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Etimológicamente, es «grandeza de ánimo». Refleja la virtud relacionada con la «fortaleza» que mueve a mirar las cosas, los hechos y las personas con elevación de miras, con valentía ante los obstáculos y con cierta alegría elegida preferente y conscientemente como estilo personal o social.
Tiene mucho de estructura de personalidad. Pero también se consigue con el habito de pensar bien, actuar bien y enfrentarse con serenidad y optimismo con todo lo vital.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa