PLATONISMO

Corriente filosófica. En el platonismo se identifica a los humanos con el alma, se lleva a cabo una desvaloración de lo temporal y corpóreo, la realidad se entiende en forma dualista y se aprecia grandemente la vida contemplativa.
El platonismo ha influido en ciertos sectores del pensamiento religioso. Varios personajes de los primeros siglos del ® CRISTIANISMO o del ® JUDAíSMO de aquella época se inclinaban a una serie de ideas procedentes del platonismo. Algunos entendí­an que mediante Platón se podí­a articular teológicamente la fe cristiana, como habí­a intentado hacerlo Filón de Alejandrí­a con el judaí­smo.
El emperador Justiniano clausuró las escuelas filosóficas de Atenas tratando de reducir la influencia platónica, lo cual nunca se ha conseguido por completo. El Renacimiento vio un resurgir del platonismo, sobre todo mediante la Academia Platónica de Florencia (siglo XV).

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

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Estilo de pensamiento y sistema filosófico inspirado en los postulados de Platón, filósofo ateniense clave en la historia del pensamiento occidental: idealismo utópico y defensa del conocimiento de apariencias, dualismo antropológico, epistemologí­a innatista, sociologí­a comunitarista, escepticismo cosmológico, estilo literario metafórico expresado en bellos “Diálogos”, en “La República” y en “Las Leyes”.

El platonismo invadió el primer pensamiento teológico cristiano desde el siglo II al VI. Hubo de llegar la influencia cultural árabe y los postulados aristotélicos defendidos por Sto. Tomás, para que la infraestructura filosófica cristiana se orientara hacia el mayor aprecio de la sensorialidad y de la racionalidad.

Pero la terminologí­a y las doctrinas cristianas ya quedaron consignadas por fórmulas y términos con S. Justino, Orí­genes y Tertuliano, S. Juan Crisóstomo y S. Basilio y, sobre todo, San Atanasio, San Jerónimo y San Agustí­n, todos ellos impregnados del planonismo ambiental. No hay que extrañarse de que, en los tiempos actuales, los teólogos estrella tengan a gala romper con el platonismo latente en muchos de los escritos antiguos, como en el XX brillaron como novedosos los que pretendieron romper con las terminologí­as aristótelicas y tomistas.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El platonismo es la enseñanza filosófica de Platón (427-347 a.C.) y la escuela fundada por él, conocida como la Academia. Esta filosofí­a tuvo un nuevo florecimiento en el neoplatonismo (Plotino), en Agustí­n y ejerció un influjo notable sobre todo el pensamiento occidental. Su doctrina está contenida en los Diálogos, que en su mayor parte son auténticos. Platón completa la doctrina de los conceptos, propuesta por su maestro Sócrates, dándole un fundamento metafí­sico.

Los conceptos son realidades subsistentes en un mundo divino (” el mundo de las ideas”), separado de la mente del sujeto cognoscente y de las cosas contingentes. El verdadero conocimiento filosófico consiste en la aprensión de las Ideas, como realidades absolutas, inmutables y eternas (“el mito de la caverna”, República). Consciente de que la verdadera felicidad consiste en la contemplación del mundo de las ideas, el alma anhela ardientemente conseguir esta meta. Este anhelo, especialmente por la idea del Bien y de la Belleza, se lleva a cabo a través del amor (“el mito del eros”, Ba,.lquete).

En oposición al mundo de las ideas existe el Caos : el espacio lleno de materia prima y privado de toda forma o determinación. El “Demiurgo”, como realidad intermedia, es el artí­fice divino que infunde las formas en la materia y construye el cosmos, tomando como modelo las ideas. El mundo visible es el resultado de dos elementos: la determinación (el elemento racional o la forma que se deriva del mundo de las ideas), y la materia (el elemento irracional y la raí­z del mal). La presencia de la forma en la materia se explica o por participación (metexis) o por imitación (mí­mesis): las cosas corruptibles participan de las ideas o las imitan (Timeo). Para explicar el conocimiento de las ideas por parte del alma, Platón recurre a la teorí­a pitagórica de la preexistencia. Las almas existen desde toda la eternidad junto con las ideas; expulsadas del mundo de las ideas debido a cierta transgresión, las almas llevan dentro de sí­ mismas el conocimiento de las ideas. Desde el momento de su unión sucesiva con el cuerpo, este conocimiento cavó en un estado de sueño profundo. Será tarea de la sensación despertar al alma y hacerla nuevamente consciente de la presencia de las ideas en ella misma (anámnesis = reminiscencia). Además del alma racional, existe el alma irracional dividida en una parte irascible y otra concupiscible, La ética de Platón es la aplicación práctica de su metafí­sica: la meta de la vida humana es hacerse semejantes a Dios, la Idea perfecta del Bien. Las condiciones para alcanzar este objetivo suponen una adecuada formación y educación dentro de y por medio de una comunidad organizada según la razón. Esta comunidad o Estado es el que se describe detalladamente en la República. Puesto que son múltiples las necesidades de la sociedad, los miembros tienen que organizarse en tres clases: a) los filósofos, que dirigen el Estado; b) los guerreros, que defienden el Estado; c) los productores, que proporcionan los bienes materiales del Estado. El Estado concebido de esta forma es eminentemente aristocrático. La filosofí­a es esencialmente la vida del espí­ritu: el anhelo de la visión del Absoluto y de lo Divino a través del amor profundo a la sabidurí­a.

I Tonna

Bibl.: S. Vanni-Rovighi, Platonismo, en DTI, III, 812-818: E, von lvanka, Platonismo y neoplatonismo, en CFT III, 457-469, F Ricken, Platón, en SM. Y 469-475: M L López, El problema de Dios en Platón, CSIC, Madrid 1963; J Vives, Génesis y evolución de la ética platónica, Gredos, Madrid 1970: F Copleston, Historia de la filosofí­a, Ariel, Barcelona 1978, 139-269.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

I. Concepto de platonismo
La significación de la palabra p. depende de cómo se interprete la obra de Platón y qué factores de su doctrina se consideren como esenciales y caracterí­sticos de la mis-ma. Hasta comienzos del siglo xix se ve en Platón sobre todo al ontólogo, al cosmólogo y al teólogo. Esta imagen está determinada por la interpretación y continuación de la filosofí­a de Platón en sus discí­pulos Aristóteles, Espeusipo y Jenócrates, en el p. medio (Plutarco, Albino, Apuleyo y otros) y en el -> neoplatonismo. Entre los diálogos platónicos, el Timeo, que trata de cosmologí­a (traducción y comentario latino de Calcidio, siglos iv-v d.C.), fue sin duda el que ejerció más amplia influencia hasta la edad media. Con la traducción e interpretación de Platón por obra de Schleiermacher, comienza el intento de entender a aquel filósofo independientemente de la tradición neoplatónica. Se descubre al escritor y al artista y la significación filosófica de la forma de diálogo. En lugar del Platón sistemático, aparece el aporético y el problemático. Se ponen de relieve el factor dialéctico (Hegel), el epistemológico (neokantismo: Natorp), y el aspecto polí­tico y pedagógico de su obra. La investigación más reciente tiende a la justificación histórica de la interpretación de Platón por el neoplatonismo y la edad media. No tiene por base y fuente única los diálogos, como en Schleiermacher, sino también la lección de Platón sobre el bien, conservada solamente en las copias de los discí­pulos, lección que ejerció influencia considerable en la tradición escolástica platónica. Se discute si se trata de una lección del Platón anciano, o si el sistema aquí­ contenido constituye el trasfondo de todos los diálogos.

II. Temas fundamentales
1. Las ideas
El punto de partida de la filosofí­a de Platón está en el planteamiento del problema ético por Sócrates. Este buscaba, en la polémica contra la ilustración relativista de los sofistas, un criterio moral inconmovible del obrar moral. El hombre no puede obrar bien, justa, valerosamente, etc., si no sabe lo que es permanentemente bueno, justo, valeroso, etc. Por esto Sócrates buscaba las definiciones de los conceptos éticos universales.

Según la doctrina de Platón, la norma ética no puede tomarse de la experiencia, porque la acción particular buena no es tal en todos los aspectos. El hombre bueno no es necesariamente bueno en todo tiempo. Ambos son buenos, pero no son el bien. Por eso es menester una visión espiritual, que aprehenda lo bueno en su “forma” (eí­dos, í­déa) perfecta y siempre igual a sí­ misma. Luego Platón trasladó esta doctrina de los predicados éticos a todos los predicados. Su aplicación en el juicio a las cosas visibles supone un saber a priori de las mismas. En el juicio: “Estas dos maderas son iguales”, la idea de igualdad no puede proceder de la experiencia, que sólo nos ofrece objetos aproximadamente iguales. Ahora bien, el presupuesto de ese saber sobre “la igualdad misma”, es que éste tiene un objeto. En consecuencia, además de las cosas perceptibles, deben existir esencias ideales, que son, en contraste con las cosas variables y que implican una multiplicidad de aspectos, la realidad, invariable, simple, que permanece constantemente igual a sí­ misma (Fedón, 74a-75c).

2. Participación y analogí­a
Si la intuición de la idea ha de posibilitarnos un juicio verdadero sobre las cosas que percibimos por la visión exterior, en tal caso el orden ideal (kosmos noetós) no puede estar completamente separado del mundo visible a pesar de la diversidad de ser. Las cosas participan más bien de la idea. El ente necesario, idéntico a sí­ mismo, está presente en el variable y contingente (parousí­a; inmanencia de lo trascendente).

Aquél es la esencia (oúsí­a) de éste, aunque en las cosas visibles sólo se realiza de manera imperfecta. Como quiera que la idea es una representación del -> bien, las cosas “aspiran” a ser como aquélla, en la que tienen su ejemplar y fin (télos) y por cuya razón existen. Los diversos grados de participación producen una -> analogí­a del ser. Platón la aclara por el modelo de una lí­nea que está dividida en dos trozos desiguales. El menor representa el orden visible; y el mayor representa el orden inteligible. Los trozos por su parte están subdivididos según la misma proporción; las subdivisiones de lo visible representan las sombras y cosas corporales; y las de lo inteligible significan los objetos e ideas matemáticas (República, 509d-511a).

La comparación quiere decir que lo visible y lo inteligible están separados entre sí­ por razón de su ser, como las sombras y reflexiones están separadas de las cosas reales. Pero, como la cosa produce una imagen en las sombras, así­ en lo visible aparece lo inteligible. Lo visible sólo tiene ser como imagen; pero, por ser imagen, remite al ente ejemplar. Las sombras (o palabras) pueden introducir en la contemplación de las cosas, que llevan al conocimiento de las leyes matemáticas; y éstas a su vez conducen a la contemplación de las ideas. La participación analógica produce una gradación de los órdenes del ser, que el Symposion expone (210a-212a) respecto de lo bello, que, como eidos único, puede ser aprehendido no sólo en la visión espiritual, sino también en la sensible.

La belleza del cuerpo particular es una presencia imperfecta de la idea de belleza como hermosura de todos los cuerpos; y ésta a su vez es sólo un grado para subir a la belleza de las costumbres y leyes, que, por su parte, remite a la belleza de las ciencias y, por ellas, a lo bello primero invariable. La lección Sobre lo bueno aclaró la participación y analogí­a mediante el modelo de la serie matemática del uno y de la dí­ada (duás: la última, como principio de la posición múltiple del uno): número, lí­neas, superficies, cuerpos. Los principios (uno y dí­ada) están presentes en todas las “dimensiones” siguientes y a la vez las trascienden; e igualmente las “dimensiones” superiores están contenidas en las siguientes.

3. Ascensión y dialéctica
El alma humana posee un saber a priori (adquirido en una visión preexistente) de los objetos matemáticos y de las ideas, que puede despertarse por la instrucción y por la percepción de los sentidos. Por eso el hombre puede conocer la estructura del ser ideal. Platón distingue entre el método del conocimiento matemático y el conocimiento de las ideas o -> dialéctica [A]; República, 510b-511e). El matemático parte de supuestos no discutidos y saca de ellos consecuencias. Su procedimiento es deductivo. No puede reducir sus axiomas a un principio último. Necesita, además, de la ayuda de la percepción sensible. El dialéctico examina si las consecuencias que se derivan de su hipótesis están exentas de contradicción. Si no lo están, rechaza la hipótesis y sienta otra nueva; si lo están, busca una hipótesis superior que está contenida como presupuesto en la precedente y de la que puede deducirse ésta como consecuencia. El procedimiento se prosigue hasta llegar a un primer principio “sin presupuesto” alguno, que no puede ya deducirse de otro: la idea del bien o el uno.

La ascensión dialéctica se realiza sin ayuda de lo visible. De la idea del bien puede el dialéctico descender de nuevo a las ideas particulares. El bien mismo está más allá de las ideas (República, 509b). Toda idea participa del bien (lo mismo que ella, considerada como número ideal, participa del uno) y está referida a él como a su fin; lo cual aparece particularmente claro en las ideas de orden moral. La referencia de las cosas a las ideas como sus ejemplares y fines, tiene una correspondencia en la referencia de las ideas particulares al bien y al uno como lo absoluto.

La Carta séptima (341cd) describe el conocimiento de las esencias supremas con el lenguaje de la mí­stica posterior: Por largo trato con la cosa se enciende “súbitamente” una luz, que luego recibe alimento de sí­ misma. La ascensión dialéctica no debe separarse de su finalidad ética. El hombre ha de conocer el bien para hacerse personalmente bueno. El -> conocimiento lleva a la semejanza con Dios, que consiste en que el hombre, por la inteligencia, se hace justo y piadoso (Teeteto, 176b).

Desde la contemplación de las ideas el filósofo volverá a la actividad polí­tica. La dialéctica de los diálogos posteriores (Fedro, Sofista, Polí­tico, Filebo) muestra un mayor interés lógico. Su tema es la división de los conceptos, las supraordenaciones y subordinaciones de los mismos, y la posibilidad de su unión en el juicio. Platón muestra en el Sofista que también en el orden de las ideas se da un no-ser: La identidad de una idea consigo misma implica su diversidad de las ideas que no son idénticas con ella, consiguientemente, su no ser esas ideas.

4. Alma, Estado y cosmos
Como quiera que a las ideas inmutables no les corresponde causalidad eficiente, es menester otro principio para armonizar el mundo del devenir con el mundo del ser: el alma. Esta se mueve a sí­ misma y a lo inmóvil; por eso es inmortal (Fedro 245c-e). Platón la compara con los objetos de la matemática. Como ésta, el alma está entre la idea y el fenómeno. Como en lo matemático, también en el alma se refleja la totalidad del ente. Por eso puede conocer todo ente. Como eros, el alma es el deseo de ascender a las esencias eternas y hacerlas visibles en el mundo del devenir; por ser principio de movimiento, puede realizar la participación. Expresión de su posición intermedia es la tripartición del alma humana. El alma inteligible está dotada de pensamiento y llamada a la dirección de las otras partes. El Fedón demuestra su inmortalidad por el parentesco de la misma con las ideas. En el lugar más bajo está el alma sensitiva: sede del apetito. Entre ambas media el alma irascible: sede del valor.

Los mitos platónicos del más allá resaltan la libertad y responsabilidad del hombre. El Estado platónico está construido de forma análoga a la del alma humana. A las tres partes del alma corresponden los tres estamentos: los filósofos, que gobiernan, los guerreros y los artesanos en general. La analogí­a de la construcción se funda en la comunidad del fin: el alma y el Estado deben realizar el bien en lo sensible. A cada parte del alma y del Estado se ordena una virtud: a la primera la prudencia, a la segunda la fortaleza, a la tercera la templanza. La armoní­a de todas las partes es obra de la justicia.

El movimiento armónico del cosmos está confiado al alma universal. Según la exposición mí­tica del Timeo, aquélla es creada inmediatamente por el demiurgo o artí­fice del mundo, que ordena el universo según el ejemplar ideal del “viviente perfecto”, porque es bueno, no tiene envidia y quiere que todo se haga en lo posible semejante a él mismo. Por medio del alma universal, la providencia de Dios hace que el mundo alcance el estadio de un ser viviente animado y dotado de razón. El demiurgo forma la parte inmortal del alma humana mediante el residuo de las materias con que construyó el alma universal. Desde Aristóteles y Jenócrates se discute si el mito del Timeo quiere enseñar el comienzo del mundo en el tiempo o sólo su dependencia de una razón cósmica. Pero esta cuestión es de orden secundario frente a la tesis filosófica central: El mundo visible participa del bien. Es imagen del orden ideal y está referido en todas sus partes al ejemplar ideal y, por ende, al bien como fin. El alma inteligible es causa de la participación y de la dirección al fin. El orden del mundo está abierto al conocimiento humano, porque la ley cósmica es a la vez la ley del espí­ritu humano.

BIBLIOGRAFíA:
– 1. Ediciones y Léxicos: J. Barnet, Platons opera, 5 vols. (0 1900-07); F. Ast, Lexicon Platonicum, 3 vols. (B 1835-38, reimpr. Darmstadt 1956); E. des Places, Lexique de la langue philosophique et religieuse de Platon, 2 vols. (P 1964).

– 2. Traducciones: F. Schleiermacher (1804-10) (ahora 6 vols.: H 1957-59); O. Apelt, 7 vols. (Philosophische Bibliothek) (L 1909-20); Platon Oeuvres Compl2tes, Collect. des Univ. de France, “Les Belles Leitres”, 13 tomos en 25 vols., Paris 1920-1956; la trad. castellana de P. de Azcárate, Madrid 1871-1876; la de la col. “Clásicos polí­ticos”, Madrid 1949 ss.; la catalana de la Fundació Bernat Metge, Barcelona 1924-1962.

– 3. COMENTARIOS: G. Stallbaum – M. Wohlrab (Gotha – L 1836-1877); son de interés los comentarios ingleses particulares (Cf. Bibliografí­as) de Adam, Taylor, Cornford y otros.

– 4. Bibliografí­as: Ueberweg I 178-347 655-100ä; O. Gigon, Platon (Bibliographische Einführungen in das Studium der Philosophie 12) (Berna 1950); Th. G. Rosenmeyer, Platonic Scholarship 1945-1955: The Classical Weekly 50 (1957); E. M. Manasse, Bücher über Platon: PhR fase. 1 (1957) y 2 (1961); H. Cherniss, Plato 1950-1957: Lustrum 4 (GS 1960); W. Totok, Hand-buch der Geschichte der Philosophie I (F 1964) 146-212.

– 5. Bibliografí­a General:
– a) Sobre Platón: G. W. F. Hegel, Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie (WW vols. 18, 169-297); P. Natorp, Platos Ideenlehre (1902, L 21922); C. Ritter, Platon, 2 vols. (Mn 1910-1923); P. Friedlaender, Platon, 2 vols. (1928-30, B 31964); J. Stenzel, Zahl und Gestalt bei Platon und Aristoteles (L 1924); idem, Platon der Erzieher (L 1928); H.-G. Gadamer, Platos dialektische Ethik (1931, H 21968); J. Hessen, Platonismo y profetismo (Athenas Cart); M. L. López, El problema de Dios en Platón (CSIC Ma 1963); J.A. Mao, La dialéctica platónica, su desarrollo en relación con la teorla de las formas (U Central de Venez 1962) W. Prater, Platón y el platonismo (Emece B Aires); Ruiz Pérez, El concepto de filosofí­a en los escritos de Platón (S Terrae Sant); A. Taylor, El platonismo y su influencia (Nova B Aires); B. M. Schuhl, Platón y el arte de su tiempo (Paidós B Aires 1969); J. Vives, Génesis y evolución de la ética platónica (Gredos Ma 1970); A. Tovar, Un libro sobre Platón (Ma 1956); A.-J. Festugiére, Contemplation et vie contemplative selon Platon (1936, P 21950); M. Heidegger, Platons Lehre von der Wahrheit (Berna 1947); E. Hoffmann, Platon (Z 1950); W. D. Ross, Plato’s Theory of Ideas (0 1951); H. J. Krämer, Arete bei Platon und Aristoteles (Hei 1959); K. Gaiser, Platons ungeschriebene Lehre (1963, St 21968).

– b) Sobre el platonismo: E. Hoffmann, Platonismus und christliche Philosophie (Z 1960); Ph. Merlan, From Platonism to Neoplatonism (1953, La Haya 21960); J. Hirschberger: LThK2 VIII 555-558; í­dem, Historia de la filosofí­a (Herder Ba 1 51968, II 41967); H. J. Krämer, Der Ursprung der Geistmetaphysik. Untersuchungen zur Geschichte des Platonismus zwischen Platon und Plotin (A 1964); The Cambridge History of Later Greek and Early Mediaeval History, ed. A. H. Armstrong (C 1967).

Friedo Ricken

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica