PETROBRUSIANOS
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Herejes del sur de Francia seguidores de Petrus de Brus (de ahí su nombre), que se extendieron a mitad del siglo XII por el Languedoc y la Provenza francesa.
Según los datos que aportó Pedro el Venerable, Abad de Cluny, y las condenas que hizo San Bernardo, Abad de Claraval, quien estuvo combatiendo con su predicación en estas regiones, estos herejes promovían el sacrilegio quemando cruces, maltratando clérigos y negando la validez del Bautismo.
Se oponían a las imágenes y a los sacramentos, por lo que se renovaba la iconoclastia del Oriente y se preanunciaba la reacción posterior de los protestantes. Fueron condenados y perseguidos y se fueron extinguiendo, víctimas de sus propias exageraciones y abusos.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Hereje del siglo XII, llamado así por su fundador Pedro de Bruis. Nuestra información sobre él se deriva del tratado de Pedro el Venerable contra los petrobrusianos y en un pasaje de Pedro Abelardo. Peter nació tal vez en Bruis en el sudeste de Francia. Se desconoce la historia de su juventud, pero lo cierto es que fue un sacerdote que había sido privado de su cargo. Comenzó su propaganda en las diócesis de Embrun, Die y Gap, probablemente entre 1117 y 1120. Veinte años después el populacho de St. Gilles, cerca de Nimes, exasperado por su quema de cruces, lo arrojó a las llamas.
Los obispos de las diócesis mencionadas suprimieron la herejía dentro de sus jurisdicciones, pero ganó adeptos en Narbona, Tolosa y en Gascuña. Enrique de Lausana, un ex monje cluniacense, adoptó la enseñanza petrobrusiana cerca del año 1135 y la extendió de forma modificada después de la muerte de su autor.
Pedro de Bruis admitía la autoridad doctrinal de los Evangelios en su interpretación literal; a los demás escritos del Nuevo Testamento probablemente los consideraba insignificantes, como de origen apostólico dudoso. A las epístolas del Nuevo Testamento les asignó sólo un lugar subordinado como no provenientes de Jesucristo mismo. Rechazó el Antiguo Testamento, así como la autoridad de los Padres y de la Iglesia. Su desprecio por la Iglesia se extendía al clero, y predicaba y ejercía la violencia física en contra de sacerdotes y monjes.
En su sistema el bautismo es ciertamente una condición necesaria para la salvación, pero es el bautismo precedido por la fe personal, de modo que administrarlo a los infantes no sirve para nada. Rechazaba la Misa y la Eucaristía porque Jesucristo dio su Carne y Sangre, pero sólo una vez a sus discípulos, y la repetición es imposible. Condenaba todas las formas de culto externas, las ceremonias y el canto. Dado que la Iglesia no consiste en paredes, sino en la comunidad de los fieles, los edificios eclesiásticos deben ser destruidos, pues podemos orar a Dios en un establo, así como en una iglesia, y si somos dignos, seremos escuchados tanto en un establo como ante un altar. Ninguna buena obra de los vivos puede beneficiar a los muertos. Las cruces, como el instrumento de la muerte de Cristo, no pueden merecer veneración; por lo tanto, para los petrobrusianos eran objetos de profanación y las quemaban en hogueras.
Bibliografía: PEDRO EL VENERABLE, Epistola sive tractatus adversus petrobrusianos hereticos en P.L., CLXXXIX, 719-850; ABELARDO, Introductio ad theologiam, II, IV, en P.L., CLXXVIII, 1056, VERNET en Dict. theol.cath., II, 1151-56; FUNK, Manual of Church History, tr. CAPPADELTA, I (San Luis, 1910), 354-5.
Fuente: Weber, Nicholas. «Petrobrusians.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 31 Jan. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/11781a.htm
Traducido por Luz María Hernández Medina
Fuente: Enciclopedia Católica