PODER, PODERES

De las palabras griegas usadas en el singular para expresar la idea de poder, Dunamis describe la habilidad general de realizar algo, exousia la autoridad de libertad de cualquier sujeción interna en el ejercicio de esa habilidad; y kratos, la idea general de la intensidad del poder. Los tres términos se aplican a Dios (1 Co. 1:18; Ro. 13:1; Ef. 1:19), a Cristo (Lc. 4:36; Mt. 28:18; Ap. 5:13), y a los creyentes (Ef. 1:19ss.; Jn. 1:12; Ef. 6:10). El plural de dunamis y exousia se usa para referirse a las agencias espirituales (p. ej. Ro. 8:38; Ef. 6:12), generalmente de un carácter adverso, aunque algunas veces neutral en lo que respecta a los gobernantes humanos (como la palabra exousiai de Ro. 13:1–3). Véase también Autoridad.

La idea neotestamentaria de un poder preeminente de Dios es el desarrollo de una idea similar del concepto del AT (cf. 1 Cr. 29:11; Job 26:14; Sal. 66:7; 145:11). Sin embargo, el NT no está dominado por una manifestación abrumadora del poder divino, sino por una manifestación personal del poder en Jesucristo. Su poder mesiánico estaba en una línea directa con el poder con el cual estaban investidos los profetas y, sin embargo, era infinitamente superior al de ellos. Esto se manifestó en dos maneras, por su vida y su resurrección. Sus milagros (véase) eran signos mesiánicos que corroboraban el poderoso efecto de su enseñanza. No eran meras maravillas, porque no había nada que sugiriera algo mágico en su forma, en las palabras pronunciadas (contrastándolas con los encantamientos mágicos), o en la fe que se requería. Estos revelan una relación estrecha y personal entre el Padre y Cristo como la explicación de su origen. La resurrección de Jesús fue el clímax de la manifestación del poder divino.

El poder del Espíritu Santo no se aprecia únicamente al comienzo del ministerio de Jesús (Lc. 4:14, 36), sino también en una manera especial en el comienzo de la iglesia (Hch. 2). Este poder no consistía en una posesión externa que pudiera transferirse mecánicamente (cf. Hch. 8:19ss.), sino en una presencia viva en el creyente (cf. Ro. 15:13; 2 Co. 13:3ss.). Aquellos que poseen el Espíritu poseen poder; sus palabras y sus obras son poderosas a medida que el Espíritu los controla.

Gran parte del contenido de las epístolas paulinas se basa en el poder de la resurrección de Cristo (Fil. 3:10), que es el principio operativo en el creyente (Ef. 1:19, 20; cf. 2 Co. 13:3, 4). El apóstol reconoce que, al predicar la cruz, él estaba predicando a Cristo como el poder de Dios (1 Co. 1:23, 24).

La conquista de los poderes espirituales opuestos está muy bien ilustrada en la vida de Jesús. Su poder sobre las fuerzas demoníacas se hace evidente con frecuencia, en tanto que Pablo declara que la eliminación de estos poderes encuentra su clímax en la cruz (Col. 2:15). Al describir este triunfo como el despojarse de estos poderes del mal, el apóstol implica una deliberada autoemancipación de todas las agencias opuestas. La misma idea se encuentra en 1 Pedro 3:22, donde los ángeles, autoridades y poderes se agrupan bajo la autoridad de Jesús a la diestra de Dios; y en el Apocalipsis donde la suprema autoridad es una cualidad inalienable en Dios (Ap. 19:1) y del Cordero entronizado (Ap. 5:12). El apóstol Pablo, por otra parte, describe vivamente la batalla espiritual presente del cristiano contra estos poderes espirituales invisibles (Ef. 6:12).

BIBLIOGRAFÍA

A-S; Arndt; W.H. Dundas, art. «Principality» en HDAC; W. Grundmann en TWNT; J.B. Lightfoot, Colossians; Trench.

Donald Guthrie

A-S Abbott-Smith, Manual Greek Lexicon of the NT

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (477). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología