SEGUNDA MUERTE

Segunda muerte (gr. ho déuteros thánatos). Expresión que aparece 4 veces en la Biblia (Rev 2:11; 20:6, 14; 21:8) para referirse a la muerte* que sufrirán los impí­os al fin de los 1.000 años o milenio.* Cuando éste comience, los impí­os serán muertos por la presencia de Cristo (19:11, 16-21). Al terminar, resucitarán junto con los impí­os de las edades anteriores (20:5; Joh 5:28, 29; Act 24:15). Luego se unirán en un intento final de desafí­o contra Dios, y entonces caerá fuego del cielo y los consumirá (Rev 20:8, 9). Esta es la 2ª muerte (v 14). La Biblia enseña que no es un interminable tormento de fuego, sino una total destrucción (Mat 10:28). Los justos están a salvo de ella (Rev 2:11); está reservada para los temerosos, incrédulos, abominables, homicidas, fornicarios, hechiceros, idólatras y mentirosos (21:8; cf 20:15). Véanse Alma; Espí­ritu; Infierno. Segunda venida de Cristo. Regreso de nuestro Señor a esta Tierra con poder y gloria, al final de la era evangélica, para recompensar a los hombres de acuerdo con sus hechos y establecer su reino eterno y glorioso. La expresión “segunda venida de Cristo” no aparece en la Biblia, pero se usan otros términos para describir el portentoso acontecimiento. Nuestro Señor se refirió muchas veces a “la venida del Hijo del Hombre” (Mat 24:27, 37, 39; cf 16:27, 28; Mar 13:26; 14:62; Luk 9:26; etc.) y a su “manifestación” (Luk 17:30). Pablo habla de “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Th 5:23; etc.), o en forma más sencilla de “su venida” (2Th 2:8; 2 Tit 4:8; etc.). Santiago se refiere a “la venida del Señor” (Jam 5:7, 8), y Pedro a “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (2Pe 1:16) y a “la venida del dí­a de Dios” (3:12). Al recorrer el NT encontramos referencias a “aquel dí­a” (Mat 7:22; 24:36; Luk 10:12; 21:34; 2 Tit 4:8; etc.), “el dí­a” (Rom 3:12; Heb 10:25; etc.), “el dí­a de nuestro Señor Jesucristo” (1Co 1:8), “el dí­a del Señor Jesús” (1Co 5:5; 2Co 1:14) y “el dí­a de Jesucristo” (Phi 1:6). La doctrina del regreso del Señor no aparece tan clara o extensamente en el AT como en el NT, en parte porque el Mesí­as todaví­a no habí­a venido, y no existí­a una necesidad especial de distinguir entre su 1a y su 2ª venidas, pero también porque los profetas del AT describen acontecimientos que el NT asocia con la 2ª venida de nuestro Señor que podrí­an haber sucedido dentro del marco del plan original de Dios para Israel. Expresiones comunes del AT que se refieren a sucesos relacionados con la 2ª venida de Cristo son “dí­a de Jehová” (ls. 2:12; 13:9; etc.) y “aquel dí­a” (Zec 14:4; etc.). Para los escritores del AT “el dí­a de Jehová” era esencialmente un dí­a de juicio divino que recaerí­a sobre los enemigos de Israel, y de gloriosa liberación y exaltación para el pueblo elegido de Dios. Los términos usuales en el NT para la 2ª venida de Cristo son parousí­a “presencia”, “manifestación esplendorosa”; epifáneia, “aparición”; y apokálupsis, “revelación”. La palabra parousí­a aparece comúnmente en los 1069 papiros para referirse a la visita de un emperador o un rey. Se la usa de vez en cuando para denotar “presencia” en contraste con “ausencia”, como en Phi 2:12, pero más a menudo describe una “venida”, como la de Cristo (2 Ts. 2:1) o de seres humanos (1Co 16:17). Epifáneia se encuentra a menudo en las obras clásicas griegas para describir la gloriosa aparición de los dioses paganos. En el NT se emplea exclusivamente para referirse a las gloriosas 1ª (2 Tit 1:10) y 2ª (1 Tit 6:14; 2 Tit 4:1, 8: Tit. 2:13) venidas del Señor Jesús. Apokálupsis se usa para la “aparición” o “revelación” de Cristo en ocasión de su 2ª venida (1Pe 1:7, 13; cf 4:13). En las enseñanzas de nuestro Salvador está presente, en forma implí­cita y explí­cita, la necesidad de una 2ª venida para completar la obra de salvación comenzada en la 1ª. Esta dio testimonio del establecimiento formal del reino de la gracia divina, anunciado primero por Juan el Bautista (Mat 3:2) y más tarde por el Señor mismo (Mar 1:14, 15) y sus discí­pulos (Mat 10:7). Durante todo su ministerio, Jesús habló acerca de su venida en gloria, cuando “se sentará en su trono de gloria” para juzgar a las naciones (25:31-46), para pagar “a cada uno conforme a sus obras” (16:27; etc.), para llamar a los suyos que descansan y “oirán la voz del Hijo de Dios; y… vivirán” (Joh 5:25-29), cuando los ángeles juntarán “a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat 24:30, 31), y para recibir a los suyos junto a sí­ (Joh 14:1-3). Inmediatamente antes de su ascensión, Jesús comisionó a los discí­pulos (Mat 28:19 20); se necesitarí­a tiempo para llevar a cabo este cometido, pero cuando ello ocurriera, la era evangélica llegarí­a a su fin (24:14). En cuanto a la naturaleza de su 2ª venida, Cristo dijo: “Me iré”, pero “vendré otra vez” (Joh 14:3). En ocasión de su ascensión, 2 ángeles aseguraron a los apóstoles que ese “mismo Jesús” regresarí­a “así­ … como le habéis visto ir al cielo” (Act 1:11). Entonces, “todo ojo le verá” (Rev 1:7; cf Mat 24:30) y “los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así­ estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:16, 17). Se concederá la inmortalidad a los justos vivos y resucitados, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”, cuando “los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1Co 15:52). La 2ª venida de Cristo es el gran acontecimiento culminante que le pone fin a esta etapa de la historia de la tierra, e inaugura el comienzo de las edades sin fin de la eternidad. La gloriosa aparición de Jesucristo es la “esperanza bienaventurada” hacia la cual se dirige la mirada del cristiano en esta vida (Tit. 2:13), cuando se unirá para siempre con su Señor (Joh 4:2, 3; 1Th 4:17) y entrará en el reino eterno y a la eternidad, con sus goces infinitos (Rev 21:1-5). Este es “el reino preparado” para él “desde la fundación del mundo” (Mat 25:34), donde morará con Dios “por los siglos de los siglos” (Rev 22:1-5). Véanse Profeta (II); Pueblo escogido.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico