Job 33:23 algún elocuente m muy escogido, que
Gal 3:20 el m no lo es de uno solo, pero Dios es
1Ti 2:5 y un solo m entre Dios y los hombres
Heb 8:6 el suyo, cuanto es m de un mejor pacto
9:15
Mediador (heb. una forma de lîts, «ser un portavoz»; gr. mesít’s [de mésos («medio») + eimí («ir»); así, «mediador», «árbitro»], literalmente «un intermediario»). Alguien, un 3º, que actúa entre 2 que están en disputa con miras a efectuar una reconciliación o acuerdo, ya sea por lograr armonizar los puntos de vista o intereses divergentes, o por establecer un acuerdo que ambos puedan aceptar. El término aparece una vez en el AT (Job 33:23, BJ, RVR; «intérprete» en la LPD), donde se sugiere la idea de un portavoz. El NT presenta a Jesús como el «solo mediador entre Dios y los hombres» (1 Tit 2:5). Representa a Dios ante los hombres, y a los hombres ante Dios con el fin de salvar al hombre. Esto requiere que el así designado tenga una relación íntima con ambas partes, y para esto debe poseer la naturaleza y los atributos de ambos; es decir, la divinidad y la humanidad. Jesucristo es el único que es capaz de cumplir este papel singular: como Dios, puede representar correctamente a la 765 Deidad; como hombre, puede ministrar con simpatía en su favor. Pareciera que en Heb 8:6; 9:15; 12:24 mesít’s se usa en el sentido de uno que actúa como garante. En esta relación particular, se presenta a Jesucristo como el «garante» del «mejor pacto», es decir, del «nuevo pacto». Hay diferencia de opinión entre los comentadores acerca de si mesít’s en Gá. 3:19, 20 atañe a Moisés (la mayoría de los exégetas modernos) o a Jesucristo (Orígenes, Agustín, la mayoría de los Padres, Calvino). La referencia de Pablo es al que hizo de mediador cuando el cuerpo de leyes fue dado a Israel en el Sinaí. En contraste, no había mediador cuando se dio la promesa a Abrahán. Todas las obligaciones fueron asumidas por Dios. Medicina. Véase Médico.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
(gr., mesites, un intermediario).
Una persona que hace posible relaciones amistosas entre dos o más personas distanciadas o separadas.
Corresponde al árbrito de Job 9:33. El NT utiliza mesites dos veces en relación con Moisés como el mediador de la ley (Gal 3:19-20) y cuatro veces refiriéndose a Jesús (1Ti 2:5; Heb 8:6; Heb 9:15; Heb 12:24).
En el AT, Jonatán fue el intercesor de David ante Saúl (1Sa 19:4).
Abraham intercedió en nombre de Abimelec (Génesis 20) y Sodoma (Gen 18:23-33). Moisés fue un mediador en nombre de faraón (Exo 8:8-13; Exo 9:28-33) y de Israel (Exo 33:12-17). Samuel fue un intermediario cuando Israel recibió un rey (1Sa 9:15-27) y cuando se volvió corrupta (1Sa 12:19).
Los ángeles actuaron como mediadores a través de los cuales la voluntad de Dios se dio a conocer al hombre (Gen 22:15; Gen 24:40; Gen 32:1; Jdg 6:11). A veces Dios apareció en forma humana (Gen 12:7; Gen 17:1; Gen 35:7, Gen 35:9; Dan 8:17). En algunos casos, el ángel de Jehovah parece haber sido una manifestación de Dios, quizá una aparición temporaria del Mesías (Gen 16:7-13). Luego, la clase sacerdotal actuó como mediadores entre el hombre y Dios (Levítico 1—7).
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(hombre del medio).
– En el A.T. Dios actuaba por «mediadores»: Abraham, Moisés, Sansón, David, Isaías. Dios hizo surgir primero los «patriarcas», luego los «jueces», los «reyes» y los «profetas».
– En la Nueva Alianza, Jesucristo es el «mediador» entre Dios y los hombres: ( 1Ti 2:5, Heb 8:6, Heb 9:15, Heb 12:24, Hec 4:12).
Por la Sangre de Jesucristo se borran todos los pecados, ¡y nada más que por su Sangre!: – Pero entre Cristo y los hombres hay muchos «mediadores»; Dios ha hecho surgir los «apóstoles»: A ti y a mí no nos bautizó Cristo, ni nos llevó a la Iglesia Cristo, sino nuestros padres o amigos .ese «amigo», es un «apóstol» que te llevó a Cristo, y es «mediador» entre ti y Cristo.
– La Virgen María es la «Mediadora Universal de todas las Gracias», porque Dios la usó para darnos a Cristo, fue la «mediadora», y a través de Ella todos hemos recibido a Cristo son todas sus gracias, ¡alabado sea el Senor!
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
En el hebreo bíblico no existe una palabra equivalente a m. Pero en el griego, la palabra mesites viene de mesos, que quiere decir †œmedio†. Mesites es el que está en el medio. Por lo tanto, el término se aplica a una persona que se pone en medio de otras dos para contribuir de alguna manera a las buenas relaciones de ambas. En el AT el concepto de m. se presenta con frecuencia. Abraham intercedió ante Dios por Sodoma (Gen 18:23-33). †¢Mardoqueo animó a †¢Ester a que hablara con el rey †¢Asuero para †œinterceder delante de él por su pueblo† (Est 4:8). Muchas veces Moisés intercedió por Israel, delante de Dios (†œTe ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado … que perdones ahora su pecado† [Exo 32:31-32]). La función de los sacerdotes era, precisamente, de m., representando a los hombre delante de Dios (†œEllos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; pondrán incienso delante de ti, y el holocausto sobre tu altar† [Deu 33:10]; †œEntre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad [Joe 2:17]). También una parte de la función de los profetas tenía carácter de m. entre Dios y los hombres. Dios dijo a Jeremías: †Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues, porque no te oiré» (Jer 7:16).
En el NT es de notar que el término no se utiliza en los Evangelios. Nace, pues, dentro de la Iglesia primitiva. En el lenguaje corriente, un m. era una persona que servía de intermediario en una operación comercial. La Iglesia adaptó el concepto y lo aplicó espiritualmente. Se compara a Moisés como m. del viejo pacto frente a Cristo que es m. del nuevo. †œPero ahora tanto mejor ministerio† es el del Señor Jesús, †œ[por] cuanto es m. de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas† (Heb 8:6). Cristo †œes m. de un nuevo pacto† (Heb 9:15; Heb 12:24). La †¢intercesión es su ocupación constante, ahora que está exaltado en los cielos, donde representa a todos sus redimidos. Las Escrituras enseñan que esa función de m. el Señor Jesús no la comparte con nadie, †œporque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre† (1Ti 2:5). †¢Intercesión.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, DOCT TIPO
ver, JUSTIFICACIí“N, ENCARNACIí“N, MARíA, INTERCESIí“N, EXPIACIí“N, JESUCRISTO, MESíAS, PROPICIACIí“N, PROFETAS, REDENCIí“N, RECONCILIACIí“N, SACRIFICIO, SALVACIí“N
vet, Este término se puede definir de una manera amplia como aquel que actúa entre dos partes, bien para reconciliarlas, bien entre partes en las que no se dé hostilidad, con el propósito de que concierten un acuerdo o pacto. Evidentemente, el mediador debe estar en relación con ambas partes. En su sentido bíblico, el mediador es aquella persona que interviene entre Dios y el hombre, con el fin de comunicar la mente de Dios al hombre, y con el fin de representar al hombre a Dios abogando por su causa. Todos los mediadores del AT son tipos que señalan al Mediador único y definitivo, el Señor Jesucristo. Desde la Caída, el hombre ha estado moralmente separado de Dios; la distancia es infinita. Esta distancia ha sido cubierta por Cristo, como revelación de Dios, en su encarnación, y reconciliando al hombre con Dios, mediante su sacrificio expiatorio en la cruz. (a) La mediación en el AT. En el AT hallamos una rica expresión de mediación en diversos tipos: Noé (Gn. 8:20), Abraham (Gn. 12:7, 8; 15:9-11), Isaac (Gn. 26:24 ss), Jacob (Gn. 31:54; 33:20) actuaron como mediadores por sus familias ante Dios, y también dando a sus familias, en ocasiones, mensajes y proclamaciones proféticas de parte de Dios. Melquisedec, el rey-sacerdote de Salem, nos es presentado como el tipo del rey teocrático ideal y verdadero tipo del sacerdocio de Jesucristo (Sal. 110; cfr. He. 7). Moisés vino a ser el primer mediador nacional entre Dios e Israel. Su misión fue la de ser el portavoz del Señor ante el pueblo, y el representante del pueblo ante Dios. Sólo él podía acercarse a Dios, y fue con él con quien el Señor habló directamente, cara a cara (cfr. Ex. 33:11). Y él se presentó a Dios para comunicarle las palabras del pueblo a El, como a un soberano a quien sólo puede tener acceso su ministro designado (cfr. Ex. 19:8). Su mediación intercesora queda dramáticamente ejemplificada en el episodio del becerro de oro. Dios estaba dispuesto a destruir a todo el pueblo de Israel, pero Moisés se interpuso, orando a Dios para que mostrara misericordia en el juicio (Ex. 32:12-14). Otros ejemplos de mediación los tenemos en el sacerdocio levítico, y que tenía su mayor énfasis en su función de representar al hombre ante Dios (esp. Lv. 16), aunque se daba también el ministerio profético (la representación de Dios ante el hombre), puesto que el pueblo podía consultar al sumo sacerdote, que conocía la voluntad de Dios por medio del Urim y Tumim (Ex. 28:30; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65). Otros mediadores cuya principal función era representar a Dios ante el pueblo y dar a conocer su voluntad y propósitos fueron los profetas. El advenimiento de la monarquía llevó del reinado directo de Jehová sobre Israel al reinado por mediación de un rey, responsable ante Jehová del recto gobierno de su pueblo (1 S. 8:4-9 ss.). A partir de entonces el rey es considerado como «el ungido de Jehová». El rey teocrático tuvo su realización más aproximada en David, el hombre según el corazón de Jehová (cfr. 1 S. 13:14), y de cuya dinastía surgiría Aquel que reuniría en Sí el oficio de Mediador de un Nuevo Pacto, último y definitivo, en el triple aspecto de Sacerdote, Profeta y Rey. Como Sacerdote, prefigurado por Melquisedec (Sal. 110); como Profeta, preanunciado por el mismo Moisés (Dt. 18:15); y como Rey teocrático, prefigurado por David (conquistador) y Salomón (rey de paz), y prometido por Dios al mismo David (cfr. 1 Cr. 17:11-14, que evidentemente van más allá de Salomón, y contempla ya al Rey mesiánico; cfr. asimismo Jer. 30 y 31). Otro aspecto de gran importancia en la figura del Mediador es el de «Siervo Sufriente». Como Mediador, buscando abrir el camino a un perdón justo por parte de Dios, de manera que «él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro. 3:26, véase JUSTIFICACIí“N), para obrar la reconciliación (2 Co. 18:21). Esta obra la efectuó siendo «herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Is. 53:56). Fue tomando nuestro lugar bajo la ira de Dios contra el pecado, habiendo asumido la naturaleza humana, excepto el pecado, que pudo venir a ser «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29). Un Hombre capaz, Dios hecho carne, dando satisfacción infinita a Dios Juez por todos los pecados de la humanidad. Es sobre la base de esta redención efectuada que tiene lugar en el presente la actividad mediadora de Cristo en el cielo. (b) La Mediación en el Nuevo Testamento. Por su encarnación (véase ENCARNACIí“N), Cristo vino a revelarnos al Padre (Jn. 1:49). Por sus palabras de amor, por sus actos de misericordia y poder, podemos conocer el corazón del Padre de una manera entrañable y directa. Por mediación de Cristo, Dios el Hijo encarnado, podemos llegar a conocer verdaderamente que el Dios justo del Sinaí es asimismo AMOR (1 Jn. 4:8). Así, el concepto de mediación, que se va desarrollando a través de las páginas de la Biblia, desde el gemido de Job: «No hay entre nosotros [Dios y Job] árbitro que ponga sus manos sobre nosotros dos» (Jb. 9:33, cfr. v. 32) y a través de todos los tipos y sombras, llega hasta su máxima y definitiva expresión en Cristo, Dios y Hombre verdadero, aquel que no sólo es Redentor capaz en base a su doble naturaleza, humana y divina, sino que también es Mediador capaz, en base a la misma razón. Por ello es que Pablo destaca: «Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5). En efecto, se trata de Jesucristo como un verdadero hombre individual que asume nuestra representación ante Dios, de la misma manera que es como verdadero Dios eterno (cfr. Jn. 1:1, etc.), que se nos revela en su Encarnación y obra de Redención. Cristo viene a cumplir así el profundo deseo de Job, poniendo, por así decirlo, sobre el hombro de Dios y sobre el hombro de cada hombre, y aproximando al hombre enemistado con Dios a un Dios que ha querido obrar y ha obrado la reconciliación (cfr. Col. 1:20), reconciliación que ofrece a todos por el Evangelio de Su gracia, con un llamamiento entrañable en busca de sus enemigos para ofrecerles la salvación, que alcanza un carácter de lo más solemnemente patético, mostrando lo infinito del amor y de la compasión de Dios hacia sus perdidas y errantes criaturas: «así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Co. 20). (c) La singularidad de Cristo como Mediador. Una cuestión de gran importancia a considerar es la afirmación bíblica de que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. El apóstol Pablo lo deja muy claro en su primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Ti. 2:5). Cristo mismo ya lo había afirmado en diversas maneras y bajo diferentes figuras de lenguaje: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí» (Jn. 14:6), «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo» (Jn. 10:9). «Yo soy el buen pastor… » (Jn. 10:14). Es solamente por medio de Cristo, y sólo Cristo, que podemos llegar a la salvación, a la vida, y a la comunión con Dios, «y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hch. 4:12). Por ello mismo, se deben rechazar todas las doctrinas que pretenden que el hombre necesite de la mediación de otros para llegar a Dios. Ni instituciones, ni hombres, ni santos, ni ángeles, ni María la madre del Señor, a quien la Iglesia de Roma atribuye el título de «mediadora de todas las Gracias», enfrentándose a la clara verdad que nos es presentada en las Escrituras. En efecto, si ponemos a cualquier otro mediador entre nosotros y Dios, o a María para que incline el corazón de su Hijo en nuestro favor, como lo enseña la Iglesia de Roma, se contradice la lisa afirmación de 1 Ti. 2:5 de que hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. (Véase MARíA). La intercesión constituye una parte constante de la mediación. Cristo, el mediador del Nuevo Pacto, está en su ministerio celestial intercediendo por los suyos (véase INTERCESIí“N; véanse también los artículos EXPIACIí“N, JESUCRISTO, MESíAS, PROPICIACIí“N, PROFETAS, REDENCIí“N, RECONCILIACIí“N, SACRIFICIO, SALVACIí“N, etc.).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
(v. Jesucristo, María, mediación)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
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SUMARIO: . Terminología: La lengua hebrea; La lengua griega. – 2. El concepto en el uso israeliticojudío: El antiguo testamento; El judaísmo helenístico. – 3. El término fuera del ámbito bíblico. – 4. La mediación en el antiguo testamento: El mediador divino, Los mediadores humanos; La persona del rey; Moisés; El siervo de Yhwh. – 5. La mediaci’n en el judaísmo: El judaísmo rabínico; El judaísmo griego. – 6. El concepto de mediador en el nuevo testamento: El uso de los vocablos; El análisis de los textos; La carta a los Gálatas; La carta a los Hebreos.
1. Terminología
– lengua hebrea. La mediación es una de las características fundamentales de toda religión. La unión de la persona con la divinidad se expresa a través del mediador que es el que garantiza la manifestación de la divinidad al pueblo. La Biblia, como la religión de la revelación de Dios en la historia no puede ser una excepción. Dios se manifiesta al hombre, precisamente a través del lenguaje humano, es decir, Dios habla, se manifiesta con los signos lingüísticos que usamos los hombres, es decir, a través de palabras que son las que configuran el lenguaje. Nosotros creemos que es importante para nuestro propósito profundizar en el concepto de mediador, no ya en la Nueva Alianza, donde Cristo es el mediador y el realizador de una Alianza definitiva, sino en el rabinismo y el helenismo y, al mismo tiempo estudiar su contenido semántico fuera de la Biblia. Pero nos corresponde estudiar también el significado de esta expresión en el Antiguo Testamento y en el Judaísmo y sobre todo en el Nuevo Testamento. El término «mediador» (mókiah) aparece en lengua hebrea con la acepción de «juzgar», o «llevar a cabo el arbitrio de una realidad», aunque es difícil de definir su contenido semántico. La palabra está encaminada a establecer en un debate la razón o la sin razón, en un juicio el derecho o la culpa y normalmente busca el reconocimiento de la parte que falla. En el Antiguo Testamento solamente aparece una vez y por lo tanto es un hapax en la versión hebrea de la Biblia y su significado normal es «juzgar entre» (Jb 9, 33).
– lengua griega. El sustantivo tes (mediador) y el verbo correspondiente (arbitrar) existen en lengua griega. El sustantivo es un término extraño. En los escritores helenísticos, desde Polibio en adelante es muy raro, pero se encuentra muy frecuentemente en los papiros (a partir del siglo III a. d. C.), mientras que en las inscripciones no se ha encontrado todavía. Este vocablo mesites se deriva a su vez de una palabra griega, mesos y designa a aquel que «se encuentra en medio para ejercitar una función», es decir, aquel que se encuentra «entre dos combatientes o partidos» y es neutral. Este significado está presente en Homero (II 18, 507) y también en Jenofonte, sobre todo en la Anábasis (An 3, 1,21). Aunque Homero le da un significado que coincide con la palabra hebrea, es decir, «aquel que juzga entre dos», en otro pasaje (II 23, 574). En este sentido se encuentra como «árbitro» o «intermediario» de paz. Así se encuentra en Polibio (Polyb 28, 14, 8).El término tiene otros significados que enseguida indicamos: írbitro de paz en las causas civiles y también «pacificador». La expresión griega «árbitro y juez» nos recuerda la expresión latina, aunque con una diferencia, el árbitro aparece en el proceso judicial oficial, mientras que el empeño de uno o más mediadores viene en la acción de paz de los conciliadores bajo el control de un estratega. en los procedimientos legales, es decir, viene a ser como el «garante» de las ejecuciones en los acuerdos. es la persona neutral, aunque designa la profesión. San Isidoro de Sevilla dice en las ías: Se dice del depositario que interviene en medio de los contendientes, es decir, aquel que entre los griegos es llamado «mesos» que suele deponer entre los contendientes». se dice cuando el secuestro y la hipoteca es casi la misma cosa, también quiere indicar el empeño. Garante es aquel que empeña su patrimonio por las obligaciones de otro. se dice de la persona que se servía el depósito de grano que registraba los envíos del grano y devolvía las consignas a cada uno de los participantes. Además de estos significados deben advertirse otros dos, porque tienen un desarrollo completo. Nos referimos a «el medio» en el sentido de espacio en general y, el «mediador» ó el «intermediario». De estos dos sentidos no se tienen pruebas seguras en lenguaje técnico, pero se deducen por el empleo del verbo correspondiente. Y por el contrario a los Santos Padres se le atribuye más tarde el significado de «transmisor» o «dador». El verbo (mesiteuo) significa en sentido técnico «tratar como árbitro» o intermediario de paz, mientras que en sentido local es «tener el puesto de medio», es decir, el que está en igual distancia entre los dos extremos. Así Clemente de Alejandría: «la armonía es la mediadora de las bodas del sabio» (Strom 3, 12; 81, 4).
2. El concepto en el uso israelítico-judío
– Antiguo Testamento. La versión griega de los LXX también contiene el sustantivo una sola vez, como ya indicamos de la Biblia hebrea (Jb 9, 33). El término es la traducción inexacta de la palabra hebrea énénú «entre nosotros», y en este sentido corresponde más bien al término hebreo, traducido por otra palabra griega que viene a significar: convicción, censura, el que provee. Tanto en el Antiguo Testamento en la versión griega, como en su versión hebrea, no existe una expresión única para el concepto de «mediador», es decir, la expresión hebrea viene a significar, la posición de «un hombre entre dos» y el combatiente que se presenta entre dos ejércitos y decide la guerra con un duelo (1 Sa 17, 4. 23). Para Orígenes y Luciano, sería «el hombre mediador», según el libro del Génesis sería el «intérprete» (Gn 42, 23) y también «el delegado» (2 Cro 32, 31). El judaísmo rabínico. Solamente en hebreo postbíblico y en lengua aramea aparece la expresión típica que llega a ser después técnica en el campo religioso. El vocablo corresponde al término «mediador», en hebreo (sarsór) y en arameo (sarsóra), aunque procede del lenguaje comercial y designa «el mediador» que descubre la ocasión de un asunto y se interpone para concluir el contrato y pone juntas las partes que antes no tenían contactos (Gen r. 8 a 1, 26; Ex r. 6 a 6, 2). El verbo por sí mismo significa solamente «combinar un asunto», «mediar» y, no «ser árbitro», «garantizar o transmitir».
– / judaísmo helenístico. Flavio Josefo usa el vocablo en un sentido profano. El emperador viene indicado como «árbitro» supremo y quizás, sin distinción como «garante» de un acuerdo (Ant 16, 118). El significado de «garante», «hacer de garante» (Ant. 4, 133), corresponde al término griego mesateia y significa «garantía» (Ant. 20, 62). En otro pasaje Flavio Josefo usa el verbo para indicar la acción llevada a cabo por uno que «Joab hizo de garante delante del rey» (Ant. 7, 193). Por lo tanto Joab hace de «mediador» e «intercesor». También Josefo refiere un pasaje donde Herodes hace de mediador, es decir, hace de garante para entrar en contacto con Agripa, el legado del emperador y hace de «intermediario» en un sentido no oficial. Filón se basa en el concepto helenístico ya indicado, es decir, usa el sustantivo y el verbo en sentido técnico-religioso.
3. El término fuera del ámbito bíblico
Los escritores griegos, desde Jenofonte ponen con frecuencia en boca de los persas la aseveración: «por Mitra», porque este nombre deriva de la función de volver sagrados los pactos. Existe una idea primitiva de la tierra y del cosmos, concebidos como el cuerpo viviente del universo y un culto especial de este cuerpo son las divinidades intermedias. Filón conoce una interpretación del árbol de la vida, colocado «en medio» del paraíso terrestre que lo identifica con el corazón, porque es la causa de vivir y ocupa la parte central del cuerpo. Filón refiere estas concepciones también al Logos, extendiéndose del centro del mundo a los extremos y de las puntas más altas al centro. Esto sucede en cuanto que el Logos divino se pone como frontera en medio del cosmos, como voz, por así decir, de elementos mudos para que todo resuene como una palabra completa, cuando es calma de las amenazas de los elementos hostiles, conciliando y persuadiendo como un mediador.
4. La mediación en el Antiguo Testamento
A nosotros creyentes cristianos nos sorprende la idea de una falta de «mediación» cósmica de YHWH y la religión veterotestamentaria.
– mediador divino. Dios es el dominador sublime del mundo, no es el punto central del mundo, sino el regente que está sobre el mundo y manda sobre el universo, omnipotente y con total independencia. YHWH no es un «mediador cosmoteriológico» absolutamente. Asume, en cierto modo, una posición de mediador en la lucha que Job lleva a cabo, contra el Dios de la doctrina de la retribución. El hapax que al inicio de nuestro estudio indicamos, es decir, el único pasaje en el interior del Antiguo Testamento (Jb 9, 33), aparece con el deseo de tener un «árbitro» entre Dios y Job. Este deseo crece y llega a ser una voluntad de luchar con Dios (Jb 13, 3). Job lucha por un «mediador» o «árbitro» que podría mediar y decidir la disputa con equidad. Así aparece el uso del verbo en otros pasajes de la Antigua Alianza (Gn 31, 37; Is 2, 4). De otra parte, el libro de Job manifiesta la certeza de que existe el cielo, «el testimonio y garante» que protege los derechos del hombre y aquí entraría el tema del «redentor» W4 :id) del que Job sabe que vive y se alzará sobre el polvo (Jb 19, 25).
– Los mediadores . El Antiguo Testamento presenta con frecuencia los mediadores humanos. Nosotros indicamos tres de ellos por la impronta y significación teológica que poseen, para una comprensión bíblica que con el dinamismo de la Tradición incide en la personalidad sublime de Jesús de Nazaret.
– persona del rey. El rey en la Vieja Alianza llega a ser importante por la unión que le convierte en persona sagrada y lo habilita para ciertos actos religiosos y hace las veces de salvador, porque libera de los enemigos (2 Sa 19, 10) y es a quien se le pide ayuda (2 Re 6, 26), porque puede salvar de una situación (2 Re 13, 5). La imagen del rey será la del futuro Ungido ideal, es decir, el Mesías.
Moisés. La historia de la salvación presenta a Moisés como el «mediador» por excelencia. El es el organizador sin un verdadero poder político, conduce al pueblo y organiza el culto. Es el fundador y mediador de conocimientos nuevos, llamado por Dios (Ex 3, 1) enviado que habla en nombre de YHWH (Ex 4, 29; 5, 1). El es el «mediador» del que emanan las leyes (Ex 19, 3; 20, 18; 34,1; Dt 5, 5. 23). Y es el «intermediario» entre YHWH que habla y el pueblo que recibe las palabras divinas, transmitidas por medio de él (Ex 33, 5ss).
El siervo de YHWH. El profeta Isaías habla de un personaje histórico lleno de misterio que puede entenderse a la luz del misterio pascual de Cristo, el Señor, en quien se cumplen y plenifican perfectamente las características del ideal del Siervo del Señor. Los cantos del servidor de YHWH muestran de manera clara la universalidad de la salvación (Is 42, 1-4; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13-53, 12).
5. La mediación en el judaísmo
– / judaísmo rabínico. La palabra «mediador» aparece en sentido teológico en el judaísmo. Los rabinos explican el término -meson- por -mesites-. El término hebreo «sarsor» lo aplican a Moisés, en cuanto encargado de Dios. Un ejemplo claro lo ofrece un pasaje rabínico al libro del Deuteronomio: «Como la rotura de una bota, es el agente el que debe resarcir el vino que se ha perdido, así Dios dice a Moisés: Tú eres el entre mí y mis hijo, tú has roto y debes sustituirlas» (Dt. R. 3, 12 a 10, 1). La misma idea en idéntico contexto, se esclarece hablando del depósito. Este corresponde al significado helenístico de la palabra mesites. Sin embargo, el concepto de sarsor no aparece en este contexto, viene introducido solo por un cambio de la alegoría. De otra parte, el judaísmo rabínico no demuestra inicialmente ninguna comprensión por un desarrollo profundo que la idea de mediador alcanza en la figura del siervo de Dios sufriente. El judaísmo desarrolla la doctrina del intermediario solo en cuanto que parte de Dn 7, 13 s. El menrá Adonai (la palabra del Señor) por el contrario no es una hipóstasis mediadora.
– judaísmo griego. El pensamiento de Filón considera a los ángeles mediadores entre el cielo y la tierra. Ellos son los conciliadores entre Dios y los hombres. Los ángeles son palabras y conciliadores. El testamento de los Doce Patriarcas aparece como «el ángel que intercede por Israel (Test. D. 6, 2), es el «mediador» entre Dios y los hombres y está por la paz de Israel ante el reino de Dios» Así aparece también en otro pasaje del Testamento de Leví (Test. L. 5, 6). El mediador por excelencia es Moisés del que Filón habla tratando de los ángeles (Som 1, 143). El término aparece como sinónimo de «otros servidores». Así refiriéndose al episodio del becerro de oro, Filón dice: Moisés turbado y obligado a creer cosas increíbles, no se retiró pronto, siendo el mediador y conciliador, sino que antes profirió súplicas y oraciones para el perdón de los pecados del pueblo. Solamente después que él, curador e intercesor como era había pacificado al Señor, volvió alegre y triste a un tiempo (vit. Mos 2, 166). Filón tiende a aplicar el concepto cosmológico de «mediador» a Moisés, acercándolo así al Logos.
6. El concepto de mediador en el Nuevo Testamento
El uso de los vocablos. El sustantivo mesites (mediador) aparece en los escritos neotestamentarios solamente seis veces (Gál 3, 19. 20; 1 Tim 2, 5; Hb 8, 6; 9, 15; 12, 24). Por el contrario el verbo teuo (garantizar) sólo se encuentra una vez, con lo que es un hapax en el interior del Nuevo Testamento (Hb 6, 17). Como ya hemos indicado, el sustantivo «mediador» (mesites) no se puede referir a un solo contenido semántico. La comprensión del término tal como se encuentra en los pasajes referidos, hemos de hallarlo en la línea griego-judía. Existe un término griego en la Carta a los Hebreos «fiador» eg(Hb 7, 22) que puede ser sinónimo del término mesites. Pero esto solamente puede ser contemplado en el análisis de los lugares que enseguida explicamos. Así se explicitará el verdadero sentido del término (fiador).
– análisis de los textos. Los pasajes aludidos se comprenden en dos grupos de textos. Unos pertenecen a los escritos paulinos (Gál 3, 19. 20; 1 Tim 2, 5), los restantes pertenecen a la Carta a los Hebreos (Hb 8, 6; 9, 15; 12, 24), así como un pasaje que tiene referencia con el concepto de mediador y que va unido a la palabra «alianza» (Hb 7, 22). El análisis de estos pasajes nos permitirá encontrar el sentido y el significado del término, sobre todo para que el contexto de cada pasaje, nos de el verdadero alcance de la expresión.
– La Carta los Gálatas. La Carta a los Gálatas presenta el término «mediador» insertada por dos veces en un capítulo, donde el apóstol se dedica a refutar el pensamiento contradictorio de los cristianos de la comunidad de Galacia (Gál 3, 19. 20). Los cristianos han de contemplar el misterio salvador de Dios, llevado a cabo en la persona de Cristo, Muerto, Sepultado y Resucitado, en quien el apóstol, observa todo el ejercicio «mediador», entre Dios y los hombres. ¿Qué quiere decir San Pablo? No es claro, porque la expresión es demasiado breve. La encontramos desarrollada en la carta a los Romanos, sin embargo con nuevos aspectos que quizás San Pablo no tiene todavía en la mente cuando escribe la carta a los Gálatas. San Pablo está convencido de que el hombre se encontraba en una situación de pecado antes de la Ley y tenía necesidad de la redención. El fin de la Ley fue transformarlos en transgresiones, con lo que la misma Ley revela la situación del hombre. Y el pecado merece el castigo, la maldición. En este pasaje de la Carta a los Gálatas, el apóstol precisa que esta finalidad de la Ley, es decir, «la Ley fue añadida en vista a las transgresiones», no corresponde a una situación definitiva, sino a una etapa provisoria. Y así el remedio no está en la Ley sino en la promesa. Por ello, la Ley vale solamente hasta la venida del descendiente por el cual se ha hecho la promesa. Así limita San Pablo el tiempo de la finalidad de la Ley.
– La Carta a los Hebreos. La Carta a los Hebreos presenta a Cristo como el de la Nueva Alianza en su sangre (Hb 8, 6; 9, 15; 12, 24). De esta manera la persona y la obra de Jesucristo es el cumplimiento de la promesa de la Nueva Alianza. Jesús es la gran promesa cumplida y, así sustituye y supera la Vieja Alianza. mediador de una Alianza mejor (Hb 8, 6). El autor de la Carta a los Hebreos no ha acuñado el término mesites porque se encuentra ya en la Biblia griega (L)0), sino que lo ha tomado de la tradición judía y cristiana. El contenido de este verso está centrado sobre la idea de la Alianza de la que Cristo es «mediador» (Hb 8, 6). La mediación viene realzada en cuanto que esta Nueva Alianza está fundada en promesas mejores, porque tiene un carácter definitivo, en relación con la Antigua que era transitoria. El autor subraya este ministerio mediador de Cristo con la palabra «liturgo» (leiturgos) que se encuentra al inicio de la sección (Hb 8, 2) y «liturgia» (leitourgías) que está al final (Hb 8, 6). Esto hace que los lectores que somos nosotros, pasemos de la liturgia, es decir, del culto, a la Alianza, sellada por Cristo de manera definitiva, como Sumo Sacerdote. Cristo de una alianza nueva (Hb 9, 15). El autor de la Carta a los Hebreos establece una comparación entre el sacrificio de expiación veterotestamentario y la muerte de Cristo. En este lugar el autor recoge sustancialmente lo que ya se ha explicado antes (Hb 8, 6).
Nueva Alianza realizada por la sangre de Cristo (Hb 12, 24). El autor de Hebreos es amigo de «las palabras gancho» y también de las «anticipaciones temáticas», para que el lector no se pierda en la narración de este gran discurso, acerca de las excelencias del Sumo Sacerdocio de Cristo. Por ello, la Carta a los Hebreos, de nuevo recuerda con imágenes la alianza sinaítica (Ex 19, 12. 16-21; Dt 4, 11 ss; 5, 22 ss; 9, 19) y describe al mismo tiempo los dones de la salvación concedidos en la era escatológica por Jesucristo que sale como el «fiador» y es el cumplimiento y la plenitud de la promesa divina. Su sangre derramada por medio de su muerte «y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel». Con lo que el autor explica de manera definitiva que Cristo supera la Antigua Alianza y la antigua Ley por su sangre y nos concede la filiación divina. La superación de la antigua economía de la salvación, es una realidad que aclara de manera nueva el autor de la Carta a los Hebreos, atestiguando el valor definitivo del sacrificio de Cristo. La Eucaristía es el memorial de la sangre de Cristo, derramada por todo para el perdón de los pecados. ->; siervo.
BIBL. — D. CRUMP, the Intercessor. Prayer and Christology in Luke-Acts, Michigan , 204-236; D. SANGER, mesithj, mesiteuw en: H. BALz / G. SCHNEIDER, Exegético del Nuevo Testamento, II, Salamanca 1998, -236; íDEM, -239; VANHOYE, «La notion de médiation et son dépassement dans le Nouveau Testament» en: 21 (1972) 245-264; íDEM, «Un médiateur des anges en Gal , 19-20» en: i 59 (1978) 403-411.
Llamas
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
Del término latino mediator, que tiene el correspondiente griego en la palabra mesítes. Se trata de un concepto utilizado en el ámbito civil, político y religioso de la sociedad y de la cultura helenista, así como de la – tradición religiosa israelita (Moisés, mediador de la alianza), sacado de las fuentes neotestamentarias para expresar la función y misión de Jesucristo de reconciliar al mundo con Dios (cf. 2 Cor 5,18-21) y de apaciguar el cielo y la tierra (Col 1,19-20). El Nuevo TeStamento aplica expresamente esta categoría/título (mesítes) a Jesús en tres ocasiones: en Heb 8,6: «El es mediador de una alianza mejor’; en Heb 9,15: él es mediador de una nueva alianza’; en 1 Tim 2,5-6, donde se dice: «Porque Dios es único, como único es también el mediador entre Dios y los hombres: un hombre, Jesucristo, que se entregó a sí mismo para redimir a todos»,. Sin embargo, la función y la misión que contiene e implica este título se expresan en perspectivas y maneras distintas. La fe pospascual confiesa que Jesucristo es mediador ya en el momento y en el plano de la creación: Dios Padre ha creado y lleva a su cumplimiento al mundo por medio de él (a&), en él y con vistas a él (cf 1 Cor 8,6; Col 1,1~17; Heb 1,1-3; Jn 1,3). Por otra parte, lo proclama también como mediador de la ofrenda de reconciliación (cf. 2 Cor 5,18-21), de la gracia como sentencia y ofrecimiento de perdón por parte de Dios a la humanidad (es toda la temática paulina de la justificación sobre la base de la gracia y por la fe en Jesucristo, justicia de Dios, su eje, su forma y también su causa instrumental, corno se deduce de Rom 3,21-26; 5,1-2.
12-21. Gál 2,16; etc.); del nuevo pacto con alcance universal que Dios establece con la humanidad pecadora en su sangre: este pensamiento está claramente presente en los textos evangélicos de la última cena y de manera especial en la Carta a los-Hebreos, donde se presenta a Jesús como el «sumo sacerdote’ de los últimos tiempos, que ha reconducido a la humanidad a Dios con su sacrificio, ofrecido en la cruz una vez para siempre y de valor perenne, y que continúa ejérciendo eternamente su función de intercesor y de mediador para toda la humanidad (cf. Heb 10).
En las fuentes neotestamentarias la función mediadora de Jesucristo se expresa de otras muchas maneras. Recordemos dos. En varios pasajes, sobre todo paulinos, aparece el tema del intercambio entre Dios y los hombres.
Así en 2 Cor 8,9 se dice: Pues ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico. se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza’ (cf. además 2 Cor 13,4; Ef 3,19). Esta misma idea se expresa con afirmaciones de este tenor: «,A quien no conoció pecado, Dios lo trató por nosotros como al propio pecado, para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza salvadora de Dios, (2 Cor 5,21); Cristo nos ha rescatado de la maldición de la ley haciéndose a sí mismo maldición por nosotros (Gál 3,13; Rom 8,2-4).
La tradición de Juan se distingue por sus propios acentos: Jesús es el camino por el cual se va al Padre (cf Jn 14,6); es la puerta que introduce en la comunión con Dios (cf. Jn 10,9); la verdadera vid que nos da savia vital (cf. Jn 15,1 ss); la luz que conduce al hombre de las tinieblas al resplandor de Dios (cf Jn 1,4; 8,12); el pan que da la vida del Espíritu divino al hombre (Jn 6,22s). Con estas imágenes tan senci11as y elementales se expresa la función mediadora de Jesucristo de la manera más eficaz y profunda, Todas ellas pueden considerarse como explicitaciones de la afirmación fundamental de Jn 1,17-18: «La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Cristo Jesús. A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer».
La función mediadora de Cristo en el Nuevo Testamento se le atribuye al hombre Jesús, como se dice claramente en 1 Tim 2,5-6, concretamente a su ofrecimiento por los hombres. Sin embargo, se dice expresamente de él que esta función la ha recibido de Dios, del Padre (cf 2 Cor 5,18-21 : es Dios/Padre el que ha enviado a Jesucristo para reconciliar consigo al mundo); por obra de Dios/Padre (apO tou Theon), él se ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención (1 Cor 1,30). Ejerce luego esta función de alcance universal porque en su humanidad es el Hijo mismo de Dios, que cumplió la ley y hace a los hombres capaces de cumplirla (cf. Rom 8,3); es el Hijo, y por consiguiente es muy superior a Moisés, el mediador de la primera alianza (cf. Heb 3,3-6; también 1,2ss).
En estos pasajes el Nuevo Testamento señala la raíz última de la mediación de Jesucristo de manera bastante explícita; en otros se refiere a ella de manera más bien implícita, pero siempre de una forma más que suficiente para ofrecer un fundamento sólido a la explicitación que irán haciendo progresivamente la reflexión de los padres y toda la tradición teológica hasta nuestros días.
El tema de la mediación de Jesucristo tuvo gran importancia en la época patrística. Estuvo relacionada en gran parte con la reflexión sobre la función mediadora del Logos respecto a la creación, que algunos teólogos prenicenos no siempre distinguían con claridad de la mediación cosmológica del Logos del medio-platonismo, en el que éste era considerado como un ser intermedio entre Dios y el mundo. Sin embargo, desde que el concilio de Nicea (325) definió con claridad la pertenencia de Cristo como Logos a la esfera divina, y el concilio de Calcedonia (451), confirmando a Nicea, añadió por su parte que Jesucristo es también «consubstancial a nosotros», (omooúsios emín) (cf. DS 301), se 11’azaron a la reflexión sobre su mediación unos cauces en los cuales tenía que moverse y de hecho se movió. Así, la mayor parte de los Padres profundizó en el tema del intercambio entre lo divino y lo humano que se verificó en Jesucristo y que hace posible su función mediadora. Sin embargo, los Padres, especialmente los griegos, meditando sobre ella, se detuvieron sobre todo en su arraigo en la encarnación del Logos/Hijo y en el sacrificio de la cruz, y no tanto en la función mediadora del Cristo resucitado y del Jesús de la historia. En la tradición teológica latina, que hunde sus raíces en Tertuliano, Cipriano y Agustín, la función mediadora de Cristo se puso prevalentemente en la muerte reparadora de Jesús en la cruz, que recibe una validez universal gracias a la encarnación como acontecimiento constitutivo del Dios-hombre, capaz de ejercer la función mediadora entre la humanidad pecadora y el Dios infinitamente ofendido por él pecado, pero misericordioso y dispuesto al perdón. Este planteamiénto, característico de la obra de san Anselmo de Aosta (siglos XI-Xll), Cur Deus homo?, constituye el marco dentro del cual los grandes teólogos Tomás, Buenaventura y otros muchos, hasta los últimos decenios, han elaborado substancialmente su reflexión sobre Jesucristo mediador. La teología de la Reforma exaltó la unicidad de la mediación de Cristo (solus Christus), excluyendo cualquier otra forma de mediación (de María, de los santos), que consideran ofensiva y perjudicial para la mediación de Cristo.
La teología contemporánea, tanto católica como protestante, ha concedido gran importancia al tema del Cristo mediador, bien sea porque constituye el artículo fundamental de la fe cristiana, bien por el hecho de que se trata de un punto en el que convergen plenamente las dos confesiones cristianas.
No obstante, en esta atención se dan ciertas acentuaciones que distinguen con bastante claridad a la teología reciente de la teología patrística y de la posterior hasta hoy En particular, la función mediadora de Cristo se extiende con decisión a todo el acontecimiento Jesús de Nazaret, el Cristo, íntegramente, profundizando en su sentido y en el modo en que ha actuado y sigue actuando en la historia humana, y en particular en las experiencias religiosas de la humanidad (presencia de Cristo salvador en las religiones del mundo, cristianismo anónimo, etc.).
G. Iammarrone
Bibl.: pío XII, Mediator Dei, en MPC, 1, 630 680: J Moller Mediación. en CFT 11, 614619′ F J Schierse, Mediador en CFT 11, 620:623; W Pannenberg, Fundamentos de cristología, Sígueme. Salamanca 1974: B. Sesboué, Jesucristo, el único mediador, Secretariado Trinitario, 2 vols., Salamanca 1990-1993.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
Alguien que se interpone entre dos o más partes en desacuerdo a fin de reconciliarlas; intercesor; agente intermediario o medianero. En las Escrituras el término se aplica a Moisés y a Jesucristo, mediadores del pacto de la Ley y del nuevo pacto, respectivamente. (Gál 3:19; 1Ti 2:5.)
Sangre para dar validez a los pactos. El escritor inspirado de la carta a los Hebreos considera dos pactos principales, el pacto de la Ley y el nuevo pacto, y se refiere a Cristo como el mediador de este último. (Heb 9:15.) Sus palabras de Hebreos 9:16 han sido objeto de controversia entre los eruditos bíblicos. Por ello el texto se ha traducido de diferentes maneras: †œPues donde hay testamento se requiere que conste la muerte del testador† (BJ). †œPara que un testamento surta efecto es preciso comprobar que ha muerto quien lo otorgó† (BI). †œPorque donde hay un pacto, necesario es que sea causada la muerte del que lo hizo† (BAS, 1973, nota). †œPorque donde hay un pacto, es necesario que se suministre la muerte del humano que hace el pacto† (NM). †œPorque donde [hay] pacto, [es] necesario que intervenga la muerte de la [víctima mediadora] que lo ratifica† (ENP). †œPorque donde (hay) pacto, muerte (hay) necesidad de ser reportada de lo pactado† (NTI). †œPara que un pacto entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo hizo† (VP, nota).
El texto griego dice al pie de la letra: †œDonde pues pacto, muerte necesidad de ser traída del que ha pactado para sí†. (Heb 9:16, Int.) †œPorque donde un pacto (es), una muerte (es) necesaria que sea introducida del que concierta el pacto.† (Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, de W. E. Vine, 1987, vol. 4, pág. 149.)
La traducción de di·a·the·ke por †œpacto† expresa con exactitud el significado del término original. La traducción †œtestamento†, que utilizan muchas versiones, no es consecuente con el uso del término en la Septuaginta griega y en muchos lugares de las Escrituras Griegas Cristianas. (Lu 1:72; Hch 3:25; 7:8; Ro 9:4; 11:27; Heb 8:6-10; 12:24.) La palabra †œtestamento† tampoco concuerda con el contexto, pues Pablo considera el pacto de la Ley y el nuevo pacto, ninguno de los cuales eran †œtestamentos†.
En Hebreos 9:16 el apóstol Pablo explica que los pactos entre Dios y el hombre (no entre seres humanos) exigen sacrificios. Debe notarse, además, que, en particular en el caso de los hebreos, el acercamiento a Dios y los pactos con El normalmente se basaban en sacrificios, y a las víctimas a veces se las cortaba en pedazos con motivo de la validación de un pacto. Es obvio que el pacto de la Ley y el nuevo pacto necesitaron del derramamiento de sangre para su validación ante Dios. De otro modo El no hubiera reconocido su validez ni hubiera mantenido con los implicados una relación basada en pacto. (Heb 9:17.) Para dar validez al pacto de la Ley, se utilizaron víctimas animales —toros y cabras— que tomaron el lugar de Moisés, el mediador. (Heb 9:19.) Para validar el nuevo pacto, se sacrificó la vida humana de Jesucristo. (Lu 22:20; véase apéndice de NM, págs. 1584, 1585.)
El mediador del pacto de la Ley. Moisés era el mediador del pacto de la Ley entre Jehová Dios y la nación de Israel. Jehová habló con él †œboca a boca† (Nú 12:8), aunque en realidad fue el ángel de Jehová quien habló en representación de Dios. (Hch 7:38; Gál 3:19; Heb 2:2.) Moisés fue para Israel un vocero intermediario de Jehová. (Ex 19:3, 7, 9; 24:9-18.) En su calidad de mediador, tenía †œconfiada a él toda [la] casa† de Jehová. (Nú 12:7.) Al mediar el pacto de la Ley, ayudó a la nación de Israel a guardar el pacto y recibir sus beneficios.
Validación del pacto de la Ley. El apóstol Pablo dice: †œAhora bien, no hay mediador cuando se trata de una sola persona, mas Dios es uno solo†. (Gál 3:20.) En el pacto de la Ley, Dios era uno de los pactantes y la nación de Israel el otro. Debido a su condición pecaminosa, los israelitas no podían pactar por sí solos con Dios, sino que necesitaban un mediador. Esta carencia se manifestó en su petición a Moisés: †œHabla tú con nosotros, y escuchemos nosotros; pero no hable Dios con nosotros, por temor de que muramos†. (Ex 20:19; Heb 12:18-20.) Por consiguiente, como expresión de su misericordia, Jehová designó a Moisés mediador del pacto de la Ley y dispuso que se sacrificasen animales con el fin de dar validez al pacto. Por supuesto, Moisés también era imperfecto y pecador, pero tenía el reconocimiento de Dios, como lo había tenido Abrahán tiempo atrás. (Heb 11:23-28; véase DECLARAR JUSTO [Cómo se †˜cuenta†™ como justo a alguien].) Con motivo de la inauguración del pacto, Moisés supervisó el sacrificio de los animales. Acto seguido, roció la sangre sobre el rollo o el †œlibro del pacto†, leyó el libro al pueblo, expuso los términos recogidos en el pacto y el pueblo accedió a obedecer. Posteriormente, Moisés roció al pueblo (lógicamente a los ancianos que lo representaban) con la sangre, diciendo: †œAquí está la sangre del pacto que Jehová ha celebrado con ustedes tocante a todas estas palabras†. (Ex 24:3-8; Heb 9:18-22.)
Inauguración del sacerdocio. Los sacerdotes designados de la casa de Aarón no podían empezar a ejercer sus funciones como sacerdotes por su cuenta. Tenían que tomar posesión de su puesto bajo la dirección del mediador de Dios, Moisés. Cuando esto tuvo lugar, del 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., Moisés ungió el tabernáculo, su mobiliario y utensilios, así como a Aarón, con un aceite de composición especial. Después de llenar las manos de Aarón y sus hijos con ofrendas, meció sus manos llenas ante Jehová a fin de consagrarlos o †˜llenar sus manos de poder†™ para el sacerdocio. Luego los salpicó con el aceite de la unción y la sangre del altar. De modo que una función de Moisés como mediador fue dirigir la instalación y entrada en vigor del sacerdocio, uno de los aspectos del pacto de la Ley. (Le 8; Heb 7:11; véase INSTALACIí“N.)
Moisés también desempeñó un papel importante el 8 de Nisán de 1512 a. E.C. en relación con los primeros servicios del sacerdocio recién instalado, pues dirigió los actos y, junto con Aarón, bendijo al pueblo. (Le 9.) En la institución de todo lo relacionado con el pacto de la Ley, Moisés actuó en calidad oficial de mediador.
Otros trabajos de mediador. Por medio de Moisés se le dio a Israel un código de más de 600 leyes, que incluían también los estatutos sacerdotales. Moisés ejecutó muchos milagros a favor del pueblo por el poder de Dios. Además, intercedió por ellos, suplicando a Jehová que los librase por causa de Su nombre. (Ex 32:7-14; Nú 14:11-20; 16:20-22; 21:7; Dt 9:18-20, 25-29; 10:8-11.) El interés principal de Moisés era el nombre de Jehová y el pueblo, lo que incluso estaba por encima de la preocupación por su propio bienestar. (Ex 32:30-33; Nú 11:26-29; 12:9-13.)
Semejanzas entre dos mediaciones. Con respecto a los que son introducidos en el nuevo pacto, hallamos una situación similar a la del antiguo Israel. Los cristianos también son pecadores. Como la sangre de animales en realidad no puede quitar los pecados (Heb 10:4), es necesario un sacrificio mejor. Jesucristo es ese sacrificio mejor. (Heb 10:5-10.) El escritor de Hebreos lo explica de la siguiente manera. Después de mencionar los sacrificios ofrecidos bajo la Ley, dice: †œ¿Cuánto más la sangre del Cristo, […] limpiará nuestra conciencia de obras muertas para que rindamos servicio sagrado al Dios vivo? Por eso él es mediador de un nuevo pacto, para que, habiendo ocurrido una muerte para la liberación de ellos por rescate de las transgresiones bajo el pacto anterior, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay un pacto, es necesario que se suministre la muerte del humano que hace el pacto. Porque el pacto es válido sobre víctimas muertas, puesto que no está en vigor en ningún tiempo mientras vive el humano que ha hecho el pacto†. (Heb 9:11-17.)
Pablo continúa señalando que el pacto anterior no se inauguró sin sangre. Cuando Moisés ofició en este pacto, se encargó de que se hiciesen los sacrificios y roció la sangre sobre el †œlibro del pacto†. (Heb 9:18-28.) De igual manera, Jesucristo, el mediador de Dios para el nuevo pacto, compareció ante Jehová con el valor de su sangre después de su sacrificio. Otra semejanza es que del mismo modo que el pacto de la Ley se hizo con una nación, no con personas (Ex 24:7, 8), así el nuevo pacto se hizo con la †œnación santa† de Dios, †œel Israel de Dios†. (1Pe 2:9; Gál 6:15, 16.)
Beneficiarios de la mediación de Cristo. El apóstol Pablo dice que hay †œun solo mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos†, tanto judíos como gentiles. (1Ti 2:5, 6.) El sirve de mediador del nuevo pacto entre Dios y aquellos a quienes se introduce en este pacto: la congregación del Israel espiritual. (Heb 8:10-13; 12:24; Ef 5:25-27.) Cristo llegó a ser el Mediador para que los llamados †œreciban la promesa de la herencia eterna† (Heb 9:15); presta ayuda, no a los ángeles, sino a la †œdescendencia de Abrahán†. (Heb 2:16.) Ayuda a los que han de ser introducidos en el nuevo pacto a ser †˜adoptados†™ en la casa de Jehová, compuesta por sus hijos espirituales, quienes finalmente estarán en el cielo como hermanos de Cristo y llegarán a formar parte con él de la descendencia de Abrahán. (Ro 8:15-17, 23-25; Gál 3:29.) Les ha transmitido el prometido espíritu santo, con el que se les sella y se les ha dado una prenda de lo que ha de venir, su herencia celestial. (2Co 5:5; Ef 1:13, 14.) En Revelación 7:4-8 se da a conocer que la cantidad total de los que al fin son sellados de manera permanente asciende a 144.000 personas.
Inauguración del nuevo pacto. Después de su muerte y resurrección, Jesús entró en el cielo para comparecer ante la persona de Dios con el fin de presentar su ofrenda, de la que se benefician primero los que han sido introducidos en el nuevo pacto. (Heb 9:24.) Luego intervino como Sumo Sacerdote y Mediador. En armonía con la pauta que se siguió en la inauguración del pacto de la Ley, Jesucristo presentó el valor de su sacrificio ante Jehová en el cielo (tal como Moisés roció la sangre sobre el libro de la Ley [pues Dios no estaba allí en persona]). En el día del Pentecostés de 33 E.C., Jesús derramó el espíritu santo de Dios sobre los primeros a los que se introdujo en el nuevo pacto, unas 120 personas. Más tarde, en aquel mismo día, unos 3.000 judíos y prosélitos fueron añadidos a la congregación. (Hch 1:15; 2:1-47; Heb 9:19.) Y tal como Moisés leyó la Ley al pueblo, así Jesucristo enuncia claramente las condiciones del nuevo pacto y sus leyes a los que tienen parte en él. (Ex 24:3-8; Heb 1:1, 2; Jn 13:34; 15:14; 1Jn 5:1-3.)
Como Mediador y Sumo Sacerdote, Jesucristo, siendo inmortal, siempre está vivo y puede abogar a favor de los miembros del Israel espiritual que se acercan a Dios por medio de él, de manera que puede mediar el nuevo pacto hasta que las personas que reciben su ayuda como mediador se salven completamente. (Heb 7:24, 25.) Puede dirigir los asuntos para que el nuevo pacto consiga todos sus objetivos. A los que tienen parte en el pacto finalmente se les instala en el sacerdocio celestial como sacerdotes con Cristo, su gran Sumo Sacerdote. (Rev 5:9, 10; 20:6.)
Bendiciones para toda la humanidad. Aunque el papel de mediador de Jesús únicamente va dirigido hacia los que están en el nuevo pacto, también es el Sumo Sacerdote de Dios y la Descendencia de Abrahán. Al cumplir con sus responsabilidades en estas dos últimas posiciones, bendecirá a otras personas de la humanidad, puesto que todas las naciones tienen que ser bendecidas por medio de la descendencia de Abrahán. Los que están en el nuevo pacto son bendecidos primero por Cristo, la Descendencia principal (Gál 3:16, 29), y se les introduce como miembros asociados de la descendencia. Constituidos reyes y sacerdotes en virtud del nuevo pacto que él media, participarán en administrar las bendiciones del sacrificio de Jesús y de su gobernación real a todas las naciones de la Tierra. Una vez realizado su propósito al introducir al †œIsrael de Dios† en esta posición, el papel mediador de Cristo resulta por tanto en beneficios y bendiciones para toda la humanidad. (Gál 6:16; Gé 22:17, 18.)
Además de los 144.000 †œsellados†, hay otros que también oran a Jehová Dios en el nombre de Cristo y ponen fe en el mérito de su sacrificio de rescate. Este sacrificio no es solo para aquellos por quienes Jesucristo media el nuevo pacto, sino también para toda la humanidad que expresa fe en Cristo. (1Jn 2:2.) Estas personas que no han sido introducidas en el nuevo pacto también reconocen que †œno hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos†. (Hch 4:12.) También consideran a Jesucristo como su gran Sumo Sacerdote celestial, mediante quien pueden acercarse a Dios y mediante cuyos servicios pueden conseguir el perdón de sus pecados. (Heb 4:14-16.) Revelación 21:22-24 dice que †˜las naciones andarán en la luz de la Nueva Jerusalén†™, ciudad que tiene a Jehová Dios como su luz y al Cordero Jesucristo como su lámpara.
Fuente: Diccionario de la Biblia
mesites (mesivth», 3316), lit.: uno que va entre (de mesos, medio, y eimi, ir). Se usa en el NT de dos modos: (a) uno que media entre dos partes con vistas a conseguir paz, como en 1Ti 2:5, aunque hay más que la condición de mediación a la vista, porque la salvación de los hombres demandaba que el mediador poseyera la naturaleza y atributos de aquel ante quien El actúa, y que asimismo participara de la naturaleza de aquellos en favor de los que El actúa (excepto el pecado). Solo estando a la vez poseído de la deidad y de la humanidad podría El abarcar las demandas del uno y las necesidades del otro. Además, las demandas y las necesidades podían hallar su satisfacción Solo en aquel que, siendo El mismo sin pecado, se ofreciera a sí mismo como sacrificio de expiación en favor de los hombres; (b) uno que actúa como garante a fin de conseguir algo que de otra manera no podría ser obtenido. Así, en Heb 8:6; 9.15; 12.24 Cristo es el garante del «mejor pacto», «el nuevo pacto», garantizando sus estipulaciones para su pueblo. En Gl 3.19 se menciona a Moisés como un mediador, y se hace la afirmación de que «el mediador no lo es de uno solo» (v. 20), esto es, de una sola parte. Aquí el contraste se halla entre la promesa dada a Abraham y la promulgación de la ley; la ley fue un pacto establecido entre Dios y el pueblo de Israel, y que demandaba su cumplimiento por ambas partes. Pero en la promesa a Abraham todas las obligaciones fueron asumidas por Dios, lo que queda implicado en la afirmación «pero Dios es uno».¶ En la LXX, Job 9:33, «árbitro».¶
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
La intervención de Jonatás para salvar a David, al que quería matar Saúl, padre de aquél (1Sa 19, 1-7), es un buen ejemplo de las mediaciones humanas con que nos encontramos en la historia bíblica, como en la de toda la humanidad (ISa 25,1-35; Est 7,1-7; Act 12,20), y que a veces logran restablecer las relaciones que están en trance de perturbarse. El mediador va de una parte a otra, intercede cerca de la parte que amenaza en favor de la parte amenazada, a la que aporta la *paz cuando la obtiene. Así la ley de Israel preveía una mediación arbitral de este género entre dos partes de igual poder (Ex 21,22; Job 9,33). Fuera de estos casos de conflicto, también las relaciones humanas normales pueden comportar el uso de mediador. Un jefe, que no puede decir o hacer todo por sí mismo, confía misiones ocasionales o funciones permanentes a hombres, que tienen el encargo de transmitir a otros su pensamiento, sus intenciones, su actividad.
En la Biblia no se hallan, por decirlo así, nunca los términos de mediación y mediador; pero la realidad que expresan está presente en todas partes, en la vida profana y en el centro de la vida religiosa. Esta presencia de mediaciones y de mediadores humanos en la vida religiosa del pueblo de Dios puede sorprender a primera vista. No era extraño ver .a las antiguas religiones no bíblicas colocar entre los seres supremos y la humanidad a toda una serie de divinidades secundarias o de espíritus, y luego también a hombres (reyes, sacerdotes, etcétera), que eran más o menos mediadores o intercesores. Pero el Dios de la Biblia es único, trascendente, todopoderoso. ¿Para qué recurriría, pues, a intermediarios? «No hay mediador cuando uno está solo» (Gál 3,20). Por otra parte, el hombre bíblico tiene con frecuencia un sentimiento muy vivo de su responsabilidad personal delante de Dios. Esto era así aun en la época en que el individuo estaba todavía profundamente absorbido por el grupo: «Si alguno peca contra Dios, decía el viejo Elí, ¿quién puede interceder por él?» (lSa 2,25). Estas verdades son innegables. No obstante, las mediaciones humanas desempeñaron un papel esencial en la historia religiosa del AT, preparando así la venida del único «mediador de una alianza mejor» (Heb 8,6).
I. LOS MEDIADORES EN LA ANTIGUA ALIANZA. 1. LOS mediadores históricos. Abraham es aquel por quien «serán benditas todas las naciones de la tierra» (Gén 12,3); por él, el antepasado bendito de Dios, Israel recibirá las *bendiciones de la tierra y de la posteridad. Según ciertas tradiciones, Abraham ejerce su papel de profeta intercesor cuando interviene en favor del rey pagano Abimelec (20,7.17s) o de Sodoma (18,22-32).
*Moisés es llamado por Yahveh para liberar a Israel, para establecer su *alianza con él, darle su *ley y prescribir su *culto. Responsable de su pueblo ante el Señor, obra como jefe y legislador en nombre de Dios, intercede con frecuencia en su favor (Ex 32,11-12.31-34).
Después del Exodo, las funciones asumidas por Moisés se reparten entre diversos personajes: el *sacerdocio levítico es la raza elegida por Dios para el servicio del culto y de la ley. En las liturgias de Israel recuerda al pueblo las altas gestas de Yahveh en la historia sagrada, enuncia sus exigencias, hace descender su bendición (Núm 6,24-27). Presenta a, Dios la alabanza y la súplica de la comunidad y de los individuos.
El *rey sucede a los Jueces siendo investido del Espíritu (Jue 6,34; lSa 10,6; 16,13). Los profetas le revelan su elección en beneficio de la raza (1Sa 9-10; 16). Es el Ungido, el *Mesías de Yahveh, que le trata como a *hijo (2Sa 7,14; Sal 2.7). Sus súbditos le miran como al *ángel de Yahveh (2Sa 14,17). Delante de Dios representa a todo su pueblo y, aun cuando no recibe el título de sacerdote, ejerce fun ciones cultuales: lleva el efod, ofrece sacrificios, pronuncia la oración en nombre de Israel. Finalmente, como el Dios de Israel conduce la entera historia humana, algunos profetas no vacilan en asignar a reyes extranjeros cierto papel en el designio de Dios: Nabucodonosor (Jer 27,6), Ciro (Is 41,2-5; 44,28; 45,1-6).
A diferencia del sacerdote y del rey, cuya función es hereditaria, el *profeta es suscitado por una vocación personal. Yahveh interviene directamente en su vida para darle su *misión. Ante todo ha de llevar su *palabra a su pueblo: sus exigencias presentes, su juicio sobre el pecado, sus promesas para los fieles. A cambio, el profeta se siente solidario de sus hermanos a los que Diosle envía e intercede constantemente por ellos; así Samuel (lSa 7,7-12; 12, 19-23), Amós (7,1-6), Jeremías (15, 11; 18,20; 42,2…, de ahí la prohibición patética de 7,16; 11,14; 14,11…, y la visión de Judas Macabeo: 2Mac 15,13-16), finalmente Ezequiel (9,8; 11,13) que incluso se ve como el centinela establecido por Dios para salvaguardar a los hijos de su pueblo (33,1-9; 3,17-21).
Así, a todo lo largo de la historia de Israel hace Dios surgir hombres, a los que constituye responsables de su pueblo y que tienen la misión de asegurar el plan normal de la alianza. Por estas funciones no se suprimen las relaciones personales entre Dios y los individuos, pero se sitúan en el marco del pueblo por el que se ejercen las diversas mediaciones.
2. Los mediadores escatológicos. La escatología profética transpone a los últimos tiempos diversos elementos de las mediaciones históricas; las desborda aun pintando misteriosas figuras que anuncian a su manera la mediación de Jesús.
En las evocaciones del nuevo pueblo se hallan diversos mediadores que desempeñan un papel análogo a los del pasado: unas veces el *Mesías rey, otras el *profeta anunciador de la salvación (Is 61,1ss; Dt 18,15 interpretado por la tradición judía), más raras veces el *sacerdote de los nuevos tiempos (Zac 4,14, elemento desarrollado en las tradiciones de Qumrán).
El *siervo de Dios, en ls 40-55 es una figura ideal que parece personificar al *resto de Israel en su función de mediador entre Dios y los hombres. Es un profeta llamado por Dios «para aportar a las naciones el derecho» (Is 42, 1), reunir a Israel disperso, ser «la luz de las naciones» (42,6; 49,5-6) y la alianza del pueblo (42,6; 49,8), es decir, para formar el nuevo pueblo que constituyen el Israel rescatado y las *naciones convertidas. Su misión no es sólo predicar el mensaje de la salvación e interceder, como lo hacían los profetas precedentes: debe «cargar con los pecados de las multitudes» e intervenir en su redención por su propio *sufrimiento (Is 52,14; 53,12). Representa así un nuevo tipo de mediación sacerdotal.
En Dan 7,13.18, el *Hijo del hombre representa en primer lugar al «pueblo de los santos» oprimidos por los poderes paganos antes de ser exaltado por el juicio de Dios. Finalmente, reinará sobre las *naciones (7,14.27) y asegurará así el reinado de Yahveh sobre el mundo. La relación entre estos diferentes mediadores escatológicos no está establecida claramente en el AT. Sólo el hecho de Jesús mostrará cómo se confunden en la persona del único mediador de salvación.
3. Los mediadores celestiales. Los paganos habían sentido desde hacía mucho tiempo la insuficiencia de las mediaciones humanas; por eso recurrían a la intervención celestial de los dioses inferiores. Israel repudia este politeísmo, pero su doctrina de los *ángeles prepara al pueblo de Dios para la revelación del mediador trascendente. Según un viejo relato,. Jacob ve en sueños en Betel a los ángeles del santuario establecer el enlace entre cielo y tierra (Gén 28, 12). Ahora bien, la doctrina de los ángeles adquiere después del exilio un desarrollo cada vez más considerable. Entonces se describe su intercesión por Israel (Zac I,12s), sus intervenciones en su favor (Dan 10,13; 21; 12,1), los socorros que aportan a los fieles (Dan 3,49s; 6,23; 14,34-39; Tobías), cuyas oraciones presentan ante el Señor (Tob 12,12). Malaquías describe incluso a un misterioso mensajero, el ángel de la alianza, cuya venida al santuario inaugurará la salvación escatológica (Mal 3,1-4). Aquí no se trata ya de mediación humana: a través de este ángel enigmático interviene Dios mismo para purificar a su pueblo y salvarlo.
II. EL MEDIADOR DE LA NUEVA ALIANZA. En el umbral del NT, Gabriel, mediador celestial, inaugura entre el hombre y Dios el diálogo que preludia ya la nueva *alianza (Lc 1,5-38). *María le da la respuesta decisiva. Hablando en nombre de su pueblo como «hija de Sión», consiente en ser *madre del rey Mesías, Hijo de Dios. José (Mt 1,18-25), Isabel (Lc 1,39-56), Simeón y Ana (2, 33-38), todos los que «aguardaban la *consolación de Israel» nc tienen ya más que acoger «al salvador» (2, 11) venido por María. Así, a través de ella comienza Jesús a adquirir conocimiento de la humanidad. Aunque es el Hijo (2,41-50), está sometido a su voluntad y a la de José (2,51s), hasta el día en que inaugure su ministerio (Jn 2,1-12).
1. El único mediador. Jesús es el mediador de la nueva alianza (Heb 9,15; 12,24) entre Dios y la humanidad, alianza mejor que la antigua (8,6). En adelante, por él tendrán los hombres acceso a Dios (7,25). Bajo formas diversas se halla esta verdad presente en todas partes en el NT. Jesús muerto resucita, recibe el Espíritu en nombre y en provecho del resto de Israel y de todos los hombres. Su mediación se refleja incluso sobre la *creación (Col 1,16; Jn 1,3) y sobre la historia de la antigua alianza (IPe 1,11). Si Jesús es mediador, es que ha sido llamado por su Padre (Heb 5,5) y que ha respondido a este llamamiento (10,7ss), como sucedía en el caso de los mediadores del AT (cf. 5,4). Pero en su caso llamamiento y respuesta se sitúan en el centro del misterio de su ser: él, que era «el Hijo» (1,2s), «participó de la sangre y de la carne» (2,14) y se hizo «él mismo *hombre» (ITim 2,5). Así pertenece a las dos partes, a las que reconcilia en El.
El Hijo pone fin a las antiguas mediaciones realizando la mediación escatológica. En él, «descendencia de Abraham» (Gál 3,16), Israel y las *naciones heredan las *bendiciones prometidas al padre del pueblo de Dios (Gál 3,15-18; Rom 4). Es el nuevo Moisés, guía de un nuevo Exodo, mediador de la nueva alianza, cabeza del nuevo pueblo de Dios, pero a título de Hijo, no ya de siervo (Heb 3,1-6). Es al mismo tiempo el rey; hijo de David (Mt 21,4-9 p), el siervo de Dios predicho por Isaías (Mt 12,17-21), el profeta anunciador de la salvación (Le 4,17-21), el Hijo del hombre, juez del último día (Mt 26,64), el ángel de la alianza que purifica el templo con su venida (cf. Lc 2,22-35; Jn 2,14-17). Opera de una vez para siempre la liberación, la salvación, la redención de su pueblo. Reúne en su persona la realeza, el sacerdocio y la profecía. El mismo es la palabra de Dios. En la historia de las naciones humanas su venida aporta, pues, una novedad radical y definitiva: en el templo «que no está hecho de mano de hombre» (Heb 9,11), es mediador «siempre vivo para interceder» en favor de sus hermanos (7,5). En efecto, así como «Dios, es único, único es también el mediador» (ITim 2,5) de la alianza eterna.
2. El único mediador y su Iglesia. El que Cristo sea el único mediador no significa que haya terminado el papel de los hombres en la historia de la salvación. La mediación de Jesús reviste acá abajo signos sensibles: son los hombres, a los que Jesús confía una función para con su Iglesia; incluso en la vida eterna asocia Jesucristo, en cierta manera, a su mediación los miembros de su cuerpo que han entrado en la gloria.
Ya durante su vida terrena llama Jesús a hombres para trabajar con él, para proclamar el Evangelio, para efectuar los signos que muestran la presencia del reino (Mt 10,7s p); los enviados prolongan así los primeros actos por los que manifiesta su mediación. Ahora bien, la *misión que les confiere para el tiempo que siga a su muerte y a su resurrección, extiende al mundo entero y a todos los siglos venideros (Mt 28,19s) la mediación que ejerce en lo invisible. Sus *apóstoles son responsables de su palabra, de su Iglesia, del bautismo, de la eucaristía, del perdón de los pecados.
A partir de pentecostés él mismo comunica a su Iglesia el *Espíritu que ha recibido del Padre; así pues, «ya no hay más que un cuerpo y un Espíritu, como no hay más que un solo Señor y un solo Dios» (Ef 4,4ss). Pero para incorporar nuevos miembros a este cuerpo es preciso que sea administrado el bautismo (Act 2,38), y para comunicar el Espíritu precisa la *imposición de las manos (8,14-17). El Espíritu asegura la vida y el crecimiento del cuerpo de Cristo distribuyendo *carismas. Los unos desempeñan servicios ocasionales, los otros dan lugar a funciones permanentes prolongando las funciones de los mismos apóstoles, en un organismo social que conserva a través de los tiempos la misma estructura. Los que las desempeñan no son, propiamente hablando, intermediarios humanos con una misión idéntica a la que tuviero: los mediadores del AT; no añaden una nueva mediación a la del único mediador: no son sino los medios concretos utilizados por éste para llegar a los hombres.
Evidentemente, esta función cesa una vez que los miembros del Cuerpo de Cristo se han reunido con su cabeza en su gloria. Pero entonces, respecto a los miembros de la Iglesia que luchan todavía en la tierra, los cristianos vencedores ejercen todavía una función de otra índole. Asociados a la *realeza de Cristo (Ap 2,26s; 3,21; cf. 12,5; 19,15), que es un aspecto de su función mediadora, presentan a Dios las *oraciones de los santos de acá abajo (5,8; 11,18), que son uno de los factores del fin de la historia (6,9ss; 8,2-5; 9,13). La victoria final será juntamente la «de la sangre del cordero y de los testimonios de los mártires» (12,11). De la ascensión a la parusía Jesús no ejerce, pues, su realeza sin hacer que participe en ella su pueblo, que está a la vez presente en la tierra (12,6; 14; 22,17; cf. 7,1-8) y ya en la gloria (12,1; 21,2; cf. 14,1-5).
Una misión particular corresponde a *María en esta aplicación de la mediación de Jesús. Su función especial en ocasión de la venida del mediador a la tierra invita a preguntar cuál es su misión ante la Iglesia. No es en modo alguno como la función de los apóstoles y de sus sucesores: en la Iglesia naciente aparece María como un miembro entre los otros (Act 1,14), por distinguido que se le considere, y es cierto que toda la gracia que nos ha venido en ella dimana exclusivamente de la mediación de su Hijo. Pero al morir el Mediador le confió una misión para con los suyos, representados por el discípulo amado (Jn 19,25ss). Esta es la misión que sigue desempeñando en lo invisible, asociada con todos los elegidos a la realeza de Jesús, pero de una manera eminente, orando con todos los elegidos por la Iglesia de la tierra, pero con una oración cuya eficacia resalta ya en el episodio de Caná (Jn 2,3ss). Madre de la cabeza, es por ello constituida en cierta manera madre de todo el cuerpo.
3. El único mediador y los mediadores celestiales. El mediador vino de junto a Dios y a él ha retornado; esto le da una aparente afinidad con los mediadores celestiales del AT. Esta afinidad indujo a ciertos cristianos, influenciados a veces por la gnosis pagana de Asia Menor, a poner a Cristo y a los *ángeles poco más o menos en el mismo plano. Estos errores exigieron rectificaciones (Col 2,18s; Heb 1,4-14; cf. Ap 19,10). El mediador es «la cabeza de los ángeles (Col 2,10), a los que los cristianos juzgarán con él (1Cor 6, 3). En el NT los ángeles continúan su función de intercesores y de instrumentos de los designios de Dios (Heb 1,14; Ap), pero lo hacen como «ángeles del Hijo del hombre» (Mt 24,30s), único mediador.
Conclusión. El Dios único del AT, único en la trascendencia absoluta de su ser, suscitó múltiples mediaciones entre él y su pueblo, y preparó y anunció la mediación que su pueblo ejercería entre él y toda la humanidad. Esta mediación de Israel se realiza en la mediación de Cristo, único mediador, único en la grandeza insondable que le viene del hecho de ser el Hijo. No obstante, siendo cabeza del nuevo Israel, no ejerce su mediación sino por el cuerpo que él se ha suscitado. La paradoja de las mediaciones humanas en la historia de la salvación llega a su ápice en la del Verbo, Dios que se hace carne. Quiérese decir que es insondable. Su última razón está en que Dios es amor (lJn 4,8): queriendo estar con los hombres (Mt 1, 23; Ap 21,3) y compartir con ellos su «naturaleza divina», con ellos trabaja ya en la realización de su designio, por la *comunión de hombres con hombres hace don de la comunión con él (Un 1,3).
-> Alianza – Ley – Ministerios – Moisés – Profetas – Sacerdocio.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
Este término aparece poco frecuentemente en las Escrituras (Gá. 3.19–20; 1 Ti. 2.5; He. 8.6; 9.15; 12.24; Job 9.33, LXX [ °vrv2 “árbitro”]; °vrv2 tamb. en Job 33.23). Pero en toda la Biblia aparece el concepto de la mediación, y por lo tanto, de personas que actúan como mediadores. El mediador tiene la función de intervenir entre dos partes a fin de promover entre ellas relaciones que las partes por sí solas no pueden lograr. La situación que requiere los buenos oficios de un mediador a menudo es la desunión y enajenación, y el mediador lleva a cabo la reconciliación. En la esfera de las relaciones humanas Joab actuó como mediador entre David y Absalón (2 S. 14.1–23). Job expresa la necesidad con respecto a sus relaciones con Dios cuando dice: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano entre nosotros dos” (Job 9.33).
I. En el Antiguo Testamento
En el AT era característico que el profeta y el sacerdote hicieran las veces de mediadores en la institución que Dios había establecido, en función de las relaciones emanadas del pacto con su pueblo. El profeta era el portavoz de Dios, y actuaba en su nombre ante los hombres (cf. Dt. 18.18–22). El sacerdote representaba a los hombres en la presencia de Dios (Ex. 28.1; Lv. 9.7; 16.6; Nm. 16.40; 2 Cr. 26.18; He. 5.1–4; cf. Job 42.8), En el AT, sin embargo, de todos los instrumentos humanos, Moisés fue el mediador por excelencia (cf. Ex. 32.30–32; Nm. 12.6–8; Gá. 3.19; He. 3.2–5). Él fue el mediador del antiguo pacto, debido a que fue por medio de él que se aplicó y ratificó el pacto en Sinaí (cf. Ex. 19.3–8; 24.3–8; Hch. 7.37–39). Es con Moisés que se compara y se contrasta a Jesús como Mediador del nuevo pacto.
II. Cristo como mediador
La designación “Mediador” pertenece en forma preeminente a Cristo, y aun los que desempeñan el oficio de mediadores en la institución veterotestamentaria fueron nombrados solamente porque la institución en la que se desempeñaban era la sombra de las realidades arquetípicas cumplidas en Cristo (cf. Jn. 1.17; He. 7.27–28; 9.23–24; 10.1). Jesús es el Mediador del nuevo pacto (He. 9.15; 12.24). Y es un mejor pacto (He. 8.6) porque logra el cumplimiento completo de la gracia que incorpora la administración del *pacto. Cristo es el “único mediador entre Dios y los hombres” (1 Ti. 2.5). Investir a otro con esta prerrogativa significa usurpar el honor exclusivo que le pertenece a él, además de negar la afirmación expresa del texto.
Aunque con poca frecuencia se emplea el término “Mediador”, la Escritura abunda en referencias a la obra mediadora de Cristo.
a. Mediación preencarnada
Como Hijo eterno y preexistente actuó como Mediador en la creación de los cielos y la tierra (Jn. 1.3, 10; Col. 1.16; He. 1.2). Esta actividad en la economía de la creación es correlativa con su mediación en la economía de la redención. La omnipotencia evidenciada en la primera, y las prerrogativas que le pertenecen como Creador, son indispensables para la ejecución de la redención. Es en la redención, sin embargo, que se deja ver la amplitud de su mediación. Su mediación aparece a todo lo largo del proceso redentor, desde el comienzo hasta su consumación.
La elección, como fuente última de la salvación, no se produjo aparte de Cristo. Los electos lo fueron en él desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1.4), y fueron predestinados a ser conformados a su imagen (Ro. 8.29).
b. Mediación en la salvación y la redención
Es particularmente en el cumplimiento, una vez para siempre, de la salvación y la redención que resulta patente su acción mediadora (cf. Jn. 3.17; Hch. 15.11; 20.28; Ro. 3.24–25; 5.10–11; 7.4; 2 Co. 5.18; Ef. 1.7; Col. 1.20; 1 Jn. 4.9). El énfasis recae sobre la muerte, la sangre, y la cruz de Cristo como la acción por medio de la cual se ha obtenido la redención. En las Escrituras la muerte de Cristo siempre se concibe como un acontecimiento en el que Jesús actúa intensamente en obediencia al mandato del Padre y en cumplimiento de su comisión (cf. Jn. 10.17–18; Fil. 2.8). Es la actividad de Jesús como Mediador en el derramamiento de su sangre lo que otorga eficacia salvadora a su muerte. Cuando consideramos la salvación lograda como reconciliación y propiciación, vemos aquí ilustrada más claramente la función de mediación. La reconciliación presupone alejamiento entre Dios y los hombres, y consiste en la anulación de ese alejamiento. El resultado es paz con Dios (cf. Ro. 5.1; Ef. 2.12–17). La propiciación está dirigida a la ira de Dios, y Jesús, como propiciación, hace que Dios nos sea propicio (cf. 1 Jn. 2.2).
c. La mediación continua
La mediación de Cristo no se limita a su obra de redención terminada. Nunca se suspende su actividad mediadora. En nuestra participación de los frutos de la redención dependemos de su continua intervención como Mediador. Nuestro acceso a Dios y nuestra introducción a la gracia de Dios se realizan por intermedio de él; el nos lleva a la presencia del Padre (Jn. 14.6; Ro. 5.2; Ef. 2.18). Es por intermedio de él que reina la gracia por medio de la justicia para la vida eterna, y la gracia y la paz se multiplican para el disfrute de la plenitud de Cristo (cf. Ro. 1.5; 5.21; 2 Co. 1.5; Fil. 1.11). Los ejercicios de devoción más característicos por parte del creyente se ofrecen por intermedio de Cristo. No sólo se ejerce la acción de gracias y la oración en la gracia que imparte Cristo, sino que también se presentan a Dios por medio de Cristo (cf. Jn. 14.14; Ro. 1.8; 7.25; Col. 3.17; He. 13.15). La aceptabilidad de la adoración y el servicio del creyente surge de la virtud y la eficacia de la mediación de Cristo; y no hay sacrificio espiritual a menos que sea ofrecido por intermedio de él (1 P. 2.5). Incluso las intercesiones presentadas a otros para el cumplimiento de sus obligaciones derivan su sanción más solemne del hecho de que se impulsan por medio de Cristo y en su nombre (Ro. 15.30; 2 Co. 10.1; cf. Ro. 12.1).
La mediación continua de Cristo queda especialmente ejemplificada en su ministerio celestial a la diestra de Dios. Este ministerio se refiere particularmente a su oficio de rey y sacerdote. Él es Sacerdote para siempre (He. 7.21, 24). Un aspecto importante de este ministerio sacerdotal en los cielos es la intercesión dirigida al Padre, que abarca todas las necesidades del pueblo de Dios. Jesús ha sido exaltado en su naturaleza humana, y valiéndose del depósito de sus sentimientos solidarios, surgidos de las pruebas y tentaciones de su humillación (He. 2.17–18; 4.15), satisface todas las exigencias de las luchas del creyente. Cada gracia concedida llega a través del canal de la intercesión de Cristo (Ro. 8.34; He. 7.25; cf. 1 Jn. 2.1) hasta que la salvación que ha asegurado para los suyos alcance su culminación de conformidad con su imagen. El ministerio sacerdotal de Cristo, empero, no debe restringirse a la intercesión. Él es el Sumo sacerdote sobre la casa de Dios (He. 3.1–6), y esta administración comprende muchas otras funciones. En su oficio real ha sido exaltado por encima de todo principado y poder (Ef. 1.20–23), y reinará con el fin de sujetar a todos sus enemigos a su dominio (1 Co. 15.25). Este es el dominio mediador de Cristo, y comprende toda la autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28.15; Jn. 3.35; 5.26–27; Hch. 2.36; Fil. 2.9–11).
La escatología es lo que finalmente manifestará vindicará la actividad mediadora de Cristo; él levará a cabo la resurrección y el juicio. Todos los muertos, justos e injustos, se levantarán cuando él lo ordene (Jn. 5.28–29). Es en él que los justos serán resucitados y adquirirán inmortalidad e incorrupción (1 Co. 15.22, 52–54; 1 Ts. 4.16), y con él serán glorificados (Ro. 8.17; cf. Jn. 11.25; Ro. 14.9). El juicio final será ejecutado por él (Mt. 25.31–46; Jn. 5.27; Hch. 17.31).
d. Conclusión
La mediación de Cristo se ejerce, en consecuencia, en todas las fases de la redención, desde la elección en el consejo eterno de Dios hasta la consumación de la salvación. Él es Mediador en humillación y exaltación. Por lo tanto, su actividad mediadora es multiforme, y no puede definirse en función de una sola idea o actividad. Su mediación tiene tantas facetas como su persona, su oficio y su obra. Y así como hay diversidad en los oficios y las tareas que lleva a cabo, y en las relaciones que mantiene con los hombres como Mediador, así también hay diversidad en las relaciones que mantiene con el Padre y el Espíritu Santo en la economía de la redención. La fe y el culto de adoración por parte del hombre requieren que reconozcamos esta diversidad. Y su gloria única como Mediador exige que no atribuyamos a otro ni siquiera la sombra de esa prerrogativa, que a él le pertenece como único Mediador entre Dios y el hombre.
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Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico