PECADORA, MUJER

(-> mujer de la unción, Marí­a Magdalena). Dentro del contexto en que a Jesús se le acusa de “comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Lc 7,34), añade el evangelio el gesto y perdón de una “pecadora”: “Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Habí­a en la ciudad una mujer pecadora, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungí­a con el perfume. Al verlo el fariseo que le habí­a invitado, se decí­a para sí­: Si éste fuera profeta, sabrí­a quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora” (Lc 7,36-39). Lucas ha recreado así­ la escena de la unción de Mc 14,3-9 par, transformando a la mujer-profeta en pecadora, signo de otros hombres y mujeres a quienes Jesús ha perdonado (cf. también Jn 8,1-11). De esa forma, para poner de relieve los contrastes, Simón, el leproso de Mc 14,3 (un hombre impuro), se ha convertido en “un fariseo” (hombre puro por excelencia), llamado también Simón, que ha ofrecido a Jesús una comida ritualmente limpia, pero que no ha podido darle más: no le ha limpiado los pies, ni le ha besado, ni ungido. En este contexto, la mujer ya no es una profetisa de Dios, que unge a Jesús en la cabeza (Mc 14,3), declarándole rey, sino una pecadora, que prepara a Jesús para el banquete (besa sus pies, se los unge y se los seca), respondiendo así­ a lo que Jesús le habí­a ofrecido previamente (el perdón). Esta comida (que puede compararse a la comida de Leví­, el publicano: Mc 2,14-17) es lugar de gracia mesiánica y plenitud humana: en ella se expresa el amor creador de Jesús hacia los pecadores; en ella puede brotar, y ha brotado, una forma de existencia liberada, que se despliega en el amor de esta mujer, que ha compartido de verdad la mesa de Jesús (cosa que no ha hecho el fariseo). La escena termina con la frase de Jesús: “Quedan perdonados sus muchos pecados porque (hoti) muestra mucho amor” (Lc 7,47). Esta frase puede traducirse de dos formas: 1. Por el amor que ella le muestra (besando, ungiendo), Jesús perdona sus pecados. 2. Porque ha sido previamente perdonada, ella muestra amor. La mujer de Mc 14 ungí­a a Jesús en la cabeza declarándole Mesí­as. Esta unge sus pies, no sólo en signo de servidumbre-amor, sino también para fortalecerle en su camino de ascenso hacia Jerusalén. Al perdonar a esta mujer y al recibir su amor cercano, en contexto de comida, Jesús acepta en su camino de reino a los excluidos del pueblo. Ciertamente, Jesús es profeta, pero no como quiere Simón el Fariseo (“si este hombre fuera profeta sabrí­a que esta mujer es pecadora”, evidentemente para evitar su trato: Lc 7,39), sino de un modo distinto: Jesús es profeta de la misericordia* de Dios, que perdona y acoge a los pecadores.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra