PARTO

Gen 35:16 dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su p
Exo 1:16 cuando asistáis a las hebreas en sus p
Rom 8:22 a una está con dolores de p hasta ahora
Gal 4:19 vuelvo a sufrir dolores de p, hasta que
Rev 12:2 clamaba con dolores de p, en la angustia


Parto (heb. ‘obnâyîm, literalmente, “dos piedras”). La evidencia literaria y arqueológica del antiguo Egipto muestra que las mujeres egipcias daban a luz estando sentadas sobre 2 ladrillos o estructuras de ladrillos frente a la cual la partera recibí­a al niño recién nacido sobre sus rodillas. Evidentemente, los israelitas usaban métodos similares (Exo 1:16).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Miembro de una tribu que habitaba †¢Partia, una región al SE del mar Caspio, en lo que hoy es Irán. Entre los que escucharon el primer sermón de Pedro en Jerusalén el dí­a de Pentecostés habí­an p. que entendieron el mensaje en su propia lengua (Hch 2:9). Los p. pertenecieron por un tiempo al imperio persa, formando uno de los distritos administrativos bajo Darí­o I (Dan 6:1). Tras la conquista de Alejandro Magno y su muerte, quedaron bajo el dominio de los emperadores llamados seléucidas hasta que se liberaron en el siglo III a.C. Los caldeos trajeron a Partia muchos judí­os después de la destrucción de Jerusalén (2Cr 36:20). Según Josefo, estos judí­os siguieron practicando su fe gracias a una polí­tica de tolerancia. Por lo tanto, los p. que estuvieron presentes en Pentecostés probablemente eran judí­os que habitaban en Partia o prosélitos de éstos.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Véase PARTERA.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Realización del alumbramiento de un ser nuevo gestado en el útero durante el tiempo propio de cada especie animal, el cual se produce al término de la gestación del nuevo ser.

El parto humano, después de una media de 273 dí­as de gestación, estuvo adornado en muchos ambientes antiguos de connotaciones religiosas. Pero en sí­ mismo no tiene nada de religioso, sino que es culminación de un proceso natural que termina cuando un ser humano pasa del estadio fetal al de neonato. En todas las civilizaciones es saludado como un don del cielo y se convierte en motivo de agradecimiento a Dios.

Pero es importante recordar que, en el pensamiento cristiano (doctrina sobre el hombre, moral de la vida, respeto al derecho natural), el ser humano lo es por igual dí­as y horas antes del parto que dí­as y horas después. La aberración que comenten algunas legislaciones de considerar el tiempo anterior al parto como ajeno al derecho del “nasciturus”, derecho que sí­ reconocen en el neonato, no deja de ser una falacia intolerable. El aborto no deja de ser un infanticidio, al margen de lo que digan las legislaciones humanas y las falacias de quienes las apoyan.

Ante la abundancia y naturalidad de los abortos legales, y sobre todo ante la facilidad con la que se justifican los infanticidios prenatales en muchos ambientes y en determinados medios de comunicación, es obligado para los educadores cristianos el clarificar los criterios de los creyentes, de los padres, de los jóvenes, incluso en las etapas adolescentes en que ya se preocupan por el tema las personas. Hay que enseñar que el parto no es el origen de la vida humana, sino un momento cronológicamente mí­nimo, aunque biológicamente importante, en la historia del nuevo ser. Exige amor sincero más que respeto, actitud de acogida más que de resignada tolerancia.

A veces esta educación cristiana no es comprendida por los materialistas y los naturalistas. Pero el mensaje cristiano sobre la vida no depende de la acogida mayoritaria que tenga, sino de las enseñanzas del Autor de la vida, que es quien ha dado la dignidad suprema al hombre y quien condena la violación de esa dignidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa