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PENSAR, FORMAS DE

PENSAR, FORMAS DE

Con otro nombre y con distinta acentuación ha sido tratada la problemática aquí­ apuntada, desde que, al iniciarse la edad moderna, entran en la conciencia reflexiva las diferencias del pensar y del estilo cultural de vida, y la experiencia de las guerras de religión lleva a una consideración relativista del pensar y conocimiento humano, la cual, tras la ruina del -> idealismo alemán, alcanza en el -> historicismo del siglo xix su punto culminante. Así­ Comte habla de los distintos estadios en la visión del mundo y en la concepción de la ciencia, Brentano escribe sobre las fases de la filosofí­a, Kant anuncia el cambio de la manera de pensar por su crí­tica, Trendelenburg construye partiendo de conceptos lógicos fundamentales una tipologí­a de los sistemas filosóficos, Dilthey describe en la historia tres formas fundamentales de sistemas, Wölfflin muestra en la historia del arte categorí­as formadoras de estilo. A base de la técnica de pensar Jaspers elabora una psicologí­a de las visiones del mundo o ideologí­as. Scheler busca en su sociologí­a las especies supremas del saber; métodos de pensar es el término de Bochenski, mientras que Spranger habla en un sentido más general de formas de vida.

La expresión f. de p. entró en la discusión filosófica por obra de H. Leisegang. El entiende bajo tal expresión «el conjunto conexo de las leyes del pensamiento, que resulta del análisis del pensamiento de un individuo expresado por escrito, y que puede encontrarse igualmente en otros como el mismo complejo». Su representación gráfica es el modelo de pensamiento. Así­ investiga él el cí­rculo del pensamiento desde Heráclito, pasando por Pablo, hasta el «cí­rculo de los cí­rculos» de Hegel y la contraposición arquitectónica a este pensamiento orgánico: la pirámide conceptual (Aristóteles, sumas escolásticas, Kant). Semejante modelo apunta en cada caso a una determinada visión del mundo, a una intuición del todo, que recibe su sello especial de la dimensión que cae preferentemente bajo la mirada. Así­, las f. de p. significan más precisamente el conjunto de formaciones y operaciones conceptuales que convienen a la estructura lógica de un ámbito de objetos de la misma especie, y desde aquí­ se trasladan a otros ámbitos a los que no corresponden de la misma manera. Distintos órdenes de objetos piden lógicas distintas. Así­, pues, el estudio de las f. de pensar tiene por objeto reducir los sistemas particulares a su limitada verdad (en el punto de partida) y, por otra parte, elaborar las diversas estructuras lógicas que debiera presentar, para ser completo, un manual de lógica.

A. Kandier recoge la expresión y entiende las f. de p. «como la estructura uniforme de las leyes» según las cuales emplea un pensador «los medios lógicos que él aplica en sus enunciados concretos, tal como los ha consignado en sus obras». Su definición es más estrecha que la de Leisegang. Este, basándose en textos aislados tí­picos, quiere trazar, por «abstracción ideante», el cuadro total, mientras que Kandier alega cada texto de un autor y pregunta por la relación de frecuencia: «Cuanto más se halla un medio de lógica formal, tanto más caracterí­stico es como expresión de la forma de pensamiento.»
Siguiendo la concepción de Heidegger sobre la historia y el destino del ser, recientemente la expresión no se entiende como una psicologí­a del pensamiento sino ontológicamente, y así­ designa aquella inteligencia del ser y del hombre en su totalidad, el horizonte universal de todo lo que acontece, por el que una época de la historia del espí­ritu recibe su unidad de esencia, por muy grandes que sean las diferencias de contenido y forma en los pensadores de tal época (p. ej., el pensamiento griego o el moderno). En este sentido las f. de p. sólo pueden verse a la luz del cí­rculo hermenéutico: el descubrimiento del principio de enunciación, no expresado (y a la postre inefable), sólo es posible por el estudio de los enunciados, pero éstos sólo pueden entenderse plenamente a la luz de tal principio. Ese entender no tiene la «objetividad» del método de Kandler; es también más «subjetivo» que la «ideación» de Leisegang; exige entrar en el horizonte del otro, sin que pueda dejarse de lado el a priori propio de este entender ni tampoco hacerse plenamente reflejo: sólo cabe adquirir alguna certeza sobre él en el esfuerzo del entender.

En esta concepción se muestra con la mayor claridad lo que vale también para las otras concepciones: las f. de p. nunca son mera forma, no pueden separarse adecuadamente del contenido, aunque apenas será posible establecer leyes claras de ordenación mutua. Esto es tan imposible como la colección completa de todas las lógicas y f. de p.; pues las formas de pensar y enunciar brotan de la -> experiencia trascendental del espí­ritu finito con el ente y consigo mismo. Esta experiencia es, como histórica, acontecer libre y, por ende, imprevisible en principio (Krings). Lo permanente es la estructura generalí­sima de esta experiencia, del espí­ritu y del ente. Esa estructura se ha sedimentado en la lógica general, que – contra el psicologismo y el relativismo – es fundamento y marco de todas sus formas concretas, las cuales varí­an por su modo de expresarse, por el estado de su desenvolvimiento, por el dominio cientí­fico preferido, por su fin e intención, lo mismo que por su exposición e interpretación. Pueden estudiarse formas salientes, ordenarse en su realización mutua y clasificarse por tipos; pueden mostrarse también posibilidades de f. de p. no realizadas todaví­a; pero una «tabla» completa y un sistema cerrado son inasequibles en principio.

Tampoco hay leyes fijas sobre el nacimiento, el desarrollo y la decadencia de las f. de p. del individuo o de una época. Por reflexión de la libertad sobre sí­ misma, por el encuentro con otras f. de p., que produce una apertura (aunque a veces encierra y endurece más todaví­a en el mundo propio), una forma de pensar puede desplegar nuevas posibilidades y una vida más rica. Se llaman clásicas aquellas f. de p. en que aparece un grado superior de verdad universalmente válida, y así­ pueden apropiárselas generaciones posteriores; pero toda forma está bajo la dialéctica de tener que aprehender y decir la verdad infinita de manera finita. Si adquiere un carácter absoluto se torna -> ideologí­a. Pero ideologí­a serí­a también la renuncia escéptica o relativista a la verdad. Aquella aprehensión de ésta que se muestra, entre otras cosas, en la validez de la lógica formal, posibilita no sólo la inteligencia de unas f. de p. por parte de otras, sino también un juicio sobre los correspondientes enunciados: la fundamental distinción entre «no plenamente adecuado» (que en grado vario se aplica a todos) y «falso», por muy difí­cil que sea decidir en cada caso concreto. Así­, en el encuentro con otras f. de p., el hombre ha de darse cuenta de la suya propia, de su validez y condicionamiento, pero también de la absoluta aspiración a la verdad que hay en ella y que llama a una ascensión siempre nueva. Cf. también -> historia e historicidad, -> lenguaje, -> hermenéutica.

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Jörg Splett

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica