SEGUIR A CRISTO

Esta frase se entiende mejor al notar que el sentido en forma creciente se hace más intensivo y con facilidad pasa de lo literal a lo metafórico.

En su sentido menos intenso de simplemente ir, verlo y oírle, grandes multitudes seguían a Jesús (Mt. 4:25; 8:1; 12:15; 19:2; 20:29, etc.). Más intenso es el «Sígueme» que usó Jesús para invitar a los hombres a ser sus discípulos (Mr. 1:17; 2:14; 8:34, etc.). «No solamente era práctica de los rabinos, sino que se consideraba como uno de los deberes más sagrados de un maestro reunir alrededor suyo un círculo de discípulos» (Edersheim, Life and Times of Jesus the Messiah, vol. I, p. 474). Esta transición en el significado se aclara al comparar Jn. 1:37ss., donde seguir comprende una breve caminata y visita, con Mr. 1:17ss., donde para los mismos hombres significa dejar sus ocupaciones y convertirse en aprendices de Jesús para la nueva tarea de pescar hombres.

Debido a que seguir a Cristo llegó a ser sinónimo de discipulado, esta frase adquiere significados distintivos en las enseñanzas y en el ejemplo de Jesús. De entre sus muchos seguidores, Jesús escogió a doce para que viviesen con él y lo representasen (Mr. 3:7–15). Para éstos el discipulado ahora significaba recibir instrucción (el Sermón del Monte, las parábolas del reino y sobre conducta), anunciar el mensaje del evangelio (fueron enviados los Doce, y luego los Setenta), expulsar demonios, sanar enfermos y bautizar (Jn. 4:2). Sin embargo, había algunos fuera del círculo de los Doce que también expulsaban demonios en el nombre de Jesús y fueron aprobados por él (Mr. 9:38–41).

Después de la confesión de Pedro, Jesús habló claramente de sus sufrimientos y muerte, que en un futuro cercano se producirían (Mt. 16:21). Ahora decía: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc. 9:23), queriendo decir literalmente una disposición cotidiana de ir con él a la hostil Jerusalén (Mr. 10:32–34) y sufrir la muerte por su causa si fuera necesario (cf. Lc. 9:24–26 con Mr. 10:38–39 y Fil. 3:10). Pedro hizo una prematura profesión de seguir a Cristo por medio de morir por él (Jn. 10:37–38); Jesús le anunció que así seria (Jn. 21:18–22) y tal fue la experiencia de Pedro años más tarde según la tradición (p. ej., en Quo Vadis). Pero nótese también que Pedro deja en claro (1 P. 2:19–25) que seguir a Jesús en el martirio nada hace en favor del perdón de los pecados nuestros ni de los demás; sólo Jesús llevó los pecados de otros en su cuerpo sobre el madero. Con frecuencia se olvida esta limitación: el que sigamos a Cristo en los sufrimientos y en la muerte beneficia a otros y nos da galardones aquí y en la vida venidera, pero no da a nadie el perdón de los pecados, a diferencia de lo que Cristo hizo en su muerte. Un sinnúmero de individuos de los primeros siglos de la era cristiana siguieron conscientemente a Cristo muriendo por él (por ejemplo, Ignacio, Policarpo) y durante la Edad Media, según se creía, muchos experimentaron una muerte mística por medio de los clavos y las huellas de las espinas de Cristo (estigmas) en su carne (véase Imitación, etc.).

Los tres casos que aparecen en Lc. 9:57–62 indican que seguir a Jesús en un discipulado diario implica: (1) una completa negación de sí mismo y un desarraigo voluntario de este mundo, (2) una obediencia inmediata dando al programa de Jesús prioridad sobre los deberes familiares, y (3) una lealtad absoluta. Las recompensas de seguir a Cristo se ilustran en Jn. 8:12 (dirección cotidiana), en Mr. 10:28–31 (parentesco espiritual y posesiones con persecuciones) y en Ro. 8:17–18 (gloria eterna). Véase también Discípulo.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; HDB; HDCG.

Terrelle B. Crum

Arndt Arndt-Gingrich, Greek-English Lexicon

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (564). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología