KOINONIA

(tener comunión en, comunicar).

Comunidad de cristianos, Hec 2:42-47, 2Co 6:14.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

ver, COMUNIí“N

vet, Palabra griega derivada del verbo “koinoneo” (“participar en algo indivisible”, “comunicar con”, “tener comunión en”) y que en las versiones castellanas se traduce por comunicación, comunión, comunidad, participación (Hch. 2:42; 2 Co. 6:14). La palabra tiene en el Nuevo Testamento griego un riquí­simo contenido que se expresa en los distintos matices dados en el contexto donde se la usa. (Véase COMUNIí“N.) *** L

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Término griego que se extiende en algunos escritores para referirse a la Iglesia como comunidad, y a los valores que en ella se debe culturas como fraternidad, solidaridad, reparto de ministerios y participación comunitaria. Es término que se emplea en ambientes anglicanos y en algunos grupos evangélicos. Se ha extendido en cí­rculos católicos ecumenistas. Se encierran en él los valores de comunión, sociedad, comunicación, comercio, sociedad, participación.

La palabra griega equivale a “compartir en común”. Responde a una necesidad de los creyentes de compartir las experiencias, los ideales y los caminos que se siguen en la vida.

Aparece en la terminologí­a paulina, que lo usa con alguna frecuencia, aludiendo a la unanimidad y concordia operadas por la acción del Espí­ritu Santo (Hech. 2. 42; 1 Cor. 1. 9; 2 Cor. 9. 13; Rom. 15. 26; Fil. 1. 5-3)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. comunión)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

La raí­z del término griego koinoní­a (la Vulgata traduce por comunio, comunión) incluye como primer sentido el de “participación”; se trata de tener parte en alguna cosa o de tener alguna cosa en común, o también, de actuar junto con alguien. Así­ pues, esta noción une en sí­ misma significados diferentes, pero complementarios. Podrí­a decirse que, en el uso neotestamentario y sobre todo paulino, se junta un sentido “mí­stico”, con el que se remite al misterio í­ntimo de la vida divina en la que está llamado a participar el hombre por la gracia de Dios, con un sentido eucarí­stico y sacramental, que indica la comunión del hombre con Cristo, y con un sentido eclesiológico que indica la unión de los cristianos entre sí­, ligados por ví­nculos multiformes. Todo ello podrí­a resumirse diciendo que “el sentido original de communio es, no va “comunión” o “comunidad”, sino “común participaciónn (participatio) en Jesucristo (1 Cor 1,9; 1 Jn 1,3.61 y en su pasión (Flp 1,5), en su fe (Flm 6) y – en su servicio (1 Cor 8,4). Es únicamente esta participación común en la única realidad de Jesucristo lo que da fundamento a la communnio mutua (1 Jn 1,7). Esto resulta evidente apenas nos fijamos en el centro propio y verdadero de la teologí­a de lo communnio. Según 1 Cor 10,16s, es la participación común (koinoní­a) en el cuerpo y – sangre de Jesucristo lo que da fundamento a la unidad en el único cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El único cuerpo eucarí­stico de Jesucristo es el presupuesto fundamental del único cuerpo eclesial de Cristo” (W Kasper). Un importante texto neotestamentario, en el que aparece la forma comunional de la Iglesia es el de Hch 2,42, que describe a los primeros cristianos como “asiduos en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones” Los exegetas interpretan de modo diferente el sentido de la koinoní­a en este trozo. Para algunos se trata de “unanimidad”, para otros de “comunión de mesa” o de “comunión bajo la autoridad apostólica” o, finalmente, de “compartir los bienes”. Probablemente, para descubrir el verdadero sentido de Hch 2,42 es necesario tener en cuenta tres elementos: la comunidad de fe y esperanza, la unión de los ánimos y su expresión concreta en el compartir los bienes: “No habrí­a comunidad digna de este nombre si, entre sus miembros, algunos viviesen en la abundancia y otros estuvieran privados de lo necesario. La koinoní­a asume el rostro concreto de ese compartir para asegurarle a cada uno lo necesario” (J. Dupont). La noción de koinoní­a/communnio se considera hoy como una fórmula clave para la eclesiologí­a. Los pródromos de una “eclesiologí­a de comunión” pueden observarse ya en la segunda mitad del siglo XIX, ligados a la recuperación paulina de la Iglesia cuerpo de Cristo.

Tanto en el campo católico como en el protestante la idea de la communio se abrirá camino, sostenida por las aportaciones de una exégesis más atenta a los temas caracterí­sticos de la eclesiologí­a de Pablo y sobre todo a los textos eucarí­sticos como 1 Cor 10,16-22; “El cáliz de la bendición que bendecimos,”. ¿no es quizás comunión ?
En la eclesiologí­a del Vaticano II es el misterio de la Iglesia el que se describe, definitivamente, como koinoní­a (cf. LG 1: la Iglesia es “en Cristo como sacramento, es decir, como signo e instrumento de la comur?iór? í­ntima con Dios y de la unidad del género humano”). El Vaticano II subraya abundantemente que la comunión entre los cristianos se da en la participación de la eucaristí­a, que es también el vértice de la comunión eclesial, así­ como de la comunicación de la Palabra divina. La misma constitución jerárquica de la Iglesia es comunional o colegial, así­ como, debido a la participación bautismal común en el único sacerdocio de Cristo, también es participativa y comunional toda la vida de los fieles. La comunión eclesial se difunde en todos los niveles, tanto en la dirección vertical de la comunión de la Iglesia peregrina con la Iglesia celestial (cf. LG 7), como en la dirección horizontal, hacia toda la familia humana, para la que la Iglesia constituye “un germen muy válido de unidad, de esperanza y de – salvación” (LG 9; cf. Gaudium et spes). Por todas estas razones, la 11 Asamblea extraordinaria del sí­nodo de los obispos (1985) considerará la communnio a la luz de la experiencia posconciliar y proponiéndola “como idea central y fundamental en los documentos conciliares”, señalará sus fuentes en la Palabra de Dios y en los sacramentos. Dirá además que “la eclesiologí­a de comunión no puede reducirse a puras cuestiones de organización o a problemas que se refieren únicamente a la posesión de unos poderes”. A pesar de ello, la noción de koinoní­a es también fundamental para el orden en la Iglesia y sobre todo para una correcta relación entre la unidad y la pluriformidad en la Iglesia, para la participación y la corresponsabilidad en la Iglesia en todos los niveles y también para la responsabilidad ecuménica.
M. Semeraro

Bibl.: G. Grasso, Comunión, en DTI, 11. 7792; C. Floristán, Comunión, en CFP 161171; J. Schattenmann, Solidaridad, en DTNT 1V 229-233; J. Hamer, La Iglesia es una comunión, Herder, Barcelona 1965; D. Bonhoffer, Sociologí­a de la Iglesia. Sanctorum communio, Sí­gueme. Salamanca 1980; P. C. Bori. Koinoní­a. L’idea della communione nell’ecclesiologia recente e nel Nuovo Festamento, Brescia 1986; J. B. Metz – A. Exeler – W Dirks, La nueva comunidad, Sí­gueme, Salamanca 1970; W, Rood, Colaboración y koinoní­a entre las Iglesias, en Concilium 137 (1978) 551-559.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico