RETABLO

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Frontal superior que se alza sobre el altar y sirve de soporte a esculturas o pinturas y decoraciones piadosas que sirven para fomentar la piedad de los fieles. Aunque lo adornos de luces, arqueas con reliquias, flores e iconos parecen extendidas desde el siglo IV, la atención se centra en una mesa colocada ante la cátedra del Obispo o presidente de la comunidad. En ella se celebaba el banquete eucarí­stico y en su entorno se elevaban al cielo las plegarias de los fieles a Cristo resucitado, simbolizado en el mismo altar.

La costumbre de colocar retablos grandiosos nació en el siglo XI, al perderse el pueblo el lenguaje latino del celebrante y de los personajes cultos asistentes. Se decoraban los altares con tablas, pinturas, tapices, lienzos, esculturas de diversos tipos. La parte frontal y la zona que se alzaba detrás del altar se fue paulatinamente convirtiendo en ara sacrificial que se integraba un conjunto espectacular, instructivo, ornamentales, rememorativo y sugestivo.

La Majestad divina se sitúa en lo alto del altar y para ella se diseñaban retablos en cuerpos, calles y paneles, columnas y repisas. La atención de los fieles se dirigí­a, más que al sacerdote a sus ritos o gestos, al mensaje grabado en esas zonas decoradas. Pronto el celebrante fue volviendo la espalda al pueblo y se dirigí­a a la «majestad divina» representada y, en cierto sentido, presente en el centro del altar. Por eso allí­ se colocó en el cofre o sagrario en que se fue guardando la Eucaristí­a para poder repartirla fuera de la acción sacrificial o para llevarla como viático a los enfermos o encarcelados.

La tendencia se mantuvo hasta la gran renovación litúrgica del Concilio Vaticano II en que se recuperó la centralidad del altar y de la acción sacrificial, dirigida en la lengua vernácula. Pero para este momento las maravillosas producciones artí­sticas que se exhiben en los retablos los hizo indestructibles y en cada templo se acomodaron los altares entre el retablo y el templo, para que siguieran siendo mensajes permanentes de fe y doctrina cristiana. Basta contemplar el retablo de algunas catedrales, como el románico de la catedral vieja de Salamanca, para entender lo que un puede significar tanta maravilla artí­stica como esa en la piedad y en la educación religiosa de los fieles. Muchos retablos son verdaderas catequesis que pueden y pueden ser empleados como plataforma para exposiciones doctrinales basadas en lo que se ve y en lo que vivieron los creyentes que los fabricaron
El retablo más catequí­stico de España y del mundo Siglo XII. Catedral vieja de Salamanca

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Imagen de algún tema sagrado pintada en la pared o suspendida de un marco detrás del altar, o un grupo de estatuarias en el altar.

En la Edad Media, en lugar de una imagen o un grupo, el retablo consistía en algunas iglesias de plata u oro repujadas y en un trabajo esmaltado con joyas. Algunas veces el retablo se ubicaba sobre el altar mismo.

Si el altar se encontraba libre en el coro, y el retablo se veía desde atrás y por adelante, se cubrían ambos lados con pinturas (Norton, Construcción de Iglesias en la Edad Media). A la mampara de altar decorada también se le llama retablo. (Vea mampara de altar).

Fuente: Schulte, Augustin Joseph. «Altarpiece.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 26 Feb. 2012

http://www.newadvent.org/cathen/01356a.htm

Traducido por Armando Llaza Corrales. rc

Fuente: Enciclopedia Católica