PERSONAJE

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El concepto de persona en un sentido social, dinámico, literario y con frecuencia vulgar. Personaje es el que parece y hace algo. No va el término asociado a ninguna reflexión profunda y sistemática, sino a formas descriptivas de la vida cotidiana.

Ello no quiere decir que sea término importante y definido y que se convierta en lenguaje para una tarea educadora. Por eso se habla de personajes evangélicos, de figuras hagiográficas o de funciones sociales y actividades que se realiza en la sociedad por una gran diversidad de personajes humanos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La Biblia es un gran relato que consta de relatos de personas que van apareciendo y desplegando su acción desde el comienzo (Adán y Eva de Gn 1-3) hasta el fin de su despliegue (la Novia y el Cordero de Ap 21-22). Pues bien, en ese contexto podemos hablar de “personajes”, es decir, de los retratos de figuras irrepetibles que muestran su identidad y ofrecen sus aportaciones en el momento preciso, a lo largo del drama bí­blico. En sentido general, podemos decir que un personaje es el retrato literario de una persona, que puede entenderse de forma histórica e individual (se refiere a alguien muy concreto que ha existido) o de forma general (puede referirse a un tipo de personas y circunstancias más que a un individuo concreto). Todas las personas de la Biblia (incluso Jesús o Pablo) se despliegan y aparecen en ella como personajes. No todos los personajes han sido o han tenido que ser personas históricas. En ese sentido, decimos que no es necesario que haya existido Adán o Noé, Sansón o Judit; ellos pueden ser y son figuras ejemplares que iluminan el despliegue de la vida humana. Pero las personas fundamentales han tenido que ser históricas, pues de lo contrario la Biblia dejarí­a de ser la revelación de Dios en el despliegue de la historia de los hombres. En ese sentido se distingue la religión bí­blica de algunas religiones orientales: no es necesario que Krisna existiera para que se mantenga la verdad del hinduismo; no es tampoco necesaria la existencia de Buda para que el budismo sea experiencia de salvación. Pero el judaismo no podrí­a existir si no fueran históricos los personajes básicos del Antiguo Testamento (que forman la fuente del pueblo judí­o); ni el cristianismo podrí­a existir si Jesús no hubiera existido y muerto por lo que dijo e hizo. Por esta razón debemos insistir en la necesidad de conocer y reconocer a los personajes bí­blicos, a través de un proceso de lectura en el que vamos descubriendo su sentido y sus implicaciones. La Biblia no ofrece retratos psicológicos de sus personajes, como puede hacer un tipo de novela intimista de la modernidad, sino que en ella los personajes se van definiendo a sí­ mismos a través de lo que dicen y hacen (y de aquello que no dicen, ni hacen). Más aún, ellos se definen por sus relaciones con otros actores, dentro de la unidad de un libro y del conjunto de la Biblia. Sin un análisis narratológico de los personajes y de la trama narrativa no se conoce el despliegue de la Biblia.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra