MUCHEDUMBRE

Jesús no ha sido un lí­der populista, no ha buscado el aplauso de la gente; pero, como testigo de la alianza de Dios, ha puesto su vida (y muerte) en manos del pueblo de la alianza, como la tradición ha visto, al compararle con los profetas rechazados, juzgados y asesinados de antaño (cf. Mc 12,1-12; Mt 23,31). Su misma popularidad y el movimiento de masas que ha suscitado explican su condena a muerte, como saben los evangelios (cf. Mc 14,2; Jn 11,48-50) y Josefo (Ant 18,63-64). Desde ahí­ ha de entenderse el papel que esas masas desempeñan en su muerte.

(1) Los cambios de la muchedumbre. Parece que al principio los grupos de galileos, que suben con Jesús a Jerusalén, le admiran (cf. Mc 11,1-11) y defienden, de manera que los sacerdotes tienen miedo de matarle, por las reacciones que ese gesto pudiera suscitar (cf. Mc 14,2). Pero después la muchedumbre de Jerusalén le rechaza, haciéndose responsable de la muerte de Jesús (cf. Mc 15,6-15 par). Influye en ese cambio el hecho de que algunos de la muchedumbre vienen de zonas rurales (Galilea) y otros son de la ciudad sagrada (Jerusalén), pero eso no lo explica todo. El problema reside, a mi entender, en el mismo carácter del mensaje de Jesús. Ciertamente, la muchedumbre es mudable y puede pasar pronto del júbilo de Ramos al juicio del Calvario, sobre todo al ser manipulada por ideólogos y sacerdotes (cf. Mc 15,11). Pero la razón del cambio resulta más honda: el mensaje de Jesús choca con los intereses culturales y económicos, sacrales y polí­ticos de la alianza nacional israelita. Esto es lo que, al parecer, no habí­an previsto sus amigos de Galilea. Esto es lo que ha descubierto, con la ayuda de los sacerdotes, la muchedumbre de Jerusalén, que acaba imponiéndose en la plaza.

(2) Muchedumbre. Un proceso de unificación. Los evangelios parecen indicar que, en un momento dado, por mimetismo o contagio de violencia, judí­os galileos y jerosolimitanos se han vinculado en contra de Jesús, en un mismo rechazo y deseo de muerte, pues le juzgan peligroso y contrario a sus intereses. La tradición teológica ha visto bien el afirmar que «todos le han matado» y que por todos ha muerto, de manera que todos se unen en un mismo pecado y gracia (cf. Rom 5). Este proceso de unificación universal contra Jesús, que asume viejas tradiciones judí­as expresadas en los textos del Siervo de Isaí­as 49,1-13; 52,14-53,12 y del Justo de Sab 2, constituye el argumento básico de la pasión en los evangelios (Mc 15; Mt 27; Lc 23; Jn 18). Unos y otros se vinculan en contra de Jesús, en un juicio de violencia, impul sado por los sacerdotes (cf. Mc 15,10 par) y ratificado por Pilato (cf. Mc 15,15 par), pero asumido y culminado por la muchedumbre. En ese sentido, en contra de los fáciles idealismos que conciben al pueblo como inocente y sabio, debemos afirmar que, según los evangelios, la muchedumbre ha podido ser y ha sido manipulada, de tal forma que ha terminado siendo responsable del asesinato de Jesús.

Cf. R. E. Brown, La muerte del Mesí­as I, Verbo Divino, Estella 2005; R. GIRARD, La dolencia y lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1995.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

1. oclos (o[clo», 3793), multitud mixta. Se traduce «muchedumbre» (Act 13:45; 14.13); «muchedumbres» (Rev 17:15). Véase MULTITUD, etc. 2. plethos (plh`qo», 4128), véase asimismo MULTITUD, se traduce «muchedumbre» (Luk 23:1; Act 21:36). En la RV no se traduce así­ en ningún pasaje; en estos dos aparece como «multitud». Véanse también ASAMBLEA, etc.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento