REGLA

2Co 10:13 conforme a la r que Dios nos ha dado
Gal 6:16 todos los que anden conforme a esta r
Phi 3:16 sigamos una misma r, sintamos una


Griego canon, caña, vara o recta que se usa como medida. Los constructores medí­an con un cordel, 2 S 8, 2; Za 2, 1, o con un hilo, marcado en codos, 1 R 7, 15 y 23. Los carpinteros usaban una clase de r., Is 4, 13. Una vara recta sustituyó a las demás, en la época helenista, Ap 11, 1; 21, 15.

La medición surgió como actividad Divina en el juicio Ez 43, 11, como la noción de una norma fija, transmitida por la tradición apostólica, 2 Co 10, 13-15; Gl 6, 16; Flm 3, 16; que delimitaba la acción, el deber del hombre, como r. de conducta o doctrina.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

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Guí­a o Directorio que rige la vida de un grupo. Está constituida por las normas y criterios concretos en que debe inspirarse la actividad y el estilo de vida de los miembros de una comunidad. Especialmente se denomina Regla a los documentos básicos que rigen las instituciones religiosas que la han confeccionado y cuando la autoridad de la Iglesia ha dado su aceptación en tiempo oportuno.

En los tiempos antiguos la Regla de San Antonio Abad (251-356) y la Regla de San Pacomio (287-346) fueron las primeras normas escritas de que hay constancia y que fueron elaboradas con minuciosidad desde la experiencia de los cenobios de Egipto para miles de monjes.

Después vinieron las grandes Reglas monásticas, resaltando las de S. Basilio en el siglo IV, la de San Agustí­n en el V y la de San Benito a comienzos del VI.

Y detrás de ellas, multitud de fundadores de monasterios o de congregaciones monásticas redactaron sus Reglas de conducta y de convivencia, que se fueron extendiendo con mejor o peor fortuna a multitud de otros monasterios.

Al surgir las Ordenes militares, de redentores, de solitarios, de predicadores, los franciscanos, los canónigos regulares, unas veces adoptaron algunas de las Reglas antiguas y en otras ocasiones surgieron nuevas Reglas de vida, como las de S. Francisco, las de Sto. Domingo, las de San Bruno.

Ya en los tiempos humanistas fueron denominándose “Constituciones” a las normas de vida que con frecuencia seguí­an el espí­ritu de una Regla anterior. Tal es el caso de las Constituciones de Ignacio de Loyola o José de Calasanz, de Francisco de Sales o de San Carlos Borromeo.

Después la idea de Regla se convirtió en todos los entornos eclesiásticos en equivalente a norma de vida, a conjunto de consignas que rigen el comportamiento cristiano. Y se desarrolló esa idea en todos los grupos eclesiales: cofradí­as, hospicios y hospitales, movimientos, etc. La norma de vida se hizo ayuda eficaz y la obediencia a la norma fue identificada con la perfección ascética.

Detrás de toda Regla o Constitución se verá por los buenos cristianos el eco del Evangelio, la primera y fundamental regla de vida cristiana. Y se pensará en Jesús como el modelo supremo de perfección.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El término latino regula indica un instrumento que sirve de ayuda para trazar lí­neas rectas. Se deriva de regere, es decir, dirigir, sostener guiar derecho. En sentido corriente se entiende por regla cualquier norma que prescriba lo que hay que hacer y cómo hay que comportarse en un caso determinado, en una condición de vida o en una actividad concreta. Por extensión la palabra regla indica también moderación, medida, freno.

En el contexto eclesiástico-religioso y hablando en sentido general, hoy la palabra regla (ordinariamente en plural, las reglas) indica el conjunto de normas que gobiernan la vida de un determinado instituto. Hay que advertir, sin embargo, que este significado, amplio, no corresponde exactamente al que ha tenido el término regla en la historia y al que se le sigue atribuyendo cuando se le quiere utilizar en sentido técnico.

Desde el principio los monjes tuvieron la conciencia explí­cita de que su “Regla de vida” era y no podí­a ser otra más que la sagrada Escritura, sobre todo el Evangelio. En efecto, la vida religiosa comienza idealmente cuando Jesús invita a alguien a seguirle “más de cerca”; el que seguí­a sus pasos, por consiguiente, tení­a que aceptar como norma de conducta lo que el evangelio nos cuenta de su experiencia. El concilio vuelve a proponer esta verdad fundamental cuando afirma que, “siendo la norma fundamental de la vida religiosa el seguimiento de Cristo tal como nos enseña el evangelio, esta norma debe ser considerada por todos los institutos como su Regla suprema” (PG 2a).

Con el paso de la forma eremí­tica a la cenobí­tica se hizo necesaria una normativa más concreta en la vida de los monjes. San Pacomio (t 346), fundador del cenobitismo, se propuso además organizar toda la vida comunitaria por medido de normas concretas y detalladas. Fue ésta la primera Regla en la historia del monaquismo. Pronto se le añadieron otras, ligadas a las diversas comunidades monásticas que se fueron multiplicando rápidamente en todo el Imperio. Hay que subrayar que (si se exceptúa, quizás, la Regla pacomiana) para el monaquismo antiguo, más que un código jurí­dico-disciplinar, la Regla era un texto de espiritualidad, un resumen de la experiencia ascética y mí­stica de uno o de varios Padres, que se proponí­a a la imitación de los que acudí­an a su escuela. En definitiva, lo que constituye el contenido y el alma de la Regla adoptada por una comunidad monástica es siempre la vida y la experiencia de alguien. Es preciso recordarlo para subrayar que, originalmente, no es la Regla lo que plasma la vida, sino que es más bien la vida la que se convierte en regla. En este sentido es clásica la obra de san Atanasio, que, al escribir la Vita Antonii (por el 357), propuso en realidad una de las más logradas Reglas de vida monástica, El hecho es que en el perí­odo inicial con la palabra Regla, independientemente de su forma y de su contenido, se indicaba cualquier norma de vida y de comportamiento. Es decir, todo aquello que de alguna manera “regulaba” la vida individual y comunitaria del monje.

Con el tiempo la palabra “regla” fue tomando un significado más técnico y definido, sobre todo en concomitancia con la adopción generalizada de algunas Reglas que iban adquiriendo importancia sobre las demás, hasta figurar como punto de referencia obligado de casi todas las formas de vida monástica. En el siglo y las Reglas fundamentales son las de Pacomio y Basilio en Oriente, y la de Agustí­n en Occidente. A esta última se añadió luego la de san Benito (por el 550), que, a partir del siglo VIII, se convirtió en la más universalmente adoptada. El concilio 1V de Letrán (1215) estableció incluso que no podí­a nacer ningún nuevo instituto más que asumiendo alguna de las Reglas ya existentes, aunque esto no impidió la aprobación de la Regla franciscana (1223) y, poco después, la de la carmelitana (1226).

Llegan a formarse así­ grupos de familias religiosas que siguen una u otra Regla, a pesar de distinguirse profundamente entre sí­. En efecto, la legislación de estos institutos se expresa más en sus Constituciones y en sus Normas que en las Reglas. Este fenómeno de la adopción de las “grandes” Reglas por parte de instituciones más o menos diversas ha tenido una doble consecuencia. Por una parte, la creación de una legislación añadida que expresase las peculiaridades y la vitalidad propia de cada institución; por otra, la “intocabilidad” de las Reglas, que empezaron a considerarse como ideal de inspiración y como punto de referencia general. Mientras que las caracterí­sticas propias y la puesta al dí­a quedaban garantizadas por la legislación añadida, la Regla como documento ideal y espiritual se veí­a sustraí­da del desgaste del tiempo y transformada en código inmutable e intocable.

De esta manera la palabra regla llegó a adquirir un significado muy concreto y limitado: la parte primitiva, inspiradora y fundamental de la legislación de las antiguas í“rdenes o Congregaciones monásticas. De aquí­ se siguió también un cambio en la praxis jurí­dica y en la terminologí­a eclesiástica. A patir del concilio 1V de Letrán, para indicar la legislación propia de los institutos religiosos no se usará ya la palabra Regla, sino la palabra Constituciones o Reglas (en plural), reservándose la palabra regla a aquella parte de la legislación de las órdenes antiguas que es inamovible e intocable (¡y también, bajo algún que otro aspecto, impracticable!).

Gran parte de las Congregaciones modernas que no hacen referencia a ninguna Regla antigua usarán el término “constituciones” para indicar su legislación fundamental, mientras que la palabra reglas (en plural) se utilizará para indicar otras normas complementarias.

Ya desde el siglo XIX la praxis oficial de la Iglesia, para evitar ambigüedades, tiende a eliminar el término reglas de la legislación de los nuevos institutos.

El nuevo Código de derecho canónico (1983) no habla va de Regla, sino de ” Código fundamental o Constituciones “, sin hacer ninguna distinción entre las diversas í“rdenes o Congregaciones (cf. c. 587).

A. Pigna

Bibl.: G. Turbessi, Reglas monástica.’ antiguas, en DE, III, 258-262; J L, C. Monge, Regla, en DTVC, 1538-1550.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

kanon (kanwvn, 2583), denotaba originalmente una vara recta, utilizada como regla o instrumento de medida, o, en raras ocasiones, la cruz de la balanza, siendo el concepto secundario bien (a) el de mantener cualquier cosa recta, como una vara utilizada en tejedurí­a, bien (b) de la prueba para verificar lo recto de algo, como con una regla de carpintero; de ahí­ su utilización metafórica para expresar lo que sirve para medir o determinar cualquier cosa. Por una transición común en el significado de las palabras, aquello que mide vino a utilizarse para denotar aquello que era medido; así­, una cierta longitud en Olimpia vino a ser llamada un kanon. De la misma manera en música, un canon es una composición en la que una melodí­a determinada es el modelo para la formación de todas las partes. En general, este término vino así­ a servir para denotar cualquier cosa que regulase las acciones de los hombres, como norma o principio. En Gl 6.16, aquellos que andan “conforme a esta regla (kanon)” son aquellos que hacen de lo que se afirma en los vv. 14 y 15 su lí­nea conductora en lo que respecta a la salvación por medio únicamente de Cristo, aparte de las obras, tanto siguiendo el principio para sí­ mismos como enseñándolo a otros. En 2Co 10:13,15,16 significa los lí­mites de la responsabilidad en el servicio del evangelio en tanto que medida y señalada por Dios. También aparece en Phi 3:16 (TR): “sigamos una misma regla”.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento