Biblia

PRESENCIA DIVINA

PRESENCIA DIVINA

(v. contemplación, Dios, Dios Amor, inhabitación, oración)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En la Biblia, la palabra rostro o semblante (heb. pānîm; gr. prosōpon o enōpion «en el rostro de») se usa normalmente para indicar la presencia. Cuando se aplica a Dios, parece haber tres sentidos principales. Primero, existe la general e ineludible presencia de Dios tal como se describe en el Sal. 139:7ss. En segundo lugar, está la especial presencia de Dios entre su pueblo o entre las naciones para salvar o juzgar (cf. Ex. 33:14; Nah. 1:5). Esto se expresa mejor en la presencia divina en el tabernáculo y en el templo (cf. Sal. 48), y especialmente por la venida de Jesucristo como Emanuel (Mt. 1:23; Jn. 1:14), su presencia continúa en sus discípulos y con ellos, por el Espíritu Santo (Mt. 28:20; Jn. 14:16s.), y su venida final en gloria (1 Ts. 2:19). Tercero, la presencia de Dios en el cielo, delante de quien están los ángeles (Lc. 1:19), en cuya presencia no puede haber autosuficiencia (1 Co. 1:29), y donde los malignos serán castigados con la destrucción eterna (2 Ts. 1:9); pero en donde los creyentes serán presentados sin faltas en virtud de la obra de Cristo (Jud. 24), disfrutando así, como lo esperaba el salmista, la plenitud del gozo (Sal. 16:11; cf. 73:23s.). Puede notarse que el énfasis de la Biblia no está en la presencia divina como una inmanencia general; de aquí la naturalidad con la que Jonás trata de huir de la presencia de Jehová (Jon. 1:3) o con la que los adoradores que vienen a la presencia de Dios (Sal. 95:2). Para el hombre pecador, que no puede ver a Dios o sentir su presencia, la cosa importante es el especial descubrimiento de su presencia en la salvación y en la aceptación final del creyente justificado en Su eternal presencia. La presencia de Dios entre su pueblo en los nuevos cielos y tierra es la meta de la obra divina que ya fue iniciada por la encarnación, y que ahora se disfrutada por el Espíritu Santo; pero que será consumada únicamente en el día final: «He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios» (Ap. 21:3). Sin embargo, esta inmanencia final, no puede ser conocida y disfrutada por los pecadores meramente en virtud de la omnipresencia divina (Ap. 21:8). Somos recibidos en la presencia eterna de Dios solamente cuando hemos recibido al Dios que se nos presenta en Jesucristo (Jn. 1:12).

Geoffrey W. Bromiley

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (487). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología