Panes y peces (panes, peces, milagros, eucaristía). El tema de la multiplicación de los panes y los peces está bien anclado en la tradición de los evangelios y expresa de forma privilegiada el sentido de la vida y obra de Jesús. Aparece dos veces en Marcos (6,30.44; 8,1-10), dos veces en Mateo (cf. 14,13-21; 15,32-39) y una en Lucas (9,10-17) y en Juan (6,1-14). Aquí nos fijamos en el primer relato de Marcos (Mc 6,30-44), que viene después de la narración del banquete de Herodes, con el asesinato de Juan* Bautista (6,14-29), aunque tendremos también en cuenta el segundo (Mc 8,110) con los paralelos de Mt, Lc y Jn. Frente al banquete bien programado de Herodes, donde sólo están invitados los grandes del reino (Mc 6,21) y se decide la muerte de Juan, el Evangelio expone aquí el banquete de los discípulos de Jesús, al que pueden asistir todos los que quieran y vengan a buscarle, sin limitaciones de raza, poder o religión. La narración ofrece un esquema eucarístico, con dos partes principales, una más vinculada a la palabra, otra a la comida.
(1) La Palabra compartida y compasiva (Mc 6,33-35). Jesús ha querido descansar, en un lugar ameno y solitario, con un grupo de discípulos. Pero, más que su descanso, le importa la necesidad de las gentes que acuden. Esta es la ley suprema de su vida: siendo enviado del Dios misericordioso (cf. Ex 34,6-7; Jonás 3,3), siente compasión de los hombres, a quienes debe guiar como buen pastor (cf. Nm 27,17; Jr 23,4; Ez 34,23), ofreciéndoles así, en el campo abierto, la palabra de Dios, sin distinciones ni limitaciones. Había por entonces diversas escuelas judías, pero tendían a ser elitistas, propias de los puros (esenios, fariseos…), con largos años de aprendizaje, de tal forma que sólo al gunos podían escuchar y entender la palabra, mientras otros seguían siendo ignorantes (dependientes). Jesús, en cambio, ofrece su enseñanza a todos, en la universidad de la vida y de la calle. En ese sentido podemos hablar de una multiplicación de la palabra compartida, que es anterior a la comunicación del pan («pues no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra…»: Mt 4,4).
(2) Liturgia de la comida: eucaristía de los panes y los peces. Los discípulos de Jesús no se han opuesto a que regale abiertamente la palabra, pero se oponen cuando él les pide que alimenten a la muchedumbre con sus propios panes y peces. Para Baño* y Juan* Bautista era esencial una comida de pureza cósmica (silvestre). Para los fariseos* y esenios* era esencial una comida limpia. A Jesús en cambio le importa ante todo la comida compartida: abierta a los que vienen, superando las normas de pureza elitista. Este es su signo: el don de los panes* y los peces* compartidos, a partir de los mismos discípulos, que dan lo que tienen para todos, sabiendo que allí donde se comparte lo que hay pueden sobrar y sobran doce cestos (cf. Mc 6,43) que son signo de las doce tribus de Israel o siete cestos (Mc 8,8) que son signo de una comida que debe compartirse con todos los pueblos de la tierra.
(3) Las multiplicaciones son comida histórica y pascual. Ciertamente, el texto recoge y relata un recuerdo de la historia de Jesús, que comparte lo que tienen (él y sus discípulos) con todos los que han ido a su encuentro, en gesto generoso de abundancia, de palabra y comida fraterna. Pero, al mismo tiempo, este recuerdo ha sido recreado desde la experiencia pascual, de manera que los cristianos se pueden definir como aquellos que comparten la comida y que, al hacerlo, descubren a Jesús resucitado, a quien los textos de la eucaristía* presentan como pan compartido. El problema de la humanidad antigua y moderna no es la carencia (falta de producción), sino el reparto y comunión de bienes y vida. Por eso, el «milagro» de las comidas de Jesús no está en la multiplicación física del pan y de los peces (como en el pan y carne del cuervo de Elias, o en la harina y aceite de Eliseo: cf. 1 Re 17,1-16; 2 Re 4,1-7; 4,42-44), sino en la comunicación y comunión de los bienes humanos. Los que hoy desta can sólo el aspecto milagrero externo de las multiplicaciones, proyectando sobre ellas problemas de biología o física (ampliación o producción instantánea de nuevos alimentos), olvidan el auténtico tema: los evangelios no hablan de física, sino de solidaridad humana y esperanza rnesiánica.
(4) Las multiplicaciones expresan el carácter universal concreto del mensaje y vida de Jesús. Todo resulta natural en ellas, no hay nada «sagrado» en su despliegue: no hacen falta sacerdotes especiales, ni ceremonias de pureza, ni templos, ni ritos cultuales, pues el rito es la misma vida, comunicación humana, en cuanto palabra y alimento. Por eso, los relatos de multiplicaciones, superando la barrera de la diferencia israelita, nos conducen a un lugar donde pueden encontrarse todos los humanos, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos, creyentes religiosos y simples hambrientos de pan y palabra, sobre el ancho campo de la vida. Religiones y ritos nacionales separan, ideologías y políticas sacrales distinguen. Jesús, en cambio, acoge y reúne a todos en el ancho campo (desierto* de todos), para ofrecerles la palabra y el pan que se comparten. De esa forma, el signo del Dios de Jesús es la mesa universal: sus discípulos no pueden preparar una comida exclusivista, no se reúnen en tomo a un pan y vino de pureza, para separarse de los transgresores de la ley (como en Qumrán), sino al contrario: ofrecen a todos los que vienen sus panes y sus peces. Estos judíos mesiánicos (cristianos de Galilea), seguidores del profeta nazareno, acogen a todos y los distribuyen, sobre la hierba verde, bajo el ancho cielo, en grupos de cincuenta o cien (Mc 6,39-40), en corros de comunicación humana, para que así puedan conocerse, compartir la mesa y dialogar desde el Reino. Son multitud (cinco mil o cuatro mil: Mc 6,44; 8,9), pero se vinculan en comunidades o gmpos menores, para comer y compartir el pan, de un modo personal, formando la iglesia del campo abierto de la vida. No son cristianos en el sentido confesional posterior, pero lo son en un sentido todavía más profundo de comunicación de vida.
Cf. R. Fowler, Loaves and Fisches: The Function of the Feeding Stories in the Cospel of Mark, Scholars, Chico CA 1981; X. Pikaza, Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2000.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra