PEREGRINACION

viaje de los israelitas por el desierto; se contaron en más de seiscientos mil, sin contar niños, los que partieron de Ramsés, Ex 12, 37. A los dos años de haber salido de Egipto el censo en el desierto del Sinaí­ arrojó una cifra de 603.550 hombres de veinte años para arriba, aptos para la guerra, Nm 1, 46; y en un censo posterior en las estepas de Moab, cerca del Jordán, frente a Jericó, se contaron 601.730 hombres, de veinte años para arriba, aptos para la guerra, Nm 26, 51.

La Ley ordena ir en peregrinación a la casa de Dios, al menos una vez cada tres años, Ex 23, 17; 34, 23, en la Pascua o fiesta de los ízimos, en la de las Semanas y en la de las Tiendas, Dt 16, 16.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

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Viaje que se hace por motivo religioso, por tierra, mar o aire, hacia un lugar venerado. En general se refiere a la idea latina de andar alrededor de un campo (peri, en torno, ager, campo).

Pero el uso ha llenado el término de resonancias religiosas, aunque la práctica peregrina es muy antigua en oriente (a santuarios) y se daba entre los griegos y latinos con abundancia. Rí­os como el Ganges o santuarios como los del Tibet recuerdan peregrinaciones cuya antigüedad se pierde en la noche de los tiempos. Algunas peregrinaciones (Ganges, La Meca) reúnen cantidades ingentes de adeptos de todas partes.

En el pueblo de Israel primitivo las peregrinaciones aparecen con frecuencia desde la época patriarcal (Abraham era peregrino: Gen. 28.4 y 47.9) y se desarrollaron con el incremento de los santuarios de Isarel: con Samuel, Saúl, Salomón, Jeroboam, Elí­as. (Deut. 10.8; Deut. 10.19: Job. 19. 15)

En los tiempos postsalomónicos la única peregrinación aceptada fue la del Templo de Jerusalén. Jesús fue desde los 12 años todos los años allí­ hasta el final de su vida. (Lc. 2.41 y 19. 28). Entre los judí­os era deber religioso ir personalmente a ofrecer sacrificios en el Templo de Jerusalén.

En los primeros siglos cristianos el centro más atractivo resultó el Santo Sepulcro de Jerusalén, hasta su destrucción el año 69. Luego fueron extendiéndose por las naciones, aunque siempre recordaron “los santos lugares”, complementados por Belén, Nazareth, Genezaret y los monasterios del desierto. La peregrina Eteria en el siglo IV redactó la mejor memoria de lo que suponí­an las peregrinaciones hacia Palestina, después de que Constantino y su piadosa madre Sta. Helena restauraran muchos de los monumentos del tiempo de Jesús.

Durante la Edad Media, al quedar bloqueados los lugares palestinos por la invasión mahometana, los centros preferidos se desplazaron a Roma y a Santiago de Compostela o a lugares con mitologí­as cristianas: Efeso en Asia Menor, la Santa túnica en Tréveris, la Santa Sábana de Turí­n, la Casa de Loreto.

Desde la Edad Moderna los santuarios marianos se fueron haciendo más cautivadores (Montserrat, Zaragoza, Covadonga) y en el siglo XIX La Sallete y Lourdes para llegar el siglo XX con Fátima en Europa. En América Guadalupe, Luján, Copacabana son emblemas de los miles de santuarios marianos que alimentó la fe cristiana.

También se deben recordar centro de referencia hagiográfica que fomentaron muchas peregrinaciones: Montecasino, Así­s, Loyola, fueron con frecuencia centros de notables peregrinaciones.

El peregrino fue mirado siempre como un hombre religioso y merecedor de un respeto grande por la intención espiritual y penitencial que alienta en su viaje. Se le piden siempre plegarias espirituales y se le ofrecen ayudas materiales.

Es importante educar a los jóvenes para que diferencien bien entre un peregrino y un turista que visite un lugar religioso. En los tiempos actuales han muchos amantes de la naturaleza que recorren el camino de Santiago como pueden recorrer el camino del Inca. Es conveniente no confundir las intenciones ni los significados de las acciones y definir con claridad lo que es peregrinar.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. religiosidad popular)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

1. paroikia (paroikiva, 3940), estancia (relacionado con paroikeo y paroikos, véase EXTRANJERO, A, Nº 6 y B). Se usa en Act 13:17, traducido “siendo ellos extranjeros” (LBA: “durante su estadí­a”), lit., “en la estancia”; en 1Pe 1:17 “peregrinación”. Véase EXTRANJERO, A, Nota. 2. sunekdemos (sunevkdhmo”, 4898), compañero de viaje. Se traduce “compañero de nuestra peregrinación” en 2Co 8:19; véase COMPAí‘ERO bajo COMPAí‘ERISMO, B, Nº 5.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento