PIEDRAS PRECIOSAS

Piedras preciosas (heb. ‘eben yeqârâh; ‘eben jefets, “piedra de deseo [deseable]”; ‘eben jên, “piedra de gracia [graciosa, bella]”; gr. lí­thos tí­mios [ jr’stós, eklektós, poluteles]). Por causa de su belleza y escasez, las piedras preciosas y semipreciosas fueron muy estimadas por los pueblos de los tiempos bí­blicos. En la mayorí­a de los casos, las gemas mencionadas en las Escrituras son difí­ciles de identificar, excepto en los casos en que hay algún indicio contextual, o cuando la arqueologí­a ha arrojado luz sobre el tema. Las listas más importantes de piedras preciosas se encuentran en Exo 28:17-20, 39:10-13, Eze 28:13 y Rev 21:19, 20. Véanse los nombres especí­ficos de las piedras preciosas y la tabla de la p 931. Piel de carnero o cabra (heb. plural ôrôth ‘êlîm). Piel mencionada en Exo 25:5; 26:14; 35:7, 23; etc. Véase Carnero.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ver MINERALES

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

No hay en la tierra de Israel yacimientos de p. p. que estuvieran en uso en los tiempos bí­blicos. Los numerosos hallazgos arqueológicos de estas p. p., mayormente engastadas en ornamentos de orfebrerí­a, o como sellos, se describen como importaciones de otras tierras, mayormente de Arabia, ífrica, la India y Siria. La primera p. p. que se menciona es el ónice. Se escribí­an los nombres de las tribus de Israel en †œdos p. de ónice† que serví­an como hombreras de la vestidura del sumo sacerdote (Exo 28:9-14). Luego otras doce p. p. con los mismos nombres, uno en cada una, sobre el †¢pectoral. No es posible traducir con exactitud las palabras usadas para esas piedras y así­ establecer su nombre moderno equivalente. Por eso hay variaciones en distintas versiones de la Biblia. Una tradición judí­a bastante antigua señala los colores de las piedras, indicando, además que cada tribu usaba ese color en su bandera. A continuación se comparan los nombres usados para el pectoral y la nueva Jerusalén:

El pectoral y la Nueva Jerusalén

†¢Piedra sárdica †¢Jaspe

†¢Topacio †¢Zafiro

†¢Carbunclo †¢ígata

†¢Esmeralda †¢Esmeralda

†¢Zafiro †¢í“nice

†¢Diamante †¢Cornalina

†¢Jacinto †¢Crisólito

†¢ígata †¢Berilo

†¢Amatista †¢Topacio

†¢Berilo †¢Crisopraso

†¢Onice †¢Jacinto

†¢Jaspe †¢Amatista

En el caso de las piedras mencionadas en relación con la nueva Jerusalén en Apo 21:18-20, es evidente que Juan estaba pensando en las joyas del pectoral. Las diferencias de nombre obedecen a la dificultad mencionada de traducción del hebreo al griego, pero se trata de la misma idea. La descripción de las vestiduras del prí­ncipe de Tiro, que muchos interpretan como una referencia a Satanás, en Eze 28:12-13 dice que †œde toda p. p. era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro†.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, COSM TIPO

vet, La Biblia menciona la mayor parte de las piedras preciosas que se conocen en la actualidad, pero es, en ocasiones, difí­cil hallar la correspondencia exacta entre los nombres que se hallan en las lenguas originales con los de nuestra nomenclatura actual. Se pueden destacar, en particular, tres listas de estas gemas: las doce piedras grabadas del pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:17-21; 39:10-13); las nueve piedras del ornato del rey de Tiro (en tanto que en la LXX se añaden doce, Ez. 28:13), y las doce piedras de los cimientos de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:19-20). Las piedras preciosas eran utilizadas para: confeccionar los ornamentos sacerdotales y reales (2 S. 12:30), ofrecer ricos presentes (1 R. 10:2), servir de adorno femenino (Ap. 17:4), la decoración del Templo (1 Cr. 29:2, 8; 2 Cr. 3:6), conseguir acumular un gran valor en poco volumen (2 Cr. 32:27), servir de sello (Ex. 39:14). Ciertos pasajes indican el origen de estas piedras (Gn. 2:12; 1 R. 10:11, Jb. 28:6, 16-19, Ez. 27:16). Con frecuencia se citan las piedras preciosas como sí­mbolo: de esplendor celeste (Ex. 24:10; Is. 54:11-12; Ez. 1:26; 10:1; Ap. 4:3), de belleza resplandeciente (Lm. 4:7; Cnt. 5:14), de gran valor (Pr. 17:8; Jb. 28:16-19), de dureza extremada (Ez. 3:9; Zac. 7:12; Jer. 17:1), de duración inalterable (1 Co. 3:12), y de un color particular (Ap. 9:17). (a) ígata. (nombre que se deriva del de un rí­o de Sicilia, donde abundan estas piedras). Se presenta bajo diversas especies de cuarzo coloreado: amatista, calcedonia y jaspe. Sobre el pectoral del sumo sacerdote, la ágata era la piedra central de la tercera hilera de piedras preciosas (Ex. 28:19; 39:12). (Heb. “sebo”.) También es mencionada en Ap. 21:19 como tercer cimiento de la Nueva Jerusalén. Ver nota al fin de este artí­culo. (b) Amatista. (el nombre heb., “ahlama”, sugiere la idea de una piedra preciosa que hace delirar). Piedra de gran valor, la última de la tercera hilera sobre el pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:19; 39:12). El duodécimo cimiento de la Nueva Jerusalén es de amatista (Ap. 21:20). Se trata de una variedad transparente de cuarzo. Es lí­mpida, púrpura o de color morado tendiendo al azul, se cree que el origen de este color es el manganeso. Los hebreos podí­an conseguir la amatista en el paí­s de Edom, en Egipto, Galacia, Chipre pero los más bellos especí­menes se conseguí­an de la India y de España. (c) Berilo. (A) Heb. “tarshish”; piedra preciosa relacionada indudablemente con el lugar de origen de la primera piedra de la cuarta hilera del pectoral (Ex. 28:20; 39:13; Cnt. 5:14; Ez. 1:16; 10:9; 28:13; Dn. 10:6). Ninguno de los pasajes da indicación alguna del color de esta piedra. Hay algunos comentaristas que traducen el “tarshish” de Cnt. 5:14 por topacio y “tarshish” de Ex. 28:20 por calcedonia. En la LXX se traduce como crisólito en Ex. 28:20; 39:13; Ez. 28:13, y como “anthrax”, que se traduce “carbunclo”, en Ez. 10:9. (B) El término gr. “beryllos” de Ap. 21:20 se traduce como berilo, para designar el octavo fundamento de la Nueva Jerusalén. El berilo es un mineral de roca, formado especialmente por sí­lice y aluminio; por lo general es de color verde o verde azulado; aparece también en variedades azules, rosas, amarillas, o de color de aguamarina; está emparentada con la esmeralda. (d) Carbunclo. (A) Heb. “bareketh” y “bar’kath”: brillante como el rayo (Ez. 28:13); la primera piedra de la segunda hilera del pectoral (Ex. 28:18-19). En la LXX, la Vulgata y Josefo no se traduce como carbunclo, sino como esmeralda. (B) Heb. “‘Ekdah”, “resplandor”, “chispa” (Is. 54:12). Piedra luminosa que tiene el aspecto de un carbón ardiendo. La LXX traduce “anthrax”, en lat. “carbunculus”. Según el naturalista y minerólogo Dana, Plinio da el nombre de carbunclo a tres piedras diferentes: al granate, al rubí­ y al zafiro. El granate, que Plinio clasifica entre los carbunclos, es el granate noble, llamado asimismo granate oriental, o almandino. Su transparencia y color son magní­ficos. Los granates más bellos vienen de Pegou, en la Baja Birmania. El rubí­ es el espinela, de un rojo claro o solamente translúcido. En cuanto al zafiro, ver en su apartado correspondiente. (e) Coral. heb.: “Ra’moth”. Esta sustancia era clasificada entre las más preciosas (Jb. 28:18). Los mercaderes arameos llevaban el coral a los mercados de Tiro (Ez. 27:16). Se extraí­a del Mediterráneo y del mar Rojo, y con él se fabricaban collares y amuletos. El coral es el esqueleto calcáreo de cienos pólipos. Se trata de zoófitos provistos de una boca con tentáculos. El pólipo fijado a la roca se multiplica y forma polí­meras, análogas a pequeños árboles hechos de zoófitos medio separados y medio adheridos. El carbonato de calcio que constituye el esqueleto del coral proviene del agua. Con frecuencia, el coral adopta el aspecto de un hermoso árbol ramificado, o de un arbusto, de donde viene su nombre de zoófito (animal con el aspecto de una planta). Algunas especies llegan a formar grandes arrecifes. El heb. “peninim” parece más incierto. En Lm. 4:7 la versión ReinaValera traduce “coral”, junto con la mayor parte de las otras versiones. Algunos, sin embargo, traducen “rubí­es”; la misma Reina-Valera traduce este término por “piedras preciosas” en Pr. 3:15. (f) Cornalina o cornerina. Variedad de calcedonia que los griegos llamaban sardio. Piedra preciosa (Ap. 4:3) constituyendo el sexto cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:20). Los antiguos llamaban sardiones a dos tipos de piedras, que distinguí­an por su color: La variedad de un rojo transparente, que es asimismo una cornalina, pero para la que se reserva el nombre de sardio. Plinio dice que los sardios se hallaban cerca de Sardis, de donde procedí­a el nombre, pero que las variedades más bellas procedí­an de Babilonia. En la actualidad, las cornalinas más bellas proceden de la India. Algunas proceden de Arabia. Es posible que los antiguos hebreos las consiguieran de este último paí­s. En el AT, el término sardio traduce el heb. “‘õdem”, piedra enrojecida; figuraba como primera piedra en la primera hilera del pectoral (Ex. 28:17). El rey de Tiro se adornaba con ella (Ez. 28:13, “cornerina”). Hay exegetas que opinan que se trata de rubí­es, pero la LXX traduce “‘õdem” como sardio. (g) Crisólito. gr.: “piedra de oro”. Mineral constituido especialmente por silicio y magnesio; hay dos variedades de crisólitos, una noble y otra común. La piedra preciosa transparente es de un verde amarillento y claro; se halla en el Medio Oriente; se ignora si el crisólito de Plinio, el del NT, tení­a color de oro, o si se trataba de un topacio. El crisólito constituye el séptimo cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:20). (h) Crisopraso. gr.: “piedra de verde dorado”. Variedad de calcedonia de tintes verde manzana, color debido a la presencia de óxido de ní­quel. El más conocido proviene de Silesia. El crisopraso forma el décimo cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:20). (i) Diamante. Mineral de una dureza y brillo incomparables; es transparente y puede adquirir una pulimentación maravillosa. El diamante es carbono puro cristalizado. Se cree que no habí­a sido conocido entre los hebreos, ni incluso por los antiguos griegos. Es mencionado por primera vez de una manera inequí­voca por el poeta latino Manilius (alrededor del año 12 d.C.), y Plinio lo describe sin posibilidad de confusión en su Historia Natural, aparecida dos años antes de su muerte (79 d.C.). La piedra que los griegos y romanos conocieron con el nombre de adamas (invencible) era posiblemente una especie de corindón, la piedra más dura después del diamante. En la versión de Reina-Valera se traducen dos términos como diamante: (A) Heb. “Yahalom”, piedra preciosa (Ez. 28:13, traducida “jaspe” en este pasaje), la tercera de la segunda hilera del pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:18; 39:11). La LXX traduce “ónice”. (B) Heb. “shamir”, piedra dura, tallada en punta, para grabar (Jer. 17:1). En otros pasajes se menciona el diamante como sí­mbolo de dureza (Ez. 3:9; Zac. 7:12). (j) Esmeralda, (A) Heb. “nõphek”. Era la tercera piedra de la primera hilera del pectoral (Ex. 28:15, 18; 39:11). Los sirios llevaban esta piedra preciosa a Tiro (Ez. 27:16); los tirios hací­an ornamentos con ella (Ez. 28:13). No se sabe con exactitud de qué piedra preciosa se trata, y es con dificultad que se distingue entre esmeralda y carbunclo, sea en la LXX, en la Vulgata, o en las versiones modernas. (B) Gr. “smeragdos”, piedra preciosa de un bello color verde. Es posible que designara a cualquier cristal de color verde. Se usaba como sello (Eclo. 32:8); el arco iris es comparado con ella (Ap. 4:3); es el cuarto cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:19). La esmeralda es una variedad del berilo; se distingue por su coloración, de un verde brillante, del tipo del berilo, que la tiene de un color verde pálido al azul claro, al amarillo o al blanco. El color del berilo proviene del hierro, en tanto que el de la esmeralda le viene dado por el cromo. Las esmeraldas se hallaban en el pasado en Chipre, en Egipto y en los montes de Etiopí­a. (k) Jacinto. Piedra preciosa que forma el undécimo cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:20). Se hace alusión a su color (Ap. 9:17), que es incierto. Ciertos comentaristas piensan que se trata de un zafiro de color azul. El término heb , traducido, en ocasiones, por jacinto figura asimismo en Ex. 28:19 donde designa la primera piedra de la tercera hilera del pectoral. Es posible que se trate de un ópalo o de ámbar (Véase también í“palo en este mismo articulo). (l) Jaspe, heb. “yãsh’pheh”; gr. “iaspis” (Ex. 28:20; Ez. 28:13; Ap. 4:3). El jaspe es una variedad de cuarzo: rojo, marrón, amarillo, verde o gris, y opaco. Los antiguos daban al término jaspe un sentido más amplio. Según Plinio, este término designaba asimismo una piedra preciosa transparente o translúcida, de color verde (cfr. Ap. 21:11), por lo que se tratarí­a de una especie de calcedonia o de ágata. La LXX traduce el término heb. por ónice. (m) í“nice, Del gr. “onyx”, “uña”. Traducción del heb. “shõsham”, que designa una piedra preciosa (Jb. 28:16; Ez. 28:13), que se hallaba en el paí­s de Havila (Gn. 2:12). Dos piedras de ónice que llevaban, cada una, los nombres de las seis tribus de Israel y estaban fijadas a las hombreras del efod del sumo sacerdote (Ex. 28:9, 12). La segunda piedra de la cuarta hilera del pectoral era asimismo de ónice (Ex. 28:20). David reunió ónices para el Templo que su hijo iba a construir (1 Cr. 29:2). Esta piedra es una variedad de la ágata (de cuarzo) con rayas de diferentes tintas. (n) í“palo. heb. “Leshem”, primera piedra de la tercera hilera del pectoral (Ex. 28:19). La LXX, Josefo (Guerras 5:5, 7) y la Vulgata vierten “ligurio”, piedra que no ha sido identificada. Es posible que se trate del jacinto, como lo traduce la versión Reina-Valera (véase el párrafo más arriba dedicado a la piedra jacinto). También se ha propuesto el ámbar. (o) Rubí­. Para el sentido de “p’ninim” véase CORAL. Los rubí­es son mencionados en Is. 54:12; Ez. 27:16. En Cnt. 5:14 algunas versiones traducen “rubí­es” y Reina- Valera, “jacintos”. El sentido de la expresión es incierto y es posible que designe de manera general una piedra roja que los traductores interpretan de diversas maneras (p) Sardio. Véase CORNALINA en este mismo artí­culo. (q) Topacio. gr. “topazion”, probablemente el heb. “pit’dah”. Era la segunda piedra de la primera hilera del pectoral (Ex. 28:17; cfr. LXX, Ant. 3:7, 5). Se encontraba en Etiopí­a (Jb. 28:19), y en una isla del mar Rojo (Diódoro de Sicilia, 3:38, 39; Plinio, Historia Natural 37:9). Los tirios la conocí­an (Ez. 28:13). Constituye el noveno cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:20). El topacio de los antiguos era una variedad amarilla del corindón. (r) Zafiro. heb. “sappîr”; gr. “sappheiros”. Era la piedra central de la segunda hilera del pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:18). Constituye también el segundo cimiento de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:19). Los prí­ncipes de Israel son comparados a zafiros (Lm. 4:7) El zafiro era una piedra de gran valor (Jb. 28:16; cfr. Cnt. 5:14; Is. 54:11; Lm. 4:7; Ez. 10:1; 28:13). El zafiro es una variedad de corindón cristalizado azul transparente (cfr. Ex. 24:10), siendo las otras dos el corindón propiamente dicho y el esmeril. La dureza de esta piedra sólo es sobrepasada por la del diamante. Procede de la India, Ceilán y Etiopí­a Nota: La ágata que aparece en Ap. 21:19 es una traducción de “Chalkêdõn”, “Kalkêdõn”, de la ciudad de Asia Menor. Se trata de una variedad de ágata que se halla en Calcedonia, en Asia Menor. Traducida en la revisión antigua de Reina-Valera como calcedonia (cfr. también F. Lacueva: “Nuevo Testamento interlineal griego-español”, loc. cit.), se traduce en las modernas revisiones como “ágata”. (Véase ígata en este mismo artí­culo.) La calcedonia habí­a sido considerada como una variedad distinta del sí­lex, pero en la actualidad es considerada como una variedad de cuarzo; es dura, estando constituida sobre todo de sí­lice; de color lechoso, puede también llegar a un gris pálido, marrón, azul, etc. Al no estar perfectamente cristalizada, presenta frecuentemente venas de cuarzo en nódulos semejantes a los granos de un racimo, o a estalactitas. Esta piedra no parece haber recibido el nombre de calcedonia hasta la Edad Media. Parece, así­, que el apóstol Juan quiso con este nombre designar otra piedra, quizá la esmeralda de Calcedonia o el jaspe de este paí­s, piedras mencionadas por Plinio (37:18 y 37).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> margarita). Tienen una gran importancia dentro del mundo simbólico de la Biblia, como podemos ver en los relatos del paraí­so, en los adornos del sumo sacerdote y en las murallas de Jerusalén.

(1) Piedras del Edén. Ellas aparecen como elemento distintivo del paraí­so: “El nombre (de uno de los rí­os) era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí­ también bedelio y ónice” (Gn 2,11-12). Esa visión ha sido ampliada y comentada en sentido mí­tico-simbólico por Ez 28,13, cuando habla del Prí­ncipe de Tiro, que habitaba en el paraí­so: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro”.

(2) Piedras sacerdotales. Más importancia reciben todaví­a las piedras en las vestiduras del Sumo Sacerdote: “Mandarás hacer el pectoral de oro y lino trenzado con púrpura violeta, escarlata y carmesí­. Doblado por la mitad, formará un cuadrado de un palmo de largo y otro de ancho. Engástale cuatro hileras de piedras preciosas: una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, un ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Serán doce, como los nombres de los hijos de Israel. Y cada una de ellas llevará grabado un nombre, como un sello: el nombre de cada una de las tribus de Israel” (Ex 28,15-21; cf. Ex 39,10-13; Eclo 45,10-12). El Sumo Sacerdote iba adornado de piedras preciosas (signo de las tribus de Israel) al presentarse ante Dios, oficiando su liturgia.

(3) Piedras de la ciudad celeste. En ese contexto se entienden las piedras preciosas de los pilares de la muralla de la ciudad del Apocalipsis, entendida así­ como verdadero templo y sacerdote de Dios: “Los materiales de la muralla eran de jaspe y la ciudad era de oro puro, semejante a puro cristal. Los pilares sobre los que estaba asentada la muralla de la ciudad estaban adornados de toda clase de piedras preciosas. El primer pilar tení­a jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardonio; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, ágata; el decimoprimero, jacinto, y el decimosegundo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas, y cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro, transparente como cristal” (Ap 1,18-21; cf. Is 54,12). Las piedras no son ya adorno del Sumo Sacerdote, sino expresión del valor sagrado de toda la Ciudad, que es creación perfecta, signo y presencia de Dios. Sobre el valor simbólico de cada piedra se han hecho diversas especulaciones, que no son concordantes. Lo único seguro es que ellas están ahora vinculadas a doce ángeles (cuyo nombre desconocemos), a los patriarcas de Israel y los doce apóstoles del Cordero, vinculados a esas mismas puertas (Ap 21,12.14). También se pueden vincular con cada uno de los signos del zodí­aco, pues la Nueva Jerusalén es Ciudad del Cielo y en ella se expresan y encuentran plenitud los grandes signos del cosmos. Más difí­cil resulta precisar el posible simbolismo de cada color y de cada piedra, relacionado quizá con los cuatro puntos cardinales (tres piedras por cada punto cardinal) y con las diferentes posiciones astronómicas. En el fondo de todo hay así­ una visión armónica de la geografí­a celeste de Juan, vinculando todo el tiempo y el espacio sagrado. De un modo provisional, sin querer profundizar más en el simbolismo, podrí­a trazarse el esquema que sigue, tomando los nombres de los apóstoles de Mc 3,16-19 y relacionando cimientos con puertas (patriarcas con piedras, apóstoles y signos del zodí­aco); así­ podemos ofrecer esta estructura donde el primer nombre es patriarca, el segundo piedra, el tercero apóstol y el cuarto signo del zodí­aco: (1) Judá, Jaspe, Pedro, Piscis. (2) Rubén, Zafiro, Santiago, Acuario. (3) Gad, Calcedonia, Juan, Capricornio. (4) Aser, Esmeralda, Andrés, Sagitario. (5) Neftalí­, Sardonio, Felipe, Escorpión. (6) Manasés, Cornalina, Bartolomé, Libra. (7) Simeón, Crisólito, Mateo, Aries. (8) Leví­, Berilo, Tomás, Taurus. (9) Isacar, Topacio, Santiago, Alfeo, Géminis. (10) Zabulón, Agata, Tadeo, Cáncer. (11) José, Jacinto, Simón Cananeo, Leo. (12) Benjamí­n, Amatista, (Judas Iscariote), Virgo. Esta Nueva Jerusalén representa y expresa todo el cosmos. Por un lado es presencia de Dios (Cuadrado Perfecto, gran Plaza central); por otro es expresión de la Humanidad reconciliada, culminada (patriarcas y apóstoles), y es finalmente plenitud del cosmos (signos del zodí­aco) en su belleza (piedras preciosas). Este mundo nuevo es Joya de las Joyas, brillo perfecto de las Doce Piedras de colores, engastadas sobre el jaspe del muro y sobre el oro transparente de toda la ciudad.

Cf. P. Cultrera, Lapidario Bí­blico, Editrice Vaticana, Vaticano 2000.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra