RECABITAS

Recabitas (heb. rêkâbîm). Descendientes de Recab 2, un ceneo. Obedeciendo las directivas de Jonadab, hijo o descendiente de Recab, se abstení­an del vino y de toda bebida intoxicante, viví­an como nómades, en carpas, rehusando vivir en casas, y se abstení­an de la posesión de campos y viñedos. Estas reglas tení­an por fin conservar la sencillez de la vida, que se habí­a perdido, en general, en Israel y Judá durante la primera parte del perí­odo de los reyes. Mientras estuvieron en Jerusalén, buscando refugio durante la invasión de Judá por Nabucodonosor, algunos de los recabitas fueron puestos a prueba por Jeremí­as. Como se mantuvieron fieles a las reglas de sus antepasados, el profeta citó su lealtad como un ejemplo digno de imitación con respecto a la lealtad hacia Jehová (Jer 35:1-19). Hasta la moderna migración de multitudes a Israel, habí­a numerosos judí­os en Siria y Arabia que todaví­a pretendí­an ser descendientes de los recabitas y hasta cierto punto seguí­an aquellas prácticas. Sin embargo, es inseguro su parentesco de sangre con los antiguos recabitas. Reconciliación. Véase Expiación. Red. Traducción de varias palabras hebreas y griegas. La Biblia se refiere a: 1. Redes de pescar de 2 clases. a. De arrojar o redonda (heb. jerem y gr. amfí­bl’stron; Eze 26:5; Mar 1:16). b. De arrastre o barredera (heb. mikmôreth y gr. saguen’; Hab 1:15; Mat 13:47; fig 425). 2. Redes para atrapar aves (heb. resheth; Pro 1:17) o animales (Isa 51:20), armada con cuerdas y escondida junto al camino (Psa 140:5) para enredar los pies de la presa (cf Job 18:8; Psa 57:6). 3. Enrejado metálico usado como la rejilla del altar (Exo 27:4, 5), o como parte de los capiteles de 2 pilares o columnas delante del templo (heb. í‘ebâkâh, “red”, “reja”, “rejilla”, “malla”; 1Ki 7:18-42). 4. La que atrapa seres humanos (figuradamente; Psa 9:15; 10:9; 25:15; etc.), la de la cautividad (Eze 12:13; 19:8), y la del reino de los cielos que recoge conversos como “toda clase de peces” (Mat 13:47), una ilustración especialmente significativa para los discí­pulos que habí­an abandonado sus redes para ser pescadores de hombres. Además, en el NT aparece el gr. dí­ktuon, un término genérico para “red”, sin indicación de su uso especí­fico o su forma (Mat 4:20, 21; etc.). 425. Redes de pescar extendidas para su secado en el pequeño puerto de Tiro. Redentor. Véase Redimir. Redil. Traducción de varias palabras hebreas que señalan un lugar para encerrar y guardar los animales, y donde éstos puedan acostarse (Gen 49:14; 2Ch 32:28; Psa 50:9; Eze 34:14; etc.). En la RVR es traducción del: 1. Heb. nâweh, “lugar de pastoreo” (2Sa 7:8; 1Ch 17:7). 2. Heb. gidrôth hatstsô’n, “redil cercado con piedras” (1Sa 24:3). 3. Heb. ‘awêrôth, “refugio”, “establo”. Aparece en 2Ch 32:28, en la expresión “apriscos para los ganados”. El “redil” o “aprisco” era un lugar cercado que serví­a para proteger a las ovejas y las cabras de las inclemencias del tiempo, de los merodeadores y de animales salvajes, como los chacales y las hienas. Para los pastores* nómades, el redil era -y lo sigue siendo- un lugar cercado erigido apresuradamente, hecho con arbustos espinosos y ramas. Pero los pastores sedentarios construí­an rediles de mejor calidad (Num 32:16): sus muros eran de piedra, a menudo cubiertos con ramas espinosas, y en su interior habí­a refugios para protejer a los animales del frí­o y de la lluvia del invierno. El muro que circundaba el redil tení­a sólo una puerta (Joh 10:1), junto a la cual montaban guardia los pastores. Cuando uno salí­a del redil en la mañana, las ovejas lo seguí­an espontáneamente (vs. 2-5). Varios pastores podí­an asociarse para usar un redil, y Luk 2:8, 15 y 20 parecerí­a indicar que tal era el caso de aquellos a quienes los ángeles les anunciaron el nacimiento del Mesí­as. En las zonas montañosas de Palestina abundan las cavernas, que se usan como rediles desde tiempos inmemoriales (cf 1Sa 24:3). Para ello, todo lo que se necesita es que la entrada sea más o menos pequeña, fácil de cerrar; de allí­ su popularidad entre los pastores.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

tip, TRIB

vet, Rama de los ceneos que viví­a entre los israelitas. Jonadab, el jefe de ellos, les ordenó que se abstuvieran de vino y de toda bebida fermentada; que no vivieran en casas, y que no cultivaran viñas ni campos, sino que vivieran en tiendas. Estas normas tení­an por objeto lograr preservar la simplicidad de la vida nómada. Mucho tiempo después, el profeta Jeremí­as puso a prueba a los recabitas, constatando que eran fieles al mandato recibido. El Señor prometió a los recabitas que su linaje no se extinguirla (Jer. 35:1-19). Sigue habiéndolos en la actualidad en Mesopotamia y en el Yemen.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> qnenitas). El recuerdo de la estepa, vinculado a los patriarcas, pastores trashumantes, ha pervivido en Israel hasta tiempos tardí­os, como indica la historia de los recabitas, que seguí­an siendo nómadas cuando los babilonios sitiaban Jerusalén (hacia el 598 a.C.). Eran yahvistas (fieles a Yahvé), pero no habí­an dado el paso a la vida sedentaria. No parecen vinculados a la salida de Egipto, ni a los relatos de conquista de la tierra. Eran israelitas, estaban vinculados al templo de Jerusalén, pero no podrí­an aceptar como propios los ritos del pan y vino: “Palabra dirigida a Jeremí­as…: Ve a la casa de los recabitas y háblales. Llévales a una de las cámaras de la Casa de Yahvé y ofréceles vino. Tomé, pues, a Yazaní­as, hijo de Jeremí­as… y a toda la familia de los recabitas, y les llevé a la Casa de Yahvé… y presentándoles unos jarros llenos de vino y unas tazas les dije: ¡Bebed vino! Ellos respondieron: No bebemos… porque nuestro padre Yonadab nos mandó: No beberéis vino ni vosotros ni vuestros hijos nunca jamás, ni edificaréis casa, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñedo, ni poseeréis nada, sino que en tiendas pasaréis toda vuestra vida, para que viváis muchos dí­as sobre la faz del suelo, donde sois forasteros. Nosotros hemos obedecido…” (Jr 35,2-10). Estos israelitas sin pan ni vino, habitantes de estepa, nómadas de tiendas (sin casa ni cosecha), son para Jeremí­as ejemplo de fidelidad al Dios de la tradición, Señor de los pastores trashumantes, como seguirá diciendo el relato. Se han refugiado en Jerusalén porque creen en Yahvé (Jr 35,11; cf. 2 Re 10,15ss), según las tradiciones de su pueblo. No rechazan fanáticamente el pan y el vino (que se guarda en las cámaras del templo, para las libaciones sagradas), pero no los comparten. Su culto religioso va unido a los productos de la estepa, al sacrificio de los animales, posiblemente a la carne y a la leche de ovejas y cabras. Los recabitas eran discí­pulos/hijos de Jonadab, que se opuso al rey Ajab de Samarí­a (cf. 2 Re 10,15.23ss), y vinculaban a Yahvé con la vida nómada: por eso iban en contra del cultivo y sacralización de los productos elaborados de la tierra. Conservaban así­ antiguas tradiciones y, posiblemente, concebí­an la vida como peregrinación. El asentamiento en la tierra del pan y el vino podí­a parecerles que estaba vinculado a los cultos de Baal y su Ashera (su Esposa), dioses paganos del entorno. La teologí­a oficial de Israel ha respetado a los recabitas, pero ha seguido otra lí­nea.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

(De [Pertenecientes a] Recab).
Descendientes de Recab, el quenita, por la lí­nea de Jehonadab. (Jer 35:6; 1Cr 2:55.)
Parece ser que cuando viví­a Jehonadab, por lo menos algunos de los recabitas residí­an en el reino septentrional, pues fue allí­ donde Jehonadab se unió a Jehú (rey, c. 904-877 a. E.C.) para oponerse a la adoración de Baal y a †œtodos los que quedaban de Acab en Samaria†. (2Re 10:15-17.) Jehonadab impuso el mandato a su familia (la Biblia no dice si antes o después de su encuentro con Jehú) de vivir en tiendas, no sembrar semilla ni plantar viñas y no beber vino, debido a que eran residentes forasteros en la tierra. (Jer 35:6-10.)
En la parte final del reinado de Jehoiaquim (628-618 a. E.C.) varios recabitas moraban en Judá. Cuando Nabucodonosor atacó la tierra de Judá, los recabitas entraron en Jerusalén para protegerse de los caldeos y los sirios. Jehová ordenó a Jeremí­as que llevara a su caudillo Jaazaní­as y a todos los recabitas a un comedor del templo. (Jer 35:1-4.) El que todos cupieran en uno de los comedores del templo da a entender que no eran muchos. De acuerdo con el mandato de Dios, Jeremí­as puso copas de vino ante ellos y les dijo: †œBeban vino†. Por respeto a la orden de su antepasado, se negaron a hacerlo, y explicaron que el que hubieran dejado de morar en tiendas y se hubieran trasladado a la ciudad se debí­a únicamente a los ejércitos invasores. (Jer 35:5-11.)
A Jehová le complació la obediencia respetuosa que mostraron. Su inquebrantable obediencia a un padre terrestre contrastaba con la desobediencia de los judaí­tas a su Creador. (Jer 35:12-16.) Dios dio a los recabitas la alentadora promesa: †œNo será cortado de Jonadab hijo de Recab un hombre que siempre esté de pie delante de mí­†. (Jer 35:19.)
Después del exilio, durante la gobernación de Nehemí­as, †œMalkiya hijo de Recab† reparó la Puerta de los Montones de Ceniza. Si se trataba del mismo Recab que fue padre o antepasado de Jehonadab, los recabitas sobrevivieron al exilio y regresaron al paí­s. (Ne 3:14.) En 1 Crónicas 2:55 se dice que Hammat era †œel padre de la casa de Recab†. No se sabe con certeza si Hammat era un antepasado de los recabitas o una ciudad de la que procedí­an.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Jonadab, hijo de Recab, y el hombre que dio al vocablo “recabita” su especial connotación, aparece primeramente en 2 R. 10.15–31. Jehú, hijo de Nimsi, estaba en medio de su salvaje ascenso al trono de Israel (ca. 840 a.C.) cuando se encontró por casualidad con Jonadab, que venía a su encuentro (v. 15). Al asociarse así, deliberada y entusiastamente, con el militante yahvismo de Jehú y la atroz matanza de los que rendían culto a Baal, Jonadab se reveló como un extremista con mucho más celo por Yahvéh que criterio. Este mismo extremismo poco realista se descubre en los reglamentos que impuso a su familia; pero al mismo tiempo habla muy bien de su fuerza de carácter el hecho de que sus descendientes después de 200 años todavía le rendían obediencia, como queda demostrado en Jer. 35 (ca. 600 a.C.). En respuesta al ofrecimiento de vino de parte de Jeremías (vv. 5–10), hacen una descripción de su particular modo de vida. Rechazan todas las características de una civilización agrícola sedentaria—casa, la siembra regular de productos, la vid que requería años de incesante atención si es que habría de rendir fruto—, y siguen la vida nómada como en la época del desierto, cuando los israelitas caminaron fielmente con Dios (p. ej. Jer. 2.1–3). Para conservar las pruebas visibles de esta pureza del andar con Dios, y no como una “orden de temperancia”, los recabitas obedecían las reglas establecidas por sus antepasados, y fue precisamente su obediencia lo que obtuvo para ellos la aprobación divina (Jer. 35.18–19).

J.A.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico