NOMADAS
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Personas o pueblos que viven en régimen itinerante, bien por dedicarse al pastoreo, como los Patriarcas bíblicos, bien por que viven de trabajos ocasionales y deben desplazarse continuamente para hallar sus posibles labores.
La atención religiosa de los pueblos y personas nómadas se hace complicada, pues las influencias múltiples de los lugares por donde se transita y la fragilidad de los sentimientos anejos a una vida inestable y peregrina convierten en fugaces muchos de los resultados.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Grupo humano que cambia su zona de residencia según las estaciones, dentro de un territorio más amplio, que considera su territorio.
I. En la Biblia
El vocablo “nómada” o “nómade” no aparece en las vss.
El primer nómada fue *Caín, quien fue desterrado de su parentela para transformarse en errante (Gn. 4). En la tabla de las naciones de Gn. 10 (* Naciones, Tabla de las), se mencionan varios grupos nómadas. Entre los descendientes de *jafet figuran *Gomer (cimerios), Madai (* Medos), Mesec (quizás los frigios), y *Askenaz (escitas), todos pueblos que probablemente en su origen provenían de la estepa septentrional. Het, entre los hijos de Cam, podría ser quien dio origen a los *hititas del Asia Menor, aunque quizás sea más probable que la referencia indique estados neohititas posteriores del N de Siria. Entre los descendientes de Sem figuran *Aram (arameos), y una cantidad de tribus árabes, algunas de ellas todavía nómadas en tiempos históricos, que provenían de la península arábiga.
El período patriarcal fue mayormente de vida nómada para el remanente elegido de Dios. No se sabe a ciencia cierta si Abraham llevaba una vida sedentaria en la ciudad de Ur cuando fue llamado por Dios. Más tarde se le denomina “el hebreo” (Gn. 14.13), y esto puede indicar que era uno de los habiru (* Hebreos) que vivían fuera de la ciudad, quizás en situación de dependencia. En esa situación podía, no obstante, ser un hombre de posición holgada, como sin duda lo fue. No se indica cuánto tiempo estuvieron radicados en Ur él y sus antepasados, pero cuando abandonó esa ciudad comenzó una vida nómada que fue continuada por Isaac y Jacob durante dos largas generaciones, hasta que los hijos de Israel iniciaron su vida sedentaria en Egipto (cf. He. 11.9). No se trataba del movimiento regular de los nómadas, según las estaciones y dentro de un territorio determinado, sino de un andar errante de un lugar a otro; y, aunque Abraham tenía camellos (
Después de experimentar los deleites de la vida sedentaria en Egipto, aun cuando fueron oprimidos, en el momento del éxodo los israelitas se resistían a volver a los rigores de la vida errante. Los 40 años en el desierto constituyen un episodio de características únicas, porque sin la provisión milagrosa de alimentos dispuesta por Dios un pueblo tan numeroso hubiera resultado demasiado grande para mantenerse con los recursos naturales de la región.
Una vez establecidos en la tierra prometida cesó para los israelitas la verdadera vida nómada, pero perduran en el AT reminiscencias diversas de ella. Por ejemplo, en muchos casos se habla de la casa de una persona como su “tienda” (p. ej. Jue. 20.8; 1 S. 13.2; 2 S. 20.1; 1 R. 12.16). Para expresar la idea de levantarse temprano se usa el verbo šāḵam (en la raíz hif˓ı̂l), que en realidad significa “cargar sobre los lomos (de bestias)” (p. ej. Jue. 19.9; 1 S. 17.20). Ciertas metáforas utilizadas en poesía sugieren un fondo nómada: en Job 4.21 (°vm) el acto de arrancar las cuerdas de la tienda significa muerte; en Jer. 10.20 la rotura de las cuerdas de la tienda indica desolación, y contrariamente, una tienda en buenas condiciones habla de seguridad (Is. 33.20); en Is. 54.2 el ensanchamiento del espacio en la tienda significa pueblo próspero.
Los israelitas establecieron contacto con diversos grupos nómadas una vez que se asentaron en la tierra prometida. Ya para el 1º milenio los arameos se habían radicado principalmente en las ciudades estados de Siria, de manera que la amenaza de los nómadas provenía mayormente del E y del S, donde los benê qeḏem, “los orientales” (cf. Ez. 25.4; “hijos de Oriente”, °vm), y pueblos asociados tales como los *madianitas, los *amalecitas, los *moabitas, los *edomitas, los *amonitas, y los de *Cedar siempre se aprovechaban de cualquier debilidad en los territorios ocupados. La expansión comercial de Salomón en el ss. X trajo como consecuencia ciertos contactos con *Arabia y los mercaderes ambulantes de esa región. En el ss. IX Josafat logró exigir tributo a los árabes (2 Cr. 17.11), pero la familia de Joram fue llevada cautiva por este pueblo luego de una incursión (2 Cr. 21.16–17). Durante todo el tiempo de la monarquía se menciona a los árabes en distintos sentidos (p. ej. Is. 13.20; 21.13; Jer. 3.2; 25.23–24; Ez. 27.21).
Después del retorno del exilio, los comerciantes nómadas que se estaban radicando en los bordes orientales de Siria-Palestina están representados por *Gesem el árabe, quien procuró impedir la reconstrucción de Jerusalén (Neh. 2.19; 6.6). Estas gentes fueron seguidas por los *Nabateos en tiempos neotestamentarios.
Debido a la corrupción moral que acompañó al asentamiento en la tierra prometida, los profetas utilizaron el ideal de la vida nómada como figura de salud espiritual. Condenaban el lujo de la vida ciudadana (Am. 3.15; 6.8) y hablaban del retorno a la simplicidad de los primeros tiempos de Israel en el desierto (Os. 2.14–15; 12.9). Es probable que este llamado al desierto se haya llevado a la práctica de tiempo en tiempo, como lo demuestra la comunidad de Qumrán (* Mar Muerto, Rollos del) en el período intertestamentario, y Juan el Bautista, y Jesucristo y sus discípulos en épocas neotestamentarias. Aunque no se trataba de vida nómada en el sentido estricto, era una manifestación del valor que se le atribuía a la vida nómada, que se ha proclamado siempre como meta para el pueblo de Dios; vale decir, la de ser peregrinos en este mundo, y de evitar la acumulación de tesoros en la tierra. (* Recabitas; * Ceneos )
II. Estilo de vida
El grupo nómada depende para su subsistencia de rebaños de animales tales como el caballo, el camello, la oveja, la cabra, o el buey, y las necesidades de pastos para los rebaños determinan los movimientos de la comunidad. Las particularidades de las tierras que ocupan exigen este estilo de vida, ya que están formadas generalmente por estepas o llanuras que proporcionan pastos temporariamente en la estación fresca o lluviosa, y oasis o tierras altas adonde se retiran en la estación seca. En condiciones normales cada tribu nómada ocupa un territorio que se considera como propio, y visita con regularidad distintas partes del mismo de acuerdo a las estaciones. De modo que cada tribu, o en zonas más áridas, cada grupo más pequeño, visita anualmente la región de pasturaje que se le ha reconocido, y regresa anualmente al mismo oasis o territorio montañoso. Las viviendas móviles consisten en tiendas de pieles, fieltro o lana, y todas sus pertenencias se limitan a la mínima expresión. Existen variantes de una región a otra. Algunos grupos, especialmente los que poseen tropas de camellos, abandonan la llanura para instalarse en algún oasis o zona alta solamente cuando los obliga la sequía; otros, en especial los pastores, poseen viviendas semipermanentes en el oasis, e incluso llegan a dedicarse a la agricultura, y se internan en la llanura únicamente cuando las necesidades de los animales lo exigen. A los pueblos de este último tipo a veces se los denomina seminómadas.
Una economía de esta naturaleza resulta muy ajustada, y el crecimiento demográfico puede perturbar el delicado equilibrio de la población. Como consecuencia, un grupo que acusa un crecimiento demográfico puede llegar a invadir el territorio tradicional de algún pueblo vecino más débil, que, en consecuencia, llega a ser desalojado, produciendo quizás una reacción en cadena que puede obligar a los grupos que se encuentran en los bordes a buscar lugar más allá de sus fronteras. Las comunidades agrícolas sedentarias suelen ser fácil presa de esta expansión de los grupos nómadas, que pueden constituirse en una aristocracia militar y dominar a la población menos vigorosa. Sin embargo, unas cuantas generaciones son generalmente suficientes para que los intrusos sean absorbidos por la cultura dominante, aunque menos agresiva, de los pueblos sedentarios.
La situación más ventajosa para un grupo nómada es un país de condiciones variadas, donde las ciudades-estados y el territorio cultivado que las rodea incluye también zonas menos intensamente pobladas, donde el nómada puede acampar y explotar los asentamientos vulnerables. Esto puede efectuarse mediante incursiones, u ofreciendo sus servicios en calidad de mercenarios o de labriegos.
Hay ciertos valores que resultan de las demandas de la vida nómada. La dependencia mutua de los miembros de la tribu, unida al sentimiento de descendencia común, conducen a una gran solidaridad entre ellos (* Familia) y a prácticas concomitantes tales como la venganza de la sangre (* Vengador de la sangre) por asesinato u homicidio. Las exigencias de la movilidad obligan a la reducción de las pertenencias a lo que se pueda trasladar con facilidad, traduciéndose la riqueza en la acumulación de ganado en pie. Los rigores de la vida obligan también a la hospitalidad para con el viajero, como también a la caballerosidad, a veces de naturaleza enteramente extraña al agricultor sedentario.
III. El antiguo Cercano Oriente
Existían dos regiones principales que mantuvieron poblaciones nómadas en los tiempos antiguos, desde donde las partes más asentadas del Cercano Oriente experimentaban el ingreso de intrusos. Dichas regiones eran la península arábiga y las estepas del S de Rusia. El acceso desde Arabia era más fácil que desde el N, ya que esta última región estaba separada por una barrera de montañas, y para los nómadas del N de Arabia algunos de los oasis que visitaban en las distintas estaciones del año se encontraban muy próximas a las zonas ocupadas de Palestina y Siria.
a. Los nómadas meridionales
Es probable que Arabia fuese la tierra originaria inmediata de los semitas (de habla semítica), y dado que desde los tiempos históricos más primitivos en la Mesopotamia los acadios semíticos formaron parte de la población, puede inferirse que hubo una continua afluencia de nómadas de la península arábiga. El conocimiento de la llegada de nómadas procedentes de Arabia está determinado en buena medida por las pruebas existentes. Los registros escritos provenientes de Palestina son escasos, los de Siria son intermitentes, mientras que más amplios son los de la Mesopotamia. Sin embargo, en la Mesopotamia el relato más completo se origina en tiempos de gran poder político, cuando se podía resistir exitosamente a los nómadas intrusos, y desde luego, según los relatos, la ruta mejor confirmaba para ingresar abiertamente en la Mesopotamia salía del N, aunque también es de suponer la posibilidad de una infiltración pacífica a Babilonia desde el O. La primera parte del 2º milenio a.C., después de la caída de la 3º dinastía de Ur, fue un período de debilidad en Babilonia, con las consiguientes invasiones nómadas desde el N. Estos invasores, particularmente los *“amorreos”, finalmente se establecieron como dinastías gobernantes en las ciudades de Babilonia. Durante la época de la más importante de estas dinastías, la 1ª de Babilonia, los archivos diplomáticos descubiertos en la ciudad de *Mari, en el Éufrates medio, ofrecen un panorama de la situación en el N de Mesopotamia-Siria, donde las ciudades-estados estaban separadas por territorios ocupados por grupos nómadas. Un grupo conocido como los haneos (anû) proveía al rey de Mari de tropas mercenarias, y, aunque vivían en campamentos, algunos de ellos comenzaron a establecerse en viviendas permanentes. Un grupo más molesto lo constituían los yaminitas (que a veces se lee Bini-Yamín; es más probable que la forma escrita se haya leído mārū yamı̄n; * Benjamín, TUR [pl]-ya-mi-in), que se desparramaron por la zona esteparia entre el río Habur y el Éufrates y más al O, especialmente en las cercanías de Harán, y se mencionan a menudo por sus incursiones contra los asentamientos, y aun por sus ataques a las ciudades. Los suteos (sutû), del mismo modo, incursionaban más al S, especialmente en las rutas comerciales que conectaban el Éufrates con Siria. Otro grupo, los habiru (* Hebreos), a quienes se menciona en la segunda mitad del 2º milenio en documentos provenientes de Nuzi, Alalak, Hattusas, Ugarit, el-Amarna, y en documentos originados en Egipto, a se mencionan anteriormente (s. XVIII a.C.) en las cartas de Mari y en documentos del mismo período general originados en Alalak, Capadocia el S de Mesopotamia. Estos pueblos parecen haber sido nómadas o seminómadas que aparecen como incursores, en un momento, y en otro como radicados en las ciudades, desempeñándose a veces como tropas mercenarias y otras como labriegos o aun esclavos.
Estos son los principales grupos nómadas mencionados en los archivos de Mari correspondientes a este período, pero son, sin duda, típicos de otros pueblos en distintos períodos que amenazaban a las ciudades-estados que vivían aisladas, particularmente las del N de Mesopotamia y Siria-Palestina. Algunos probablemente se caracterizaban por ser más bien artesanos viajeros que incursores, y un grupo de esta naturaleza está ilustrado en una pintura mural del ss. XIX a.C. en Beni Hasán, Egipto (véase
En los siglos posteriores a estos otro grupo nómada que se dispersó por Siria-Palestina y llegó hasta *Egipto fue el de los hicsos, y principalmente durante el 2º milenio otro grupo más de nómadas, los *Arameos, y un grupo asociado, los ahlamu, empezaron a adquirir prominencia. Durante los siglos entre fines del 2º y comienzos del 1º milenio, estos pueblos y sus congéneres inundaron Asia occidental, deteniendo el creciente dominio de Asiria, y fundando muchas ciudades-estados en la región de Siria y el N de Mesopotamia.
Estos grupos de nómadas son los principales que se conocen por los documentos escritos, que en última instancia probablemente provenían de la península arábiga. Más directamente de esa península llegaron grupos de árabes (* Arabia), los que se mencionan en las inscripciones asirias y aparecen en los bajos relieves montados en camellos y viviendo en tiendas. Más adelante en el 1º milenio avanzadas como Petra y Palmira fueron ocupadas por tribus árabes que podían beneficiarse con el tráfico de las caravanas.
b. Los nómadas septentrionales
El acceso al Cercano Oriente resultaba más difícil para los nómadas del N que habitaban las estepas del S de Rusia; la principal ruta de penetración se encontraba entre el mar Caspio y el Negro, en dirección a Asia Menor e Irán. Señales de la afluencia de nómadas septentrionales ya se encuentran a mediados del 3º milenio en las “tumbas reales” de Alaca Hüyük en el Asia Menor central, donde una aristocracia guerrera se había impuesto sobre la población campesina. Estos fueron predecedores de los hititas de habla indoeuropea que establecieron un imperio en Asia Menor en el 2º milenio. Es evidente que, del mismo modo que los hititas, muchos de los invasores del N eran de lengua indoeuropea. En el 2º milenio los casitas en Babilonia, y los gobernantes de Mitanni en el N de la Mesopotamia, manifiestan, en sus nombres y ciertos elementos lexicales, sus orígenes indoeuropeos. Este pueblo se encontraba entre los primeros que introdujeron el *caballo y el *carro en Asia occidental, y es probable que la combinación del caballo y el carro se haya efectuado en las estepas. En las postrimerías del 2º milenio los frigios repitieron en Asia Menor el esquema de una aristocracia guerrera dominante, y más tarde aparecen los cimerios como incursores guerreros. En el 1º milenio los medos y los persas alcanzaron prominencia en Irán, y estos últimos finalmente establecieron un imperio que dominó todo el Cercano Oriente. En las inscripciones asirias los primitivos grupos de guerreros incursores se conocen como ummanmanda (* Asiria).
Bibliografía. °R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985; id., Historia antigua de Israel, 1975, t(t). I; °S. Moscati, Las antiguas civilizaciones semíticas, 1960; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976; W. F. Albright, De la edad de piedra al cristianismo, 1959; J. Kupper, “Nómadas”, °EBDM, t(t). V, cols. 542–547.
General: C. D. Forde, Habitat, Economy and Society4, 1942, pp. 308–351. Biblia: R. de Vaux, Ancient Israel, 1961, pp. 3–15, 519–520; D. J. Wiseman, The Word of God for Abraham and Today, 1959, pp. 10–12;
T.C.M.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico