribu de Dan se traslada del sur hasta la ciudad de Lais, en las faldas del monte Hermón (18,1-26); Dan erige precisamente aquí­ su propio santuario (18,27-31; cf 1R 12,28ss).
La segunda narra el crimen cometido por los ciudadanos de Guibeá (cc. 19-21). Historia del levita que viví­a en el territorio de la tribu de Efraí­n (19,1-14); su detención en la ciudad de Guibeá durante la noche y el delito cometido con su concubina (19,15-28); invitación a todo Israel para que se venguen de aquel delito (19,29-20,14); guerra contra la tribu culpable (20,15-48); reparación, para que no se extinga una tribu por falta de mujeres; estratagema – para dar mujeres a la tribu culpable, la de Benjamí­n (21,1-24).
1656

III. LA CLAVE TEOLOGICA DE LA OBRA.

Un examen atento de Jg pone de manifiesto hasta qué punto las diversas narraciones están impregnadas de una intencionalidad pragmático-religiosa por parte del autor-recopilador, que encerró sus relatos en la red de cuatro tiempos caracterí­sticos.
1657
1. El PECADO.
La primera de las cuatro fases nos presenta al pueblo que se ha alejado con abierta infidelidad del Dios
de la alianza; nos encontramos con tres fórmulas: †œLos israelitas hicieron lo que desagradaba al Señor…†
(2,11; 3,7.12; etc.); †œadoraron a los baales y abandonaron al Señor† (2,llb-12; 3,7; 10,6; etc.); el pecado de
Israel es visto como prostitución y adulterio (2,17; 8,27.33).
1658
2. El castigo.
Es la reacción divina contra el mal comportamiento del pueblo. El castigo se presenta bajo un triple aspecto: †œSe encendió contra Israel la ira del Señor† (2,14.20; 3,8; 10,7); †œel Señor los entregó en manos de… durante equis años…†™(2,14; 3,8.14; etc.); la prosperidad de los pueblos vecinos y sus incursiones contra Israel se describen como permitidas por Dios para provocar la fidelidad de su pueblo: †œpor eso el Señor dejó en paz aquellas naciones, no expulsándDIAS de momento, ni poniéndDIAS en manos de…† (2,23); †œellos sirvieron para probar a Israel, para ver si guardaba los preceptos que el Señor habí­a dado…†™
(3,4).
1659
3. El arrepentimiento.
Bajo el castigo divino, los israelistas se arrepienten y vuelven a su Dios; es la tercera fase: †œLos israelitas clamaron al Señor…† (3,9; 4,3; 6,6; etc.); †œel Señor se compadecí­a de ellos al oí­rles gemir bajo sus opresores† (2,18; 10,16).
1660
4. La liberación.
Es la fase final. Dios demuestra su bondad compasiva enviando un †œsalvador†™, un †œliberador†™, un juez. Pero el retorno del pueblo a su Dios es efí­mero; de aquí­ el uso corriente de expresiones como el Señor suscitó un libertador mientras…; el enemigo fue humillado por los israelitas durante…; fue juez durante…; la tierra etuvo en paz por… años.
1661
IV. EL LIBRO DE LOS JUECES Y LA HISTORIA.
Es un dato comúnmente admitido por los estudiosos que el libro no fue compuesto de una sola vez; lo más probable es que haya tenido por lo menos dos redacciones. Las razones aducidas para establecer su fecha de composición en el perí­odo del rey Saúl o en el de David no llegan siquiera a los lí­mites de una simple probabilidad; es probable que hubiera una primera redacción en la época de Ezequí­as o de Josí­as (es decir, en torno al 716-600 a.C); la redacción definitiva se considera que es obra de la gran escuela deuteronomista (en los años inmediatamente anteriores al destierro y en los comienzos de éste). (Para la historiografí­a deuteronomista, / Josué II.)
1662.
1. EPOCA DE LOS JUECES.
Para determinar el perí­odo que se nos describe en el libro no son suficientes los datos que en él se contienen, sino que es preciso recurrir a otros medios. Desgraciadamente, sin embargo, no disponemos de elementos suficientes ni en la arqueologí­a ni en las fechas convencionales a propósito del perí­odo que va desde el éxodo de Egipto hasta la época monárquica. Basándonos precisamente en fechas convencionales es como podemos considerar como razonablemente probable que el perí­odo que interesa a Jg se extiende más o menos entre el 1225 y el 1040, incluyendo también en él las judicaturas de Eh y de Samuel.
Una primera lectura da la impresión de que el autor-redactor anota meticulosamente el perí­odo de cada judicatura, pero un examen más atento revela fácilmente el carácter artificioso de las fechas; cuando un autor se apoya en ellas, no consigue llegar ni siquiera a resultados verosí­miles. Se sitúan
convencionalmente la ascensión de Samuel en el año 1040, y la elección de Saúl como rey de Israel alrededor del año 1030.
La obtención de estas fechas -desde luego, aproximativas- concuerda con el cuadro general que se deduce de las excavaciones arqueológicas de toda la región.
1663
2. La tesis del libro.
Todo hace pensar que, en la trama de las ideas deuteronomistas que sostiene a Jg, los redactores- autores fueron colocando una larga serie de documentos escritos y sobre todo de tradiciones orales que se habí­an formado tanto en la Palestina septentrional como en la meridional, adaptándDIAS luego a las ideas resumidas con frecuencia en el libro y expuestas ampliamente en un texto célebre (10,6-1 6), que algunos autores señalan como rasgo correspondiente al pensamiento del profeta Oseas. La tesis fundamental era especialmente aceptada en el perí­odo posterior al destierro: la apostasí­a es siempre castigada; por ningún motivo hay que unirse con los vecinos paganos; Dios está siempre dispuesto a perdonar al que se arrepiente y vuelve a él, pero siempre hace sentir su ausencia o lejaní­a con castigos y correcciones; no son los vecinos los que actúan como enemigos por su propia cuenta, sino que es Dios el que castiga por medio de ellos.
El autor de la carta a los Hebreos debió meditar largamente en las enseñanzas derivadas de Jg para poder escribir: †˜,Y qué más diré? Me faltarí­a tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté…, los cuales por la fe subyugaron reinos, ejercieron la justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca de los leones…† (Hb 11,32-33).
1664
BIBL.: Alonso Schokel L., Josué yJueces, Col. Los libros sagrados, Cristiandad, Madrid 1973; Auzou G.,
La fuerza del Espí­ritu. Estudio del libro de los Jueces, Fax, Madrid 1968; Boling R.G., Judges, Anchor
Bible, Nueva York 1975; Burney CF., The BookofJudges, Londres 1919-Nueva York 1970; McKenzie J., El
mundo de los jueces, Mensajero, Bilbao 1972; Moore G.F., Judges, International Critical Commentary,
Edimburgo 1895; Penna ?., Giudici, Marietti, Turí­n 1963; Sacchi P., / Giudici, Ed. Paoline, Roma 19853;
Soggin JA., Judges, SCM, Londres 1981; Vaux R. de, Historia Antigua de Israel, 2 vols., Cristiandad,
Madrid 1975.
L. Moraldi

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

La palabra heb. (šōfēṭ) significa el que dispensa justicia, castigando al que obra mal y vindicando al justo. La palabra correspondiente para “juicio” se usa para describir la disposición a la que tiene que ajustarse (Ex. 21.1).

I. La institución mosaica

En la época del desierto Moisés se gastó completamente escuchando los casos que le llevaban (Ex. 18.13–27, y cf. Ex. 2.14). Siguiendo el consejo de Jetro, designó sustitutos para que juzgaran los casos ordinarios, reservándole sólo los más importantes (véase tamb. Dt. 1.9–18).

La ley deuteronómica contempla la designación de jueces, y de funcionarios u *oficiales como ayudantes (Dt. 16.18), “en todas tus ciudades”. De modo que la disposición más antigua correspondiente al período nómada se adapta al asentamiento futuro.

Se insiste en la necesidad de un trato escrupulosamente justo, y de la justicia imparcialmente ejercida (Dt. 1.16s; 16.19s; 24.17s; 25.13–16). Ya que el libro de la ley estaba a cargo de los sacerdotes, los casos más importantes debían ser juzgados por un juez con sacerdotes como asesores (Dt. 17.8–13). Durante el período de la conquista vemos que los jueces participaban en las asambleas de la nación (Jos. 8.33; 24.1).

II. El período de los jueces

Después de la muerte de Josué hubo un período de desorganización, de discordias tribales y de derrota, que se describe en el libro de los Jueces. Pero cuando el pueblo clamó a Dios, el autor nos dice que “Jehová levantó jueces que los librasen” (Jue. 2.16). Estos héroes nacionales reciben a veces el nombre de “libertadores” (°vrv1 “salvadores”) (3.9, 15), y de la mayoría de ellos se nos dice que “juzgaron a Israel” por un determinado período de años, siendo Otoniel el primero (3.9) y Sansón el último (16.31).

Está claro que esto le otorga un nuevo significado a la palabra “juez”, a saber, el de líder en épocas de lucha y el de gobernante en tiempos de paz. Los podemos ver como tipos de Cristo, que vino con el fin de ser nuestro Salvador, está con nosotros como nuestro líder, y vendrá para ser nuestro Juez.

En 1 S. vemos una transición hasta la época de la monarquía. Elí “había juzgado a Israel cuarenta años” (1 S. 4.18), y Samuel juzgó a Israel “todo el tiempo que vivió”, haciendo visitas jurisdiccionales a Betel, Gilgal, y Mizpa; ademas, designó a sus propios hijos como jueces (7.15–8.1).

Textos provenientes de *Mari (ca. 1800 a.C.) describen las actividades de líderes denominados šāfiṭum, generalmente semejantes, en cuanto a las tareas, a los “jueces” israelitas. Estos actuaban como “gobernadores” provinciales locales, operaban en concierto con otros “gobernadores vecinos bajo el Gran rey (A. Marzal, JNES 30, 1971, pp. 186–217). Sus responsabilidades incluían el ejercicio de la justicia, la guarda del orden, la recaudación de impuestos y tributos, el suministro de información, y la provisión de hospitalidad. Así el heb. šōfeṭ probablemcnte debería traducirse más acertadamente “gobernador” y no “juez”, ya que este último término describe parte de sus funciones únicamente. Cargos similares se mencionan en las tablillas más primitivas de *Ebla.

III. Bajo la monarquía

Bajo los reyes vemos que los jueces se encargan tanto de lo judicial como de otras tareas administrativas. Entre los oficiales de David, “Quenanías y sus hijos eran gobernadores y jueces sobre Israel en asuntos exteriores” (1 Cr. 26.29).

Después del rompimiento, Josafat desplegó celo por “el libro de la ley de Jehová” (2 Cr. 17.9), designó jueces y oficiales en todas las ciudades (19.5), y les encargó la tarea de obrar fielmente (2 Cr. 19.9s; cf. Dt. 16.19s).

Finalmente, tras el regreso del exilio, el decreto de Artajerjes ordenaba a Esdras designar magistrados y jueces que administrasen justicia y enseñasen al pueblo (Esd. 7.25).

Gobernantes posteriores de ciudades fenicias adoptaron el título de šōfēṭ; cf. los suffetes cartagineses mencionados por escritores romanos (* Fenicia).

Bibliografía. G. Auzou, La tradición bíblica, 1959; S.J. Schultz, Habla el Antiguo Testamento, 1976, pp. 101–122; G. Liedke, “Juzgar”, °DTMAT, t(t). II, cols. 1252–1265; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1975, t(t). II, pp. 201–278.

W. Richter, ZAW 77, 1965, pp. 40–72; D. J. Wiseman, BS 134, 1977, pp. 233–237.

G.T.M., D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Es el séptimo libro del Antiguo Testamento y segundo de los Primeros Profetas del canon hebreo.

Contenido

  • 1 Título
  • 2 Contenido
  • 3 Canonicidad
  • 4 Autenticidad
  • 5 Propósito
  • 6 Fuentes
  • 7 Historicidad
  • 8 Texto

Título

Orígenes transcribió el nombre hebreo del libro como Safateím, y San Jerónimo como Sophtim; San Melitón y Orígenes lo tradujeron como Kritaí, en la Versión de los Setenta aparece como ì tôn kritôn bíblos o tôn kritôn, y así también por los Padres griegos; los latinos lo tradujeron por liber Judicum o Judicum.

El verbo hebreo originalmente significaba “actuar como juez divino”, y se aplicaba a Dios (Gen. 18,25), y a Moisés cuando actuaba como el legislador especialmente inspirado y juez de Israel (Éx. 18,13.16). Con el tiempo, los ancianos del pueblo se convirtieron en “jueces” (vv. 25, 26). En este libro el término jueces (shôphatîm) se aplica a los dirigentes de Israel, y parece indicar que lo eran por designación divina (Jc. 10,2-3). El oficio de juez se distinguía del de rey por la ausencia de sucesión hereditaria (12,7-15). Vale la pena apuntar que, según Livy, los fenicios denominaban suffetes a sus principales magistrados (XXVIII, XXXVII), y otorgaban a los suffetes de Cartago una potestad análoga a la de un cónsul romano (XXX, VII; XXXIV, LXI).

Contenido

  • (1). Introducción (1 – 20,5) Un resumen de la conquista de Canaán (1,1-36). El ángel de Yahveh reprende a las tribus que se han aliado con el extranjero (2,1-5).
  • (2) Historia de Israel bajo los jueces (2,6 – 16), a la cual antecede un resumen de su contenido—Israel abandona a Yahveh y se vuelve a Baal y Astartés, es derrotado por sus enemigos y liberado por Yahveh (2,6 – 3,6). A continuación siguen las hazañas maravillosas de los jueces, entre los cuales Sansón y Gedeón son los héroes principales, a los cuales se les dedica siete capítulos.
  • (3) Dos historias más de los tiempos de los jueces—la migración de Dan y su culto idolátrico al ídolo de Miqueas (17 – 18), el crimen de los benjaminitas y su castigo por Israel (19 – 21). Para un análisis más detallado vea Cornely, “Introd. Spec. in Hist. V. T. Lib.”, I, París, 1887, 109-14.

Canonicidad

Todos aceptan que el Libro de los Jueces pertenece a los cánones de los judíos de Palestina, al de los judíos de la diáspora (el canon alejandrino) y al de los cristianos. Sólo la autoridad infalible de la Iglesia puede determinar el canon de la Sagrada Escritura, y definir el significado inspirado de los Libros. Por todo ello, los católicos no pueden concordar con racionalistas y protestantes en el tema de la llamada redacción tardía y múltiple del Libro de Jueces.

Autenticidad

Los principales argumentos a favor de la autenticidad de Jueces se detallan más adelante bajo en las secciones Historicidad y Fuentes. Aquí llamamos la atención sobre:

  • La canonicidad del libro para judíos y cristianos, como relato auténtico de parte de la historia de Israel;
  • el estilo realista de la obra;
  • los detalles minuciosos y precisos de la narración;
  • el propósito evidente del narrador de relatar la historia de las cosas que él conoce.

Propósito

Aunque el objetivo del narrador es, evidentemente, narrar la historia de los hechos que sucedieron en Israel entre la época de Josué y la de Samuel, este propósito es, sin embargo, más épico y didáctico que histórico en el sentido moderno de la palabra.

  • 1. El narrador no intenta narrar la historia como se hace hoy día; no narra todos los sucesos importantes de la época siguiendo un orden histórico. Este hecho se aprecia claramente en los apéndices (17 – 21), que ofrecen sucesos muy importantes fuera de su orden histórico.
  • 2. El historiador de Jueces tiene una intención épica, al igual que la tenían los primeros historiadores, p. ej. Herodoto. El epos o tema del historiador de Jueces se desarrolla en el resumen (2,6 – 3,6), con el cual introduce la historia propiamente dicha; en todo momento tiene como objetivo desvelar por qué Yahveh permitió que el enemigo permaneciera por tanto tiempo en la tierra prometida, e incluso derrotara al pueblo elegido, y por qué suscitó a los jueces; cuya causa fue la idolatría de Israel.
  • 3. La intención didáctica del libro es enseñar a Israel que los mandamientos de Yahveh debían ser obedecidos (3,4). Cuando Israel se aleja de Yahveh, Yahveh se aleja de Israel, al menos por un tiempo, y los enemigos de Israel triunfan (cf. Agustín, Ciudad de Dios 16,43).

Fuentes

Este es un problema complicado. Se han propuesto muchas teorías contradictorias. Según Moore (véase “Internat. Crit. Comm.” sobre “Jueces”, y también art. en “Encicl. Bibl.”), la parte troncal del libro (2,6 – 16,33) es deuteronómica; el escenario general de las historias y el propósito de este marco muestran características de los siglos VI y VII, la influencia del Deuteronomio y de los grandes profetas Jeremías y Ezequiel. Las historias del libro, fuera de su escenario y de su definida intención en el Libro de Jueces, son pre-deuteronómicas; no presentan ninguna huella deuteronómica excepto en las introducciones y en los enlaces que encadenan las diferentes historias. De hecho, Moore opinaba que esta redacción y unificación de las fuentes era obra de un editor pre-deuteronómico; Kittel no acepta a este editor. Para resumir, por tanto, la opinión de Moore, uno de los más eminentes estudiosos protestantes de Jueces, el libro mismo (es decir, 2,6 – 16,31) está formado por dos porciones (J y E), unidas por un redactor pre-deuteronómico (RJE) no más tarde del 621 a.C., y reeditadas poco tiempo después, durante la reforma deuteronómica de Josías y la influencia de Jeremías, por el editor deuteronómico del Hexateuco (D). Muchos críticos rehúsan asignar ningún estrato de Jueces a las ficciones del Hexateuco—J, E, JH, P o R, y D, aunque postulen muchas y tardías fuentes para el libro tal como es hoy día.

Entre los estudiosos católicos hay unos pocos, que escribieron anteriormente a que la Comisión Bíblica emitiera su dictamen sobre el Pentateuco, que han aceptado la redacción tardía del libro. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos católicos están unánimemente en contra de estos pocos que se han apartado de la posición católica tradicional sobre el estudio de la Biblia. En lo que se refiere a la crítica histórica de Jueces, al igual que en la del Pentateuco, los eruditos católicos no rechazan que el escritor inspirado haya usado varias fuentes, pero postulan que estos documentos deben haber sido escritos y reunidos mucho antes de lo que postulan los racionalistas. No hay absolutamente ninguna prueba de las redacciones tardías y múltiples de estos documentos en nuestro libro actual. Tanto Cornely (loc. cit., 214-22) como Hummelauer (En Lib. Jud. y Ruth, 27) consideran que el escritor de Jueces fue probablemente Samuel, y ambos admiten que la obra presenta trazas del uso de documentos preexistentes. Tal es la opinión, asimismo, de Kaulen (“Einleitung in die heilige Schrift”, 3ª ed, Friburgo, 1890, 181).

  • 1. Jueces, en su estado actual, no puede haber sido escrito antes de que Israel tuviera un rey. Sólo en la época en que había un rey podía el escritor decir “En aquellos días no había rey en Israel, y hacía cada uno lo que bien le parecía” (17,6; cf. 18,1; 21,24). Estas palabras aparecen sólo en el apéndice (17 – 21), que admitimos que es posterior a algunas de las fuentes utilizadas por el escritor sagrado; se admite generalmente que este apéndice es parte de la obra del último editor de Jueces. Este escritor, por tanto, escribió cuando Israel tenía ya un rey.
  • 2. El libro fue escrito antes que Salomón obrara el mal. El escritor considera que la explicación de la idolatría de la tribu de Dan y los crímenes de la de Benjamín es la ausencia de un rey. Tal explicación hubiera sido absurda si el escritor hubiera tenido conocimiento de la idolatría traída por Jeroboam y apoyada por Salomón, o de la separación de Judá de Israel.
  • 3. El último editor debe haber escrito antes de que David hubiera reinado durante siete años, ya que Jerusalén todavía era llamada Jebús y estaba habitada por los jebusitas (19,11), mientras que en el séptimo año de su reinado, David tomó la ciudadela de Sión, la llamó ciudad de David y destruyó a los jebusitas (2 Sam. 5).
  • 4. Finalmente, es probable que Jueces sea anterior incluso a los primeros siete años del reinado de David y a los últimos años del de Saúl. El libro se propone mantener a los hijos de Israel apartados de la idolatría y del consiguiente castigo divino. Al principio del reinado de David y al final del de Saúl no había necesidad de tal propósito, puesto que Saúl había “extirpado a los magos y adivinos del país” (1 Sam. 28,9). Más aún, en esta época el escritor hubiera comprobado que incluso un “rey en Israel” no evitaba las disensiones tribales e internas de los tiempos de los jueces.
  • 5. Por tanto, dado que Jueces fue, con toda probabilidad, escrito en los primeros años del reinado de Saúl, el escritor más probable del mismo es Samuel. Éste había cedido ante el clamor de Israel y había coronado rey a Saúl; era inminente una nueva guerra. No había nadie en Israel con mayor capacidad para conseguir que el pueblo se preparase para la guerra convenciéndoles de la tesis de Jueces—que la fidelidad a Yahveh significaba el éxito contra los enemigos de Israel.
  • 6. El que Samuel utilizara documentos anteriores explica suficientemente el variado estilo literario sobre el cual los racionalistas esbozaron sus varias hipótesis. El cántico de Débora (5) es arcaico en contraste con el lenguaje en el que está compuesto. La historia de Gedeón procede originalmente de un autor diferente que el primer escritor de la historia de Sansón.

Desde antiguo, los comentaristas católicos han atribuido el Libro de Jueces a muchos autores; así, Juan Maldonado (Com. sobre Mat., 2,23), Pineda (en Job, praef., III), Clair (p. 10) y muchos otros. Hummebauer (In Jud., 27) sostiene que las narraciones más largas—las de Ehúd (3,15-30), Baraq (4 y 5), Gedeón (6 -8), Abimélek (IX), Jefté (11,1 – 12,7) y Sansón (13 – 16)—son relatos definidos, escritos por autores independientes que fueron contemporáneos o casi contemporáneos a los sucesos que narraban. Samuel incorporó estas varias narraciones en gran parte tal como las encontró, y recurrió a la tradición para dar los pequeños detalles sobre los jueces menores. Mientras reunía estas narraciones, Samuel fue inspirado en lo que se refiere a los pensamientos completos que seleccionaba de los otros, así como en las introducciones, uniones y comentarios que él añadía.

Historicidad

Evidencia interna: El escritor de Jueces fue contemporáneo de algunos de los sucesos que narró, utilizó documentos escritos por aquéllos que eran contemporáneos, o casi contemporáneos, a los hechos que relataban, y muestra todas las señales de sinceridad, cuidado y veracidad. Esta misma preocupación del escritor por ofrecer la verdad explica el variado estilo literario del libro. Ha conservado inalterado para nosotros el estilo del cántico de Débora y el de la fábula de Jotán. Ha transmitido dichos que son peculiares a lugares y a personas (2,5; 4,5; 6,24, 32; 15,19; 18,12.29). Las objeciones nacionalistas a los milagros de las narraciones de Gedeón y Sansón son aceptadas, generalmente, por los escritores protestantes, que consideran estas porciones de Jueces como leyendas; para los católicos éstas son tan históricas como cualquier otra parte de la obra. Los enemigos de la historicidad del libro insisten en vano que estas historias fueron consignadas como leyendas para agradar a los israelitas. El escritor de Jueces censura de tal manera a los israelitas por su idolatría y sus discusiones inter-tribales que no sería científico acusarle de someterse servilmente ante el orgullo que siente por sus héroes.

Evidencia externa: (a) La tradición católica es clara. Los Padres de la Iglesia consideraron la narración de Jueces como una narración de hechos; su unanimidad es admitida por todos aquellos que juzgan esta unanimidad como algo estimable.

(b) El testimonio del Antiguo Testamento es variado. El resumen inicial (1,1 – 2,5) proporciona detalles cuyo valor histórico es atestiguado por Josué: el sitio de Debir por Judá (1,10 – 15; Josué 15,14-19), los jebusitas en Jerusalén (1,21; Jos. 15,63), los cananeos en Guézer junto con Efraín (1,29; Jos. 16,10), los cananeos habitando con Manasés (1,27; Jos. 17,11). Detalles semejantes son la muerte de Josué (2,6-9; Jos. 24,28-31), la captura de Lais por Dan (17,18, Jos. 19,47). Los Libros de los Reyes relatan como hechos mucho de lo que leemos en Jueces. El abandono de Yahveh por Israel, su derrota por sus enemigos y la salvación mediante los jueces (1 Sam. 12,9-11); la muerte de Abimélek, hijo de Gedeón (9,53; 2 Sam. 11,21). Los Salmos se explayan con orgullo sobre las hazañas de los jueces: el destino de Sísara, Jabín, Oreb, Zeb, Zebe y Salmana (7,22.25; 4,15; 8,21; Sal. 83(82),10-12); la historia entera de Jueces a grandes rasgos (Sal. 106(105),34-46). Los profetas se refieren a hechos reales que se narran en Jueces: la derrota de Madián por Gedeón (Is. 9,4; 10,26); el crimen de Guibeá (Oseas 9,9; 10,9).

(c) En el Nuevo Testamento San Pablo menciona a los jueces en su lugar correcto, entre Josué y Samuel (Hch. 13,20) y ensalza a algunos de los jueces, al igual que a ciertos reyes (Heb. 11,32).

Texto

(1) Hebreo. La edición de Kittel muestra que el texto masorético está en muy buenas condiciones “Está mejor conservado que ningún otro de los libros históricos” (Moore, “Jueces”, 43). Las únicas dificultades serias se encuentran en el cántico de Débora.
(2) Griego. Tenemos dos formas distintas de la Versión de los Setenta (cf. Lagarde, “Septuaginta-Studien”, 1892, 1-72): una se puede ver en el Códice Alejandrino (A), Coisliniano (P), Basiliano-Vaticano (V) y muchas cursivas; la otra versión está representada por el Vaticano (B) y un considerable número de cursivas.
(3) Latín. La versión de San Jerónimo es uno de los esfuerzos más cuidadosos de traducción de la Masora, y es de la máxima importancia exegética.

Bibliografía: Padres: TEODORETO, Quæstiones in Librum Judicorum en P.G., LXXX, 485; PROCOPIO DE GAZA, Comm. en Judices en P.G., LXXXVII, 1041; SAN AGUSTIN, Quæstiones in Heptateuchium en P.L., XXXIV, 701. Comentaristas modernos mencionados en el cuerpo del artículo. Vea también BONFRÈRE,
I Comm. in Jos., Jud., et Ruth (París, 1631); SERARIO, Jud. et Ruth explanati (Maguncia, 1609); CLAIR, Les Juges et Ruth (París, 1878). Comentaristas protestantes valiosos son MOORE, KEIL, BUDDE, BERTHEAU. WALTER DRUM

Fuente: Drum, Walter. “Judges.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08547a.htm

Traducido por Aurora Marín López. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica