MANIQUEISMO

Religión dualista del Oriente. Su fundador lo fue Manes o Manetos, del siglo III. Esta religión combinaba elementos de ® CRISTIANISMO, religiones babilónicas (® BABILONIOS, RELIGIONES DE LOS) y ® MITRAíSMO. En el maniqueí­smo se encuentran elementos mezclados de ritos, organización, teologí­a y metafí­sica de esas y otras religiones.
Los maniqueos se caracterizan por enseñar acerca de dos raí­ces o principios básicos: la luz y las tinieblas. El reino de la Luz se vio invadido por Satanás, procedente de la región de las Tinieblas. El Hombre primordial, engendrado por el dios de la Luz, fue vencido y el Eterno tuvo que rescatarlo por intermedio de un Enviado. Por otra parte, la especie humana es descendiente de Adán, supuestamente engendrado por Satanás, y por Eva, la sensualidad seductora encarnada.
Los Mensajeros de la Luz, como Noé, Abraham, Zoroastro, Buda, Jesús (sobre la forma en que lo identifican los maniqueos existen serias dudas; pudiera ser que no se refieran al Jesús del primer siglo) y Manes (el mayor Enviado, el Paráclito o Consolador), han tratado de hacer más accesible a la humanidad el beneficio de la Luz y el sendero de la virtud.
Los maniqueos se dividí­an en «Perfectos o Justos», iniciados en los misterios sagrados, separados de la vida mundana, practicantes de una dieta vegetariana y de la castidad, y los «Oyentes», quienes hací­an una vida más o menos parecida a la del resto de la humanidad, pero sujetos a algunas restricciones de tipo moral. Los «Oyentes» debí­an sostener a los «Perfectos».
El maniqueí­smo fue destruido gradualmente por el Imperio Bizantino. También fueron perseguidos por la Iglesia Romana. Entre sus partidarios estuvo San Agustí­n, un «Oyente» que después se convirtió al cristianismo.
Las ideas de los maniqueos resurgieron entre ® CíTAROS, ® ALBIGENSES, ® BOGOMILOS y algunos sectores dentro del movimiento ® VALDENSE.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

Herejí­a del siglo III comenzada por el persa Maniqueo. Dice que Dios es el creador de todo to bueno y Satán el de todo to malo; que el espí­ritu del hombre viene de Dios, pero el cuerpo del diablo. En la práctica, niega la responsabilidad del hombre por el bien o el mal que hace, porque todo depende de Satán o de Dios.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

[092]

Es la religión que tomó el nombre de Manes, su fundador, llamado en persa Mani (216-276). Durante varios siglos representó gran desafí­o para el cristianismo, aunque pronto desapareció.

1. Mani o Manes
Nació en el seno de aristocrática familia persa de Babilonia (actual Irak). Su padre, un hombre muy piadoso, lo educó con los criterios rigoristas de los «bautistas», grupo gnóstico de los cristianos de la región. Eran defensores de una vida dura y ordenada y permanentemente inquietos por el bautismo frecuente y la purificación del mal.

1.1. Vida
A la edad de 12 primero, y luego a los 24 años, Mani creyó recibir mensajes especiales de un ángel que se le aparecí­a y lo nombraba el profeta de una nueva y última revelación.

Pronto comenzó la predicación. Llegó hasta la India, donde recibió la influencia del budismo. Encontró ardiente protección en el emperador persa Shapur I (reinó entre 241 y 272) y predicó en todo el Imperio. Sus discí­pulos fueron enviados, ya en su vida, hacia el Imperio romano y adquirieron alguna influencia en determinadas cristiandades.

Se autoproclamaba el último de los profetas, después de Zoroastro, Buda y Jesús. Su mensaje fusionaba zoroastrismo y cristianismo, con mucho de budismo y de gnosticismo.

La rápida propagación del maniqueí­smo provocó actitudes hostiles hacia su doctrina. Por una parte se enfrentó con el zoroastrismo ortodoxo y por otra parte halló la aversión de los cristianos. El rey Bahram I (entre 274 y 277) rompió su cooperación con Manes y le encarceló No se sabe si su muerte en prisión fue por enfermedad o ejecutado.

1.2. Mensaje
Manes, cuya cultura fue innegable y su preparación intelectual amplia, pensaba que la ignorancia era el origen del mal en el hombre porque el principio malo se apodera fácilmente de él.

El subjetivismo en las interpretaciones religiosas originaba la mayor parte de los errores. Por eso escribió muchos libros para que sirvieran como recordatorio de su pensamiento. A comienzos del siglo XX se hallaron fragmentos de estas escrituras en chino, turco y egipcio.

Casi todo se perdió cuando llegó el islamismo y sus sucesores hubieron de adoptar formas escondidas para sobrevivir. Algunos escritos se conservaron, como himnos, catecismos y sermones.

2. Doctrina Es una religión con grandes dosis de sincretismo, intentando una fusión entre tres doctrinas básicas: el zoroastrismo, el budismo y el cristianismo.

2.1. Dualismo
Su visión es dualista en todo: lo del hombre, de la vida, del universo. Todo se rige por la lucha entre el bien y el mal: a veces domina la luz (espí­ritu), que es Dios, y a veces la oscuridad (problemas), que es Satán. En el principio los dos ámbitos estaban totalmente separados, pero en una catástrofe original, el campo de la oscuridad invadió el de la luz: se mezclaron y sigue entre ambos una lucha perpetua. El hombre es el campo principal de esa lucha. El cuerpo humano es material perverso; el alma es espiritual y divina. Debe ser redimida del cautiverio del cuerpo.

Si se consigue la sabidurí­a, el alma humana puede lograr dominar los deseos carnales que son malos por sí­ mismos. Entonces asciende al campo de lo divino y entra en la unión con Dios.

2.2. Grupos
Los maniqueos se organizaron pronto según el grado de perfección que lograban. Eran más bien dos grupos:
– Los puros o elegidos practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebí­an vino y no trabajaban, dedicándose a la oración. Así­ aseguraban su posesión de la luz después de su muerte.

– Los simples oyentes, más numerosos, eran los que habí­an logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido el matrimonio, pero no debí­an tener hijos para no multiplicar la carne corrompida. Practicaban ayunos semanales y serví­an a los elegidos. Su esperanza era volver a nacer convertidos en elegidos. Evidentemente estas teorí­as fueron interpretándose de diverso modo según los lugares.

2.3. Objetivo final
El deseo de los maniqueos era recomponer el mundo de la luz, rescatando los fragmentos extendidos por el mundo. Entonces el mundo actual quedarí­a destruido y volverí­a el tiempo primero.

El modo de conseguirlo habrí­a de ser la vida pura de los adeptos y la influencia social en lo posible.

3. Influencia
El maniqueí­smo se extendió en el siglo IV por el Imperio romano, sobre todo en el Norte de Africa. Autores tan importantes como S. Agustí­n estuvieron prendidos por sus redes durante años. La primitiva Iglesia cristiana, a través de sus Papas y de sus grandes escritores, tuvieron que salir al paso de sus doctrinas, por su oposición al mensaje cristiano.

Los libros de Mani en persa, turco y egipcio fueron los principales apoyos para su difusión. Se conocen algunos himnos, catecismos y plegarias que se le atribuyen sin fundamento sólido.

Como religión desapareció del mundo occidental a principios de la Edad Media, pero siguió ejerciendo cierta influencia y estuvo en la base de diversos grupos heréticos con las mismas ideas sobre el bien y el mal o con su oposición a la dignidad del cuerpo. Tal fue la idea base de los albigenses, los cátaros, los bogomilos y los paulicianos.

Incluso existe todaví­a hoy un eco dualista y polémico entre el cuerpo y el alma, cuyas raí­ces no son ajenas a la influencia de escritores exageradamente dualistas, que luego se refugiarí­an en los esquemas platónicos o plotí­nicos para justificar diversas interpretaciones dualistas del mundo, de la sociedad y de la persona.

4. Cristianismo y maniqueí­smo

Si la doctrina maniquea penetró tanto en los ambientes cristianos de la primitiva Iglesia, se debió sin duda al contexto propicio que ofrecí­a el neoplatonismo reinante. Evidentemente que sus planteamientos teológicos eran incompatibles con la unidad divina esencial al judaí­smo y al cristianismo. Pero el contexto dual de la cultura: bueno-malo, luz-tinieblas, gracia-pecado, salvación-condenación, herencia del judaí­smo tardí­o, era un mensaje asequible.

Algunas de las filosofí­as recientes, como las del filósofo austriaco Rudolf Steiner con sus visiones antroposófica del hombre y algunas de las sectas o grupos teosóficos o scientológicos se resienten de maniqueí­smo.

El educador debe ser consciente del peligro dualista que subyace en muchos planteamientos éticos que desconfí­an del cuerpo y ensalzan excesivamente el espí­ritu. Debe superar los resabios gnósticos que se puede introducir en planteamientos éticos rigoristas y nefastos a la larga para la captación del mensaje luminoso y optimista del Evangelio

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. gracia)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Movimiento religioso de salvación fundado por Mani en el s. III d. C. Su religiosidad era tí­picamente gnóstica, insistiendo en aspectos como el nacimiento del alma en un mundo puro y luminoso, su caí­da en la prisión del cuerpo y del mundo material y su posibilidad de ascenso al mundo original mediante la gnosis. Con todo, el maniqueí­smo disfruta de elementos claramente originales. Así­, el maniqueí­smo toma muy en serio el pecado e insiste enormemente en la necesidad de ser vigilantes éticamente para evitar caer y, con ello, ser castigados con la excomunión. La gnosis no es así­ un medio seguro de redención sino sólo el paso previo. Por ello, lo más importante para el maniqueo era la salvación del alma y a ello debí­a encaminarse todo. Consciente de la posibilidad de manipulaciones posteriores que podí­a experimentar el movimiento, se hizo un énfasis especial en guardar una absoluta fidelidad a sus libros canónicos como única regla de fe y conducta, ninguno de los cuales nos ha llegado completo. Prescindiendo de su teologí­a, combatida eficazmente entre otros por su antiguo correligionario Agustí­n de Hipona, lo cierto es que el maniqueí­smo tuvo una enorme influencia posterior en la literatura oriental y, a través de ésta, en la europea. En los últimos años, se ha producido un vivo interés por el maniqueí­smo, que ha llegado hasta el extremo de la creación de grupos con esta misma teologí­a. Ver Agustí­n de Hipona; Gnosticismo.

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística

1. El m. es la religión fundada por Mani (Manes, Manichaeus; en sirí­aco, en iranio y en árabe: Mani). Manes procedí­a de la alta aristocracia parta; nació el 216 d.C. en Babilonia, donde su padre Patik abrazó una secta baptista (en sirí­aco: m `nagq` dé; en árabe: al-mugtasilah = «los que se lavan»; tal vez emparentada con el -> mandeí­smo) en la cual también Manes pasó su primera juventud. Fundándose en una revelación divina, que según la leyenda Manes recibió a los 12 y 24 años, hacia el 240 comenzó a predicar como enviado de Dios la religión que se le habí­a revelado, emprendiendo viajes misionales a la «tierra de los indios» (provincias iranias de Tñraná Magrin y noroeste de la India), donde sin duda entró en contacto con el budismo. A su retorno, recibió de Sapor i (sin duda 242-243) autorización para misionar y protección para su religión. Manes emprendió numerosos viajes misionales por el imperio de los Sasánidas y trabajó también con éxito bajo Hormizd i (273-274); pero, bajo Bahram i (274-277), fue acusado por intrigas de los sacerdotes zoroástricos (magos) y, después de un interrogatorio ante Bahram en Gunde-Schapur (Béth Lapat), arrojado a la cárcel, donde murió tras una prisión de 26 dí­as entre cadenas (14-2-276 6 26-2-277). Según relatos contradictorios Manes fue crucificado o despellejado. La muerte de Manes es denominada en las fuentes, con apoyo en la pasión de Jesús, «crucifixión» (staurosis, término maniqueo para designar el martirio).

La paternidad literaria de Manes, que consignó conscientemente por escrito sus revelaciones para proteger su religión frente a las escisiones, está atestiguada para los siguientes escritos: 1º., Schapurakan (El libro dedicado a Sapor); 2º., El gran evangelio o Evangelio vivo (provisto tal vez de un tomo de imágenes: Eikon o Ardhang); 3º, El tesoro de la vida; 4º., La Pragmateia (tratado); 5º El libro de los misterios; 6°, El libro de los gigantes; 7º., una colección de cartas. El escrito 1º está redactado en persa medio, los escritos 2º.-7º. están redactados en arameo oriental. De la mayor parte de los escritosse conservan fragmentos en diversas lenguas. (La Epistula fundamenti de Manes, citada muchas veces por Agustí­n, quizá se identifica con la Carta de los dos principios, mencionada en An-Nadim.)
A este canon se añade una extensa literatura poscanónica de los maniqueos en las lenguas de sus territorios misionales, la cual consta de textos históricos y didácticos, de salmos o himnos, cartas, espejos de confesión, etc. Fuentes primarias (cf. bibl.) sólo han salido a la luz a fines del siglo xIx, y particularmente a comienzos del xx por las llamadas expediciones a Turfán, que en la región de Turfán (Turkestán chino) entre otras cosas han descubierto restos de literatura maniquea original en tres dialectos iranios (persa medio, parto, sóghdico) y en uigúrico (turco antiguo). Además en Tuan-Huang (provincia de Kan-su) se han encontrado varios escritos maniqueos en lengua china; todos estos escritos (editados en parte) se llaman brevemente «textos de Turfán». En 1918 se descubrió en Tebessa (Argelia) un escrito latino (editado); y en 1930 se descubrió una biblioteca de Manichaica copta (editada en parte) en Medinet Madi (Fayum, Egipto medio). Entre los maniqueos estaban también en uso apócrifos judí­os y cristianos y textos gnósticos, que fueron reelaborados por ellos. Son fuentes secundarias (cf. bibi.): los escritos de los padres de la Iglesia y de autores neoplatónicos e islámicos; las refutaciones zoroástricas; las fórmulas de conjuro y los edictos estatales.

2. La investigación de la religión maniquea como fase final de la gnosis es de gran importancia para el estudio de la gnosis en general. Progresando desde las fuentes secundarias latinas y griegas hasta el estudio de fuentes secundarias árabes y sirí­acas, la investigación se enfrentó finalmente en el siglo xx con una multitud de fuentes originales. Ello abrió – juntamente con la reelaboración de la literatura original mandea – una nueva fase de investigación de la gnosis. En la determinación del origen y naturaleza del m., se enfrentan los que intentan derivarlo de un terreno preferentemente «greco-helení­stico» (H.-H. Schaeder y otros), o de un temprano gnosticismo cristiano (P. Alfaric, F.C. Burkitt y otros), con los que quieren derivarlo de religiones orientales (K. Kessler, R. Reitzenstein, G. Widengren y otros). H. Jonas, que supone el carácter fundamentalmente «oriental» del m., pone la gnosis maniquea juntamente con el mandeí­smo en el centro de su análisis existencial y ontológico de la gnosis. El m. posee la mejor tradición dentro de la gnosis, por lo cual a veces ésta queda ampliamente determinada por el m. (R. Reitzenstein, R. Bultmann; cf., p. ej., el modelo del «mito del protohombre redentor»). Los aspectos de verdad contenidos en las tendencias principales de la investigación histórica del motivo están estimados crí­ticamente en los trabajos de H.J. Polotsky, H.-Ch. Puech y C. Colpe.

3. Definición y tipologí­a. El m. es una sistematización final y consecuente de la -> gnosis de la antigüedad tardí­a en forma de una religión universal revelada con carácter misional. Por medio de un sincretismo deliberado el m., apoyándose en las religiones de su área misional (zoroastrismo, budismo, cristianismo), se propuso descubrir en su última profundidad los factores de verdad existentes en las otras religiones e insertarlos en su revelación para darles una consumación definitiva.

En el m. como representante principal del tipo «iranio» de la gnosis se enfrentan – a diferencia de su tipo «sirio-egipcio» – dos reinos primigenios independientes: arriba el reino de la luz con el padre de la grandeza y sus esencias; abajo el reino de las tinieblas con el rey de las tinieblas, sus arcontes y sus demonios. Estos dos principios (naturalezas), luz y tinieblas, bien y mal, Dios e hyle, están colocados en el marco de los «tres tiempos»: 1º., el tiempo pasado, en que los dos reinos existí­an independientes uno de otro; 2°, el tiempo medio (el presente), el perí­odo de su mezcla; 3º, el tiempo futuro, en que las dos naturalezas quedan definitivamente separadas.

Cuando el reino de la luz es atacado por el reino de las tinieblas, Dios enví­a una emanación, el hombre originario, para que venza sobre el mal por medio de la lucha (o por el sacrificio de sí­ mismo). Sin embargo ese hombre es vencido, y su alma (sus cinco elementos luminosos) son tragados por las tinieblas. Pero una hipóstasis del reino de la luz, el espí­ritu vivo, salva al hombre originario y lo devuelve al reino de la luz. Sin embargo, los elementos luminosos del hombre originario permanecen en poder delas tinieblas, por lo cual el espí­ritu vivo (con sus emanaciones) erige el cosmos como aparato de purificación para esta luz: de los cuerpos de los arcontes asesinados crea cielo y tierra, de la luz purificada en diverso grado saca las «naves luminosas» (sol, luna) y las estrellas («seres buenos» en contraste con el resto de la gnosis), así­ como las «tres ruedas» del fuego, del agua y del viento. Finalmente, el tercer enviado llamado por Dios pone en movimiento este aparato cósmico de purificación, para dirigir continuamente la luz restante, pasando por la luna y el sol, al paraí­so de la luz. Además se muestra sin velos a los arcontes dejados con vida y encadenados en el firmamento en forma masculina y femenina, para quitarles luz por la visión de su faz: del semen de los arcontes masculinos sube luz purificada hacia arriba, mientras que otra parte de luz cae en la tierra y hace brotar el mundo de las plantas (que contiene luz); de los abortos (que caen igualmente en la tierra) de los arcontes femeninos, preñados por su propia naturaleza, nacen demonios (que producen también el mundo de los animales).

La hyle se opone al proceso cósmico de purificación, amenazador para ella. A fin de encadenar definitivamente la luz a las tinieblas, el demonio superior Aschaplun y su compañera Nebroel, que se han asimilado por absorción la luz contenida en los otros demonios, engendran a Adán y Eva según la imagen del tercer enviado. Aun cuando éste enví­a a un mensajero (Jesús el resplandor) que lleva la gnosis despertadora a Adán sumido en el «sueño de muerte» (por la mezcla con la hyle el alma pierde la conciencia), sin embargo Adán y sus sucesores son seducidos por los demonios a la propagación, con lo cual progresa la esclavitud de la luz en el mundo. Por eso, Jesús, el resplandor llama al NoSS -luz, que enví­a sucesivamente apóstoles a los hombres (así­ Seth, Enós, Henoc, Noé y otros, además Buda, Zarathustra y Jesús hasta Manes), por los que se renueva y completa el llamamiento divino. Manes se entiende a sí­ mismo como el «sello de los profetas», como el Paráclito prometido por Jesucristo (cf. Jn 14, 16, 26; 15, 26; 16, 7) y como el predicador de la final y universal revelación divina de la gnosis redentora, que despierta el alma, la cual de este modo por medio del Noí­~s llega a la conciencia de su naturaleza divina.

La Iglesia de Manes, manifestación del Nous, participa decisivamente en la obra de purificación de los elementos luminosos y triunfa después de una persecución apocalí­ptica al fin de los tiempos, en que se celebra el juicio universal y estalla un incendio cósmico que dura 1468 años y ha de separar las últimas partes luminosas. Después, demonios y materia, juntamente con las almas de los hombres (en el m. todo hombre posee un’ elemento luminoso [alma]) que hasta entonces se han cerrado obstinadamente al conocimiento a pesar de las constantes encarnaciones, son encerrados por toda la eternidad en una prisión de proporciones cósmicas, con lo que se alcanza la separación de los dos principios.

4. Etica. La misión soteriológica de la Iglesia maniquea consiste en su cooperación al proceso de redención universal por la separación de la luz y las tinieblas. Esta cooperación a la liberación de la luz, mezclada con la hyle en la naturaleza (particularmente en las plantas) y sobre todo en el hombre, exige del maniqueo una actitud de rigurosa renuncia, que, por una parte, prohí­be toda impurificación del alma por medio de la hyle (especialmente operante en la comida de carne) y, por otra, veda igualmente dañar (por el trabajo, la guerra, la agricultura, la caza y cosas semejantes) la luz aprisionada en la naturaleza.

Esta obligación de renuncia está resumida sobre todo en los trí­a signacula (sello de la boca: abstinencia de carne, de vino y de palabras de maldición; rigurosos mandamientos de ayuno; sello de las manos: abstenerse del trabajo, de la posesión y de otras maneras de dañar la luz; sello del seno: continencia de comercio sexual). Naturalmente, esas exigencias tan rigurosas sólo se dirigen a una minorí­a, por lo cual la Iglesia maniquea se divide en dos clases: los escogidos (electi), los perfectos, para quienes es deber absoluto la observancia de los trí­a signacula; y los oyentes (auditores), a quienes se permite el trabajo, la posesión, el beber vino y comer carne (los maniqueos, sin embargo, no pueden sacrificar animales). Los oyentes están obligados sobre todo a procurar el sostenimiento de los elegidos, pero también a guardar los diez mandamientos (especialmente, prohibición de mentir, del fraude, de la magia, del robo, del homicidio, de la fornicación y de la idolatrí­a). Los oyentes pueden esperar que, en el curso de la purificación por la metempsicosis, vengan a parar en el cuerpo de un elegido, cuya alma sube inmediatamente después de su muerte al reino de la luz.

5. Organización y culto. La jerarquí­a eclesiástica se divide, bajo el cabeza supremo de la Iglesia como sucesor de Manes, en cinco grados, de los cuales los tres primeros sólo son accesibles a los elegidos varones: 1º, 12 apóstoles o maestros; 2°, 72 obispos; 3º, 360 sacerdotes; 4º, elegidos masculinos y femeninos; 5º, oyentes masculinos y femeninos. Los elegidos trabajaban en parte como predicadores ambulantes.

El culto del m., sobre el cual estamos mal informados, consistí­a sobre todo en oraciones (el elegido estaba obligado a siete oraciones, el oyente a cuatro), canto de himnos, observancia de varios ayunos al año (de diversa duración) y conmemoraciones. La fiesta principal es el Berna, en recuerdo de la muerte de Manes y de su ascensión al reino de la luz. A la fiesta del Berna, que coincidí­a aproximadamente con la fiesta de pascua, precedí­a un ayuno de 30 dí­as y una confesión para elegidos y oyentes. Eran rechazados los bautismos de toda clase. Los maniqueos conocí­an desde luego comidas rituales (los elegidos tomaban en común su única comida diaria, consistente en manjares particularmente «luminosos», como pepinos, melones y pan de trigo, y liberaban así­ la luz contenida en ellos), pero éstas no pueden considerarse propiamente como sacramento.

6. Propagación. La predicación mundial de la revelación universal de Manes es un principio fundamental del m., que llegó muy pronto desde el imperio de los Sasánidas hasta la parte romana de Mesopotamia, luego a Siria (de allí­ también a Palestina, el año 274, al Asia Menor y finalmente a Armenia), Arabia del norte y Egipto (refutación por Alejandro de Licópolis hacia 300; edicto de Diocleciano en 297); y además al norte de ífrica, a Italia (Roma en tiempo del papa Milcí­ades, años 311-314), Dalmacia, las Galias y España.

El accidentado destino de la misión maniquea puede reconstruirse por los escritos de los impugnadores de herejes y por los edictos imperiales de persecución. En la parte occidental del imperio romano el m. fue retrocediendo constantemente desde el siglo vi; en la mitad oriental del imperio era combatido todaví­a en el siglo ix, juntamente con los paulicianos. Repercusiones del pensamiento maniqueo pueden sin duda reconocerse en los bogomilas, en los albigenses y -> cátaros, e igualmente en los priscilianistas.

En oriente, a consecuencia de la opresión por parte de los Sasánidas, los maniqueos del Irán se dirigieron generalmente a las provincias de Jorasán y Transoxania. Después de la conquista islámica del Irán (640-644), una parte de ellos volvió a Mesopotamia, donde vivieron una era de florecimiento bajo la tolerancia de los Omeyas, hasta que bajo los Abasidas comenzaron persecuciones que produjeron una nueva emigración hacia el oriente. Desde fines del siglo vil el m., partiendo de sus sedes orientales, penetró de varios modos por las ví­as de la seda en el Turkestán y en el interior de la China (por vez primera en el 694). Un soberano de los uigures abrazó el año 763 el m. y lo elevó a religión oficial (único ejemplo de esta especie). Aunque el reino de los uigures fue destruido en 840 por los kirguises, el m. no desapareció definitivamente en el Turkestán hasta el siglo xili por la invasión de los mongoles. Después de una tolerancia inicial en China, también allí­ fue duramente oprimido el m. (particularmente el año 843), de suerte que éste sólo sobrevivió en forma de sociedad secreta; y al parecer se mantuvieron restos suyos hasta el siglo xiv.

FUENTES: 1. FUENTES SECUNDARIAS: Alejandro de Licópolis (neoplatónico); Carta de la comunidad (ed. C. H. Roberts [Manchester 1938]); Actas de Arquelao; Serapión de Thmuis; Tito de Bostra; Epifanio; Cirilo de Jerusalén; Afrahat; Efrén siro; Agustí­n; Evodio; Teodoreto de Ciro; Eznico de Kolb; Severo de Antioquí­a; Simplicio (neoplatónico); Juan Damasceno; Teodoro bar Konai; Pedro Sí­culo; Focio. – Fórmulas de abjuración (PG 1, 1461-1472; 100, 1317-1325; PL 65, 23-26). – Autores islámicos: espec. An-Nadim (ed. G. Flügel [L 1862]); Al-Biruni (ed. C.E. Sachau (L 1878)); Asch-Schahrastani (ed. W. Cureton [Lo 1846]). – Escritos sobre la doctrina de Zoroastro: espec. Skand. Gnmanik-vicar («La decisión que destruye la duda», ed. P. J. de Menasce [Fr 1945]). – Edictos sobre el maniqueí­smo: espec. de Diocleciano (297); Constantino el Grande (326); Valentiniano I (372); Teodosio I (381-383).

2. FUENTES PRIMARIAS: Hallazgos de Turfán (persas, partos, sógdicos, uigures) así­ como de Kansd (chinos). 1) Di>iscros IRANIOS: espec. F. W. K. Müller (B 1904) 348-352 (B 1904) II; C. Salemann: Mémoires de 1’Académle Impériale des Sciences de Saint-Petersbourg, 8†¢ sér. VI/6 (1904), VIII/10 (1908); F. C. Andreas – W. B. Henning (B 1932) 175-222, (1933) 294-363, (1934) 848-912; W. B. Henning NGG (1932) 214-228, (1933) 306-318; Abhh: der Preußischen Akademie der Wissenschaften 10 (B 1937); Bulletin of the School of Oriental and African Studies 11 (1947-48) 306-318; M. Boyce, The Manichaean Hymn Cycles in Parthian (Lo – NY – Toronto 1954). – 2) UIGURES: espec. A. v. Le Coq: Abhh. der Preußischen Akademie der Wissenschaften (1912, 1919, 1922); W. Bang: Le Muséon 36 (1923) 137-242, 38 (1925) 1-56; W. Bang – A. v. Gabain: SAB (1929) 241-268 411-430, (1930) 183-211; A. v. Gaba1n – W. Winter (B 1956). – 3) CHINOS: espec. E. Chavannes – P. Pelliot: Journal Asiatique Ser. 10 Tom. 18 (P 1911) 499-617, Ser. 11 Tom. 1 (1913) 99 -119 261-392; E. Waldschmidt – W. Lentz (B 1926) 4, (B 1933) 13; Tsui Chi: Bulletin of the School of Oriental and African Studies 11 (1947-48) 174-219; G. Haloun – W. B. Henning: Asia Major NS 3 (Lo 1953) 184-212. – 4) ESCRITOS LATINOS DB TEBESSA (Argelia), ed. P. Alfaric: RHLR NS 6 (1920) 62-98. – 5) ESCRITOS coPTOS DE MEDINET MADI: ed. H.-J. Polotsky (St 1934); ed. C. R. C. Allberry (St 1938); ed. H.-J. Polotsky – A. Böhlig (St 1940); ed. A. Böhlig (St 1967).

3. SELECCIí“N DB FUENTES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS (en parte traducidas): A. Adam, Texte zum M. (B 1954); in Übersetzung: R. Haardt, Die Gnosis – Wesen und Zeugnisse (Sa 1967) 211-262.

BIBLIOGRAFíA: F. Ch. Baut, Das manichäische Religionssystem (T 1831, reimpr. Gö 1928); G. Flügel, Mani (L 1862); K. Kessler, Forschungen über die manichäische Religion 1 (B 1889); F. Cumont, Recherehes sur le manichéisme (Bru 1912); P. Alfaric, Les écritures manichéennes, 2 vols. (P 1918-19); R. Reitzenstein, Das iranische Erlösungsmysterium (Bo 1921); 0. G. v. Wesendonk, Die Lehre des Mani (L 1922); F. C. Burkitt, The Religion of the Manichees (C 1925); H.H. Schaeder, Urform und Fortbildung des manichäischen Systems: Vor-träge der Bibl. Warburg IV (1924-25) (L 1927) 65-157; A. V. W. Jackson, Researches in Manichaeism (NY 1932); H. J. Polotsky, Abriß des manichäischen Systems (St 1934); H.-Ch. Puech, Der Begriff der Erlösung im M.: Eranos 37 (1936) 183-286; G. Widengren, The Great Vohu Manah and the Apostle of God (Up 1945); H.-Ch. Puech, Le Manichéisme: HGR III (1945) 85-116; idem, Le Manichéisme (P 1949); T. SBve-SBderbergh, Studies in the Coptic Manichaean Psalmbook (Up 1949); H.-Ch. Puech, Die Religion des Mani: König H II 499-563 (bibl.); H. Jonas, Gnosis und spätantiker Geist I (Gö 21954, 31964); P. J. de Menasce, Augustin manichéen: homenaje a E. R. Curtius (Berna 1956) 79-93; W. Lentz, Fünfzig Jahre Arbeit an den iranischen Handschriften der deutschen Turfan-Sammlung: Zeitschrift der deutschen morgenländischen Gesellschaft 106 NF 31 (L 1956) 3-22; R. Ibscher – C. Colpe – A. Böhlig, Der Mani-Fund: Akten des 24. internationalen Orientalistenkongresses München 1957 (Mn 1959) 226-230; J. Ries, Introduction aux études manichéennes: EThL 33 (1957) 453-482, 35 (1959) 362-409; M. Boyce, Catalogue of the Iranian Manuscripts in Manichaean Script in the German Turfan Collection (Lei 1960); C. Colpe: Religionsgeschichte des Orients in der Zeit der Weltreligionen (Handbuch der Orientalistik, bajo la dir. de B. Spuler) (Lei – Kó 1961) 102-119; idem, Die religionsgeschichtliche Schule (GS 1961); A. Bóhlig, Die Arbeit an den koptischen Manichaica: Wissenschaftliche Zeitschrift der Univ. Halle-Wittenberg 10 (1961) 157-161; H.-Ch. Puech, Mani: LThK2 VI 1351 s; idem: LThK2 VI 1352-1355; G. Widengren, Mani und der M. (St 1961); O. Klima, Manis Zeit und Leben (Prag 1962); K. Rudolph, Gnosis und M. nach den koptischen QQ: Koptologische Studien in der DDR (Hl 1965) 156-190; L. J. R. Ort, Mani, a Religio-Historical Description of his Personality (Lei 1967).

Robert Haardt

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

Las fuentes, orígenes y enseñanzas del maniqueísmo son, en un sentido oscuras, aunque es obvio que está conectado con el persa Maniqueo (ca. 215–275 d.C.) quien, a mediados del tercer siglo, se proclamó a sí mismo profeta, comenzó a proclamar su nueva doctrina y fue ejecutado posteriormente. De acuerdo a lo que ha llegado hasta nosotros, sus puntos de vista, que se piensa derivan de un cierto Terebinto, son una fusión de diferentes elementos del dualismo persa, gnosticismo, marcionismo y cristianismo. El maniqueísmo enseñaba que existen dos principios básicos y opuestos: el bien y el mal; los elementos de bondad en el mundo y el hombre derivan del primero en tanto que la maldad lo hace del segundo. La redención es la liberación de los buenos elementos del dominio del mal, asociándose a este último la materia aunque no exclusivamente. Cristo fue uno que ayudó en este propósito aunque luego fue sucedido por Maniqueo. Hay un marcado elemento docetista en la descripción de Cristo, y no debe sorprender el hecho que la resurrección es negada (aunque la transmigración es el destino de aquellos que no son maniqueos) enfatizándose estrictamente las prácticas de corte ascético, condenándose tanto las autoridades civiles como la fuerza física. Los seguidores de Maniqueo se organizaban en dos grandes grupos de oyentes y elegidos, con un dirigente y doce maestros de entre los elegidos imitando a Cristo y a los apóstoles. A pesar de las decisiones y afirmaciones en contra, el maniqueísmo se proclamó y siguió ampliamente atrayendo seguidorespor un tiempo, incluso al joven Agustín. Es posible detectar su influencia en la edad media, en sectas de la época de la Reforma y en varios cultos modernos (cf. HERE).

William Kelly

HERE Hastings’ Encyclopaedia of Religion and Ethics

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (377). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología