PARTIDO

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Grupo, social, económico o polí­tico que agrupa a personas que se aglutinan por intereses comunes o por ideologí­as sociales que permiten gobernar la sociedad desde un programa que no todos aceptan en la sociedad.

El gobierno en las sociedades democráticas apenas se puede hacer con aceptación uniforme de todos los gobernados. Las fórmulas democráticas exigen respeto a la opinión mayoritaria, salvo en aquellas cuestiones que no respetan la conciencia o los derechos de las minorí­as y, en consecuencia, alteran gravemente la convivencia.

Pero en la mayor parte de las cuestiones económicas, culturales o sociales, el peso de la mayorí­a debe ser la norma de conducta. El sistema de partidos, o grupos de acción y de opinión, se impone en la sociedad moderna como salvaguarda de la democracia. Pero encierra también el riesgo de los engaños y manipulaciones, cuando los dirigentes de esos partidos no son honestos.

Por lo tanto, hay que recordar que los partidos, con sus mecanismos de información, de persuasión, de imposición pueden rozar los terrenos religiosos y espirituales y engañar respecto a los programas propuestos a la hora de las públicas confrontaciones electorales.

Por eso el ciudadano tiene obligación de conocer los programas polí­ticos en lo fundamental. El creyente tiene además el deber de informarse de las propuestas partidistas en aquellos puntos éticos y religiosos que le afectan. Y debe cerciorarse luego del grado de cumplimiento de lo prometido en las campañas. No puede apoyar en conciencia a los partidos que atentan gravemente contra los derechos de la Iglesia o del hombre.

Tampoco puede aceptar cualquier planteamiento injusto con respecto a las demás confesiones y que se apoye en medidas que violen los derechos humanos, como serí­a la libertad de conciencia o la posibilidad de los padres de elegir la educación que desean para sus hijos.

Si debe hacer lo posible para que triunfen las opciones polí­ticas que más respetan los valores espirituales y morales, también debe mantenerse vigilante ante el posterior cumplimiento, sobre todo en ambientes o paí­ses en los que es frecuente el incumplimiento de los deberes contraí­dos ante los ciudadanos que los votaron.

En las actividades educativas y en el campo de la formación cristiana y religiosa no es «meterse en polí­tica» el instruir al creyente sobre los puntos programáticos de cada partido y aconsejar cuál de ellos ofrece proyectos y legislaciones más conformes con los valores éticos y religiosos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El partido es el instrumento principal, pero no único, de la acción polí­tica. La pluralidad de partidos es signo de democracia. Sin embargo, la posibilidad de que los partidos sean un instrumento efectivo de democracia va ligado al control directo y a la participación de las masas.

La teorí­a polí­tica reconoce a los partidos una doble función: transmitir las demandas polí­ticas de la sociedad y permitir a las masas participar en él proceso de formación de las decisiones polí­ticas.

Dentro de los partidos se plantea actualmente una doble cuestión: la cuestión democrática y la cuestión moral. Falla la democracia cuando los diputados no pueden votar según su convicción personal y en conciencia, estando obligados a uniformarse con la decisión autoritaria de las secretarí­as de los partidos. La sana democracia prevé partidos que estén en el Gobierno y partidos que estén en la oposición. La oposición debe desempeñar su propia función teniendo presentes los intereses del bien común. Se pervierte el papel de la oposición cuando busca exclusivamente el interés de su propio partido y utiliza medios inmorales, por ejemplo, la calumnia, para alcanzar sus objetivos.

Dentro de los partidos se plantea hoy sobre todo la cuestión moral, que se ha advertido con mayor urgencia desde el momento en que los partidos no están ya ideologizados como lo estaban en el pasado. La crisis de las ideologí­as no puede marcar la pérdida de ideales y de valores, es decir de aquellas motivaciones y de aquellos objetivos fundamentales- que impulsan a los partidos a hacer sus opciones polí­ticas y sociales.

L. Lorenzetti

Bibl.: R, Nicolosi, Hacia Unfl ética del hombre polí­tico en NDTM, 1454-1456: F, Prieto, Los partidos polí­ticos, PPC, Madrid 1977; Y O. Kev, Polí­tica, partidos y grupos de presión, instituto de Estudios Polí­ticos, Madrid 1962: M. Moreno Ladrón, Participación y compromiso polí­tico de los cristianos , PPC, Madrid 1977. , AA. W , Partidos polí­ticos e ideologí­as en España, CIS, Madrid 1978.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico