MAMONA

(P1 denario, dinero, economí­a, idolatrí­a, Dios). Palabra de origen arameo, que significa probablemente «aquello en lo que uno puede confiar» y que se aplica en sentido especial al dinero. Al contraponerse a Dios, en Lc 16,13 y Mt 6,24, esa palabra adquiere un carácter casi personal, de manera que puede interpretarse como el anti-dios o í­dolo supremo: «Nadie puede servir a dos se ñores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a la mamona». Desde esa base y teniendo en cuenta la totalidad del mensaje de Jesús (tal como ha sido transmitido sobre todo por el documento Q*) se pueden trazar unos principios teológicos fundamentales.

(1) Lo contrario a Dios no es un deseo subjetivo, sino una estructura objetiva, construida y absolutizada por los hombres: la mamona (el capital, en su forma opresora). Lo malo no es el mundo en sí­, ni las cosas de la creación finita como podrí­a suponer un dualismo gnóstico, que condena la materia, el sexo; lo malo no es tampoco una mala voluntad subjetiva (como puede suponer Kant en la Crí­tica de la Razón Práctica), sino un tipo de realidad transubjetiva, fabricada por los hombres, con una estructura objetivada, en forma de sistema de dominio económico: la mamona. El mal brota de la mala voluntad (de la envidia, del juicio y del deseo de dominio), pero se objetiva y concreta de tal forma, que puede recibir y ha recibido una realidad idolátrica, externa: es la mamona. El mal es algo que el hombre mismo construye para luego quedar esclavizado por ello (idolatrí­a*). El mal no es creación positiva de Dios; pero tampoco es pura nada: es algo que los mismos hombres construyen, con la intención de dominarlo, pero de tal forma que al fin quedan dominados por ello.

(2) La mamona es el í­dolo englobante. Sab 13-15 presenta muchas figuras destructoras, identificándolas con los í­dolos de Canaán y Egipto. Mt 4 y Lc 4 han destacado tres deseos primigenios (de pan, de poder y de milagro). Pues bien, Lc 6,13 y Mt 6,24 han concentrado aquellas figuras y estos deseos en un equivalente universal que es la mamona, la gran construcción que los hombres elevan «contra Dios» (es decir, contra la gracia), como los constructores de la torre-ciudad de Babel* (Gn 11). Al identificar al anti-dios con la mamona, Jesús ha realizado una opción hermenéutica de consecuencias incalculables: lo que en plano de pecado une a los hombres no es la razón o la pasión, no es el ateí­smo o la irreligión, ni un tipo de poder abstracto; lo que a todos iguala y destruye (en la compraventa) es el gran «edificio del capital», entendido como torre de Babel en que los hombres quieren refugiarse sin lograrlo.

(3) La mamona es un í­dolo engañoso, que suele camuflarse, oculto en ropajes de piedad y libertad. El Evangelio sabe que el mismo templo de Jerusalén está «hecho por manos humanas» (kheiropoiéton: Mc 14,58) y vinculado por tanto al dinero (cf. Mc 11,15-19), pues «allí­ donde está tu tesoro está tu corazón» (cf. Mt 6,21). Griegos y romanos adoraban a sus dioses. Filósofos y sabios posteriores han seguido trazando sus discursos conceptuales para defender su propia forma de existencia. Pues bien, el fondo de esos dioses y de esos discursos, de tipo moralizante e incluso piadoso, se ha escondido normalmente un tipo de adoración económica, un culto a la mamona. El descubrimiento del carácter antidivino de la mamona tiene rasgos de revelación: no se logra con discursos conceptuales o teorí­as cósmicas que siguen inscritas en un lenguajes de «talión», sino sólo allí­ donde ha venido a revelarse el verdadero Dios como poder de gratuidad y principio de amor que fundamenta de manera amorosa la existencia de los hombres. Así­ lo ha descubierto Jesús, identificando de hecho al Diablo (activo en las tentaciones: cf. Mt 4 y Lc 4) con la mamona.

(4) La mamona es un dios fuerte, que permite construir muchas cosas (como la torre de Babel). Lo que Jesús dijo en su tiempo resulta mucho más claro en el nuestro, pues el capitalismo de Occidente ha racionalizado la economí­a, convirtiéndola en principio y motor de las relaciones sociales, y de esa forma ha creado la industria, ha producido muchos bienes y, en algún sentido, ha conquistado todo el mundo. Pues bien, esa mamona del gran capitalismo, que está vinculada al imperio militar y que domina sobre el conjunto de los hombres, es en el fondo el anti-dios, como sabe el Apocalipsis, cuando la interpreta como Gran Prostituta y diosa de este mundo (Ap 17-18). Dios y la mamona se asemejan y asemejándose se oponen. Dios es creador, es Vida que se da a sí­ misma; la mamona, en cambio, ha sido creada por los hombres (y se aprovecha de ellos, les devora, como el Dragón de Ap 12). Dios es principio de libertad. La mamona, en cambio, nos posee (como el diablo) y nos con vierte en siervos al introducirnos dentro de un esquema de mérito y negocio, de ganancia y juicio donde vale más el que más tiene, aunque al final todos acaban siendo esclavos del sistema.

Cf. V. CASAS, Cristo al encuentro del hombre. Hacia una espiritualidad cristiano-evangélica, Claretianas, Madrid 1988; X. PIKAZA, Dios es Palabra. Teodicea Bí­blica, Sal Terree, Santander 2003; J. V. PIXLEY, Biblia y liberación de los pobres. Ensayos de teologí­a bí­blica latinoamericana, Centro Antonio de Montesinos, México 1986.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra