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NOVISIMOS

NOVISIMOS

[290] Se denomina así­ al recuerdo de los últimos acontecimientos del mundo y del hombre en el mundo. Esos «últimos» o «muy nuevos» hechos personales y que la piedad popular condensó en los cuatro hechos de muerte, juicio, infierno o gloria son analizados teológicamente por la Escatologí­a.

Son hechos humanos y tienen una dimensión antropológica. Pero hay en ellos una intervención divina y por eso se hallan bajo una iluminación de la Palabra divina y del Magisterio eclesial. Debe ser objeto de estudio a la luz de la revelación. El encerrar su recuerdo en cuatro palabras no excluye otras consideraciones:

– La realidad del fin del mundo y sus circunstancias de tiempo y forma.

– La doctrina sobre la resurrección de los hombres, con sus cuerpos y almas, a ejemplo de la resurrección de Jesús.

– La parusí­a, o venida de Cristo glorioso «para juzgar a vivos y muertos».

– El hecho de la purificación, o estado y tiempo previos a la glorificación, que la tradición denomina «purgatorio», para quien ha muerto sin estar plenamente purificado de sus faltas en este mundo.

– La distinción que la piedad popular hace entre el juicio individual inmediato para hombre al morir y los rasgos de un «juicio universal» como acto previo al comienzo definitivo de la «vida eterna».

La meditación sobre estos hechos, sobre los noví­simos, ha llenado páginas enteras en los libros de ascética, ha hecho pensar a muchos hombres en lo importante que es prepararse para el final de la vida. Ha suscitado multitud de fantasí­as en los creyentes, que con frecuencia chocan con el misterio de lo incomprensible y con la sorpresa de lo trascendente, como se refleja en el arte, en la literatura, en las tradiciones.

La teologí­a escatológica debe aclarar lo que es doctrina y lo que es fantasí­a en todo aquello que se piensa o que se dice en relación al más allá.

Suelen ser temas que suscitan interés en los catequizandos. Son, o serán, realidades individuales y sociales discutibles y oscuras, pero algo dice a cada conciencia que, después de la muerte, hay misterios que conviene aclarar en lo posible. Ciertamente es frecuente desviarse hacia explicaciones antropomórficas fáciles, sin caer en la cuenta de que las figuras y fantasí­as escapan a las categorí­as mentales de espacio, tiempo, montaje espectacular, acción judicial terrena, trompeterí­a angélica o luminosidad etérea al estilo de la Capilla Sixtina del genial artista Miguel Angel.

Pero la superación de estas interesantes tramoyas no deben hacer olvidar la realidad del más allá y la necesidad creyente de aceptar el misterio de la otra vida.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. cielo, escatologí­a, infierno, juicio, muerte, purgatorio)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Los últimos acontecimientos, las postrimerí­as del hombre. Los evangelios nos hablan de la muerte como una obra de Satán (in 8,44). Jesucristo muere por todos los hombres (Mt 20,28; Mc 10,45; Lc 22,27); del juicio particular (Mt 16,27; 20,1; 25,14; Lc 12,12; 16,19-31; 23,43); del juicio universal (Mt 13,30; 24,31; 25,31; Jn 5,28; 12,47-50); del infierno (Mc 5,22; 8,12; 13,42; 10,28; 18,9; 23,15; Mc 9,43; Lc 3,17; 12,5; 16,19); de la gloria (Mt 5,12; 6,20; 19,21; 18,8; Lc 6,23; 12,33; 23,43). ->escatologí­a.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Con este término se indica el tratado de la teologí­a católica sobre la escatologí­a, en la forma que fue tomando desde la Edad Media hasta mediados del siglo xx, cuando fue sustituido por un tratado escatológico más orgánico.

Dado que está confeccionado en un sentido manualista, desconectado de los temas más centrales de la fe cristiana y ajeno a todo intento de diálogo con la cultura contemporánea, el término «noví­simos» ha sido usado en la teologí­a contemporánea en sentido negativo, como sinónimo de un modo obsoleto de hacer escatologí­a. El mayor defecto de este planteamiento consiste en su inclinación a ofrecer una ilustración casi fisicista de los temas escatológicos y en la incapacidad de ofrecer una visión de conjunto de la historia de las intervenciones salví­ficas de Dios realizadas en Cristo, que es en lo que reside por el contrario la tarea de la escatologí­a.

Dentro del curso de estudios teológicos el tratado sobre los noví­simos recibió varias colocaciones: después del tratado sobre los sacramentos, a veces dentro de la problemática sobre Dios creador, pero siempre como apéndice o apostilla teológica de escasa importancia y con intereses objetivistas cada vez mayores, algo así­ como el inútil tratadillo final de la teologí­a (von Balthasar).

Los contenidos fundamentales del tratado sobre los noví­simos son los clásicos de la escatologí­a: la vida eterna, la muerte, la retribución del hombre después de la muerte, el juicio particular la resurrección, el purgatorio, el infierno, el paraí­so, el final del mundo, la parusí­a, el juicio universal. Pero su presentación adolece de un defecto de planteamiento, que ve esos temas como reales sólo en la precomprensión excesivamente especulativa que ofrece de ellos la teologí­a. Esto denota la falta de inclusión de estos acontecimientos dentro de la economí­a de la salvación, en particular su colocación fuera del centro del misterio pascual de Cristo, lo cual impide obtener una mirada precursora de conjunto de toda la historia humana, lugar en el que se desarrolla la intervención salví­fica y elevadora de Dios en favor del hombre.

T. Stancati

Bibl.: G, Moioli, Escatologí­a, en DTI, 11, 372-381. H. U von Balthasar, Escatologí­a, en AA. Panorama de la teologí­a actual, Madrid 1961, 499-518; J J Tamayo-Acosta, Para comprender la escatologí­a cristiana, Verbo Divino, Estella 1993; A, Tornos, Escatologí­a, Univ, Pont, Comillas, Madrid 1991.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

1. En el lenguaje religioso (sobre todo catequético) se denominan n. (novissima) aquellas realidades que forman el lí­mite o están «más allá» del lí­mite, el cual separa entre sí­, de una parte, el -> tiempo, la historia de salvación o de perdición, el desarrollo de la libertad, y, de otra, el estadio definitivo de todo eso (-> eternidad). Los n. son, pues, los distintos momentos y aspectos parciales del tránsito del hombre (como individuo delante de Dios y como miembro de la humanidad total) a su estado completamente definitivo. El desenlace definitivo de la historia puede darse a modo de consumación positiva o de fracaso radical, definitivo y permanente: -> muerte, juicio particular (-> purgatorio, -> limbo), -> visión de Dios, -> infierno (como aspecto del destino final del individuo; Dz 175 530 693 983), por una parte, segunda venida de Cristo ( -> parusí­a), -> resurrección de la carne, juicio universal, -> reino de Dios (como aspectos de la consumación cósmica final de la humanidad en su totalidad), por otra parte.

En cuanto lí­mite y consumación de la historia, estas realidades, a pesar de su carácter en parte radicalmente distinto (salvación-perdición), tienen puntos comunes formales que permiten reunirlas bajo el concepto de n. Con esta palabra no nos limitamos a unificar bajo el concepto formal y abstracto de consumación, realidades que de suyo son dispares. Pues si toda la realidad fuera de Dios (-> mundo, -> creación) forma una unidad real en que cada ente particular tiene una referencia y una independencia respecto del todo, lo mismo cabe decir también de la consumación de este todo único.

2. Los principios hermenéuticos para la inteligencia de los enunciados escatológicos como doctrina sobre los n. están tratados en el artí­culo -> escatológica (cf. también representaciones sobre el -> más allá, -> milenarismo, -> apocatástasis, -> escatologismo).

3. Si el hombre es verdaderamente una realidad plural (cf. p. ej., relación entre cuerpo y alma) y así­ precisamente una unidad en que cada momento de la misma está determinado por todos los demás, sin identificarse con ellos, consecuentemente los muchos enunciados que se dan en la tradición sobre los n. no pueden, de una parte, leerse sin más de antemano («desmitificando») como objetivamente idénticos, ni, por otra parte, separarse claramente unos de otros. Cada enunciado sólo es inteligible en relación con los demás, e incluso no puede delimitarse con plena claridad en su contenido respecto de otros enunciados. Y esto tanto menos por el hecho de que hemos de pensar con mucha cautela en lo relativo a la «temporalidad» del «estado intermedio» (juicio particular – juicio universal; visión de Dios – resurrección de la carne; «duración» del purgatorio).

Este «tiempo intermedio» ciertamente no puede pensarse como una continuación de nuestro -> tiempo. Y por eso mismo es difí­cil definir la relación de los n. entre sí­. ¿Pueden pensarse, p. ej., el juicio personal de cada hombre que muere y el juicio universal como separados por una distancia de tiempo que se extiende dentro del mundo desde ahora hasta el término de la historia? Pero si esto es imposible, apenas cabe determinar positivamente la relación entre el juicio personal y el universal. El «juicio particular» deberá concebirse primariamente como un enunciado sobre la consumación individual del hombre particular, en cuanto no es meramente un factor de la humanidad colectiva; y el «juicio universal» habrá de entenderse primariamente como una afirmación de que la humanidad y su historia en cuanto unidad y totalidad está bajo el juicio de Dios, sin querer delimitar entre sí­ estos dos enunciados, fijando su contenido positivo en dos puntos determinados de un mismo sistema de coordinadas temporales.

4. De acuerdo con la situación escatológica en que vive ya ahora el hombre después de Cristo, los n. no pueden considerarse sólo como acontecimientos venideros, meramente anticipados en el conocimiento. No son solamente acontecimientos hacia los que se mueve el hombre, pues ya están realmente anticipados en la gracia, en el sí­ (por la fe y la esperanza) o el no con que se responde a ella. En la -> fe y la -> esperanza acontecen ya el juicio y la salvación futura (Jn 5, 24; 12, 31; 16, 8, a diferencia, p. ej., de Heb 9, 27; Rom 8, 24, etc.); el Pneuma que transforma la bajeza de nuestra existencia carnal se nos ha dado ya (Flp 3, 21; Rom 8, 23), y en él se nos anticipa la resurrección (Jn 5, 25-28; sin que la poseamos por completo de una forma empí­rica: 2 Tom 2, 18). Por tanto, la doctrina sobre los n. es también una doctrina sobre la presencia escatológica de las postrimerí­as en la existencia del hombre, con lo cual no se pone en duda que esta presencia sólo se da en la tensión hacia un futuro distinto. Y eso no debe entenderse únicamente en el sentido individualista de una «interioridad» privada del hombre, pues la doctrina sobre los n. implica también directrices y exigencias para la dimensión social del mismo.

En efecto, los cristianos deben imprimir su esperanza escatológica (que a la postre sólo puede referirse fundamentalmente a los n.) en las estructuras sociales del mundo (Vaticano ii, Lumen gentium, nº. 35). Lo cual significa que también en el terreno social el cristiano no puede ser meramente «conservador», ya que su esperanza escatológica, por un lado, hace relativo todo estado concreto de la realidad y, por otro, esta esperanza que hace relativo el momento actual debe aparecer también en las estructuras sociales. En efecto, por la esperanza escatológica de los n., que trae Dios mismo, el cristiano es liberado de las potestades y dominaciones del presente eón (Rom 8, 35-39), no sólo en el sentido de que en último término éstas no tienen poder sobre él cuando tolera pacientemente su acción, sino también en el de que posee frente a ellas un punto firme – hasta la entrega de su vida – para la crí­tica creadora y para la transformación.

5. La exposición corriente de los n. produce fácilmente una pálida impresión filosófica. Aparece como consecuencia (apenas sometida a reflexión) de una doctrina filosófica sobre la -> inmortalidad del alma y sobre la -> libertad, que puede tomar decisiones definitivas. Lo que luego se añade a este núcleo filosófico de semejante escatologí­a, se presenta más bien como un adorno mediante los enunciados figurados de la Escritura, los cuales no modifican ya lo esencial (-> parusí­a, -> anticristo, -> resurrección de la carne, interpretada como resurrección del cuerpo). Para evitar esto habrí­a que poner la doctrina sobre los n., más expresamente de lo que ordinariamente se hace, en conexión con los precedentes tratados dogmáticos. La -> muerte es (o debe ser) participación en la muerte de Cristo; el juicio es la manifestación de aquel juicio (primariamente absolutorio) que se produjo en la cruz (Jn 12, 31s; Rom 8, 3; Gál 3, 13, etc.); la consumación del mundo pone de manifiesto la aceptación del mundo por Dios en la encarnación de su Hijo (-> encarnación, comunicación de -> Dios mismo al hombre); la doctrina sobre el purgatorio sólo se hace comprensible partiendo de una doctrina profundizada sobre la concupiscencia (penas del -> pecado); la parusí­a de Cristo deberí­a verse más claramente como el estadio final de la única venida de Cristo, la cual comenzó con la encarnación del Verbo, se continuó por el descenso de Cristo a la muerte (cf. Mt 12, 40) y, en la resurrección y venida del Espí­ritu Santo, inició ya la transformación del mundo, de suerte que Cristo «vuelve» en cuanto todos sus escogidos llegan a él y se hacen partí­cipes de su gloria.

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Karl Rahner

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica