MINISTRO

v. Apóstol, Siervo
Psa 103:21 m suyos, que hacéis su voluntad
104:4


Ministro (heb. generalmente de una forma del verbo shârath, “servir”). Este término se aplica a: 1. Los servidores de una corte real, como en el caso de los que atendí­an a Salomón (1Ki 10:5; “los que le serví­an”, RVR). 2. Quienes ayudaban a una persona de alto rango, sentido en que Josué serví­a a Moisés (Jos 1:1). 3. Los sacerdotes y levitas, que eran “ministros de Jehová” al atender sus tareas en el santuario y el templo (Eze 44:11; Jl. 1:9, 13; etc.). 4. Los ángeles (Psa 103:21; 104:4). En el NT el término es traducción del: 1. Gr. hup’rét’s, literalmente “el que rema debajo” (de hupó [“debajo”] + eretes [“remero de una galera”]) y, por extensión, “un ayudante” o “subordinado” que actúa voluntariamente bajo la dirección de otro (como en el caso del ministro de la sinagoga de Nazaret, que llevó a Jesús el rollo del profeta Isaí­as para la lectura de los profetas [Luk 4:20], y Juan Marcos, que ministraba [era “ayudante”, RVR] a Pablo y Bernabé durante su 1er viaje misionero; Act 13:5). 2. Gr. leitourgós, “quien cumple un cargo público”, “servidor público”. El término se usa principalmente con una connotación religiosa, como en el caso de: a. Cristo como “ministro del santuario” celestial (Heb 8:2). b. El apóstol Pablo como evangelista a los gentiles (Rom 15:16). c. Funcionarios de gobierno que, aunque no actúen conscientemente como representantes de Dios, realizan ciertas funciones ordenadas por Dios, de modo que se los llama “servidores de Dios” (13:6). 3. Gr. diákonos, “siervo”, no como una posición en la sociedad, sino como una actividad, “un ayudante”, “un servidor”; como Timoteo (1Th 3:2), Pablo y Apolos (1Co 3:5) y Tí­quico (Eph 6:21), como ministros del evangelio. Diákonos también se usa para los diáconos de la iglesia, pero ésta es la palabra que se emplea en esos casos (Phi 1:1; 1 Tit 3:8, 12). En general, hup’rét’s se refiere a un ministro en relación con su superior, leitourgós en relación con sus responsabilidades públicas, y diákonos en relación con su trabajo. Los 3 términos se emplean para los ministros del evangelio. 4. Gr. dunást’s (Act 8:27, “funcionario”, RVR), un oficial de la corte.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(heb., sharath, shareth; gr., diakonos, leiturgos, hyperetes).

Originalmente era un siervo, aunque era diferente de un esclavo que trabaja en contra de su voluntad, o un empleado que trabaja por su salario (Exo 24:13 RVR-1960 servidor, RVA ayudante). La palabra hyperetes, que originalmente se referí­a a un remero de abajo, o bajo el mando del timonero, también se utiliza para un ministro (Luk 4:20 RVR-1960). La misma palabra se utiliza al referirse a Juan Marcos (Act 13:5). Dios mismo tiene sus ministros, los ángeles (Psa 103:21 RVR-1960; Psa 104:4 RVR-1960; RVA sus servidores). Los sacerdotes de Israel también son ministros de Dios (Jer 33:21-22). La palabra diakonos, o sea diácono, en el NT significa ministro e indica los deberes como también los privilegios de este puesto. No se debe confundir diáconos con ancianos u obispos.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

[475]

Término con el que se define en muchas agrupaciones religiosas, iglesias y sectas, al encargado de los actos de culto y de los servicios pastorales.

Implica idea de “servicio” (ministrare, servir en latí­n) y de entrega a la comunidad a la que se pertenece. Y también indica sencillez, humildad, disponibilidad y generosidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Este término traduce la palabra hebrea mescha·réth y la griega di·á·ko·nos. El vocablo hebreo es el participio del verbo scha·ráth, que significa †œatender† o †œministrar† a un superior, y se emplea tanto en sentido religioso como profano. (Gé 39:4; Dt 10:8.) Con respecto a la palabra di·á·ko·nos, D. Edmond Hiebert escribió en Bibliotheca Sacra: †œSe ha dicho que el término se compone de la preposición [dí­Â·a], que significa †˜a través†™, y el sustantivo [kó·nis], †˜polvo†™, de modo que se refiere a alguien que va con prisa a través del polvo a fin de rendir un servicio. Esta derivación, sin embargo, no goza de aceptación general en la actualidad. Es más probable que la raí­z verbal fuera [di·e·ko] †˜ir de un lugar a otro†™, que está emparentada con el verbo [di·o·ko], †˜ir rápidamente detrás de algo†™ o †˜perseguir†™. De modo que su etimologí­a comunica la idea de alguien que se esfuerza con constancia y diligencia por desempeñar un servicio a favor de otros† (1983, vol. 140, pág. 153).
En hebreo y en griego estas palabras y otras afines se aplican tanto a varones como a mujeres. (2Sa 13:17, 18; 1Re 1:4, 15; 2Co 3:6; Ro 16:1.) Josué fue el ministro (o, servidor) de Moisés †œdesde su mocedad en adelante†. (Nú 11:28; Jos 1:1, nota.) Al servidor de Eliseo se le llamó su ministro y criado. (2Re 4:43; 6:15.) Los reyes y los prí­ncipes tení­an sus servidores o ministros de la realeza (2Cr 22:8; Est 2:2; 6:3), algunos de los cuales serví­an la mesa real. (1Re 10:4, 5; 2Cr 9:3, 4.)

Ministros angélicos de Jehová. Jehová Dios creó decenas de millones de ángeles, a todos los cuales controla y puede llamar por nombre, como en el caso de las incontables estrellas. (Sl 147:4.) Son ministros suyos y cumplen con Su voluntad en el universo. (Sl 103:20, 21.) El salmista dice que Jehová †œhace a sus ángeles espí­ritus, a sus ministros un fuego devorador†. (Sl 104:4.) Se dice que son †œespí­ritus para servicio público, enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación†. (Heb 1:13, 14.) Algunos ángeles ministraron a Jesús en el desierto, después que venció los intentos de Satanás de desviarlo de la obediencia a Jehová (Mt 4:11); también se le apareció un ángel que lo fortaleció mientras oraba en Getsemaní­. (Lu 22:43.) En la visión del profeta Daniel en la que se da a †œalguien como un hijo del hombre† gobernación de duración indefinida sobre todos los pueblos y lenguajes, se ve a millones de ángeles ministrando delante del trono del Anciano de Dí­as. (Da 7:9-14.)

La tribu de Leví­. Después que se libró a los israelitas de Egipto, y cuando la nación estaba organizada bajo el pacto de la Ley, Jehová escogió a los varones de la tribu de Leví­ como sus ministros especiales. (Nú 3:6; 1Cr 16:4.) Algunos de ellos, la familia de Aarón, serí­an sacerdotes. (Dt 17:12; 21:5; 1Re 8:11; Jer 33:21.) Los levitas tení­an varias responsabilidades en su ministerio: algunos cuidaban el santuario con todos sus utensilios, otros eran ministros en el canto, etc. (Nú 3:7, 8; 1Cr 6:32.)

Profetas. Además de utilizar a todos los varones de la tribu de Leví­, Jehová usó a otros para ministrar a su pueblo Israel de una manera especial. Estos fueron los profetas, a quienes Jehová nombró y comisionó individualmente. Aunque los hubo del linaje o descendencia sacerdotal, muchos pertenecieron a otras tribus de Israel. (Véase PROFETA.) Fueron mensajeros de Jehová; se les envió para advertir a la nación cuando se desviaba de la Ley, e intentaron hacer volver a los reyes y al pueblo a la adoración verdadera. (2Cr 36:15, 16; Jer 7:25, 26.) Sus profecí­as ayudaron, animaron y fortalecieron a los de corazón justo, en especial durante tiempos de decadencia espiritual y moral, y cuando Israel estaba amenazada por los enemigos que la rodeaban. (2Re 7; Isa 37:21-38.)
Sus profecí­as también señalaron a Jesucristo y al Reino mesiánico. (Rev 19:10.) Juan el Bautista hizo una obra sobresaliente de volver †œel corazón de padres hacia hijos, y el corazón de hijos hacia padres†, a fin de preparar el camino para el representante de Jehová, el Señor Jesucristo. (Mal 4:5, 6; Mt 11:13, 14; Lu 1:77-79.) Los profetas no solo ministraron a sus contemporáneos, sino que, como escribe el apóstol Pedro a los cristianos, †œa ellos les fue revelado que, no para sí­ mismos, sino para ustedes, ministraban las cosas que ahora han sido anunciadas a ustedes mediante los que les han declarado las buenas nuevas con espí­ritu santo enviado desde el cielo. En estas mismas cosas los ángeles desean mirar con cuidado†. (1Pe 1:10-12.)

Jesucristo. Jesucristo es el principal ministro (di·á·ko·nos) de Jehová. †œLlegó a ser ministro de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para confirmar las promesas que El hizo a los antepasados de ellos, y para que las naciones glorificaran a Dios por su misericordia.† Por ello, †œen él cifrarán su esperanza naciones†. (Ro 15:8-12.)
El nombramiento de Jesús provino del propio Jehová. Cuando se presentó para bautizarse, †œlos cielos se abrieron —dice el relato—, y [Juan el Bautista] vio descender como paloma el espí­ritu de Dios que vení­a sobre él [Jesús]. ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decí­a: †˜Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado†™†. (Mt 3:16, 17.) Durante su existencia prehumana Jesús habí­a servido a Jehová desde tiempo inmemorial, pero emprendió un nuevo ministerio. Al servir tanto a Dios como a sus semejantes, probó que era realmente ministro de Dios. Por consiguiente, en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se crió, Jesús pudo tomar el rollo de Isaí­as y leer lo que en la actualidad corresponde al capí­tulo 61, versí­culos 1 y 2: †œEl espí­ritu del Señor Soberano Jehová está sobre mí­, por razón de que Jehová me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los mansos. Me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los que han sido llevados cautivos y la apertura ancha de los ojos aun a los prisioneros; para proclamar el año de la buena voluntad de parte de Jehovᆝ. Luego siguió diciendo a los que allí­ estaban reunidos: †œHoy se cumple esta escritura que acaban de oí­r†. (Lu 4:16-21.)
Cuando Pedro predicó a Cornelio, el primer converso gentil, le habló del proceder de Jesús durante sus tres años y medio de ministerio terrestre, explicándole que †œera de Nazaret, cómo Dios lo ungió con espí­ritu santo y poder, y fue por la tierra haciendo bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el Diablo; porque Dios estaba con él†. (Hch 10:38.) Jesús recorrió literalmente todo su territorio asignado en el servicio de Jehová y del pueblo. No solo eso, sino que incluso entregó su mismí­sima alma como rescate por otros. El mismo dijo: †œEl Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos†. (Mt 20:28.)

Ministros cristianos. Jesús quiso que sus apóstoles y discí­pulos se asociaran con él en su obra ministerial, y los preparó para continuar con la misma obra ministerial. Al principio envió a los doce, después, a otros setenta. La fuerza activa de Dios también estuvo sobre ellos, y los capacitó para realizar muchos milagros. (Mt 10:1, 5-15, 27, 40; Lu 10:1-12, 16.) No obstante, el trabajo principal que tení­an que realizar era el de predicar y enseñar las buenas nuevas del reino de Dios. De hecho, el propósito principal de los milagros fue demostrar públicamente que tení­an el nombramiento y la aprobación de Jehová. (Heb 2:3, 4.)
Jesús enseñó a sus discí­pulos de palabra y mediante el ejemplo. Enseñó en público y en hogares privados, llevando las buenas nuevas directamente a las personas. (Mt 9:10, 28; Lu 7:36; 8:1; 19:1-6.) Los relatos de los evangelios permiten ver que los discí­pulos de Jesús estuvieron con él en muchas ocasiones cuando dio testimonio a diferentes clases de personas, pues registraron esas conversaciones. Según el libro de Hechos, los discí­pulos siguieron su ejemplo y visitaron a la gente de casa en casa para declarar el mensaje del Reino. (Hch 5:42; 20:20; véase PREDICADOR, PREDICAR [†œDe casa en casa†].)
Jesús explicó a sus discí­pulos en qué consistí­a ser un verdadero ministro de Dios: †œLos reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y a los que tienen autoridad sobre ellas se les llama Benefactores. Ustedes, sin embargo, no han de ser así­. Antes, el que sea mayor entre ustedes hágase como el más joven, y el que actúe como principal, como el que ministra. Porque, ¿cuál es mayor?: ¿el que se reclina a la mesa, o el que ministra? ¿No es el que se reclina a la mesa?†. Luego, valiéndose del ejemplo de su propio proceder y conducta, añadió: †œMas yo estoy en medio de ustedes como el que ministra†. (Lu 22:25-27.) En aquella ocasión demostró cabalmente estos principios, uno de los cuales era el de la humildad, lavando los pies a sus discí­pulos. (Jn 13:5.)
Además, Jesús dijo a sus discí­pulos que los ministros de Dios no aceptan tí­tulos religiosos aduladores ni los otorgan a otros: †œNo sean llamados Rabí­, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. Además, no llamen padre de ustedes a nadie sobre la tierra, porque uno solo es su Padre, el Celestial. Tampoco sean llamados †˜caudillos†™, porque su Caudillo es uno, el Cristo. Pero el mayor entre ustedes tiene que ser su ministro [o, siervo]. El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado†. (Mt 23:8-12.)
A los seguidores ungidos del Señor Jesucristo se les llama †˜ministros de las buenas nuevas†™, como en el caso de Pablo (Col 1:23); también son †œministros de un nuevo pacto†, estando en esa relación de pacto con Jehová Dios mediante Cristo como Mediador. (2Co 3:6; Heb 9:14, 15.) De esta manera son ministros de Dios y de Cristo. (2Co 6:4; 11:23.) Este nombramiento procede de Dios mediante Jesucristo, no de ningún hombre u organización. La prueba de su ministerio no está en ningún papel o certificado, como una carta de recomendación o autorización. Su †œcarta† de recomendación se halla en las personas a quienes han enseñado y preparado para que sean como ellos, ministros de Cristo. El apóstol Pablo escribió al respecto: †œ[¿]Acaso necesitamos, como algunos hombres, cartas de recomendación para ustedes o de ustedes? Ustedes mismos son nuestra carta, inscrita en nuestros corazones y conocida y leí­da por toda la humanidad. Porque queda mostrado que ustedes son carta de Cristo escrita por nosotros como ministros, no inscrita con tinta, sino con espí­ritu de un Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en corazones†. (2Co 3:1-3.) El apóstol muestra con estas palabras el amor y la intimidad, el afecto y la preocupación del ministro cristiano por aquellos a quienes ministra, que tiene †˜inscritos en su corazón†™.
Así­ que, después de ascender al cielo, Cristo dio †œdádivas en hombres† a la congregación cristiana. Algunos de ellos serví­an de apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros, y habí­an sido dados †œcon miras al reajuste de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo†. (Ef 4:7-12.) De modo que el que estos ministros estuviesen capacitados provení­a de Dios. (2Co 3:4-6.)
La Revelación dada al apóstol Juan presenta a †œuna gran muchedumbre, que ningún hombre podí­a contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas†. Este pasaje no dice que la gran muchedumbre, al igual que los hermanos ungidos de Jesucristo, esté en el nuevo pacto, de modo que sus miembros sean ministros de ese pacto; pero sí­ muestra que gozan de una condición limpia ante Dios y le rinden †œservicio sagrado dí­a y noche en su templo†, lo que significa que ministran y que es propio que se les llame ministros de Dios. Como muestran la visión de la Revelación y una ilustración del propio Jesús, en el tiempo de la presencia de Cristo sobre su glorioso trono, habrí­a personas que ministrarí­an amorosamente a favor de los hermanos de Jesucristo, prestándoles ayuda, cuidado y apoyo. (Rev 7:9-15; Mt 25:31-40.)

Siervos ministeriales en la congregación. Después de enumerar los requisitos para los que sirven de †œsuperintendentes† (e·pí­Â·sko·poi) en las congregaciones, el apóstol Pablo enumera los que se requerí­an de los †œsiervos ministeriales† nombrados (di·á·ko·noi). (1Ti 3:1-10, 12, 13.) La palabra griega di·á·ko·nos se traduce en algunos lugares simplemente †œministro† (Mt 20:26) y †œsirviente†. (Mt 22:13.) Como todos los cristianos eran †œministros† (siervos) de Dios, es evidente que el término di·á·ko·noi adquiere en esa cita un sentido particular que tiene relación con el orden y la estructura de la congregación. Así­ que habí­a dos grupos de hombres que ocupaban puestos de responsabilidad en la congregación: los †œsuperintendentes† o †œancianos† y los †œsiervos ministeriales†. En cada congregación solí­a haber varios superintendentes y siervos ministeriales. (Compárese con Flp 1:1; Hch 20:17, 28.)
Una comparación de la lista de los requisitos para los siervos ministeriales con la de los requisitos para los superintendentes, así­ como las designaciones de ambos puestos, revela que a los siervos ministeriales no se les asignaba la tarea de enseñar o pastorear (un pastor es un superintendente de las ovejas). La capacidad para enseñar no era un requisito para su asignación. La denominación di·á·ko·nos en sí­ misma indica que estos hombres serví­an de ayudantes del cuerpo de superintendentes de la congregación. Su responsabilidad básica era atender los asuntos de naturaleza no pastoral a fin de que los superintendentes pudieran concentrar su tiempo y atención en su actividad de enseñanza y pastoreo.
Un ejemplo de esta manera de organizar las tareas se puede hallar en cómo actuaron los apóstoles cuando surgieron problemas en cuanto a la distribución (literalmente, †œel servicio† [di·a·ko·ní­Â·a]) de los alimentos que diariamente se efectuaba a favor de los cristianos necesitados de Jerusalén. Los apóstoles dijeron que †˜no serí­a cosa grata el que ellos dejaran la palabra de Dios†™ para encargarse de las dificultades relacionadas con el alimento material, y mandaron a los discí­pulos: †œBúsquense siete varones acreditados de entre ustedes, llenos de espí­ritu y de sabidurí­a, para que los nombremos sobre este asunto necesario; pero nosotros nos dedicaremos a oración y al ministerio [di·a·ko·ní­Â·ai] de la palabra†. (Hch 6:1-6.) Este era el principio; no obstante, no se querí­a decir necesariamente que los siete hombres escogidos en este caso no reunieran los requisitos de †œancianos† (pre·sbý·te·roi), pues esta no era una situación normal o corriente, sino un problema especial que habí­a surgido, y de una naturaleza bastante delicada debido al sentimiento de discriminación que existí­a por la cuestión de la nacionalidad. Puesto que este asunto afectaba a toda la congregación cristiana, exigí­a †œespí­ritu y sabidurí­a†, de modo que los siete hombres escogidos en realidad podí­an haber sido †œancianos† en un sentido espiritual. En ese momento asumí­an de manera temporal una asignación de trabajo como la que normalmente desempeñarí­an los †œsiervos ministeriales†. Era un asunto †œnecesario†, pero no de tanta importancia como el †œministerio de la palabra†.
Con esta medida los apóstoles demostraron que habí­an sopesado bien los asuntos, y es probable que los superintendentes de las congregaciones que se formaron fuera de Jerusalén siguieran su ejemplo asignando tareas a los †œsiervos ministeriales†. Sin duda habí­a muchos asuntos de naturaleza material, rutinaria o mecánica que requerí­an atención, como la compra de materiales para copiar las Escrituras o incluso la misma labor de copiarlas.
Los requisitos que tení­an que cumplir los ayudantes ministeriales serví­an de pauta para proteger a la congregación de cualquier acusación legí­tima en cuanto a su selección de hombres para encargarse de responsabilidades especiales, y así­ mantení­a una posición justa ante Dios y una reputación limpia entre los de afuera. (Compárese con 1Ti 3:10.) Los requisitos regulaban la moralidad, la conducta y la espiritualidad, y la aplicación de dichos requisitos resultarí­a en que los que llegasen a ocupar puestos de servicio fuesen hombres sensatos, honrados, concienzudos y confiables. Los que ministraban de una manera excelente adquirirí­an para sí­ mismos †œuna excelente posición y gran franqueza de expresión en la fe con relación a Cristo Jesús†. (1Ti 3:13.)

Gobernantes terrestres. Dios ha permitido que los gobiernos de este mundo actúen hasta que llegue Su debido tiempo para ponerles fin, después de lo cual el Reino de Cristo regirá la Tierra sin oposición. (Da 2:44; Rev 19:11-21.) Durante el tiempo que Dios les tolera gobernar, realizan muchos servicios, como la construcción de carreteras, la administración del sistema educativo, servicios de policí­as, bomberos y otros. También tienen leyes para castigar a los ladrones, asesinos y otros malhechores. Por lo tanto, al realizar estos servicios y llevar a cabo estas leyes con justicia, son †˜ministros†™ (di·á·ko·noi) de Dios. Si alguien, incluso un cristiano, viola tales leyes, el castigo que recibe de manos del gobierno procede indirectamente de Dios, puesto que El está contra toda iniquidad. El gobierno también actúa como ministro de Dios cuando protege al cristiano de los violadores de la ley. De esto se deduce que si un gobernante abusa de su autoridad y actúa contra Dios, es responsable por ello y debe rendir cuentas ante El. En el caso de que intente instigar al cristiano a violar la ley divina, no actúa como ministro de Dios, y recibirá el debido castigo de Su parte. (Ro 13:1-4.)

Falsos ministros. Hay hombres que alegan ser ministros de Dios pero que son hipócritas, ministros de Satanás que luchan contra Dios. El apóstol Pablo tuvo que contender con personas de esa clase que ocasionaban problemas a la congregación de Corinto. Dijo de ellos: †œTales hombres son apóstoles falsos, obreros engañosos, que se transforman en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz. No es, por lo tanto, gran cosa el que sus ministros también sigan transformándose en ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras†. (2Co 11:13-15.)
En las Escrituras se predijo en repetidas ocasiones que aparecerí­an esos falsos ministros. Pablo dijo a los superintendentes de la congregación de Efeso que después de su partida entrarí­an en la congregación lobos opresivos que no tratarí­an al rebaño con ternura; hablarí­an cosas aviesas y arrastrarí­an a los discí­pulos tras sí­. (Hch 20:29, 30.) Pablo también previno de estos apóstatas en sus cartas (2Te 2:3-12; 1Ti 4:1-5; 2Ti 3:1-7; 4:3, 4); Pedro habló de ellos (2Pe 2:1-3), y Jesús mismo predijo su existencia y destrucción. (Mt 13:24-30, 36-43; véase HOMBRE DEL DESAFUERO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

véase Servir – 2

AA. VV., Vocabulario de las epí­stolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

El término heb. mešārēṯ (LXX leitourgos) y sus voces correlativas se refieren, normalmente, al servicio del templo, o al ministerio de los ángeles (Sal. 104.4); pero en sentido más general, Josué es el mešārēṯ, o “ministro” de Moisés (Ex. 24.13; Jos. 1.1), y los ministros de Salomón (1 R. 10.5) son sus servidores domésticos. La voz característica en el NT es diakonos, al principio en sentido no técnico, y luego, en Fil. 1.1 y en las epístolas pastorales, como título de un funcionario eclesiástico subalterno. Se refiere al servicio general, temporario o permanente, ya sea como obligación o por libre decisión; pero tiene la connotación especial de servir a la mesa (se emplea el verbo correspondiente en este sentido, Lc. 12.37; 17.8, y el problema de Marta era el exceso de diakonia, Lc. 10.40), Cristo aparece entre sus discípulos como ho diakonōn, “uno que sirve” (Lc. 22.27), y puede describírselo como diakonos de la circuncisión (Ro. 15.8); siguiendo el ejemplo de este servicio humilde, el mayor de los cristianos debe ser ministro para los demás (Mt. 20.26; Mr. 10.43).

Vemos que a los apóstoles y sus ayudantes se los designa como ministros de Dios (2 Co. 6.4; 1 Ts. 3.2), de Cristo (2 Co. 11.23; Col. 1.7; 1 Ti. 4.6), del evangelio (Ef. 3.7; Col. 1.23), del nuevo pacto (2 Co. 3.6), de la iglesia (Col. 1.25), o absolutamente (1 Co. 3.5; Ef. 6.21; Col. 4.7). Pero debemos notar que también Satanás puede tener sus ministros (2 Co. 11.15), y que puede haber un ministro del pecado (Gá. 2.17); además, puede considerarse al poder secular como ministro de Dios (Ro. 13.4). Se nombró a los Siete para servir a las mesas (diakonein trapezais, Hch. 6.2); es poco probable que en este caso se haya usado el término para describir un cargo técnico, ya que inmediatamente después (v. 4) se lo contrasta con la diakonia de la palabra de los apóstoles, y en realidad Esteban y Felipe cumplieron más bien funciones de evangelistas que de diáconos; además, parecería que la ayuda a los pobres de Jerusalén estuvo a cargo de ancianos y no de diáconos (Hch. 11.30). Sin embargo, en cierto modo los Siete pueden haber servido de prototipo para los posteriores ayudantes de los obispos mencionados en Fil. 1.1, que 1 Ti. 3.8ss caracteriza como hombres honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, y que guardan el misterio de la fe con limpia conciencia. Su obligación primaria aparentemente no era la enseñanza, sino la de visitar casa por casa y ayudar a los pobres y los enfermos; en esa forma los diáconos venían a ser los agentes principales por medio de los cuales la iglesia expresaba su confraternidad mutua en el servicio. Parecería que también ayudaban en el culto colectivo.

Resulta difícil determinar si 1 Ti. 3.11 se refiere a las esposas de los diáconos o a diaconisas; se describe a Febe (Ro. 16.1) como diakonos (género común) de la iglesia en Cencrea, pero esto quizá significa, más bien, que era ayudante, y no que tenía algún cargo oficial; las dos ministrae que menciona Plinio en su carta a Trajano pueden haber sido diaconisas, pero hasta el ss. III no estaba plenamente determinado este cargo.

Se recalca aun más el carácter humilde del servicio cristiano por el uso del término doulos, o esclavo. Es la forma de siervo que asumió Cristo (Fil. 2.7), y, siguiendo su ejemplo, se designa a los apóstoles y sus compañeros de tareas como esclavos (“siervos”) de Dios o de Cristo (Ro. 1.1; Gá. 1.10; Col. 4.12; Tit. 1.1; Stg. 1.1; 2 P. 1.1).

Otro término es hypēretēs, que en realidad significa remero asistente de las galeras, y, en consecuencia, cualquiera que se encuentre en una posición subordinada. Este término se aplica al ḥazzān, especie de sacristán de la sinagoga judía, que tenía la custodia de los libros sagrados (Lc. 4.20); también describe a Juan Marcos (Hch. 13.5) cuando actuó como ayudante de Pablo y Bernabé. Pero Pablo mismo se sintió orgulloso de emplear ese título para sí en relación con Cristo (Hch. 26.16; 1 Co. 4.1), y Lucas (1.2) lo emplea como término genérico para los siervos de la palabra. Finalmente, el término leitourgos se emplea en el NT en sentido cristiano. Originalmente se refería al servicio público, como el que podían ofrecer los ciudadanos acaudalados al estado, y posteriormente adquirió un sentido religioso característico, como en el uso de la LXX. Por consiguiente, Cristo aparece como leitourgos del templo celestial (He. 8.2), y los ángeles son litúrgicos, e. d. espíritus ministradores (He. 1.14). Se utiliza el verbo correspondiente cuando los profetas y maestros ministran al Señor en Antioquía (Hch. 13.2); igualmente, Pablo se describe como el leitourgos de Jesucristo que ministra (hierourgōn) en el servicio sacerdotal del evangelio de Dios (Ro. 15.16). Pero la terminología neotestamentaria se mantiene lo suficientemente fluida como para que se aplique el mismo término a Epafrodito, como ministro de las necesidades de Pablo (Fil. 2.25), a la ayuda de los gentiles a los judíos en cosas materiales (Ro. 15.27), y al poder civil como siervo de Dios (Ro. 13.6). Según la concepción cristiana del *ministerio, sea oficial o no, el ministro presta un humilde pero amoroso servicio a Dios o al hombre.

Bibliografía. Véase bajo * Ministerio.

G.S.M.W., R.T.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Desde hace tiempo el término ministro ha sido asignado de forma distintiva a los clérigos. El lenguaje de 1 Cor. 4,1-2; Heb. 8,2; Mt. 20,26, etc. debe haber ayudado a familiarizar la idea de que los encargados de las funciones espirituales en la Iglesia cristiana fueron llamados a ser los siervos (ministri) de sus hermanos. Incluso antes de la Reforma la palabra ministro se utilizaba ocasionalmente en inglés para describir a los miembros del clero que realmente tomaban parte en una función, o el celebrante a diferencia de los asistentes, pero no se utilizaba entonces sine addito para designar a un eclesiástico.

Este uso del término data desde Calvino, quien se opuso al nombre sacerdote, etc. porque envolvía una concepción errónea de la naturaleza del oficio sagrado. Estos puntos de vista calvinistas tenido alguna influencia en Inglaterra. En el Libro de Oración Común la palabra ministro aparece frecuentemente en el sentido de que el oficiante presta un servicio, y en el trigésimo segundo de los Cánones Eclesiásticos (1603) leemos: “ningún obispo hará a una persona diácono y ministro ambos en un mismo día”, donde se destaca claramente el ministro como el equivalente de sacerdote.

En cuanto al uso moderno el Diccionario de Historia Inglesa dice: “El uso del término ministro para designar a un clérigo anglicano (antes extensamente en boga, a veces con una aplicación más específica a un clérigo beneficiado) se ha vuelto raro en los últimos tiempos, y ahora se asocia principalmente con vistas a la Iglesia Inferior, pero sigue siendo la denominación común de uno nombrado para el oficio espiritual en cualquier comunión no episcopal, especialmente de uno que tiene un cargo pastoral”.

En cuanto a su uso católico, ministro es el título de algunos superiores en varias órdenes religiosas. Al jefe de la Orden Franciscana se le conoce como el ministro general, y al superior de las diferentes provincias de las distintas ramas se le llama ministro provincial. Lo mismo puede decirse de la Orden de los Trinitarios para la Redención de Cautivos y de algunas otras órdenes. En la Compañía de Jesús al segundo al mando en cada casa, que generalmente se encarga de la disciplina interna, la intendencia, etc., se le llama ministro. Carece de fundamento la declaración hecha en el “Diccionario católico” de Addis y Arnold, y de ahí incorporada al gran Diccionario de la Historia Inglesa, que a cada uno de los cinco ayudantes del general de los jesuitas se les llama ministro.

Fuente: Thurston, Herbert. “Minister.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. 6 Dec. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/10326a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

__________________________________

II.

Del latín ministru, servidor. Quien ejerce un ministerio. Los ministerios vienen a ser servicios estables que presta la iglesia a sus fieles. En la antigüedad la palabra ministro era empleada para los que ejercían los ministerios dentro de las iglesias no episcopales, mientras los que lo ejercían dentro de las iglesias episcopales (Católica, Anglicana, Ortodoxa, Episcopal, etc.) eran y son llamados sacerdotes, pudiendo ser obispos o presbíteros.

Actualmente, el uso de esta palabra se ha generalizado a todos aquellos que reciben y ejercen un ministerio.
El ordinario del lugar, es decir el epíscopo u obispo de la iglesia particular o diócesis; tiene la potestad de administrar los ministerios según la necesidad de la iglesia particular y basado en el derecho.

En el marco de una celebración litúrgica, el obispo instituye los ministerios a los bautizados idóneos, quienes luego de recibirlo son llamados ministros.

Los ministros pueden clasificarse según su participación en el sacerdocio bautismal o ministerial:

1. Ministros Ordenados [1]

Entre ellos están el obispo y el presbítero, quienes ejercen el sacerdocio “in persona Christi capitis” [2]; y el diácono quien ejerce el ministerio como Jesucristo servidor. “diakonoi”. Estos ministros son ordenados en rito sacramental y son sellados con carácter indeleble.

2. Ministros Laicos [3]

Los laicos que ejercen el sacerdocio común no consagrado por el sacramento del orden pero si instituidos o conferidos por el obispo, no imprimen carácter indeleble.Instituidos mediante rito sacramental [4].Lector y Acólito.Conferidos en celebración litúrgica. [5]. Ministro extraordinario de La Palabra Ministro extraordinario de La Sagrada Comunión y Exposición del Santísimo y otros ministros creados según necesidades de la diócesis.

Existen otros servicios que no son ejercidos por ministros propiamente dichos, sino por fieles que son escogidos eventualmente por quien preside la celebración litúrgica.

Todos los fieles están llamados a ser “Liturgo”, a participar activamente en la liturgia. [6]

La nueva evangelización en la Iglesia Católica ha fomentado el incremento de los ministros laicos, principalmente para la atención de un mayor número de enfermos, para mejorar los servicios litúrgicos dentro de las Celebraciones Eucarísticas numerosas y para atender a las comunidades que no celebran la Eucaristía por ausencia de presbítero.

Dependiendo de las necesidades de la Diócesis, y del discernimiento del obispo, algunos ministros calificados puedes ser seleccionados como candidatos al diaconado permanente, lo que les permite la entrada al estado clerical.

GUSTAVO A. CARRILLO L.

[1] Denominación empleada en CCE 1120, 1142, 1548. Cf LG 10.

[2] Cf PO 2,6 CCE 1548.

[3] SC 29; CCE 1143; EN 73; Cf CIC 230,1.

[4] Se emplea el Pontifical, rito de institución Lector y Acólito.

[5] Celebración litúrgica donde los laicos reciben el ministerio, se ha acostumbrado realizarla en la Catedral celebrando la palabra de “La mies es mucha y los obreros pocos” Mt 9,35-10,8 o paralelos asociados a la misma

[6] CCE 1144.

Fuente: Enciclopedia Católica