POESIA

En la poesí­a del AT todo está en función del significado. La caracterí­stica más común de la poesí­a hebrea surge del equilibrio entre los sucesivos versos (paralelismo). Las tres variedades principales de la poesí­a son:
sinónima, en la cual el significado de ambas proposiciones es similar (1Sa 18:7; Psa 15:1; Psa 24:1-3); antitética, en la cual los significados de ambas proposiciones son opuestos (Psa 37:9; Pro 10:1; Pro 11:3) y sintética, en la cual el sustantivo se corresponde con el sustantivo, el verbo con el verbo y una proposición con la otra, y cada proposición agrega algo nuevo (Psa 19:8-9). Muchos poemas son acrósticos; cada verso comienza con una letra sucesiva del alfabeto hebreo (p. ej., Salmo 34; 37; Lamentaciones 1—4). En el Salmo 119, cada grupo de ocho vv. comienza con la misma letra. El acróstico que cubre todo el alfabeto implica que el tema abordado es cubierto en su totalidad. Por lo tanto, en el Salmo 119, tenemos una declaración completa sobre la Palabra de Dios.

Hay poemas breves (que en muchos casos se imprimen con su forma caracterí­stica) incluidos en los libros históricos (comparar Gen 2:23; Exo 15:1-18). En el NT, todos los poemas fácilmente reconocibles están en Lucas: el Magnificat de Marí­a (Exo 1:46b-55); la profecí­a de Zacarí­as (Luk 1:68-79); el Gloria in Excelsis de los ángeles (Luk 2:14) y el Nunc Dimittis de Simeón (Luk 2:29-32). Se cree que algunas cartas contienen trozos de himnos cristianos (Eph 5:14; 1Ti 1:17; 1Ti 3:16; 1Ti 6:16; 2Ti 4:18).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

En general, la poesí­a hebrea no tiene rima, y se caracteriza por el “paralelismo”, que se expresa en tres formas.

1- Sinonimia: Usar voces sinónimas, que significan lo mismo, para reforzar un concepto, Sal 15:1, Sal 24:1-3.

2- Antí­tesis: contraponer una palabra o frase a otra contraria, Sal 37:9, Pro 10:1.

3- Sí­ntesis: El sustantivo se corresponde con el sustantivo, el verbo con el verbo, etc., y cada miembro anade algo nuevo, Sal 19:8-9.

– Hay mucha poesí­a en la Biblia: Los Salmos, Proverbios, Cantar de los Cantares, cantos de Moisés, de Débora.

– E1 evangelio de S. Lucas tiene cuatro poemas preciosos: – El Magnificat, Luc 1:46-56.

– E1 Benedictus, Luc 1:68-79.

– EI nunc dimitis, Luc 2:29.

– El “gloria” de los Angeles, Luc 2:14.

– El N.T. cita a varios poetas paganos: Hec 17:28, 1Co 15:32, Tit 1:12.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

tip, ABEC

ver, LAMENTACIONES, CANTAR DE LOS CANTARES

vet, La poesí­a, una de las formas más antiguas de la literatura, acompañaba frecuentemente a la danza, dándole el ritmo (Ex. 15:20, 21). Un pueblo joven expresa sus emociones mediante imágenes contrastadas, que su viva imaginación saca de la naturaleza. La poesí­a de los antiguos hebreos presenta estas circunstancias. Las palabras de Sara acerca de su recién nacido tienen una forma poética (Gn. 21:6, 7). Jacob, antes de morir, reúne a sus doce hijos, y pronuncia sobre cada uno de ellos una bendición, a la vez profética y poética (Gn. 49). Lleno de gratitud hacia el Señor, que habí­a arrojado al mar a todo el ejército de Faraón, y dándose cuenta de que los cananeos se llenarí­an de terror, Moisés expresó sus sentimientos y los de los israelitas en un sencillo y admirable cántico (Ex. 15:1-19), al que Marí­a, su hermana, añadió el suyo (Ex. 15:20, 21). La antigua poesí­a hebrea no se apoya en la rima. Se hallan algunos poemas que presentan ciertas cesuras, pero ello es la excepción. La asonancia, la aliteración y la rima, aunque son frecuentes en la poesí­a oriental, se hallan raramente entre los hebreos. No utilizan tampoco una sucesión regular de sí­labas acentuadas y átonas. Pero un intenso sentido del ritmo hizo que los poetas produjeran versos conteniendo la misma cantidad de palabras, o al menos de acentos tónicos. Los versos y el sentido terminan simultáneamente (salvo en casos excepcionales, como en el Sal. 92, donde el versí­culo 14 prosigue al versí­culo 15). El carácter esencial de la poesí­a hebrea es el paralelismo, de manera que el segundo verso es de una u otra manera un eco del precedente. Esta particularidad tiene la inmensa ventaja de que persiste tras la traducción, lo que no sucede con la rima. Robert Lowth fue el primero en atraer la atención hacia esta particularidad, en 1753, y destacó tres tipos de paralelismo: el sinónimo, el sintético y el antitético. Hay además otras variedades. (a) Paralelismo sinónimo. El pensamiento del primer verso se repite en otras palabras en el segundo verso (p. ej.: Gn. 4:23): Ada y Zila, oí­d mi voz; Mujeres de Lamec, escuchad mi dicho: La estrofa: Que un varón mataré por mi herida, Y un joven por mi golpe, ofrece el mismo paralelismo sinónimo que la primera. Lamec no habí­a dado muerte a dos personas (en el original está en pretérito) sino a una sola. El conocimiento de este paralelismo sinónimo permite aclarar ciertos pasajes ambiguos a primera vista. Por ejemplo, el Sal. 22:20: Libra de la espada mi alma, Del poder del perro mi única. La única es, en efecto, el alma del salmista, su vida (de hecho, las revisiones modernas de Reina-Valera dicen “mi vida”). (b) Paralelismo por gradación ascendente. La segunda lí­nea emite una idea nueva, más o menos estrechamente relacionada con la primera, p. ej., Jb. 3:17: Allí­ los impí­os dejan de perturbar. Y allí­ descansan los de agotadas fuerzas. (c) Paralelismo sintético. La primera parte sirve de base a la idea introducida por la segunda, p. ej., Sal. 25:12: ¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que ha de escoger. Pr. 26:4: Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, Para que no seas tú también como él Sal. 24:9: Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria. (d) Paralelismo enfático. Los términos caracterí­sticos se repiten, para redondear el pensamiento, p. ej., Sal. 29:5: Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Lí­bano. Sal. 121:3, 4: No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí­, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. (e) Paralelismo antitético. El segundo pensamiento hace resurgir el primero, por antí­tesis; p. ej., Pr. 10:1: El hijo sabio alegra al padre, Mas el necio es tristeza de su madre. Mt. 8:20: Las zorras tienen guaridas, Y las aves del cielo nidos; Mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza. (f) Paralelismo comparativo. Una similitud, tomada de un dominio familiar, aclara el pensamiento; p. ej., Sal. 42:1: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así­ clama por ti, oh Dios, el alma mí­a. El paralelismo se sirve por lo general de dí­sticos (dos versos que dan conjuntamente un sentido cabal), pero en ocasiones se usan trí­sticos (véanse los ejemplos anteriores). Se encuentran también paralelismos extendidos a las estrofas del cuarto o quinto verso (Sal. 1:3; 27:4, 9; 37:7, 14, 20, 25, 28, 34, 40). La estrofa no constituye un elemento esencial de la poesí­a heb., encontrándose sin embargo en los Sal. 42 y 43, que formaban originalmente un solo poema, dividido en partes iguales por un refrán. El Sal. 46 está compuesto de tres grupos de tres versos cada uno; cada uno de ellos va seguido de una pausa (Selah), y cada uno de los dos grupos va seguido de un refrán. Hay asimismo los salmos alfabéticos, en los que cada verso comienza, en heb., con una letra del alfabeto, y en los que el salmista observa, con mayor o menor rigor el orden alfabético (Sal. 25; 34; 37). Las veintidós letras sucesivas del alfabeto se hallan en las veintidós estrofas del Sal. 119; cada estrofa tiene ocho versí­culos y cada uno de ellos comienza por la letra atribuida a la estrofa. El libro de las Lamentaciones de Jeremí­as está compuesto de una manera semejante (Véase LAMENTACIONES) El arte poético es generalmente épico, dramático, lí­rico o didáctico, pero en la Biblia no se hallan ni epopeyas ni dramas en verso, el Libro de Job es, sin embargo, semidramático, la acción aparece solo en el prólogo y en el epí­logo. El resto del libro está constituido por los discursos alternados de Job y de sus amigos. Véase asimismo CANTAR DE LOS CANTARES. La mayor parte de los poemas bí­blicos son lí­ricos. Después del éxodo, aparece el lirismo en cada perí­odo de la historia literaria de Israel. La liberación dada por Dios se celebró con odas triunfales: el cántico de Moisés, cantando el paso del mar Rojo; el cántico de Débora; salmos del arrepentido implorando misericordia o expresando el gozo del perdón (Sal. 32; 51), clamores de angustia, afirmaciones serenas de la fe, acciones de gracias por el socorro conseguido (Sal. 38: 3; 23; Hab. 3; 1 S. 2:1-10; Is. 38:10-20; Lc. 1:46-55), salmos que anuncian la venida del Redentor y de Su reino (Sal. 2; 45; 72), elegí­as como la de David por Saúl y Jonatán (2 S. 1:17-27), de los hijos de Coré sobre Judá (Sal. 44); lamentaciones (Sal. 60; 74). En el libro del profeta Habacuc (Hab. 3:17-19) se halla un sublime pasaje en el que se hace patente la fe que contempla a Dios más allá de las circunstancias de esta vida, y que expresa la confianza del creyente en el Dios soberano y Salvador, que conduce a los suyos a través de las dificultades de su peregrinación: Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Creación literaria que es capaz de imprimir en el lenguaje oral o escrito ritmos y rimas que lo hacen armonioso y agradable. De manera especial conviene analizar y aprovechar en la educación cristiana la poesí­a bí­blica, que se halla en los Salmos, en los Himnos, en el Cantar de los Cantares, en diversos fragmentos proféticos expuestos en forma de deprecaciones estróficas o en los sapienciales que se formulan de manera original en la expresión de los postulados.

Conviene recordar que la poesí­a bí­blica original se formuló en hebreo y por eso resultan transportables a otros idiomas modernos o antiguos los mensajes que contiene, pero no los lenguajes estéticos que dependen de variables intransferibles.

Por eso nunca entenderemos el ritmo de un Salmo, salvo que dominemos perfectamente el hebreo. Y aún así­, es probable que lo que resonó en la corte de David mil años antes de Cristo no serí­a equivalente a los que los judí­os del mundo recitaban en la época medieval del primer milenio. Sin embargo los sentimientos y metáforas del Cantar de los Cantares o las resonancia de Job, los himnos de la Cautividad o las plegarí­as e imprecaciones de los profetas, sí­ serán asequibles en cuanto a contenido.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

I. En el Antiguo Testamento

La poesía, especialmente en forma de canción o himno, ocupa un lugar importante en la literatura hebrea. Evidentemente los judíos fueron amantes de la música, y fueron famosos por sus canciones. En 701 a.C. Ezequías incluyó músicos masculinos y femeninos (e. d. los que acompañaban sus canciones con instrumentos; DOTT, pp. 67) en su tributo a Senaquerib, y los exiliados en Babilonia fueron obligados por sus captores a cantar una de las canciones cuya fama había llegado a sus oídos (Sal. 137.3). Poco ha quedado de su poesía secular, pero las referencias en el AT parecerían indicar que fue de volumen considerable. Es probable que el “cántico del pozo” (Nm. 21.17–18) haya sido una canción del trabajo que se cantaba junto al pozo, o que utilizaban los cavadores de pozos. Otras ocupaciones probablemente tenían canciones especiales: la siega (Is. 9.3) y la vendimia (Is. 16.10). También se cantaban canciones en ocasiones especiales. Labán seguramente utilizó canciones en su despedida para Jacob (Gn. 31.27). Ninguna fiesta de bodas estaba completa sin ellas (cf, Jer. 7.34). A menudo los lamentos por los muertos se expresaban en forma poética. Las elegías de David por Saúl y Jonatán (2 S. 1.19–27) y por Abner (2 S. 3.33–34) son composiciones poéticas del más elevado orden. El breve lamento por Absalón ha sido llamado “obra maestra” en lo que hace al ritmo (2 S. 18.33). El lenguaje heb. es muy rítmico, de modo que esta característica aparece en pasajes que no son estrictamente poesía, especialmente en la lengua oral. En los libros proféticos, sin embargo, muchos de los orárulos aparecen en forma poética, como lo muestran las trads. modernas. Esto se aplica también a Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, y Job. Por ello hay una gran cantidad de poesía en el AT.

Casi siempre las canciones iban acompañadas de música instrumental (Ex. 15.20; 1 Cr. 25.6; Is. 23.16). En realidad parecería que los instrumentos existían con el sólo propósito de acompañar las canciones (Am. 6.5).

Entre los términos empleados para las composiciones poéticas tenemos: šı̂r, ‘canción’ (con o sin instrumentos); mizmôr, ‘salmo’ o ‘himno’ (con instrumentos); qı̂nâ, ‘elegía’ o ‘lamento’; tehillâ, ‘himno de alabanza’; māšāl, además de su sentido más usual de “proverbio”, es una “canción satírica”.

La mayor colección de canciones heb. se encuentra en el libro de los Salmos, y en él tenemos la mayor riqueza de material para estudiar las formas poéticas. Los eruditos no se han puesto de acuerdo, sin embargo, en cuanto a la naturaleza de la poesía hebrea. Algunos sostienen que en un corpus de escritos, como el de los Salmos, que cubre muchos siglos, no debemos buscar un sistema uniforme. Otros sostienen que, sin un conocimiento de la pronunciación original, es imposible recuperar las formas originales. Otros, por su parte, piensan que la introducción posterior de los signos vocálicos puede haber producido muchas innovaciones en la vocalización. Otros se refieren a la posibilidad de que haya habido errores de transcripción. Por cierto que sería riesgoso, ante la ausencia de indicaciones de los esquemas vocálicos y acentuales, defender dogmáticamente cualquiera de las teorías sobre los principios de la prosodia hebrea.

Generalmente se acepta que el metro, en la forma en que lo conocemos hoy, estaba ausente de la poesía hebrea. Nada hay que corresponda a la unidad de medición métrica (el “pie”), ya sea en cuanto a la cantidad de vocales o a la formación de la acentuación, de modo que casi no podemos esperar una secuencia medida entre “acentos”. Hay consenso general en que la poesía heb. es “acentual” en carácter, y que el “acento” o “ictus” coincide con la acentuación gramatical. Como aparentemente no tiene ninguna influencia el número y la disposición de las sílabas inacentuadas, seguramente se ignoraban al escandir. El ritmo variable, en consecuencia, ocupa el lugar del metro concreto. La ausencia de una medida mecánica parecería indicar una variedad de versos libres, pero en heb. no existe una mezcla deliberada. Sería engañoso también compararla con el ritmo logaédico, combinación entre el ritmo de la prosa y el de la poesía, que a veces encontramos en la poesía gr., porque se trata de verdadera poesía. Quizás una de las mejores descripciones sería la expresión “ritmo saltado”, que acuñó Gerard Manley Hopkins. Al describir este ritmo dijo: “Consiste en escandir por acentos solamente sin preocuparse para nada del número de sílabas, de modo que un pie puede estar formado por una sílaba fuerte, o por muchas ligeras y una fuerte.”

En consecuencia, para determinar la métrica de la poesía heb. debemos contar simplemente el número de “unidades de ictus” o “unidades acentuales”; cada una de ellas, independientemente del número de sílabas, nos da un “compás”. Los grupos resultantes corresponden aproximadamente a dímetros, trímetros, etc., y se puede hacer combinaciones con ellos. Dada la naturaleza del caso, el procedimiento aquí tiende a ser subjetivo, en mayor o menor grado. Sin embargo, parecería que hay muchos ejemplos de esquemas rítmicos (p. ej. en el sal. 29). Pero sería poco razonable esperar uniformidad rígida en un tipo de poesía tan subjetivo como la heb., y debemos considerar con cierto grado de escepticismo las propuestas de cambiar el texto a fin de lograr un esquema regular.

Un tipo de poema, el lamento o endecha (qı̂nâ), tiene, según muchos eruditos, un metro particular. En este caso, el verso consiste en cinco anapestos con una cesura después del tercero. Si así fuera, el uso coral a que estaba destinado este tipo de poema bien puede haber dictado la forma. En el caso de los otros poemas utilizados en el canto congregacional se puede haber hecho uso de “notas recitativas”.

Característica común de la poesía heb., particularmente en los Salmos, es el “paralelismo”, como lo llamara R. Lowth (De sacra poesi Hebraeorum, 1753). La forma más simple es la reafirmación, en la segunda línea de un pareado, de lo que se ha expresado en la primera. La relación entre la segunda línea o “stijos” del pareado (dístico) y la primera puede ser sinónima, sintética, antitética, o culminante. Ocasionalmente la estrofa es un trístico, y en ese caso los tres “stijoi” pueden estar comprendidos en el paralelismo.

Un ejemplo de paralelismo sinónimo es “líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí” (Sal. 59.1). El Sal. 104 está lleno de paralelismos de esta naturaleza. En el paralelismo sintético la segunda línea amplía o complementa la primera, p. ej. “¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría” (Sal. 55.6). En el antitético, la segunda línea expresa un contraste con la primera, p. ej. “Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá” (Sal. 1.6). En el paralelismo culminante hay un aumento del efecto en la segunda línea (cf. Sal. 55.12–13). Se presentan formas menos comunes, como el paralelismo dimórfico, e. d. una línea seguida por dos paralelos diferentes (Sal. 45.1).

Con excepción de la rima, el hebreo utiliza plenamente los elementos literarios comunes a todo tipo de poesía. La asonancia no está ausente. Abundan el símil y la metáfora. La aliteración, generalmente “escondida”, también está presente. Se usa la anadiplosis y la anáfora con marcado efecto (Jue. 5.19, 27). Se invoca la ayuda mnemónica del acróstico. El ejemplo más conocido es el Sal. 119, dispuesto en estrofas de ocho versos, y en el que se asigna a cada estrofa una letra del alfabeto, y cada verso comienza con ella.

En ninguna parte vemos el genio de la poesía heb. en forma más evidente que en el empleo de imágenes. Pone al cielo y a la tierra a su servicio. Roba música de las estrellas de la mañana y luz del novio que no necesita lámparas virginales. Su eterno verano no se desvanece nunca, y sus nieves son impecables. Rige la furia del mar, cabalga sobre las nubes y se translada en alas del viento. Enriquece el oro real, hace que la mirra sea más fragante y el incienso más dulce. Las ofrendas que toma de los pastores no mueren, y sus rebaños pastan en pastizales perennes. El pan de su siega nunca se perderá, ni faltará el aceite de sus prensas, y su vino siempre será nuevo. Mientras el hombre respire, sus líneas eternas formarán la letanía del corazón que ora. Las cuerdas que toca son las cuerdas del arpa de Dios.

El ritmo de la poesía heb. no es el tiempo medido del cuerpo circunscrito a la tierra. Es el majestuoso ritmo del espíritu que se eleva, que solo siente el que tiene la música del cielo en el alma. Se eleva por encima del plano métrico a otro más elevado, y a una nueva dimensión: la dimensión del espíritu, donde los que adoran a Dios lo adoran en espíritu y en verdad.

Su objeto propio es el Altísimo, el Dios de cielos y tierra; su origen y fuente son las profundidades del corazón hambriento de Dios. Su gran tema es el encuentro personal con el Dios vivo.

Bibliografía. °F. F. Bruce, “La poesía del Antiguo Testamento”, °NCBR, pp. 45–48; L. Alonso Schökel, Estudios de poética hebrea, 1963; G. von Rad, Sabiduría en Israel, 1985, pp. 41–74; A Fitzgerald, “Poesía hebrea”, Comentario bíblico “San Jerónimo”, 1971, t(t). I, pp. 639–654; J. M. Millás, “Poesía bíblica”, °EBDM, t(t). V, cols. 1146–1148; E. J. Young, Una introducción al Antiguo Testamento, 1981, pp. 327–333.

R.Lowth, De sacra poesi Hebraeorum, 1753; E. Sievers, Metrische Studien, 1901–7; G. B. Gray, The Forms of Hebrew Poetry, 1915, reimpreso en 1972, con un análisis de obras más recientes, por D. N. Freedman; C. F. Burney, The Poetry of our Lord, 1925; F. F. Bruce, en °NCBR, 1970, pp. 44s; artículos por G. R. Driver, J. Muilenburg y T. H. Robinson en VT Supp. 1, 1953; H. Kosmala, “Form and Structure in Ancient Hebrew Poetry”, VT 14, 1964; W. F. Albright, “Verse and Prose in Early Israelite Tradition”, Yahweh and the Gods of Canaan, 1968, pp. 1–46; P. C. Craigie, “The Poetry of Ugarit and Israel”, TynB 22, 1971, py. 3–31; P. W. Skehan (eds.), Studies in Israelite Poetry and Wisdom, 1971; F. M. Cross, D. N. Freedman, Studies in Ancient Yahwistic Poetry, 1975.

W.J.M.

II. En el Nuevo Testamento

a. Salmos

Tres, tal vez cuatro, himnos hebreos típicos se conservan en el Evangelio de Lucas: el *Magnificat (Lc. 1.46–55), el *Benedictus (Lc. 1.68–79), el *Nunc Dimittis (Lc. 2.29–32), y el Gloria (Lc. 2.14). Todos estos pasajes se encuentran en el estilo y el espíritu de los salmos veterotestamentarios, majestuosos en su lenguaje, y construidos de conformidad con el modelo del paralelismo verbal propio de la poesía hebrea.

b. Himnos

Los himnos cristianos primitivos pueden haber sido poemas de tradición mixta (Ef. 5.19), que reflejaban tanto la forma del salmo hebreo como la de la lírica griega. Se ha sugerido que numerosos pasajes del NT son citas directas e indirectas tomadas de este corpus de poesía sagrada; p. ej. Ef. 5.14 y Ti. 3.16, en los que la estructura hebraica es particularmente notable. Tal vez Col. 1.13–20 y 2 Co. 5.14–18 sean del mismo orden.

c. Lenguaje poético

Puede considerarse bajo tres encabezamientos:

(i)      Es imposible distinguir en forma decisiva entre lo que puede haber sido cita directa de expresiones rítmicas y poéticas, y la prosa elevada expresada en lenguaje poético. En el estilo cálido y emotivo de la literatura hebrea siempre resulta difícil distinguir claramente entre poesía y prosa, y en pasajes de gran emotividad el NT con frecuencia adopta tal estilo. Considérense las breves atribuciones de alahanza tales como Jud. 24–25 y Ap. 5.12–14; construcciones rítmicas tales como Jn. 14.27; Ro. 11.2, 33, y 1 Co. 15.54–57; o paralelismos fuertes en su antítesis tales como Jn. 3.20–21, o Ro. 2.6–10; y paralelismos de forma quiástica tales como Fil. 3.3–10, y Jn. 10.14–15. Todos estos pasajes, y muchos otros, revelan la influencia de la poesía del AT en el lenguaje del NT, tanto en forma como en colorido. Con menor medida de deuda para con la lengua hebrea, se encuentran pasajes tan elevados como Ro. 12; 1 Co. 13, y Fil. 2.

(ii)      Los tropos y figuras son parte del lenguaje y la tradición poéticos, y han sido mencionados en alguna medida bajo c. (i), sup. La paronomasia y la aliteración pueden, sin embargo, tratarse separadamente. En varios pasajes el griego del NT revela una asonancia artificial, acompañada a veces de aliteración: p. ej. Lc. 21.11 (loimoi, limoi); Ro. 1.29 (fthonou, fonou); Hch. 17.25 (zōēn, pnoēn); He. 5.8 (emathen, epathen); Ro. 12.3 (hyperfronein, fronein, sōfronein). Mt. 16.18 (Petros, petra) y Flm. 10 y 20 (Onēsimus, onaimēn) contienen juegos de palabras. Hch. 8.30 (ginōskeis, anaginōskeis) probablemente sea accidental.

(iii)      Mt. 24 y los pasajes sinópticos paralelos, juntamente con todo el Apocalipsis, están expresados en el lenguaje tradicional de la poesía o la profecía apocalíptica hebreas, tipo de literatura que se encuentra en Daniel, Ezequiel, y Zacarías. Se basa en imágenes de carácter alusivo, y a veces está destinada a la interpretación privada. No es muy diferente de ciertas formas de poesía moderna, que se puso de moda primeramente por influencia de G. M. Hopkins, y que practicó con bastante habilidad T. S. Eliot. Se sigue que la interpretación “poética” es un modo legítimo de acercarse al Apocalipsis, y por cierto que resulta provechoso. Podemos mencionar también que algunas de las imágenes de dicho libro pueden carecer de interpretación por pérdida de la clave de la alusión, que indudablemente alguna vez se poseía.

d. Citas

El NT está desusadamente lleno de citas de la literatura poética del AT. Partes de la Epístola a los Hebreos han sido compuestas casi enteramente sobre la base de tales referencias. Así, también, en el caso de partes de la Epístola a los Romanos. Más esquivas y menos frecuentes son algunas citas directas tomadas de la literatura griega. Hechos 17.28, “porque linaje suyo somos, es la primera mitad de un hexámetro de Arato de Soli en Cilicia (315–240 a.C.). La misma frase aparece en un fragmento existente en Cleanto, que encabezó la escuela estoica entre 263 y 232 a.C. Hay ciertos indicios de que este pasaje contiene una cita más remota de Epiménides, el poeta cretense semi legendario del que Pablo cita un hexámetro completo en Tit. 1.12. Luego, en 1 Co. 15.33 se cita un trímetro yámbico de Menandro (342–291 a.C.), el poeta cómico ateniense (“las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”). Además, el gr. de Stg. 1.17 contiene un hexámetro puro. Lo mismo ocurre con Hch. 27.34b (omitiendo la conjunción gar, ‘pues’), He. 12.13 (leyendo el imperativo aoristo), y hay un metro yámbico en Hch. 23.5. Es imposible decir que se trata de citas en estos casos. La redacción métrica puede ser accidental, p. ej. “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.”

Bibliografía. C. F. Burney, The Poetry of our Lord, 1925; J. T. Sanders, The New Testament Christological Hymns, 1971.

E.M.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico