Biblia

SANTIDAD, SANTOS

SANTIDAD, SANTOS

La perfección de la caridad

La santidad constituye la misma esencia de Dios. Sólo él es el Santo, el tascendente, el perfecto. Todo ser humano ha sido creado para participar en esta «santidad», por un proceso de maduración en la verdad de la donación. La vida cristiana consiste en la caridad, como vida en Cristo y el Espí­ritu (Col 3,3; Rom 8,) y «camino en el amor» (Ef 5,2). Por el bautismo, todo creyente está llamado a hacerse «gloria» o imagen de Dios Amor, por un proceso de vida teologal y trinitaria, de fe, esperanza y caridad, «en el Espí­ritu, por Cristo, al Padre» (Ef 2,18).

La llamada a la santidad, que Dios hizo al antiguo pueblo de Israel (cfr. Lev 11,44), se renueva en Cristo, como llamada a la perfección de la caridad. Esa es la «voluntad de Dios» para todo creyente en Cristo (1Tes 4,3). «Todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud ¬de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, que es una forma de santidad que promueve, aun en la sociedad terrena, un nivel de vida más humano» (LG 40). La vida «espiritual» se llama también vida de «perfección» o de santidad «Sed perfectos como vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).

Siendo la caridad la esencia de la santidad, como imagen y participación en la vida divina, toda la ley se resume en el amor, porque «la plenitud de la ley es la caridad» (Rom 13,10); «la caridad es el ví­nculo de la perfección» (Col 3,14). Por esto, «el mandamiento del amor no tiene en su dinámica positiva ningún lí­mite superior» (VS 52).

Unión, imitación, participación

Hay diversas facetas de la vida de santidad. Es unión y relación con Dios, por Cristo y en Espí­ritu (cfr. Jn 14,20-26; semejanza ontológica y operativa con Dios (cfr. Rom 5,5; 8,28ss); participación en la vida divina (cfr. Jn 15,1-8; 17,26; 1Jn 4,8-10), unión con la voluntad de Dios (cfr. Mt 7,21; Ef 1,9), fraternidad y comunión eclesial (cfr. Jn 17,21-23). Siempre es referencia a la santidad de Dios, que es trascendencia de amor y comunión.

La santidad se realiza en las propias circunstancias y estado de vida, y según la propia vocación. «Todos los fieles cristianos, en cualquier condición de vida, de oficio o de circunstancias, y precisamente por medio de todo eso, se podrán santificar de dí­a en dí­a, con tal de recibirlo todo con fe de la mano del Padre Celestial, con tal de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos, incluso en el servicio temporal, la caridad con que Dios amó al mundo» (LG 41).

Vocación cristiana, vocación a la santidad

La vocación cristiana es, pues, llamada a la santidad y consecuentemente a la misión «Jesús pide que le sigan y le imiten en el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor de Dios… que se inserte en el movimiento de su donación total» (VS 20). Sin esta orientación de santidad, no se comprenderí­a ni vivirí­a la moral cristiana. «El seguimiento de Cristo clarificará progresivamente las caracterí­sticas de la auténtica moralidad cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para su realización» (VS 119).

Los «santos» son quienes han respondido a este ideal cristiano, conformando sus vidas según las bienaventuranzas y el mandato del amor. Han sido siempre ellos los principales promotores de la renovación eclesial. Su caminar fue en las mismas dificultades que los demás hermanos en la fe, pero con la voluntad decidida, renovada continuamente, de amar con todo el corazón a Dios y a los hermanos. Esa perseverancia heroica en la vida de todos los dí­as, fruto de la gracia y de la colaboración a la misma, hace de los santos modelos de santidad, intercesores, amigos que acompañan a los demás.

La Iglesia, por medio de su autoridad suprema, proclama solemnemente (con magisterio infalible) la santidad de algunos bautizados que ya pasaron a la otra vida; es lo que se llama «canonización» o colocación en el «canon» (cfr. CEC 828), por la que se reconocen sus virtudes heroicas o fidelidad heroica a la gracia del Espí­ritu Santo. También puede ser por reconocimiento de su martirio. Entonces la Iglesia los propone a todos como modelos de virtudes (especialmente por la perfección de la caridad) e invita a su invocación y veneración. La «beatificación» es un acto previo de la canonización, por el que la Iglesia garantiza la vida santa y aprueba el culto. Las normas de este proceso son señaladas por la misma Iglesia.

Santidad y misión

De la respuesta a la llamada de santidad, derivará la entrega a la misión «La llamada a la misión deriva, de por sí­, de la llamada a la santidad… La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión… La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad. El renovado impulso hacia la misión «ad gentes» exige misioneros santos» (RMi 90). No se asumirá la responsabilidad misionera universal, si no en la medida en que la comunidad eclesial camine por el camino de la perfección.

Toda acción apostólica cumple su principal cometido, que es el llevar a los creyentes a la perfección de las bienaventuranzas, es decir, a «formar a Cristo» en los demás (cfr. Gal 4,19). El anuncio y testimonio del Misterio de Cristo, su celebración y su realización por los servicios de caridad, son auténticos si se presentan como una llamada a vivir hasta la perfección las bienaventuranzas y el mandato del amor, y, consiguientemente, el misterio pascual.

Referencias Bautismo, bienaventuranzas, caridad, caridad pastoral, consejos evangélicos, culto, espiritualidad, gloria de Dios, renovación eclesial, seguimiento evangélico.

Lectura de documentos LG 39-51; PO 12-14; CFL 16-17; RMi 90; CEC 823-828, 2012-2016, 2807-2809; VS 10-18.

Bibliografí­a F. CIARDI, Los fundadores hombres del Espí­ritu (Madrid, Paulinas, 1983); J. ESQUERDA BIFET, Testigos del encuentro (Salamanca, Sí­gueme, 1981); R. GUARDINI, El santo en nuestro mundo (Madrid, Guadarrama, 1960); B. JIMENEZ DUQUE, Santidad y vida seglar (Salamanca, Sí­gueme, 1965); M.T. NACHEJEKP, Canonización, en Diccionario de Espiritualidad (Barcelona, Herder, 1983-1984) I, 196-302; P. MOLINARI, Los santos y su culto (Madrid, Razón y Fe, 1965); Idem, Santo, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 1700-1717; E. PIZZARIELLO, Amigos de Dios y de los hombres (Buenos Aires, Claretiana, 1984); A. ROYO MARIN, Los grandes maestros de la vida espiritual ( BAC, Madrid, 1973); G. THILS, Existencia y santidad en Jesucristo (Paris, Beauschesne, 1982); F. VERAJA, Le cause di canonizzazione dei santi (Librerí­a Edit. Vaticana 1992). Ver Diccionarios en bibliografí­a general (espiritualidad).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización