NIGROMANCIA

práctica con la que se hací­a contacto con los muertos, buscando informarse sobre los oráculos, también sobre el futuro. Era prohibido a los israelitas; la pena era la muerte, Lv 20, 6 y 27.

Era una práctica ejercida por la población cananea que los israelitas habí­an adoptado, Dn 18, 11-12. A pesar de todas las sanciones, no pudo ser suprimida por completo.

Saúl habí­a expulsado de Israel a los nigromantes y adivinos pero cuando Samuel murió, tuvo miedo ante la supremací­a de los filisteos, por lo que trató de hallar una respuesta de Dios con respecto al modo de actuar frente a ellos; pero como no obtuvo respuesta alguna ni por sueños, ni por los oráculos, ni por los profetas, 1 S 28, 3-6, decidió consultar a una nigromante, la pitonisa de Endor. Saúl se disfrazó y se llegó de noche donde la pitonisa de Endor y le pidió que evocara al muerto que él le dijera, 1 S 28, 8; y le pidió el espí­ritu de Samuel, pero no llegó a verlo, habiendo de conformarse con la descripción que la pitonisa le hizo del espectro, del hebreo elohim, ser sobrehumano, aplicado aquí­ a los muertos. Se atribuye el ominoso final de Saúl a la consulta hecha a la n., 2 Cro 10, 13.

Quienes tení­an el poder de consultar a los muertos la ley los calificó de seres en los que hay †œespí­ritu de nigromante o adivino†, Lv 20, 17. Bajo el reinado de Manasés de Judá, la n. volvió a ser permitida oficialmente, 2 R 21, 6; 2 Cro 33, 6. Josí­as puso fin a esta abominación, 2 R 23, 24.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

[249]
Relación adivinatoria o relacionada con sortilegios, comunicación y prácticas mágicas, usando pretendidas comunicación con personajes fallecidos o por demandas de los mismos.

Tiene que ver con el espiritismo y en ocasiones con el diabolismo. Por lo tanto debe ser juzgada moralmente como algo rechazable por el respeto que merecen los que ya murieron, sobre todo si con ellos hay relación de piedad familiar o de especial dignidad.

También es conveniente recordar que la mayor parte de las acciones nigrománticas se apoyan en trucos, supercherí­as, sugestiones y engaños. Por eso, aunque así­ sea, no es moralmente correcto engañar y debilitar la fe religiosa de los débiles en ella con subterfugios falaces.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa