Biblia

PURIM, FIESTA DE

PURIM, FIESTA DE

(-> Ester, inversión de suertes). Como recuerdo de la matanza (histórica o simbólica) de sus enemigos, lograda por intercesión de Ester*, los judí­os celebraron y siguen celebrando la fiesta de las Suertes o Purim, que 2 Mac 15,36 llama fiesta de Mardoqueo, mentor de la reina (cf. Est 9,29.31). La historia de Ester con la fiesta de los Purim representa, de manera paradójica y providencial, una de las culminaciones simbólicas de la historia israelita. No habí­a en Israel lugar para la reina, ni en clave inmanente (de realeza humana), ni trascendente (de realeza divina), pues el Dios rey de Israel hací­a imposible el surgimiento de una realeza femenina. Pero eso no ha impedido que en la imaginación religiosa del pueblo haya surgido una reina salvadora, una mujer creyente que, casada con el rey gentil, garantice la victoria militar y la vida permanente de su pueblo. Ester, la amada del gran rey, es fuente de victoria para los judí­os, que celebran su recuerdo en la fiesta de los Ptirim. Mientras ella siga en la memoria de los fieles la vida de éstos se halla asegurada: cambiará el rey el edicto, alcanzarán ellos la suerte en los Purim, matarán a los perversos. Por la fiesta de Purim, Ester ha pervivido y pervive en la memoria israelita, como heroí­na y salvadora. Por eso se le sigue llamando la reina.

(1) Origen de la fiesta. El libro hebreo de Ester. En el origen de esta celebración debe estar el recuerdo de algún hecho especialmente favorable que se entiende como nuevo éxodo del pueblo. Para fijar ese recuerdo y motivar mejor la fiesta se redacta Ester 1-10 (BH), quizá en tiempos del primer alzamiento macabeo (167-164 a.C.). Es un bello texto que asume elementos folclóricos paganos (quizá los mismos nombres de Mardoqueo/Marduk y de Ester/Isthar), creando una hermosa trama literaria, tejida de ironí­a, intriga y suspense que se centran sobre todo en Ester, la favorita de un rey persa que lleva el nombre real y simbólico de Asuero (Artajerjes). Ester forma parte del harén palaciego y con su halago de erotismo y presentándose al fin como judí­a (cosa que al principio habí­a ocultado) consigue que el rey mande ejecutar a Amán, enemigo de los judí­os, y nombre primer ministro a Mardoqueo, judí­o y protector de los judí­os, quienes, aprovechando la nueva situación polí­tica, con el favor de Ester y Mardoqueo, se vengan de sus enemigos, matando a muchos de ellos. De esta forma cambian las Suertes (Purim) y el dí­a destinado a la muerte se convierte en tiempo de nuevo nacimiento vengativo: responden con violencia a la violencia de aquellos que querí­an destruirles; Dios se expresa en formas de talión y extiende su dominio utilizando medios de terror (cf. Est 8,17), de forma que el gozo y victoria de unos supone derrota y tristeza de otros. En el texto hebreo de Ester no aparece el nombre de Yahvé: todo es profano en su historia, desde la manera de entender la división de judí­os y gentiles hasta el modo de cambiar las «suertes» de unos y otros, por medio de una polí­tica cercana a las intrigas de salón y a los favoritismos de alcoba. Ocultamente actúa Dios, sin que sea necesario que aparezca su nombre. Así­ dirige la trama de liberación del pueblo, a través de una historia bella y tensa donde emerge el lado oculto y oscuro del poder (vino, espionaje, presiones sexuales).

(2) Actualización griega. Añadidos de los LXX. Es normal que un autor posterior, judí­o de la diáspora helenista, que escribe a principios del I a.C., haya querido actualizar el relato anterior, introduciendo en los lugares clave unos textos explicativos que suelen recogerse como epí­logo o introducirse en los lugares correspondientes de la narración antigua (como hacen los LXX). Es un teólogo que quiere explicitar el mensaje anterior de la Biblia hebrea por medio de reflexiones, plegarias y cartas. Especialmente significativo es el prólogo y epí­logo del libro (que las diversas traducciones presentan en lugares distintos) donde se ofrece y explica un sueño de tipo alegórico/apocalí­ptico: a un lado están los gentiles, que amenazan al pueblo escogido, al otro los judí­os fieles que gritan pidiendo ayuda a Dios (como en el cautiverio de Egipto). Por un lado está el mal dragón, que es Amán el Gran Ministro, enemigo de los justos, por otro el buen dragón, que es el mismo Madorqueo, nuevo Moisés, liberador de los judí­os. En el centro aparece una fuente convertida en gran rí­o: es Ester, sí­mbolo de la mujer/heroí­na israelita que ofrece salvación y vida a su pueblo (cf. l,la-k y 10,3a-f).

Cf. R. DE VAUX, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1985, 645-647.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra