QUERUBINES

o querubes, babilonio kâribu. Nombre que proviene de esta palabra babilónica, con la cual se designaba a genios de figura semihumana y semianimal, que custodiaban las puertas de los templos y de los palacios. Son descritos en la Biblia y en la iconografí­a asirobabilónica como esfinges aladas. Se mencionan por primera vez en las Escrituras en el libro del Génesis, tras la expulsión del hombre del paraí­so, donde puso Dios †œq., y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida†, Gn 3, 24.

Los q. en el culto de los israelitas sólo aparecen con seguridad desde cuando el Arca estuvo en la ciudad de Siló, y se dice en el texto sagrado: †œEl pueblo envió a Siló y sacaron de allí­ el arca de Yahvéh Sebaot que está sobre los q.†, 1 S 4, 4; expresión que se repite en las Escrituras, porque es el sitio donde se le invoca, 2 S 6, 2; 2 R 19, 15. Aquí­ los q. Aparecen como el trono en el que está Yahvéh, al igual que en el Templo de Salomón, 1 R 8, 6-7.

En el Arca los dos q. estaban sobre el propiciatorio, en los extremos, eran de oro macizo. Estaban el uno frente al otro, con las alas extendidas cubriendo el propiciatorio; Yahvéh le dijo a Moisés: †œAllí­ me encontraré contigo… de en medio de los dos q. colocados sobre el arca del Testimonio, te comunicaré todo lo que haya de ordenarte para los israelitas†, Ex 25, 17-22.

Los q. aparecen también ornamentando los tapices de la Morada Ex 26, 1, las paredes, 1 R 6, 29, los batientes de las puertas, 1 R 6, 32 y 35, así­ como el velo del Templo. David en su visión vio a Dios montado en un q., como un animal de tiro de su trono, 2 S 22, 11; Sal 18, 11, Dios vuela sobre un querube. En las visiones de Ezequí­as los q. aparecen como Carro de Yahvéh, con cuatro caras, de toro, de hombre, de león y de águila, Ex 1, 4-28; 10, 8-17.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(-> trono, Mercaba, tetramorfo, vivientes). Seres alados mitológicos, que aparecen en los textos mesopotamios como guardianes de los templos y de los lugares sagrados. En la Biblia aparecen en varios contextos, entre los que pueden destacarse tres. (1) Los querubines están a la puerta de entrada del paraí­so del que Dios ha expulsado a los hombres. Allí­ están ellos, con espada de fuego, impidiendo el camino de retorno al paraí­so (Gn 3,24; cf. Ex 25,18; 1 Re 6,24; Sal 18,11 y sobre todo Ez 1,10). Por eso, los “expulsados del paraí­so” debemos superar todo deseo de simple retorno: no podemos vivir en la nostalgia; no podemos remontamos al pasado, queriendo recuperar el sueño del principio, un tipo de ideal imposible de vinculación con la naturaleza. Tenemos que aceptar la realidad, reconociendo lo que somos, nuestra vida en la estepa, nuestra condición de seres mortales. Al situar unos quembines a la entrada del paraí­so, la Biblia supone que, no pudiendo ver a Dios, podemos ver y vemos unos quembines que son como un fuego de antorcha que marca el camino del principio de los tiempos: ellos cierran una puerta, indicando al mismo tiempo que hay un camino que lleva al paraí­so. (2) Los querubines son signo de presencia de Dios en el arca* de la alianza. Conforme a la visión tradicional, Dios se encuentra sentado en el cielo sobre quembines (Sal 99,1), avanzando en medio de la tormenta sobre el mundo. Los quembines sagrados protegen el arca de Dios en el mundo indicando así­ la presencia de Dios, sobre el Propiciatorio o placa que la cubre: “Allí­ me manifestaré a ti, y hablaré contigo desde encima del propiciatorio, de entre los dos quembines que están sobre el Arca del testimonio, todo lo que yo te mande para los hijos de Israel” (Ex 25,22; Nm 7,89). (3) Son portadores del trono de Dios. Ellos aparecen de un modo especial en la simbologí­a divina de Ezequiel (Ez 1 y 10), como portadores sagrados del trono de Dios (Mercaba*), con el que de alguna manera se identifican. Al presentar el trono de Dios, Ezequiel utiliza la simbologí­a del templo de Jerusalén, donde se supone que Dios se asienta sobre un trono de querubines o seres alados, como sabe la iconografí­a del arca de la alianza, con la placa o cubierta sobre la que extienden sus alas dos quembines (cf. Ex 25,27-22; 26,31; 1 Sm 4,4; 1 Re 6,2336). Son seres paradójicos, con rostro de hombre, león, toro y águila, portadores del trono de Dios, impulsados por el Viento/Espí­ritu divino, como si el mismo Dios alentara por ellos.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(heb. kerûḇı̂m). En el AT esta palabra representa seres simbólicos y celestiales. En el libro de Génesis se les encomendó guardar el árbol de la vida en el Edén (Gn. 3.24). Una función simbólica similar se le acordó a los querubines de oro que se colocaron a cada lado del propiciatorio que cubría el arca del pacto (Ex. 25.18–22; cf. He. 9.5), porque se consideraba que protegían los objetos sagrados contenidos en el arca, y que ofrecían, con sus alas extendidas, un pedestal visible para el trono invisible de Dios (cf. 1 S. 4.4; 2 S. 6.2; 2 R. 19.15; Sal. 80.1, 99.1, etc.). En Ez. 10 el trono-carro de Dios, todavía sostenido por querubines, adquiere movilidad. También se bordaban representaciones de estas criaturas aladas en las cortinas y el velo del tabernáculo, y en las paredes del templo (Ex. 26.31; 2 Cr. 3.7).

Figuras de querubines formaban parte de las lujosas decoraciones del templo de Salomón (1 R. 6.26ss). Dos de ellas, talladas en madera de olivo y recubiertas con oro, dominaban el santurario interior. Tenían aproximadamente 5 m de altura, y la distancia entre las puntas de sus alas extendidas era similar; cuando se los colocaba juntos cubrían toda una pared. También se tallaron querubines en frisos alrededor de las paredes del templo de Salomón, donde aparecían junto con representaciones de animales, en paneles decorativos que formaban parte de la base del enorme recipiente (“mar”) que contenía el agua para las abluciones rituales.

En otras alusiones, especialmente en los libros poéticos, representaban simbólicamente las tormentas de viento celestiales; así en 2 S. 22.11 (Sal. 18.10) se representa a Dios “cabalgando sobre un querubín” (expresión que tiene una cláusula paralela, “voló sobre las alas del viento”).

El AT no describe claramente el aspecto y la naturaleza general de los querubines. Generalmente se los representaba como criaturas aladas con pies y manos. En la visión que tuvo Ezequiel de la Jerusalén restaurada los seres tallados que semejaban querubines tenían dos caras, una de hombre y otra de león (Ez. 41.18s), mientras que los que ve en su visión de la gloria divina, tenían cada uno cuatro caras y cuatro alas (Ez. 10.21). Se desconoce hasta qué punto se consideraba que poseían cualidades morales y éticas. Invariablemente se los relacionaba estrechamente con Dios, y disfrutaban de una posición elevada y etérea.

Gracias a los descubrimientos arqueológicos tenemos algunas antiguas representaciones de criaturas que podrían ser querubines. En Samaria se encontraron paneles de marfil en los que puede verse una figura compuesta por un rostro humano, un cuerpo de animal con cuatro patas, y dos alas muy trabajadas y muy destacadas. Excavaciones llevadas a cabo en la antigua ciudad fenicia de Gebal (la Biblos gr.) han revelado una representación labrada de dos querubines similares, en los que se apoya el trono de Hiram, rey de Gebal, que reinó ca. 1000 a.C.

Las criaturas aladas simbólicas ocupaban lugar prominente en la mitología y la arquitectura del Cercano Oriente de la antigüedad. Las representaciones de este tipo eran comunes en el animismo egipcio; en Mesopotamia leones y toros alados guardaban los edificios importantes. Los hititas popularizaron los grifos, seres muy complejos que consistían en un cuerpo de león con cabeza y alas de águila, y cuya apariencia general era muy similar a la de la esfinge.

Bibliografía. G. von Rad, El libro del Génesis, 1977, pp. 117–18; id., Estudios sobre el Antiguo Testamento, 1976, pp. 103–121: G. Auou, La danza ante el arca, 1971, pp. 82, 251, 344–345, etc.; L. Alfonso Schökel, J. L. Sicre, Los profetas, 1980, t(t). I y II; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985.

ICC, Genesis, pp. 89s, Ezekiel, pp. 112–114, Revelation, I, pp. 118–127; art. “Cherub” en JewE; art. “Cherubim” en HDB y DAC; H. Heppe, Reformed Dogmatics, trad. ing., 1950.

R.K.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico