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PIO XII

PIO XII

[041](1876-1958)

La figura de Pí­o XII ha pasado a la Historia como la del Papa sutil, culto, mí­stico, espiritual, orientador de la Iglesia en tiempos difí­ciles.

1. Vida

Eugenio Marí­a Giovanni Pacelli nació en Roma el 2 de Marzo de 1876. Fue hijo de una familia de abogados. Su padre, Filippo Pacelli, decano del colegio de abogados del Vaticano, era muy piadoso y disciplinado. Al morir muy pronto la madre, el padre fue el gran educador de los cuatro hijos del matrimonio.

Realizó sus primeros estudios en Roma. Fue siempre muy responsable en el trabajo. Tení­a una memoria prodigiosa y su vida fe siempre muy disciplinada. Era muy delicado en el trato, respetuoso, fino, observador. Ya desde su juventud un poco «mí­stico» para sus años, siempre ordenado, recto, responsable, pero bondadoso y cordial.

Su vocación sacerdotal casi se gestó con su infancia. Ingresó en el seminario de Capranica, llamado de San Apolinar. Luego frecuentó la Universidad Gregoriana. Fue ordenado sacerdote el año 1899. En 1902 culminó sus estudios. Dos años después colaboró con el arzobispo (luego cardenal) Pietro Gasparri en una nueva codificación del derecho canónico que se publicó en 1917.

Por eso conoció a fondo el Código de Derecho Canónico. Al mismo tiempo, entre 1909 y 1914, fue profesor de Diplomacia en la Pontificia Academia de Nobles Eclesiásticos.

En 1911 fue nombrado Subsecretario de la Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y luego Secretario de la misma en 1914, sucediendo a Gasparri en el puesto. Fue experto en los asuntos extraordinarios eclesiásticos del Papa y en la Secretarí­a de Estado del Vaticano.

En Abril de 1917 fue designado Nuncio en Baviera y fue consagrado Arzobispo titular de Sardes, por Benedicto XV. En Munich, capital de Baviera, ayudó al Papa en sus esfuerzos por aliviar a las ví­ctimas de la primera guerra mundial. Recibió amenazas a su vida, pero permaneció en su puesto a pesar de los consejos de que se retirara.

En 1920 fue nombrado primer Nuncio ante la nueva República Alemana. Al mismo tiempo siguió como Nuncio en Baviera, aunque a Berlí­n no se trasladó hasta 1925.

En 1924 firmó el Concordato de la Santa Sede con Baviera. Y en 1929 logró el concordato con la nueva república de Alemania. Ese mismo año de 1929 fue nombrado cardenal por Pí­o XI y dejó Alemania con inquietud grave por el sesgo polí­tico que iba tomando el totalitarismo del Hitler y de los dirigentes del Nacionalsocialismo.

En Roma fue nombrado Secretario de Estado, cargo para el que estaba curtido con las negociaciones difí­ciles que ya habí­a realizado. Desde entonces fue el brazo derecho de Pí­o XI. El Concordato con Alemania se transformó en el difí­cil Concordato firmado en 1933 con Austria y la Alemania nazi. Serí­a fuente de sinsabores por el incumplimiento de los arrogantes gobernantes y la violación de los derechos de los católicos germanos.

En nombre del Papa Pí­o XI realizó representaciones de alto rango. Actuó como Legado pontificio en el Congreso Eucarí­stico Internacional de Buenos Aires en 1934. En 1935 visitó Francia y en 1936 Norteamérica. En 1938 asistió como Legado al Congreso Eucarí­stico Internacional de Budapest.

2. Su Pontificado
Al morir Pí­o XI, fue elegido Papa en el Cónclave el dí­a 2 de Marzo de 1939. Tení­a 63 años. Tomó el nombre de Pí­o como signo de afecto a su antecesor. Culto, prudente, impresionante en sus actitudes espirituales y ampliamente informado de los acontecimientos del mundo, inició un pontificado extraordinariamente iluminador.

Desde su primer discurso, el 4 de Marzo de 1939, hasta el último dí­a antes de su muerte, la erudición, la profundidad, la amplitud de miras fueron las caracterí­sticas de este Pontí­fice. Y fue lo que asombró al mundo, atrayendo la adhesión de cientí­ficos, artistas, literatos, juristas, etc. que recibieron sus incomparables discursos o mensajes. La fuerza, dirí­a más tarde Sor Pascualina, la religiosa que le atendió en sus aposentos particulares, le vení­a de Dios, pues pasaba mucho tiempo rezando.

En 1949 proclamó que el comunismo era un sistema social radicalmente opuesto a la dignidad de los hombres: de sus creencias y de su libertad de personas. Declaró que los católicos que apoyaran al marxismo se marginaban de la Iglesia y que podrí­an incurrir de forma automática en la excomunión eclesial.

El año 1950 fue declarado el 25 Año Santo en la Historia de la Iglesia y publicó el 24 de Diciembre de 1949 el documento en que así­ lo establecí­a.

El 1 de Noviembre de 1950 siguiente publicó la Constitución Apostólica «Munifficentisimus Deus», en la que se definió la Asunción de la Virgen Marí­a como dogma de fe en la Iglesia.

En el mismo año de 1950 anunció con un mensaje solemne el hallazgo de la tumba del apóstol Pedro en las excavaciones realizadas bajo el altar de la Basí­lica de San Pedro, que él mismo habí­a autorizado a realizar.

El 9 de Septiembre de 1953 proclamó el Año Mariano, con ocasión del centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de Marí­a.

Flexibilizó la disciplina de la Iglesia en algunos aspectos, para irla acomodando a los tiempos nuevos. Por ejemplo, suprimió el «ayuno eucarí­stico», o abstención de bebida y comida desde las doce de la noche anterior, como condición para recibir la Eucaristí­a. Autorizó las misas vespertinas. Alabó las venerables liturgias orientales, etc.

En 20 años de Pontificado, canonizó a 33 nuevos santos, incluyendo a su predecesor el Papa Pí­o X. Creó también numerosos cardenales no italianos; por ejemplo, 32 en 1946 y 24 en 1953, abriendo la internacionalización del Colegio Cardenalicio.

Tuvo habilidad para usar los instrumentos nuevos para la difusión del mensaje cristiano y llegar a los paí­ses y grupos lejanos. Aprovechó la recién creada Radio Vaticana. Y también usó la naciente televisión, como vehí­culo de relación y proclamación pastoral.

Su mayor sufrimiento estuvo en la devastadora guerra mundial que hubo de sufrir el mundo en sus primeros años de Pontificado y que llegó, incluso, al bombardeo de Roma por los alemanes en 1943. Previamente al estallido bélico, habí­a realizado intensos contactos diplomáticos y siguió haciendo lo posible por salvar a los judí­os, por ayudar a los prisioneros de guerra y a las minorí­as perseguidas. Durante esos años declaró a Roma estrictamente neutral e imparcial y reclamó que fuera ciudad abierta para los contendientes, evitando que fuera bombardeada de nuevo y destruida.

Para evitar detenciones y exterminios, llegó a autorizar la ocultación de perseguidos en conventos de clausura.

Su tacto y don de gentes le permitió influir en algunas conversiones significtivas, como las del Gran Rabino de Roma que, al bautizarse, tomó su nombre: Eugenio Zolli. Este converso se sintió conmovido por los gestos de Pí­o XII que le entregó el oro que faltaba para los cincuenta kilogramos que reclamaba a la comunidad israelita las fuerzas alemanas de ocupación en veinticuatro horas, so pena de una deportación general.

Con su figura vestida de blanco y sus clásicas posturas de brazos abiertos en forma de cruz, Roma se transformó en los años finales de su pontificado en un centro de cultura y de peregrinaciones masivas.

Murió el 9 de Octubre de 1958, venerado por todos, admirado por los católicos y bendecido incluso por los no creyentes.

3. Documentos y Magisterio

La catequesis de Pí­o XII estuvo en todas sus intervenciones claras, profundas, cautivadoras y abiertas a todos los problemas y cuestiones religiosas, éticas, sociales, polí­ticas y económicas. Fue una catequesis diluida pero eficaz, sencilla pero influyente, apta para gente sencilla pero especialmente cautivadora para los intelectuales.

Poseí­a extraordinaria formación humana y vasta cultura. Su ardiente amor a la Iglesia se manifestaba en su fructí­fera labor de Magisterio, en la que hallamos tratados a lo largo de sus años de Pontí­fice todos los problemas del mundo contemporáneo. El í­ndice de estos temas se halla claro en el enunciado de sus Encí­clicas y discursos.

3.1. Documentos importantes:

En la «Summi Pontificatus» (20-10-1939), trató la decadencia moral en la humanidad y la necesidad de una regeneración en Cristo por la Iglesia.

En «Divino afflante Spiritu» (30-9-1943), hizo un hondo y sistemático planteamiento sobre los estudios bí­blicos.

La visión de la Iglesia la plasmó magistralmente en su gran encí­clica «Mystici corporis Christi» (29-6-1943), sobre la naturaleza de la Iglesia, que es «Cuerpo Mí­stico de Cristo» y prolongación del Jesús histórico ante la humanidad.

En la «Mediator Dei et hominum» (20-11-1947), planteó cuestiones básicas sobre la Liturgia.

Y en la «Humani generis» (12-8-1950), denunció las falsas opiniones contra la doctrina católica.

La Constitución Apostólica «Munificentissimus Deus» (1950) fue el instrumento con el que definió la doctrina tradicional, convertida en dogma, de la Asunción de Marí­a.

De las misiones habló en la «Evangelii praecones» (2-6-1951), en donde recalcó la promoción de las obras misionales.

Sólida y sistemática, la «Sacra virginitas» (25-3-1954) planteó el valor actual y permanente de la virginidad.

Y realizó un hermoso estudio sobre la Devoción del Sdo. Corazón de Jesús en la «Haurietis aquas» (15-5-1956).

Se mostró muy preocupado con el despertar de los pueblos de Africa y su futuro en la «Fidei donum» (21-4-1957).

Y resaltó en la «Miranda prorsus» (1957) la importancia de los medios audiovisuales.

Además de las Encí­clicas y Constituciones Apostólicas, Pí­o XII tuvo especial afecto y tacto en los discursos y a los radiomensajes.

Algunos discursos de gran resonancia fueron: «La Elevatezza» (20-2-1946), sobre la supranacionalidad de la Iglesia;

«L`Importance» (17-2-1950), sobre la prensa católica y la opinión pública;
«Soyez les bienvenues» (18-4-1952), sobre los errores de la moral de situación;
«A los médicos», sobre los lí­mites morales de los métodos terapéuticos (14-9-1952);
«Nous vous souhaitons» (13-4-1953), sobre la personalidad y conciencia;

«Vous avez voulu» (7-9-1955) sobre la Iglesia y la inteligencia de la historia.

Y algunos radiomensajes con gran eco mundial fueron: «La solennitá» (1-6-1941), en el 50 aniversario de la Rerum novarum; «Oggi» (1-9-1944), en el V aniversario del comienzo de la guerra; «Benignitas et Humanitas» (24-12-1944), sobre el problema de la democracia; «La famiglia» (23-3-1952), sobre la conciencia y la moral en el hogar.

3. Sentido de educador

Las lí­neas catequí­sticas de Pí­o XII fueron más pastorales en general que especí­ficamente orientadas a la catequesis. Pero se podrí­an escribir varios volúmnes con todas sus intervenciones a maestros, a educadores, a catequistas, a animadores de grupos de acción católica y de otros movimientos cristianos.

Su idea central estuvo en el «mundo mejor», que habí­a que conseguir a través de los jóvenes. Esa intuición pontificia, y su misma «expresión», fueron recogidas por diversos pastoralistas y predicadores, al estilo del jesuita P. Lombardi. En 1948 surgió la cruzada de la bondad del P. Lombardi y Pí­o XII la bendijo y ofreció Roma para comenzar la reforma. El 10 de Febrero de 1952 nació el «Movimiento por un mundo mejor». Se convirtió en un movimiento universal y de gran base en la doctrina pontificia.

Propiamente fue la respuesta de la Iglesia al gran movimiento existencialista y pesimista que surgió después de la guerra mundial con pensadores nihilistas al estilo de Sartre o mí­sticos al estilo de Gandhi. El movimiento del Papa «sobre el mundo mejor» resaltó la fe y la esperanza, se apoyó en la confianza en los jóvenes cristianos, se situó en el mundo de los laicos para luchar en todos los frentes por medio de su trabajo iluminado por la fe y de su colaboración solidaria.

Y sus aplicaciones se fueron situando en temas muy diversos y amplios: el valor de la escuela cristiana, el sentido de la moral evangélica contra la racionalista o contra el existencialismo ético, la importancia de la cultura para los creyentes, la necesidad del cultivo de la liturgia y de la Palabra de Dios para consolidar la fe, etc.

Pí­o XII fue un Papa abierto. Sin duda alguna a él correspondió el mérito de iniciar un movimiento de aire fresco y nuevo, evangélico, ecuménico, eclesial, que hizo posible el gran gesto de Juan XXIII, su sucesor, al convocar el Concilio Vaticano II.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa