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OBLIGACION

OBLIGACION

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Deber que se tiene por ley, pacto o por conciencia y condiciona el comportamiento en determinadas formas o acciones. (obligare, atadura o ví­nculo en algo). La obligación desencadena un sentido imperativo en la mente del que la descubre para sí­ o para los demás. Por eso se convierte en cuestión ética, al margen de su sentido o alcance legal.

Se debe discernir en la ley, en los pactos, en las condiciones naturales de vida, cuándo obligan y cuándo no, ya que una cosa es la carga y deber legal y otra su dimensión moral. La obligatoriedad es la cualidad de una norma, situación o tradición de vincular a la persona libre a determinada forma de comportamiento o de relación.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Es la imposición de un deber -del latí­n obligatio (de obligare: atar)- que lleva consigo el bien moral. Este no es un puro dato que deje indiferente a la libertad: es también una tarea que suscita la fidelidad. No hay libertad de opción en presencia del bien o del mal: bonum est faciendium, malum est vitanium. No se trata de un añadido de naturaleza autoritaria, emotiva, social, cultural, utilitaria, es decir, de una función de algo distinto del bien: la obligación forma una sola cosa con él, surge de su misma esencia, como un bien que es al mismo tiempo propio de la persona e imperativo de sus exigencias.

En efecto, la persona no es un simple dato. objeto de un saber que no obliga a nada: es una conquista y un objetivo, objeto de un conocer proyectivo y finalizado. El ser humano no coincide con su estar-ahí­ es un deber ser: lleva inscrito el deber en su propio ser. La verdad-dignidad de la persona que la conciencia conoce como bien, la libertad la reconoce como deber. Es un reconocimiento intrí­nseco a la conciencia del bien, que no sólo constituye un lí­mite para la libertad, sino que significa su promoción y su afirmación.

Efectivamente, la libertad es y se realiza a sí­ misma en una opcionalidad (libre albedrio) indiferente: en ese caso se tratarí­a de una libertad abocada a la angustia de la insignificancia. La libertad se afirma a sí­ misma vinculándose a las exigencias ineludibles e irrenunciables del bien significativo y finalizador de la persona humana. Asumiendo como deber lo que éste significa como ser, la libertad se carga plenamente de sentido y lleva a cabo una tarea de creación (de realización de la persona).

Vinculada creativamente al bien que hay que hacer y al mal que hay que evitar, la libertad es igualmente inmune de la necesidad y del determinismo.

Porque la obligación moral no actúa sobre la libertad como una fuerza coactiva y por tanto predeterminante y mortificadora, sino en la libertad, como sintonización y conformación dinámica con los significados y los finalismos del bien. El deber que exige el bien no es para la libertad una necesidad fí­sica de no poder obrar de otro modo (deber-necessitas, massen), sino una obligación moral de no tener que obrar de otro modo (deber-obligatio, sollen). De manera que, dejándose obligar por el bien, la libertad excluye consciente y voluntariamente la posibilidad contraria. La libertad se vincula siempre al bien en presencia de la posibilidad fí­sica de optar por el mal.

La obligación del bien no anula la posibilidad fí­sica del mal, sino que deslegitima su posibilidad moral.

El desconocimiento o la desatención de la obligación moral constituye de todas formas una fijación o represión infantil de la libertad. Esta no está ya bajo el principio del bien, sino del placer,. de la ventaja, de la autoridad, de la situación, de la opinión prevalente, de la estadí­stica, de la moda y de todos aquellos hechos y personas que tienen un poder de determinarla. Con la diferencia de que la determinación del bien es una promoción liberadora, mientras que cualquier otra determinación es un condicionamiento reductivo.

Así­ pues, no hay comportamiento ético sin obligación La obligación está en el origen de la ética en el contexto de bien-valor y es inseparable de ella: es algo así­ como su dinámica interna: tengo que hacer una acción porque es buena, no es buena porque la tenga que hacer. El deber moral no se acredita por mandatos y prohibiciones, sino por la formación de las conciencias en los valores en que toma cuerpo el bien y en el amor que éste suscita. Este amor es una exigencia de respeto, que no puede soslayarse sin traicionar culpablemente a la libertad.

Para el cristiano la obligación moral es intrí­nseca al dinamismo de la caridad: expresa su exigencia ineludible.

Caridad es ser amados por Dios, que afecta a la libertad como amor exigente de Dios, englobando todos los bienes queridos por Dios y confiados a la responsabilidad del hombre. La caridad da un valor salví­fico a la obligación moral. Esta expresa las exigencias de una realización ultrahumana del bien: la de finalizarse en el «reino de Dios y su justicia'» (Mt 6,33), que es nuestra justificación. De manera que sustraerse de la obligación moral es desmentir el dinamismo salví­fico de la gracia en mí­ mismo y en el radio de la reverberación eclesial y social de mi falta de compromiso.

La obligación de la caridad es para Pablo todo lo contrario de la de la ley Esta es coactiva, porque el hombre carnal (sarkikós) la experimenta como contraria a su querer más í­ntimo: «ley del pecado y de la muerte» (Rom 8,28)
La obligación de la caridad, por el contrario, es una tarea liberadora de gracia -«ya no estáis bajo la ley sino bajo la gracia» (Rom 6,14)- que suscita en el hombre espiritual (pneumatikós) la libertad exigente de los hijos de Dios (Rom 8,21), como fidelidad por connaturalidad al bien (Rom 8,5-6.9: Gál 5,18-23).

M, Cozzoli

Bibl.: F. BOckle, (Ley o conciencia), Nova Terra, Barcelona 1970; A. Cortina, Etica sin moral, Madrid 1986; K. L. Aranguren, Etica. Revista de Occidente 1958: E, Gusán, Razón y pasión en ética, Madrid 1986: C, Diaz, yo quiero, Salamanca 1991.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico