Origen, significado y objetivos
Estas Obras nacieron por iniciativa privada en diversas Iglesias particulares y se extendieron rápidamente por toda la Iglesia. Según sus Estatutos, son una «institución de la Iglesia universal y de cada Iglesia particular», y «tienen como finalidad despertar y profundizar la conciencia misionera del Pueblo de Dios, informar a éste de la vida y necesidades de la misión universal, animar a las Iglesias a orar unas por otras, a sostenerse mutuamente mediante el envío de personal y de ayuda material, suscitando así un espíritu de solidaridad vivido en vista de la evangelización» (Estatutos, cap. I, n. 5, ed. 1980).
Sus características más señaladas son, pues, las siguientes universalismo por ser las Obras del Papa y de los Obispos, para servicio de todas las misiones; formación de la conciencia misionera de toda la comunidad eclesial; cooperación y animación en vistas a la primera evangelización. Son tamibén episcopales, como servicio para despertar la conciencia misionera de toda la Iglesia particular, y ayudar a otras Iglesias particulares más necesitadas con espíritu de comunión eclesial. Los Estatutos delinean su organización a nivel internacional (en dependencia del Dicasterio misionero), nacional y diocesano. El Código pide que haya un Director diocesano nombrado por el Obispo (can. 791).
Las cuatro Obras Misionales Pontificias
Son cuatro las Obras Misionales «Pontificias», aprobadas como tales por Pío XI en 1922 Propagación de la Fe, San Pedro Apóstol, Infancia Misionera, Unión Misional. Cada una de ellas tiene sus objetivos peculiares. Quedan algunos sectores abiertos a la animación y cooperación misionera organizada (jóvenes, enfermos misioneros, catequistas, intelectuales, etc.) que no encuentran todavía el lugar adecuado en una Obra concreta.
La Obra de la Propagación de la Fe tuvo origen en Lyon en 1822, gracias a un grupo de laicos entre los que destacaba Paulina Jaricot. Ha sido recomendada continuamente por el magisterio misionero. Es el «órgano oficial de la Santa Sede para recoger las limosnas de los fieles en todo el mundo para repartirlas entre todas las misiones» (Motu Propio «Romanorum Pontificum», 1922). La Obra tiene como objetivo la animación misionera de toda la comunidad eclesial (con los medios ya señalados anteriormente en el campo de la cooperación), para «suscitar interés por la evangelización universal en todos los sectores del Pueblo de Dios», promoviendo «la educación, información y sensibilización misioneras» (Estatutos, cap. II, art. II, n.10-11). Se dirige a la familia, parroquia, movimientos y asociaciones apostólicas, escuelas, instituciones diversas. El día señalado de modo especial para esta Obra es el «Domingo Mundial para las Misiones» (Domund) desde 1926.
La Obra de San Pedro Apóstol fue fundada en Caen, en 1889, por Estefanía y Juana Bigard. Tuvo el mérito de promover, especialmente desde el inicio del siglo XX, la ordenación de numerosos obispos y sacerdotes de las Iglesias recién fundadas. Tiene como objetivo «sensibilizar al pueblo cristiano sobre el problema de la formación del clero local en las Iglesias misioneras», invitando a «colaborar en la formación de los candidatos al sacerdocio mediante una ayuda espiritual y material» (Estatutos, cap. II, art. II, n.16). Este objetivo de ayuda se ha ampliado hacia la formación de las vocaciones locales a la vida consagrada.
La Obra de la Infancia Misionera (Santa Infancia) fue fundada en 1843 por Forbin Janson, Obispo de Nancy. El campo de actuación abarca no solamente a los niños (y adolescentes), sino también a los educadores y animadores de la infancia. Se trata de la ayuda ofrecida de parte de los niños a otros niños necesitados de evangelización y de promoción integral, y, consecuentemente, suscita el despertar de la conciencia infantil para compartir la fe. «Es un servicio de las Iglesias particulares, que trata de ayudar a los educadores y despertar progresivamente en los niños una conciencia misionera universal, y a moverles a compartir la fe y los medios materiales con los niños de las regiones y de las Iglesias más desprovistas al respecto» (Estatutos, cap. II, art. II, n.18). A mediados del siglo XIX, la Obra colaboró al despertar misionero de las religiosas como madres de la infancia necesitada en tierras de misión.
La Pontificia Unión Misional fue fundada en 1916 por el P. Pablo Manna, misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (Italia). Tiene como objetivo «la formación y la información misioneras de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas, de los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa (vida consagrada), así como de otras personas empeñadas en el ministerio pastoral de la Iglesia» (Estatutos, cap. II, art. II, n.24). Aunque inicialmente fue fundada sólo para el Clero, Pío XI la extendió en 1949 a los religiosos y religiosas. Pablo VI le dedicó la Carta Apostólica «Graves et increscentes» (del 5 de septiembre de 1966), en la que precisa la naturaleza, los objetivos y los medios, llamándola explícitamente «Obra Misional Pontificia». Tiene como objetivo formar la conciencia misionera de los animadores y responsables del Pueblo de Dios, y especialmente sacerdotes y personas consagradas. Pablo VI la calificó de «el alma de las otras Pontificias Obras Misionales» («Graves et increscentes» n.21)
La prioridad en la cooperación misionera
El decreto conciliar «Ad Gentes» ha ratificado la prioridad de estas Obras por «ocupar, con todo el derecho, el primer lugar, pues son medios para infundir a los católicos, desde la infancia, el sentido verdaderamente universal y misionero, y para estimular la recogida eficaz de subsidios en favor de todas las misiones, según las necesidades de cada una» (AG 38; cfr. AG 29; can. 79). La encíclica «Redemptoris Missio» ha instado a las OMP a ocuparse más directamente de suscitar vocaciones misioneras «ad gentes» (RMi 84)
La cooperación y animación misionera, en la perspectiva de ayuda a todas las misiones, corre a cargo principalmente por parte de las Obras Misionales Pontificias (OMP). Aunque son muchas las instituciones que tienen como objetivo algún aspecto de la cooperación o alguna misión concreta, estas Obras se llaman «Pontificias» por haber sido asumidas por la Santa Sede con especial aprecio, haciéndolas depender directamente del Dicasterio misionero.
Colaboran, pues, con la responsabilidad misionera universal que corresponde al Colegio Episcopal y al sucesor de Pedro que «preside la caridad» universal (San Ignacio de Antioquía, Ad Rom. 1,1). Se les reconoce la «prioridad» en la cooperación por fomentar la formación misionera de toda la comunidad eclesial, así como en suscitar la ayuda espiritual, vocacional y material para todas las misiones en general, sin preferencias por una institución misionera concreta.
Referencias Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cooperación (animación), encíclicas misioneras.
Lectura de documentos AG 29, 38; RMi 84; CIC 791.
Bibliografía AA.VV., Aspetti pastorali delle Pont. Opere Missionarie. Atti del VIII Congresso Inerternazionale dei Direttori Nazionali delle PP.OO.MM. (Roma 1985); Progetto missione, Progetto educativo per l’animazione e la cooperazione missionaria delle Pontificie Opere Missionarie (Roma 1990); O. DEGRIJSE, Les nouveaux statuts des Oeuvres Pontificales Missionnaires Eglise et Mission 61 (1981) 28-32; Estatutos de las Obras Misionales Pontificias Enchiridion Vaticanum (Bologna, EDB, 1991) Sup.1, 745-797; (Obras Misionales Pontificias de España, Ed.), Las misiones de cara al siglo XXI, Testamento misionero de D. José CAPMANY (Estella, Verbo Divino, 1996). Ver bibliografía en «cooperación».
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización