LLORENTE. DANIEL

[971](1883-1971)

Obispo de Segovia, pastor celoso, educador y catequista brillante, piadoso y competente, humilde y admirable como persona y figura relevante e influyente en la primera parte del siglo XX.

Nació en Valladolid el 10 de Abril de 1883. Cursó los estudios en el Seminario urbano y en él se ordenó sacerdote. Luego continuó su formación en Roma, donde se doctoró en Derecho Canónico.

Sus primeros años sacerdotales los pasó en su ciudad de origen, Valladolid. Fue capellán del Colegio Ntra. Sra. de Lourdes, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, desde 1927 a 1942. Sustituyó a su hermano José Marí­a, que falleció en ese puesto. En el trato con los alumnos del centro, contrastó sus experiencias y sus hermosas ideas.

Al mismo tiempo ejerció el ministerio pastoral en la Parroquia de S. Miguel de Valladolid hasta 1927 y desempeñó la tarea de la cátedra de Derecho canónico en el Seminario. Luego pasó a la cátedra de Pedagogí­a Catequí­stica.

Desde los primeros años de su ministerio pastoral se sintió comprometido de forma especial en las actividades de la catequesis y estudió a fondo cuantas corrientes y publicaciones le llegaban. Su biblioteca fue siempre reflejo de su inquietud teológica y pastoral.

Fue cofundador de la Revista catequí­stica, en la que colaboró desde el comienzo, en 1910, y que duró hasta 1936. El fue su director y alma desde 1914.

Promovió el Congreso Catequí­stico de Valladolid en 1913, siendo el primer Congreso nacional celebrado en la nación. Participó activamente en diversos encuentros nacionales e internacionales, como el Primer Congreso Nacional de Educación Católica de Madrid en 1924 y estuvo presente en los demás Congresos Catequí­sticos Nacionales (el 2º se reunió en Granada en 1926 y el 3º en Zaragoza en 1930).

En la República, desde 1931 a 1935, escribió y predicó incansablemente contra la secularización docente que obstaculizó con sectarismo la tarea educadora de la Iglesia en la nación.

En 1942 fue designado Obispo Auxiliar en Burgos, donde realizó una hermosa tarea pastoral y misionera, recorriendo abnegadamente todos los pueblos de la extensa provincia.

En 1944 fue nombrado Obispo de la Diócesis de Segovia, cargo que ocupó hasta su jubilación en 1969. Pastor incansable y fiel, siempre tuvo tiempo para la tarea catequí­stica y para los encuentros juveniles.

En 1950 presidió una de las Comisiones del 4º Congreso Catequí­stico nacional celebrado en Valencia.

En el mismo año participó con una excelente ponencia en el Congreso Catequí­stico internacional celebrado en Roma. Llegada la hora de la jubilación como Obispo, se retiró al monasterio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Bujedo (Burgos), donde continuó sus lecturas y diversos escritos llenos de datos y de referencias a su larga experiencia. Falleció en un hospital de Segovia el 27 de Febrero de 1971.

Sus obras pedagógicas y catequí­sticas fueron numerosas y algunas de ellas intensamente conocidas y celebradas en España, en Suramérica y en lugares como Alemania, cuyo movimiento catequí­stico de Munich habí­a influido tanto en su pensamiento e interés. Fue asiduo lector de los escritos que le llegaban y que leí­a con fruición en la lengua original. Sus obras comenzaron siendo reflejo de este movimiento alemán.

La más importante de ellas fue el «Tratado de pedagogí­a catequí­stica», editado ya en 1928 y que conoció múltiples ediciones siempre mejoradas, sirviendo de texto en muchos centros de formación de maestros y en seminarios.

Otros libros significativos fueron «Explicación dialogada del Evangelio», «Explicación dialogada del Catecismo», «Catequesis bí­blicas» (libro del Maestro y libro del alumno), «Catecismo explicado con gráficos y ejemplos», «Curso teórico-práctico de pedagogí­a».

Además salieron de su pluma multitud de escritos breves. Entre ellos, además de sus pastorales diocesanas en Segovia, hay que citar los 264 artí­culos que de él ser conservan en las páginas de la «Revista Catequí­stica», por él tan apreciada. Y fueron múltiples las colaboraciones siempre prácticas en otras publicaciones periódicas y en las Actas de los Congresos y encuentros en los que participó, que fueron muchos.

Su figura, al igual que la de Tusquets en la región catalana o la del Beato Andrés Manjón en la andaluza, representó en España el interés catequético y el afán de renovación metodológica.

Transcendió su zona geográfica y contribuyó al auge de la sensibilidad de Obispos y sacerdotes para la tarea selecta de educar la fe.

Los ecos de Europa, el movimiento alemán al comienzo y el francés después, las consignas de Pí­o X en la Encí­clica «Acerbo Nimis» y los afanes pedagógicos de la escuela nueva europea, estuvieron presentes en su estilo y en sus consignas pedagógicas que divulgó en todo el paí­s.

Daniel Llorente contribuyó en tres direcciones:

– Recogió y «nacionalizó» los ecos venidos del exterior, de los cuales él fue una ventana refrescante y sumamente receptiva, dada su capacidad de sí­ntesis, su sencillez personal y su celo pastoral.

– Reclamó la actividad como forma pedagógica preferente. Sus contactos con los movimientos europeos de educación religiosa fueron intensos, tanto con las figuras como con los escritos que fueron fluyendo y que con abundancia llegaban a sus manos. El mal llamado «movimiento psicológico» (pues lo fue sobre todo metodológico) fue su punto de partida. Pero él aportó otras dimensiones que pueden quedar sintetizadas en las tres siguientesFue modelo de lenguajes dinámicos: dibujo, canto, uso de la pizarra, esquemas visuales, gráficos, láminas, cuaderno de trabajo. Fueron las formas aprendidas en el aula y que él proyecto también a los demás espacios parroquiales o grupales.

– Valoró los lenguajes infantiles y trató de acomodarse a ellos, logrando una bella concordia entre la doctrina í­ntegra y la acomodación al destinatario de la educación. Lo consiguió resaltado la formación bí­blica convertida por entonces en «historia sagrada» y en «narración evangélica».

En sus obras impresas resultan admirables sus intuiciones y los modelos que ofrecí­a a los catequistas. La catequesis progresiva y psicológica halló en él, más que el mí­stico o el psicólogo profesional, al experto profesor acostumbrado a lo fundamental, a la repetición sencilla, al respeto al texto de catecismo y al paciente pedagogo que cultivó actitudes de eficacia y de reflexiva actuación.

Figura de trato sencillo y de profunda fe, hizo de la catequesis una tarea episcopal prioritaria y centró en ellas su vocación a prueba de desalientos y merecedora de todos los agradecimientos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa