LLAMA
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Del latín «flama», es la lengua de fuego con que se hace sensible a los ojos la combustión de un cuerpo ante la presencia del oxígeno.
Es también el símbolo del amor a Dios, y por ello término preferido por muchos místicos, al estilo de San Juan de la Cruz en su poema sutil y magnífico «llama de amor viva», para reflejar el amor a Dios, ardiente como el fuego, brillante como la llama, devorador y purificador.
De hecho, la referencia a llama aparece en la Escritura con frecuencia, siempre relacionada con la divinidad: Salm. 82.15; Is. 43.2; Eccli. 51.6.
El eco del Antiguo Testamento se hace también presente en el Nuevo con el término «flox» o el verbo llamear (flogidso): Hebr. 1.7; 2 Tes. 1.8; Apoc. 1. 14 y 2. 18. Es una referencia al fuego al cual se alude en los diversos escritos unas 150 veces, aunque los términos se diversifican.
El valor purificador del fuego que late en la llama y la luz iluminadora que surge es lo que la hace simbólica.
Baste recordar la misma venida del Espíritu en forma de llamas o lenguas de fuego sobre los apóstoles (Hech. 2.4) para poder calibrar su importancia como concepto, como símbolo y hasta como realidad misteriosa.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
flox (flovx, 5395), relacionado con el término latino fulgeo, resplandecer, se usa aparte de pur, fuego (Luk 16:24). Con pur significa «llama de fuego» (Act 7:30; 2Th 1:8), donde el fuego tiene que ser entendido como el instrumento del juicio divino; Heb 1:7, donde el significado es probablemente que Dios hace a sus ángeles tan activos y poderosos como una llama de fuego; en Rev 1:14; 2.18; 19.12, de los ojos del Señor Jesús en simbolismo de un penetrante juicio que descubre lo malo.¶
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento