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MISTICA ALEMANA

MISTICA ALEMANA

I. Concepto y peculiaridad
Por m.a. entendemos los movimientos de vida mí­stica, las descripciones de experiencias mí­sticas y las especulaciones relativas a este campo entre los siglos xii y xv en paí­ses alemanes y en la atmósfera del espí­ritu alemán, especialmente en el perí­odo de florecimiento de los siglos xiii-xiv. La m.a. es «la expresión literaria de una corriente espiritual, es en lo esencial una literatura filosófica, ascética, poética en lengua alemana, procedente de monjas y de cí­rculos afines y dirigida a ellos, bajo la guí­a de la orden dominicana» (W. Oehl). En este singular fenómeno cultural destacan como notas tí­picas:
1. La fundamentación escolástica
Centros capitales de la m.a. fueron los monasterios femeninos, principalmente de la orden dominicana, cuyo cuidado espiritual era confiado con preferencia a frailes predicadores; en concreto esta pastoral debí­a ser practicada por «frailes instruidos». Con ello se planteó a estos teólogos un cometido especialmente fructí­fero: el de exponer en lengua vernácula la doctrina escolástica, haciéndola así­ accesible a cí­rculos más amplios. Si se piensa que entonces para ser recibida en un convento de mujeres se exigí­an inteligencia y formación en no pequeña medida, resulta comprensible que la predicación mí­stica estuviera fuertemente interesada en el conocimiento de los misterios divinos y con determinados temas en el primer plano: la esencia de Dios, la Trinidad, las relaciones de la creación y especialmente del hombre con Dios, el conocimiento humano, la influencia de la gracia.

2. La influencia neoplatónica
No puede admirar el hecho de que en estas instrucciones los elementos «mí­sticos» de la teologí­a más antigua (principalmente la de Agustí­n y la del Pseudo-Dionisio) tuvieran un peso muy acusado. Pero con ello se allanó también el camino hacia la herencia neoplatónica, si bien es verdad que no fue tomada en forma pura. El pensamiento emanantista recibió una interpretación cristiana: el mundo, incluyendo el alma humana, no fluye del todo único, sino que es creado por él. La divinización del alma humana, la participación en la vida increada de Dios no es un fundirse con él, sino que se entiende como la unión nupcial con Dios por el amor y la gracia.

3. La lengua alemana
Para entonces una literatura mí­stica en lengua vernácula era algo que estaba muy extendido por Europa (Francisco de Así­s, Giacopone da Todi, Catalina de Siena, Brí­gida de Suecia, Ricardo Rolle, Juliana de Norwich). Pero mientras que aquí­ se trataba preferentemente de obras dirigidas al pueblo, en la m.a. hay un intento serio de redactar en una forma concreta e inteligible las verdades supremas de la fe. La lengua alemana se abrió así­ al mundo religioso enriqueciéndose con una terminologí­a cientí­fico-filosófica. Con ello los mí­sticos han influido decisivamente en el desarrollo de la lengua y de la poesí­a alemanas. Por otro lado, existí­a el peligro de que estas nuevas y primeras creaciones de palabras y transformaciones lingüí­sticas, no siempre presentasen la debida precisión y corrección, o el de que tales expresiones nuevas, aunque correctas en sí­, no fueran entendidas adecuadamente por el cí­rculo de oyentes. Además, la materia de predicación experimentó múltiples elaboraciones nuevas, todo lo cual podí­a llevar a malentendidos (el caso, p. ej., del maestro Eckhart). Pese a estos elementos peligrosos y a pesar de que realmente se deslizaron algunas incorrecciones en la formulación, la m.a. ha contribuido poderosamente a la profundización de la religiosidad, y con ello de la teologí­a.

4. Intimidad del ánimo
Si los mí­sticos influidos por la mentalidad romana continuaron en primera lí­nea siendo teólogos sistematizadores, la m.a. por el contrario quiere hablar más al corazón y busca a Dios, de acuerdo con Agustí­n, primordialmente en el alma misma, en lo recóndito del ánimo, en la «luminosa centella del alma», cuya aspiración sólo se calma entrando «en lo más escondido y profundo de su propio fondo, donde Dios ha puesto su imagen divina» (J. Taulero). Ahí­ se realiza la unión mí­stica del hombre con Dios. El alma sólo llega a este grado supremo apartándose de su parte más baja, de la cual debe «deshacerse», y entrando en sí­ misma: «Un hombre sereno debe deshacerse de la figura de criatura, formarse con Cristo y sobreformarse en la divinidad» (E. Susón). Con esta ascesis se enlaza el camino hacia Cristo, el mediador. Y así­ de una mí­stica originariamente centrada en Dios surge una mí­stica referida a Cristo. Sin Cristo y sus sufrimientos el hombre no llega a la verdadera unión con Dios. «Si quieres verme en mi divinidad increada, debes aprender a conocerme y amarme en mi humanidad doliente, pues éste es el camino más rápido hacia la bienaventuranza eterna» (E. Susón).

II. Nacimiento
En el siglo xii se inició una reacción contra el feudalismo de la Iglesia y contra la degradación moral del clero, reacción que clamaba por una nueva forma de vida en simplicidad apostólica y en castidad consagrada a Dios. Los partidarios de estos movimientos simpatizaban con ciertas concepciones maniqueas y dualistas y por ello entraron en oposición con la Iglesia. Dicha reacción condujo, por otro lado, a la fundación de órdenes nuevas, que respaldaron con una organización el afán religioso de aquella época (p. ej., Roberto de Arbrissel, Norberto de Xanten, Francisco, Domingo). Sobre todo ya en la primera mitad del siglo XIII las recién fundadas órdenes mendicantes penetraron en Alemania. Con independencia de ello, en el siglo xii también penetraron en el noroeste de Alemania, principalmente desde Flandes y Brabante, algunas corrientes religiosas que en su finalidad mostraban un estrecho parentesco con las de los paí­ses latinos. Sólo que en Alemania fueron preferentemente mujeres las portadoras de los nuevos ideales, mujeres ante todo de la nobleza, de estirpes caballerescas y del patriciado urbano. Cuando más tarde este fervor religioso se encontró con las órdenes mendicantes que procedí­an de Italia, una parte de aquellas mujeres intentó realizar su ideal en las órdenes nuevas; otras eligieron una comunidad sin ví­nculos con ninguna orden (beguinas). Tras algunos titubeos iniciales, se hicieron cargo del apostolado con estas mujeres, que viví­an parte en conventos y parte como beguinas, las órdenes mendicantes y especialmente los dominicos. Sin embargo estos pastores de almas no necesitaron despertar en sus oyentes un afán mí­stico, sino sólo profundizarlo. Las lecciones mí­sticas cayeron entre estas mujeres como en una tierra abonada. Así­ fueron precisamente los conventos alemanes de monjas dominicas el centro y semillero de una mí­stica floreciente.

III. Desarrollo histórico
En la historia de la m.a. se pueden distinguir tres frases: un perí­odo de ascensión, un perí­odo de florecimiento y un perí­odo final.

1. Perí­odo de ascensión
Al perí­odo primero pertenecen, entre otras varias, las videntes Hildegarda de Bingen e Isabel de Schönau, así­ como las tres nobles figuras de Matilde de Hackeborn, Gertrudis la Grande y Matilde de Magdeburgo, del monasterio de monjas cistercienses de Hefta, junto a Eisleben. El movimiento procedente de Flandes encontró dignas representantes en Luitgarda de Tongern, Cristina de Stommeln y Juliana de Lieja, entre otras.

2. Perí­odo de florecimiento
La m.a. alcanzó su perí­odo de florecimiento con la dirección espiritual dada a estas mujeres por las órdenes nuevas. Destacan especialmente los franciscanos David de Augsburgo y Lamprecht de Ratisbona, así­ como el cartujo Ludolfo de Sajonia. La pauta la marca sin duda alguna la orden dominicana: Jordán de Sajonia, Ulrico de Estrasburgo, Dietrich de Freiberg, Juan de Sterngassen, Nicolás de Estrasburgo, y la triple constelación del maestro Eckart, de Juan Taulero y del beato Enrique Susón. Con ellos está emparentado el flamenco Juan Ruysbroek, que en su Theologia deutsch (hacia el 1400) compendió los temas capitales de la m.a. Unidos por un afán común, estos mí­sticos se llamaron a sí­ mismos – apoyándose en Jn 15, 14 – los «amigos de Dios». Su mérito fue el haber introducido la vida mí­stica y las ideas mí­sticas también en otras órdenes y en cí­rculos seglares. Los conventos de monjas dominicas fueron en aquella época centros de una auténtica mí­stica femenina. Dan testimonio de ello los escritos de algunas monjas que tuvieron gracias mí­sticas (Margarita y Cristina Ebner, Isabel Stagel, Adelaida Langmann), así­ como las crónicas de distintos monasterios (Medingen junto a Dillingen, Unterlinden cerca de Colmar, Adelhausen junto a Friburgo, Kirchberg en Württemberg, Töss junto a Winterthur, Oetenbach en Zürich, Katharinental junto a Diessenhofen, Engeltal en Nurenberg).

3. Perí­odo final
En general desde el siglo xv el elemento mí­stico retrocede, aunque tampoco en este periodo faltan escritores ascéticos y mí­sticos, como el franciscano Enrique Herp, Dionisio el Cartujano, Nicolás de Flüe y Nicolás de Cusa. Sin embargo ahora se imponen puntos de vista más prácticos. El cambio encuentra su expresión tí­pica en la piedad (que desde Holanda penetra en Alemania) de los «Hermanos de vida común» (Fraterherren; el fundador fue Gerardo Groote, amigo de Ruysbroek), que es conocida con el nombre de Devotio moderna. Su meta era la santificación de la vida sin huir del mundo. Obra caracterí­stica es la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. Muestran cierta afinidad con la Devotio moderna los monasterios benedictinos del sur de Alemania, de Baviera y de Austria: Bursfeld, Melk, Kastl (Juan de Kastl), Tegernsee.

IV. Valores vitales
Como todos los héroes de la vida espiritual, también los mí­sticos alemanes muestran que la unión con Dios, cuya expresión suprema se encuentra en los santos, pero que se exige a todos en una «vida santificada», debe ser lo más í­ntimamente necesario en el hombre y el fundamento que sostenga toda su existencia. Los mí­sticos alemanes claman porque en lo más profundo del corazón se haga sitio a las riquezas del Dios vivo. Al mismo tiempo nos ofrecen un remedio para los daños principales de nuestra época: la mentalidad materialista y una entrega sin lí­mites al mundo exterior. Simultáneamente la mí­stica genuina ha producido siempre un cristianismo vivo y operante. Prueba de ello son, p. ej., muchas mujeres mí­sticas. Es cierto que tales mujeres en primera lí­nea se dirigieron con todo apasionamiento a Dios; más no por ello apartaron su mirada de los cometidos temporales. Las crónicas monásticas nos muestran una jornada cargada de trabajo, nos informan de bastantes realizaciones económicas, de una profunda vinculación con los destinos del mundo y de la cristiandad. Hildegarda de Bingen recorrió ciudades y aldeas e influyó en la reforma moral del clero, del monacato y del pueblo; obispos, abades, reyes y prí­ncipes solicitaron su consejo. De Margarita Ebner sabemos que espiritualmente sufrió mucho por las discordias entre el papa y el emperador. Como época de una interioridad armónica, la m.a. podrí­a contribuir mucho en nuestros dí­as al esclarecimiento y reconciliación de los espí­ritus, y podrí­a enseñar a nuestro tiempo presente el camino hacia una época nueva, regida otra vez por Dios y por sus normas divinas. Los mí­sticos alemanes fueron precisamente no sólo «maestros de lectura», sino ante todo «maestros de vida». También hoy podrí­an servirnos de modelo y guí­a.

BIBLIOGRAFíA: SELECCIONES DE TEXTOS: Deutsche Mystiker (Sammlung Kösel) (K – Mn 1910 ss); O. Karrer, Die große Glut (Mn 1926); F. Schulze-Maizier, Mystische Dichtung aus sieben Jahrhunderten (L 1927); H. S. Denifie, Das geistliche Leben. Deutsche Mystiker des 14. Jh. (Sa 91936); W. Stammler, Gottsuchende Seelen. Prosa und Verse aus der deutsche Mystik des Mittelalters (Mn 1948); J. Quint, Textbuch zur deutsche Mystik des Mittelalters (Hl 1952); G. Gieraths, Abgrund des Lichts. Texte deutscher Mystik (Ei 1964).

ExPOSICIONES: W. Preger, Geschichte der d. M. im Mittelalter, 3 vols. (L 1874-93); J. Bernhart, Die philosophische Mystik des Mittelalters (Mn 1922); M. Grabmann, Die Kulturwerte der deutschen Mystik (Au 21923); H. Wilma, Das Beten der Mystikerinnen (Fr 21923); A. Heiler, Mystik deutscher Frauen im Mittelalter (B 1929); W. Muschg, Die Mystik in der Schweiz (Frauenfeld – L 1935); O. Sprieß, Die deutschen Mystiker des 14. Jh. (Fri 1951); J. Koch, Humanismus, Mystik und Kunst in der Welt des Mittelalters (Kö 1953).

Paul-Gundolf Gieraths

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica