SECTAS

Ver “Religión”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Sectas son grupos religiosos cerrados, flexibles, de acción inmediata, con sistemas frágiles de creencias y estí­mulos afectivos fuertes. De alguna forma reemplazan los sistemas orgánicos de dogmas y preceptos morales que constituyen las religiones y promocionan las iglesias o sociedades religiosas universales.

El término secta tiene cierta connotación peyorativa. Algunos prefieren hablar con términos más ambiguos: “nuevos movimientos religiosos”, “nuevos grupos religiosos”, “psicogrupos”, “comunidades”, “creencias”.

Constituyen un hecho significativo en la cultura moderna, debido al debilitamiento de la autoridad en las iglesias y a la movilidad cultural del mundo moderno, que tanto depende de los medios de comunicación social.

En 1996 el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre las sectas en Europa. Pedí­a un estudio de las mismas y la limitación de las actividades de aquellas que resultan destructivas para la personalidad, la libertad y la seguridad de los ciudadanos o de las sociedades naturales, como es la familia. Se pedí­a en ella que “se proceda a un intercambio de información entre los paí­ses sobre la organización, métodos de trabajo y comportamiento de estas “comunidades” en cada uno de los Estados miembros; y que se elaboren conclusiones sobre la mejor forma de limitar actividades indeseables que llevan a cabo y sobre las estrategias para clarificar la conciencia de la población”.

1. Qué son y cómo son

Las sectas se presentan con frecuencia como “psicogrupos”, comunidades, familias, a veces como nuevas iglesias, más actualizadas y acogedoras que las antiguas. Muchos desconfí­an por las actividades ilí­citas, inmorales o no naturales que realizan.

Abundan las que fomentan la adquisición de las pertenencias de los adeptos, las que se marginan de las leyes, las que obstaculizan el contacto con la familia, las que cometen otros abusos con los eslabones más débiles de la sociedad: niños, adolescentes problemáticos, mujeres maltratadas, enfermos.

Jurí­dicamente la “secta” no existe en la mayor parte de los paí­ses, pues en los civilizados hay siempre libertad de creencias, de expresión y de asociación. Por eso muchos sociólogos, polí­ticos y pedagogos rechazan el término “secta”, y prefieren eufemismos.

Socialmente las sectas se han multiplicado y en todos los paí­ses, preferentemente en el segmento de la población joven. La razón de su fuerza proselitista se halla en la habilidad persuasiva de sus dinámicas cautivadoras y en su empeño por captar adeptos que atraviesen personales situaciones conflictivas. Buscan gentes con necesidades y aspiraciones no satisfechas en la sociedad y preferentemente en las iglesias: desengañados, inseguros, desasosegados. Y emplean con ellos, una vez reclutados técnicas de educación hábiles, originales y cautivadoras.

Se puede dar una valoración variada de esta estrategia, pero de hecho es así­. Bajo pretexto de religión, sus dirigentes se dedican a actividades turbias y distorsionan valores e ideas tradicionales: la convivencia, la dependencia familiar, el trabajo, la propiedad individual o las ideas propias.

El respeto de la libertad religiosa, que es básico en los derechos humanos no puede conducir a la tolerancia con grupos que generan actitudes de desprecio a la vida fomentando suicidios colectivos, a los que buscan la explotación económica absorbiendo las propiedades personales y creando un incomprensible enriquecimiento de lí­deres manipuladores, a quienes estimula el consumo de estupefacientes y tóxicos para crear dependencias interesadas, a quienes fomentan el abandono de sistemas personales de promoción profesional para ponerse a disposición rentable de la pretendida comunidad religiosa, etc.

La lí­nea que separa la creencia religiosa sana y la actitud mental destructiva es lo que debe diferenciar las opciones tolerables y dignas de respeto de las situaciones intolerables de explotación espiritual y material.

2. Variedad de sectas
Al final del siglo XX se calculaban unas 12.000 sectas en el mundo de las más variadas formas y alcances. La clasificación resulta difí­cil, ya que un rasgo tí­pico de la secta es la movilidad: surgen y desaparecen con rapidez, cambian de nombre y de mensaje casi de continuo, muestran inestabilidad en la organización y hay variación continua de dirigentes y de adeptos.

Sin embargo hay lí­neas de acción que son comunes a la mayor parte de ellas y se perpetúan: intento de ofrecer respuestas y soluciones a los problemas personales, versiones parciales o simplificadas de las verdades y de los valores tradicionales, oferta de una teologí­a pragmática de uso fácil, presentación triunfante del porvenir, sincretismo teológico.

Todas ellas gustan hablar de visión nueva y alegre de la vida: “nueva revelación”, “nueva verdad” que reemplace la “vieja verdad”, llamamiento a la superioridad moral, acceso fácil a “elementos sobrenaturales” gratificantes: glosolalia, trances, médiums, profecí­as, etc.

A pesar de esto sí­ se puede intentar una global clasificación, en función de variables como la extensión, el origen, y los efectos en las personas.

Por la extensión hay sectas universales o muy generalizadas, que se extienden por muchos lugares. Se acercan a la estructura de las iglesias o religiones mundiales: Testigos e Jehová, Mormones, Cuáqueros… Es dudoso que se las pueda denominar “sectas”. Y hay otras muy locales, que giran en torno de denominaciones atractivas, y se anuncian y difunden fugazmente al estilo de los productos comerciales. Surgen, se aprovechan y desaparecen continuamente.

Las primeras suelen ser derivaciones de Iglesias estables o sistemas religiosos consolidados: cristianismo, islamismo, budismo, hinduismo. Las segundas son más inalcanzables para su análisis, pues son ocurrencias de lí­deres carismáticos e iluminados que acogen adeptos en su entorno, por regla general los explotan un tiempo con estí­mulos muy sensoriales (sexo, toxicomaní­as, economí­as restringidas, etc.) y desaparecen rápidamente.

Por el origen, las hay orientales, que ejercen cierto atractivo exótico en personas de cultura occidental; las hay norteamericanas, con un sin fin de formas, intereses y localización geográfica desde el siglo XVIII en que se iniciaron; y las hay europeas, que son pocas en número, pero más organizadas en doctrinas o postulados. También las hay africanas, australianas, asiáticas y del Pací­fico sur.

Por los efectos se suelen clasificar en destructivas y en tolerables. Las primeras son peligrosas y objeto antes o después de persecución judicial, policial, social. Van desde las que atacan de forma frontal a instituciones como el Estado o la familia, al modo como lo hacen las diabólicas o satánicas, hasta las que destruyen los sistemas productivos del trabajo, de la vida o del natural ejercicio de la sexualidad.

Entre las no destructivas las hay mercantiles, naturalistas, relajantes y hasta diversivas o lúdicas.

3. Significado de la secta La sociedad debe protegerse contra las actividades nocivas para sus miembros, aunque hoy existe cierto consenso para fomentar la tolerancia y el respeto a las elecciones personales.

En la medida en que una secta produce desajuste en las personas (en su felicidad, seguridad, convivencia, salud, vida, etc.) o en las relaciones sociales (familiares, laborales, culturales) es perjudicial y debe ser reprimida por la sociedad y por la autoridad, como legí­tima defensa de factores patógenos colectivos. Así­ se hace con el terrorismo, la xenofobia y el racismo, las toxicomaní­as, los totalitarismos. Lo difí­cil para el legislador y para el gobernante será armonizar el respeto a la libre opción de las personas y la promoción del bien común.

Una secta, como la de Testigos de Jehová, que no permite la transfusión de sangre y tolera la muerte de un ser querido por un prejuicio convertido en dogma, no tiene una cabida en la civilización moderna. El derecho del enfermo a la vida es superior al de los padres o allegados a sus opiniones religiosas.

La secta que promueve el suicidio personal o colectivo, la que renuncia a las posesiones personales en beneficio de los dirigentes, la que convierte la prostitución en algo sacralizado, la que estimula la ruptura de los ví­nculos naturales de familia, etc. deben ser reprimidas no en cuanto opciones religiosas, sino en cuanto perjuicios sociales.

Algunas sectas, como la Iglesia Universal del Reino de Dios, nacida en Brasil, adquieren fugaces resonancias sociales. Pero se autodestruyen por su mismo afán opresivo. Basta que se informe de sus cuentas bancarias en público y el ritmo de vida de sus dirigentes, dueño de cadenas TV, emisoras de radio, compañí­as aéreas o mansiones exóticas en paraí­sos fiscales.

Es importante que exista suficiente información en cualquier sociedad sobre las sectas que actúan en una nación o región, no por el neutro afán de persecución diferenciadas, sino por que la transparencia en las sociedades religiosas, incluso más que en los partidos polí­ticos o en las empresas mercantiles de referencia social, es condición de libertad ciudadana.

4. Causas de pertenencia

Sin duda, en el fondo del fenómeno indiscutible de la proliferación de las sectas está la crisis experimentada en los tiempos presentes por las sociedades religiosas tradicionales: las que tienen una autoridad, una tradición, una doctrina sistematizada, un culto formalizado y señalan directrices morales directivas o restrictivas.

Hay personas, preferentemente jóvenes, que atraviesan situaciones de desasosiego: vacilan ante sí­ mismas y se desajustan interiormente.

Tienen tensiones con los demás, con su cultura y su contexto. Se ven a veces abatidas y disconformes con los familiares o maestros, con su Iglesia de los años infantiles, con la sociedad. Se sienten excluidos y buscan llenar el vací­o con un ideal religioso nuevo, con un culto que deje espacio al cuerpo y al alma, a la participación, a la espontaneidad, a la creatividad. Hablan de salvación, de integración, de reconciliación, pertenencia, amor, comunicación, ayuda, amistad, afecto, fraternidad, solidaridad, encuentro, diálogo, comprensión. Así­ disponen el ánimo para acoger el mensaje fácil y permisivo que se presenta.

Basta que surja entonces el “mesí­as esperado” y ofrezca la solución para que a las personas necesitadas de afecto les sea muy difí­cil librarse de la tela de araña tejida con promesas de solución.

La secta se caracteriza por el predominio de lo afectivo sobre lo racional, lo fantasioso sobre lo jerárquico, lo individual y subjetivo sobre lo doctrinal. Es lógico que resulte más gratificante de forma inmediata. Pueden ofrecer calor humano, cuidado y ayuda en comunidades pequeñas y compactas, compartiendo propósitos y compañerismo, atención a cada individuo, protección y seguridad, especialmente en situaciones de crisis.

A ello se añade la constatación de que la rapidez con que circula la información entre los lugares del mundo, entre Oriente y Occidente, por medio de lenguajes escritos e informáticos o internéticos, el afán de la novedad y la fugacidad de las actitudes. Acontece lo mismo que con los tóxicos: se descubren como ruptura con lo anterior y ocasión para nueva vida.

El primer tiempo de pertenencia suele ser redentor. Sus sí­ntomas son la alegrí­a, la ilusión, la entrega total, pues se descubre, para muchos por primera vez y para bastantes después de mucho tiempo de haberlo perdido, el gozo de la personalización, la superación del anonimato en las masas urbanas, la sorpresa de la acogida. El nuevo adepto siente el valor del propio protagonismo y adquiere nuevas relaciones siempre gratificantes y permisivas.

La crisis de las religiones tradicionales, más dominadas por sus jerarquí­as que por el mensaje encerrado en sus libros sagrados (cristianismo, judaí­smo, mahometismo, hinduismo) se halla en la entraña del fenómeno de las sectas.

5. Agresiones especiales
Con todo es preciso reconocer y denunciar que en algunos lugares puede haber causas de promoción y pertenencias más concretas, teledirigidas y manipuladoras.

Tal ha sido el movimiento sectario en América latina. Han existido reforzamientos interesados por parte de poderes fácticos foráneos ante el movimiento en favor de la justicia, concentrado en reacciones al estilo del movimiento de la teologí­a de la liberación. Sus promotores, tanto lo “teólogos independientes” como las lí­neas directivas de las Asambleas Episcopales de Medellí­n y Puebla, despertaron intensa actitud crí­tica contra las empresas multinacionales ajenas a la propia cultura, explotadoras de las materias primas y de las riquezas naturales y portadoras de ofertas culturales inhibidoras de la identidad de los pueblos latinoamericanos y sus ascendencias culturales europeas.

Existieron intentos de debilitar a la Iglesia Católica, mayoritaria en el Continente, para amortiguar las actitudes crí­ticas de los intelectuales y lí­deres católicos suramericanos. Con la alianza de las Iglesias protestantes, que pasaron desde 50.000 adeptos a 70 millones sólo en el siglo XX, se intentó desmenuzar las tradiciones y la piedad popular, sobre todo en poblaciones rurales e indí­genas.

En Africa, las sectas contaron con el apoyo de una sociologí­a inhibidora, predicadora de resignación, defensora de los fuertes, promovida por los paí­ses europeos, antes del movimiento independentista posterior a la segunda guerra mundial. Multitud de movimientos animistas y grupos étnicos se convirtieron en sectas religiosas, fomentando el animismo, los ritos mágicos, los floklores teñidos de creencia (superstición) más que de actitudes festivas (arte, música y baile).

En el último cuarto del siglo XX se iniciaron diversas sectas arrolladoras en Asia (China, Japón, Corea, India) cuya influencia traspasó el ámbito oriental y pasó al mundo de los “blancos” por medio de la inmigración. Especial referencia sectaria, pues tal es, merece el movimiento del fanatismo religioso mahometano, teñido de terrorismo sangriento y de efervescencia irracional con soflamas para la “yihad” de los tiempos pasados.

6. Los jóvenes y las sectas
Los jóvenes, sobre todo adolescentes, por tener menos formalizada su vida, estabilizado su pensamiento, personalizada su afectividad, fortalecida su fe religiosa, son los más propensos a caen en las redes de las sectas. Son verdaderamente ví­ctimas. Es esencial la información y la educación suficiente para que superar esos riesgos en los años en que se organiza la escala de valores. Pero es importante fortalecer previniendo y prevenir aclarando.

Existe una gran necesidad de información, teniendo encuentro las aportaciones de los medios de comunicación y de los organismos adecuados. Es importante para los jóvenes, pero también para los padres y los mismos educadores.

Es esencial que los medios de comunicación informen de los datos objetivos y cómo, detrás de cierto número de declaraciones que pueden parecer generosas, se ocultan riesgos graves. La información debe ser hecha en base a acontecimientos y datos, no por impresiones preconcebidas.

La libertad es un ideal hermoso y debe ser respetada. Pero la manipulación de las inteligencias y de la convivencia existe sin duda y se impone gran vigilancia, mucha información, muchos esfuerzos, espí­ritu crí­tico, sobre todo por parte de los educadores. Más allá de este aspecto educativo existe todo el aspecto de la acogida para aquéllos que intentan con dificultad escapar a ese tipo de situación. En nombre de la libertad no se puede abandonar a personas frágiles a caer en la manipulación de la conciencia y en la explotación de diverso tipo.

7. Actitud eclesial y sectas
En general se deberí­a proceder con las sectas siempre con honradez y claridad, aplicando criterios ecuménicos. Se deberí­a tener presente que cada grupo religioso tiene derecho de profesar su propia fe y de vivir de acuerdo con su propia conciencia.

En el ámbito católico se deberí­a proceder de acuerdo con los principios de diálogo religiosos propuestos por el Concilio Vaticano II y por otros documentos de la Iglesia. Se debe respeto a sus adeptos y no se debe permitir que sea juzgados a priori como insertos en situaciones delictivas o inmorales y ello sin cerrar los ojos a que en muchos de los grupos existen aberraciones éticas.

La amenaza de las sectas a la Iglesia es motivo de tristeza en el mundo moderno. La Santa Sede ha respondido a esta situación intentando entender los nuevos movimientos religiosos en una serie de documentos, y en particular en la Instrucción de la Congregación Romana de Educación cristiana “Sectas o Nuevos Movimientos Religiosos: Un desafí­o pastoral”. (3 de mayo de 1986).

El problema de las sectas ha sido exacerbado por otras tendencias sociorreligiosas mundiales, como es el caso de algunos movimientos como la Nueva Era (New Age), el sincretismo, ecumenismo irenista y la indiferencia religiosa con requerimiento de tolerancia, respeto y pluralismo.

Para abordar la nueva situación, en muchos lugares es preciso combinar la caridad comprensiva con la apologética inteligente. La Iglesia tiene que ilustrar sin integrismos: tanto daño hacen a la verdad los indiferentes y apáticos como los grupos o individuos fanáticos. Los católicos tienen que dejar muy clara su doctrina pero tienen que diferenciar entre la importancia del rito o el valor de un dogma básico. Si ambas cosas se equiparan en la conciencia, es fácil que la propia confusión se derrame en el entorno sin remedio.

Además, es preciso ser consciente de que en los tiempos actuales en que los movimientos populares y democráticos ponen en duda el valor de la jerarquí­a, hay que procurar que no parezca que sólo los clérigos son los defensores del mensaje cristiano, sino que es tarea de toda la comunidad creyente, sobre todo de los laicos preparados y capaces.

8. Catequesis ante las sectas
Si las sectas conllevan errores de óptica, de lenguaje y de mensaje, la clarificación de la doctrina y la vitalización del Evangelio deben constituir la plataforma de toda labor educativa.

En una persona religiosamente instruida y moralmente sana la insinuación del sectario le resbala. Esto es básico en educación de jóvenes. Partir de este postulado es poner los cimientos de la fe en su sitio (Mat. 7. 24. 28 y Luc. 6. 47. 49). Por eso conviene reforzar la cultura religiosa como único medio de prevernir contra las desviaciones.

Junto a este planteamiento, es preciso potenciar tres estrategias o direcciones preferentes.

1. Hay que resaltar el valor del grupo o comunidad de pertenencia. Hacer lo posible para que todo adolescente y joven descubra la necesidad de la compañí­a, la cual va desde el emparejamiento inteligente y acertado hasta el grupo de amigos. De cada diez neófitos en las sectas, ocho han tenido problemas de soledad o rupturas familiares, escolares o sociales.

Por eso tan importante pastoralmente es el promover “sistemas parroquiales comunitarios”, “grupos colegiales de apoyo”, “asociaciones familiares”, cualquier iniciativa que estimule la relación fraterna. Con ella se puede dar respuesta a las demandas de calor, aceptación, entendimiento, reconciliación, fraternidad y esperanza. Bueno es recordar que la vida comunitaria no se improvisa ni se decide a distancia. Es preciso construirla lentamente y con paciencia.

2. La formación permanente es la que se actualiza un poco cada dí­a. En el terreno religioso quien se abandona, se debilita. La formación, no sólo la instrucción religiosa, es el antí­doto de las sectas y de sus efectos nocivos.

En el campo amplio de esa formación, hay tres sectores que son más eficaces: el bí­blico, el litúrgico y el apostólico y misionero. Es el bí­blico, de forma especial el evangélico, el que más debe cultivarse, precisamente porque las sectas suelen apoyarse en el atractivo del Evangelio y en la superficialidad de los conocimientos que suelen existir en muchos creyentes al respecto.

La educación bí­blica, reforzada por la conciencia apostólica, suele fortalecer el espí­ritu, dar luz cuando se toman opciones y desarrollar actitudes de resistencia ante desviaciones graves en la doctrina o en la dependencia eclesial.

En este contexto también es importante que los jóvenes y adolescentes estén bien informados sobre los postulados y las estrategias de los grupos de mayor riesgo. Si se adelanta el educador a prevenir los sofismas sutiles en los que se apoyan las invitaciones sectarias, se tiene un muro defensivo ante ellas, tanto más eficaz cuanto más claro y aceptado resulte.

3. El amor a la Iglesia es importante en todo lo que se refiere a defenderse de las asechanzas sectarias. Es casi imposible caer en las redes de un grupo heterodoxos cuando se ha cultivado un amor sincero a la comunidad eclesial, a su jerarquí­a y magisterio, de manera especial a sus modelos, santos, misioneros, mártires y miembros adelantados en el apostolado. De ahí­ la gran imprudencia que cometen los educadores cuando forman las conciencias en actitudes crí­ticas y despectivas para la autoridad eclesial, para las tradiciones y para los valores del magisterio. Es la mejor manera de preparar el terreno a los movimientos sectarios, que siempre comienzan infravalorando lo existente en la Iglesia y ofreciendo al invitado a conocer nuevas realidades espirituales.

Amar a la Iglesia no implica ignorar sus problemas, deficiencias o incluso sus ocasionales errores. Precisamente la critica serena, constructiva y positiva es lo que hace el amor puro y auténtico.

El que está contento con la comunidad que tiene, el que vive con alegrí­a la doctrina y la fe que tiene, el que hace lo posible por gozar la dicha que se le ha proporcionado, no trata de buscar otras realidades ni aventuras espirituales. Sólo el inseguro y el insatisfecho se aventuran a buscar nuevos campos que llenen su fantasí­a o nuevos amores que satisfagan su corazón.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La palabra “secta” deriva de “seguir” (“sequi”), en el sentido de adherirse a un jefe. También puede significar separación, derivación, oposición. Se trata de grupos religiosos que tienden a encerrarse en sí­ mismo, siguiendo a un promotor, a partir de una fuerte experiencia religiosa que serí­a sólo salví­fica para los adeptos de la secta. Ofrecen ordinariamente una base doctrinal, un gran espí­ritu de acogida y la posibilidad de expresarse, aunque no faltan las tendencias fanáticas e intransigentes.

Es un fenómeno común a casi todas las religiones, puesto que ordinariamente toman de ellas algunos elementos o los interpretan de modo peculiar. Cuando la religión no tiene una doctrina sistemática fija, las sectas pululan sin enfrentarse con el ambiente religioso. Pero ordinariamente originan una ruptura, a partir de una experiencia religiosa peculiar, por parte de los fundadores, que tiende a ser exclusiva y excluyente.

Las épocas de grandes cambios son propicias para las sectas. Las tendencias actuales de la nueva religiosidad se orientan hacia la sí­ntesis de valores religiosos, a modo de “sincretismo” (sí­ntesis indiferenciada o también seleccionada). A veces se trata de nuevos movimientos religiosos, que adoptan actitudes tácticas muy proselitistas ofreciendo compartir los valores religiosos de todos (para hacer una “nueva” sí­ntesis), proporcionando medios de potenciación psicológica y sociológica (experiencia de lo extraordinario), tendiendo a un universalismo de poder económico, invitando a un cambio radical respecto a todas las religiones (“new age”), separando totalmente de la sociedad (suicidios colectivos)…

Los “vací­os” religiosos de nuestra sociedad, que con frecuencia carece de valores fundamentales, dan cauce a esas ambigüedades de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos, dejando posteriormente a sus adeptos en la indiferencia religiosa o incluso reclamando una religiosidad sin Dios. Además de las sectas pseudocristianas, (testigos de Jehová, niños de Dios…), existen otras innumerables de todo tipo esotérico-sincretistas (gnósticos, alfa y omega…), orientales (Hare Krishna…), de espiritismo y satanismo, etc.

Las sectas sólo entran donde hay un vací­o religioso, es decir, cuando falta el agente de pastoral, la formación catequética y el espí­ritu comunitario y de solidaridad. Una comunidad cristiana queda inmunizada de las sectas, cuando vive más centrada en la Eucaristí­a, en la comunión eclesial local y universal (con referencia al sucesor de Pedro) y en la espiritualidad mariana de meditar la palabra de Dios en el corazón.

Referencias Mormones, Moon, New age (nueva era), religión, satanismo, testigos de Jehová.

Lectura de documentos RMi 38.

Bibliografí­a AA.VV., Le sette religiose una sfida pastorale del nostro tempo (Bologna, ESD, 1991); M. ANGLARES, Nueva Era y Fe cristiana (Madrid, San Pablo, 1994); R. BERZOSA, New Age un nuevo reto a la teologí­a Lumen 41 (1992) 266-280; J. BOSCH, Iglesias, sectas y nuevos cultos (Madrid, Bruño, 1981); Idem, Para conocer las sectas (Estella, Verbo Divino, 1994); A. CASTIí‘EIRA, La experiencia de Dios en la postmoderidad (Madrid, PPC, 1992); E. FOUCART, Répertoire bibliographique, Sectes et Mouvements réligieux marginaux de l’Occident contemporain (Québec 1982); F. GALINDO, El fenómeno de las sectas fundamentalistas (Estella, Verbo Divino, 1994); J. GARCIA HERNANDO, Sectas y religiones no cristianas, en Pluralismo religioso (Madrid 1983) II; F. SAMPEDRO, Sectas y otras doctrinas en la actualidad (Bogotá, CELAM, 1991); (Secretariado para la Unión de los Cristianos) Le phénomène des sectes ou nouveaux mouvements religieux un défi pastoral SI 61 (1986) 158-169; A.N. TERRINI, Nuove religioni (Brescia, Morcelliana, 1985); J. VERNETTE, Le Nouvel Age (Paris, Tequi 1990); C. VIDAL, Diccionario de sectas y ocultismo (Estella, Verbo Divino, 1994).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El fenómeno de las sectas no es nuevo. Es un fenómeno enmarañado, complejo, con estrategias en diversas direcciones, y que obliga a un delicado discernimiento.

Es muy difí­cil definir qué es una secta. La etimologí­a no aclara gran cosa: hace alusión a la palabra latina “sequi” (seguir). Otras veces se relaciona la etimologí­a con “secare” (separar, cortar) pero esta denominación no tiene demasiada fundamentación.

En cualquier caso, la palabra sectario y secta hace alusión a algunas actitudes: alienación de la persona por presión moral y condicionamientos psicológicos bajo capa de religiosidad; manipulación de textos que se hacen ver como sagrados e intocables; cerrazón del grupo o movimiento sobre sí­ mismo y sobre sus certezas; oscuros intereses económicos.

Hoy las sectas se pueden clasificar por diversos criterios: origen y raí­ces, ofertas concretas de salvación, actitudes frente a la sociedad y el mundo, criterios organizativos, criterios doctrinales, criterios de peligrosidad y conflictividad.

Las matrices suelen ser cristianas, orientalistas, esotéricas y del potencial humano.

Una persona que ha entrado en una secta tiene comportamientos como los siguientes: se le nota que ha cambiado mucho, se rompen las relaciones con los padres y la familia, está obsesionado por temas muy concretos y repetitivos.

Nuestra actitud ante las sectas, como afirma J. Vernette, debe ser de “comprensión crí­tica y evangelizadora”. Esto supone conocimiento real del otro, inteligencia crí­tica, diálogo evangelizador. Todo ello entre un equilibrio de dos extremos: firmeza en la denuncia de prácticas dañinas y respeto al derecho de las personas a la diferencia.

Y nuestra actitud ante las personas que han entrado en una secta debe ser el de seguir manteniendo la relación, a pesar de las dificultades; intentar comprender lo que dice el otro; aceptar lo que de verdad exista en su postura; y una comunicación continuada y persistente, con honestidad y sinceridad.

BIBL. – C. VIDAL MANZANARES, Diccionario de sectas y ocultismo, Verbo Divino, Estella 1991; ID., Psicologí­a de las sectas, Paulinas, Madrid 1990; J. BoscH, Para conocer las sectas, Verbo Divino, Estella 1993; J. VERNETEE, Las sectas, ¿qué pensar? ¿Cómo actuar?, CCS, Madrid 1996; R. PINro, Las sectas al descubierto, CCS, Madrid 1998.

Raúl Berzosa Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios “MC”, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización