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Ideas preconcebidas que se tienen de manera espontánea y afectan a personas, lugares, acciones o circunstancias y condicionan la conducta de quien los posee. Ordinariamente los prejuicios tienen una base siempre afectiva y frecuentemente experiencial, aunque su propia naturaleza es intelectual; pero es evidente que en el hombre nada hay puro y exclusivo de una facultad.
El estudio más clásico sobre los prejuicios se debió al filósofo Francisco Bacon de Verulam (1561-1626), que en su “Novum Organum” analizó su influencia en la lógica y en la ciencia. Afirmaba que, para pensar con perfección, hay que eliminar los ídolos (prejuicios) a los que tributamos culto frecuente: ídolos “de tribu” (tradiciones), ídolos del “foro”, de la calle (dichos de la gente), ídolos del espejo, (impresiones propias), ídolos del teatro (de las autoridades).
Un buen educador intenta por todos los medios posibles superar los prejuicios. Pero no basta que se lo proponga. Con frecuencia precisa críticas ajenas que valoren su conducta y sus orientaciones. Es más conforme a la naturaleza el refugiarse en tradiciones y hábitos que buscar en cada momento lo más conveniente. Es más fácil fiarse de lo que dicen que investigar por propia cuenta.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa