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Dos emperadores de Oriente llevaron tal nombre. Justiniano I (482-565) reinó desde el 527 con la eficaz colaboración de su esposa Teodora. Su obsesión fue la unidad y el orden en el Imperio. Mantuvo el reino en guerras victoriosas contra los suevos, vándalos, godos y visigodos. Estuvo involucrado en las disensiones religiosas de arrianos y otros herejes en Oriente. Fue cristiano convencido que quiso la religión como base de su imperio, que abarcaba Bizancio, pero también parte de la península italiana, zonas extensas en Iberia y del Africa romana.
Su sensibilidad artística dejó obras tan hermosas como el templo Santa Sofía y las basílicas de Rávena. Y su sensibilidad jurídica dejó la compilación más armoniosa de las leyes de su tiempo, el «Corpus juris civilis», en el que él personalmente trabajó.
El otro justiniano, Justiniano II (669-711), reinó entre 685 y, expulsado por un rebelión militar, volvió al poder en 705.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa