SIETE

Gen 4:15 que matare a Caín, s veces será castigado
Gen 41:6 después .. salían otras s espigas menudas
Gen 41:27 las s espigas .. s años serán de hambre
Lev 26:18 castigaros s veces más por .. pecados
Jos 6:4 al séptimo día daréis s vueltas a la ciudad
Dan 9:25 desde .. la orden .. habrá s semanas
Mat 22:25; Mar 12:20; Luk 20:29 hubo .. entre nosotros s hermanos
Luk 17:4 s veces al día pecare .. y s veces al día
Act 6:3 buscad .. s varones de buen testimonio
Rev 1:4 Juan, a las s iglesias que están en Asia


Siete (heb. y aram. sheba; gr. heptá). Preeminentemente el número sagrado entre los hebreos y otros pueblos del antiguo Oriente, y también hasta cierto punto en tierras remotas como la India y China, y Europa Central y las Islas Británicas. Este concepto se manifestó con fuerza entre los pueblos semitas, en la antigua Babilonia y en las regiones que cayeron bajo la influencia caldea. Los textos cuneiformes dan a entender que los babilonios consideraban el 7 como el número de la totalidad, de lo completo. El origen de la idea de que es sagrado se pierde en la niebla de la antigüedad. El amplio reconocimiento concedido al número 7 implica que la idea ya era bien conocida y estaba firmemente establecida en el pensamiento de la gente antes de la dispersión 1094 de las diferentes razas, y hay razón de sobra para creer que se originó con los 7 dí­as de la semana de la creación; no se ha podido dar otra explicación más lógica. La creación de la tierra en 7 dí­as, las 7 grandes luminarias del sistema solar visibles a simple vista -el Sol, la Luna, y los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno-, y las sucesivas fases de la luna que abarcan aproximadamente 7 dí­as cada una, eran fenómenos acerca de los cuales los seres humanos sacaron la conclusión de que Dios consideraba el número 7 como especialmente suyo. Particularmente impresionante era el hecho de que habí­a bendecido y santificado el 7º dí­a, la 7ª porción del tiempo, como un perí­odo sagrado, y puesto aparte en señal del favor divino, de su buena voluntad y de su deseo de bendecir a los hombres. El número 7 aparece constantemente en la antigua liturgia judí­a. Cada 7º dí­a era santo (Exo 20:8-11). Habí­a 7 dí­as de Panes sin Levadura (34:18) y se dedicaban 7 dí­as a la fiesta de los Tabernáculos (Lev 23:34). Cada 7º año era un año sabático (Exo 21:2). El 1er dí­a del 7º mes era reposo (sábado;* Lev 23:24). La sangre se asperjaba 7 veces en el Dí­a de la Expiación (16:14, 19), como asimismo en otras ocasiones, como ser la purificación de un leproso o de una casa leprosa (14:7, 16, 27, 51). Se imponí­an 7 dí­as de reclusión ceremonial en casos de impureza real o sospechada por casos de lepra o por contacto con un cadáver, o por otras razones (Lev 13:2, 4, 22, 26, etc.). La circuncisión se practicaba a los 7 dí­as (12:3; cf v 2). Un animal destinado al sacrificio debí­a tener por lo menos 7 dí­as de edad (Exo 22:30). La consagración de los sacerdotes se debí­a repetir cada dí­a durante 7 dí­as (29:35). El candelabro del templo tení­a 7 luces (Num 8:2). Hay también numerosas circunstancias históricas en las cuales el número 7 aparentemente desempeñó un papel simbólico (véase Gen 29:20; 33:3; 41:53; Num 23:1, 14, 29; Jos 6:8; cf 1Ki 18:43; Dan 3:19; 4:16, 23, 25, 32). De particular interés es el uso del número 7 en el Apocalipsis. Allí­ encontramos 7 iglesias (Rev 1:4), 7 candeleros de oro (y 12), 7 estrellas o ángeles (vs 16, 20), 7 lámparas (4:5), 7 Espí­ritus de Dios (1:4; 3:1; 4:5), un libro sellado con 7 sellos (5:1), un cordero con 7 cuernos y 7 ojos (v 6), 7 ángeles con 7 trompetas (8:2), 7 truenos (10:3), y los 7 ángeles que derraman las 7 plagas postreras (15:1, 7). Parece que también se le asigna un significado especial a los múltiples de 7. La Pascua caí­a en el dí­a 14 del 1er mes (Exo 12:6; cf v 16). Se ofrecí­an 14 corderos durante cada uno de los 7 dí­as de la fiesta de los Tabernáculos (Num 29:13, 15-32). La genealogí­a de Cristo que presenta Mateo estaba arreglada en 3 grupos de 14 personajes cada uno (Mat 1:17). El número 49 (7 x 7) figura en el cómputo del Pentecostés, que caí­a en el dí­a 50º a partir del 2º dí­a de la fiesta de los Panes sin Levadura (Lev 23:15). Dos jubileos sucesivos estaban separados por un perí­odo de 49 años (25:8). Hay numerosos ejemplos del uso del número 70 (7 x 10; Exo 1:5; 15:27; 24:1; Jdg 1:7; 8:30; 2Ki 10:1; 2Ch 29:32; Psa 90:10; Eze 8:11; Dan 9:24; Luk 10:1, 17). Véase el uso del número 490 (70 x 7), tal como aparece en Dan 9:24 y Mat 18:22 La mitad de 7 (3 1/2) también tiene su significado en Dan 7:25, 9:27, 12:7, Rev 11:2 y 13:5. El número 7, tal como se lo usa de múltiples maneras en la Biblia, expresa plenitud o algo completo.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Ver números simbólicos.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Es el numero de la perfección, ver “Números”.

– 7 palabras de Cristo en la Cruz: 1- “Padre, perdónalos.”, Luc 23:34.

2- “Hoy estarás conmigo en el paraí­so”, Luc 23:43.

3- “He ahí­ a tu hijo”, Jua 19:25-27.

4- “Dios mí­o, Dios mí­o”, Mat 27:46, Sal 22:2.

5.-“Tengo sed”, Jua 19:28.

6- “Todo está acabado”, Jua 19:30.

7- “Padre, en tus manos”, Luc 23:46, Sal 31:6.

– Los 7 Sacramentos, ver “Sacramentos”.

– Los 7 primeros Concilios se celebraron antes de separarse los Ortodoxos y Católicos.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

†¢Números en la Biblia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Números simbólicos. Véase NÚMERO.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Número sagrado en muchos documentos y creencias del Oriente, tal vez por ser siete el número que cuatro veces se repite en el perí­odo lunar. Por eso la semana es la base de la contabilidad caldea o babilónica. La Biblia se hace eco con abundancia de esta visión septenaria: siete dí­as de la creación, siete espí­ritus ante Yaweh, siete brazos en el candelabro del templo (Ex. 25.31-37), siete los ojos de Dios (Zac. 4.10) En cuanto número simbólico de perfección y totalidad, también se emplea con frecuencia en textos del Nuevo Testamento: Mt. 16.10; Mc. 8.20; Lc. 11.26; Lc. 17.4; Hech. 6. 1-6. Hasta en un centenar de veces se habla de siete: siete espí­ritus (Mt. 12.45), siete panes (Mt. 8. 5), siete hermanos (Mt. 12.20), siete años (Lc. 2.36), etc.

Y pasarí­a ese sentido septenario a la Iglesia: siete sacramentos, siete dones del Espí­ritu santo, siete obras de misericordia, siete virtudes cardinales y teologales, etc.

Con todo es bueno recordar en la educación religiosa de los cristianos que no es bueno aferrarse a las matemáticas cuando de misterios religiosos se trata. El atarse al numero, siete, doce o cuarenta es un sí­mbolo oriental hermoso, pero lo espiritual supera lo mensurable.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El número 7 es un número bí­blico por excelencia, sí­mbolo de la plenitud, de la totalidad, de la perfección, que arranca ya como dí­a sagrado por el descanso de Dios tras los seis dí­as de trabajo en la creación (Ex 20,11). Los evangelios hablan frecuentemente del número 7 (Mt 12,45; 15,34.36.37; 16,10; 22,25.26.28; Mc 8,5.6.8.20.22.23; 16,19; Lc 8,2; 11,26; 20,29.31.33). De una manera especial, la estructura literaria del evangelio de San Juan se explica en función del número 7. Así­ encontramos en él siete milagros, siete discursos; siete veces se dice: “creyeron en El”, después de tal o cual suceso; siete frases dice Jesús que expresan lo que es El en relación con los hombres: “Yo soy el pan de vida, yo soy la luz del mundo…, yo soy…”; el Evangelio está simétricamente dividido en siete semanas,que corresponden a los siete dí­as de la creación. Juan, con el número 7, quiere presentar la obra del Mesí­as como una nueva creación.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> creación, sábado, [año] sabático, cartas, dones, Iglesia, seis-seis-seis, Apocalipsis). Según Gn 1,1-2,4b, Dios ha realizado su obra creadora a través de seis palabras, que son anteriores a los diez mandamientos (= debarim, palabras del decálogo*: cf. Ex 20 y Dt 5). Las seis palabras creadoras (que son Dios y de Dios) se expresan en dos ejes o planos: uno diacrónico o temporal (seis dí­as) y otro sincrónico o espacial (seis realidades, desde la luz primera hasta el hombre). Es clara la armoní­a (unidad y distinción) de los seis dí­as y las seis obras que expresan y vinculan la totalidad de las cosas, de tal forma que espacio y tiempo se encuentran entrelazados desde el principio. Desde aquí­ se debe entender el doble sentido del siete: hay un siete que está más allá del seis de la creación y que pertenece sólo a Dios; pero hay también un siete que se une al seis, siendo así­ como un signo de la presencia de Dios en las realidades cósmicas.

(1) Más allá del seis, el Siete de Dios. Los seis dí­as, palabras y cosas del mundo están presididos por un Siete, que está en el fondo de todo, que ya no es obra ni palabra: Dios no hace nada, no dice nada, simplemente “es” en su descanso del séptimo dí­a. Después que Dios dijo e hizo todo (Gn 2,1), está él: “Y Dios reposó… y bendijo el dí­a séptimo” (cf. Gn 2,2-3). En un sentido, ese dí­a séptimo se puede sumar a los anteriores, de tal forma que tras el viernes viene el sábado. Pero, en otro sentido más profundo, el Siete, simbolizado por el sábado, no puede sumarse a los dí­as anteriores, sino que rompe el orden temporal, rompe el ciclo de las realidades y nos abre hacia una dimensión más alta, que no puede medirse ni contarse, la dimensión de Dios. El sentido del mundo no lo constituye un tipo de unidad superior (un Todo dictatorial), sino la armoní­a de los seis cí­rculos temporales y espaciales del cosmos, presididos por un Siete que está en todos ellos y es distinto, más alto. En sí­ misma, la realidad del mundo y de la historia es seis (seis-seis-seis*), pero, presidida por Dios, ella es Siete, como el mismo Dios. Este Siete es la unidad y sentido de las cosas: como la unidad de los colores de la luz o de los sonidos de la música (sinfoní­a del arco iris, concierto polifónico), como los dí­as de la semana y los planetas del cielo. De esa forma, vistas en su unidad y diferencia, las cosas de los seis dí­as (luz, aguas y tierra, plantas, astros y estrellas, peces y pájaros, animales y hombres…) son valiosas y sagradas, siendo diferentes, vinculadas desde el Sábado de Dios. Contra toda unidad basada en la imposición (sistema dominante) se expresa aquí­ la experiencia primaria de la concordia múltiple hecha del equili brio entre las diferencias. La teologí­a bí­blica implicará el reconocimiento de la variedad de las cosas en un mismo espacio y tiempo. El esquema del Siete no se puede tomar como absoluto pero es muy significativo, pues se combina con el seis (que es el número cósmico) y lo abre, abre su equilibrio siempre inestable, hacia un orden divino entendido en forma de descanso. Por eso, el séptimo dí­a o sábado no está precedido de un “y dijo”, pues no constituye una obra de Dios (ni se pueda sumar a los restantes dí­as), sino que se identifica de algún modo con la misma realidad de Dios abierta y comunicada a los hombres. En este primer sentido el Siete (con mayúscula) es sólo de Dios.

(2) Astros, ángeles, iglesias. El número siete (con minúscula) es también un número cósmico (cf. Tob 12,15; Test. Leví­ 8; Hernias, Vis III, 4), relacionando así­ el tiempo (siete dí­as), el espacio (siete astros o planetas) y la sacralidad (siete ángeles). Conforme a 1 Hen 18,1316, hay siete astros perversos, ángeles caí­dos, contra quienes se elevan los siete buenos (1 Hen 20), para mantener el orden cósmico y la historia humana. La tradición gnóstica presentará a los ángeles planetarios (arkliontes) como malos, testigos de la falsa religión: el mismo judaismo estarí­a inmerso en el ritmo destructor de esos malos arcontes, de manera que se deberí­a abandonar el esquema sabático (siete dí­as) pasando al pléroma cristiano (de cuatro y ocho elementos). En contra de eso, el Apocalipsis ha mantenido el valor sacral del siete, revalorizando el cosmos en perspectiva cristiana. Por eso ha tomado a los astros como ángeles de Dios, guardianes de las Siete iglesias y realizadores del juicio escatológico (cf. Ap I, 4.11.16.20; 2,1). Algunos exegetas han pensado que esos ángeles son seres humanos especiales: delegados o inspectores (obispos) de las iglesias de Asia, destinatarios de las cartas. Pero el Ap no permite esa lectura: los ángeles de los que hablan no son hombres, sino espí­ritus: custodios (vigilantes) de las comunidades. En esa lí­nea, debemos recordar que las naciones y grupos tienen ángeles guardianes (cf. Dn 10,13.20.21; II, 1; 12,1; Eclo 17,17; Dt 32,8 LXX). Esos ángeles constituyen como un fondo o sustrato celeste de las iglesias, que no se fundan ya en un tipo de Ley, sino en los Espí­ritus de la Presencia, que es tán junto a Dios y son Presencia de Dios para los hombres, intermediarios de su obra: ellos hacen sonar las trompetas, derraman las copas del juicio (Ap 8-16), anuncian y expresan la cercaní­a de Dios. Por su parte, los siete candelabros (menorah*) son las iglesias, de manera que el orden eclesial (candelabros) y el orden celeste (ángeles/astros del Cristo) se vinculan. En esa lí­nea, el juicio que el Apocalipsis trazará sobre las Siete iglesias (Ap 2-3) puede presentarse como signo (compendio, anticipo) del juicio total de la historia y del mundo (Ap 4-20). Pero debemos recordar que al final (Ap 21-22), cumplida su misión, parece que los siete ángeles y las Siete iglesias desaparecen, integrados en la única iglesia, Ciudad-Esposa del Cordero.

(3) Las iglesias históricas del Apocalipsis. Juan, autor del Apocalipsis, ha condensado su visión del cristianismo en las Siete iglesias de Asia a las que escribe sus cartas en Ap 2-3, indicándoles la forma en que han de comportarse. (1) Efeso (Ap 2,1-7) debe seguir rechazando a los falsos apóstoles y/o nicolaí­tas, para recrear su amor primero, a pesar de que ello implique resistencia y sufrimiento por el Nombre de Jesús. (2) Esmima (Ap 2,8-11) debe estar dispuesta a sufrir tribulación a lo largo de diez dí­as (como Daniel y compañeros, que rechazan la comida impura en Babilona: cf. Dn 1,13.14), aunque ello implica riesgo. (3) Pérgamo (2,12-17), que habita junto al trono de Satanás (posiblemente un templo de culto imperial), debe mantener su fidelidad a Jesús, aunque sus fieles tengan que morir por ello, como Antipas. (4) Tiatira (2,18-29) debe rechazar a Jezabel y mantener su amor, fidelidad, servicio y resistencia, para recibir de esa manera el verdadero poder mesiánico. (5) Sardes (3,1-6) tiene que saber que su riqueza mundana (¡Jesús vendrá como ladrón a robarles!) es sólo una señal de muerte. Para vivir en verdad debe volver a su primera vocación y experiencia cristiana. (6) Filadelfia (3,7-13) ha de mantenerse en lo que tiene, confesando el Nombre de Jesús, que abre a sus fieles la puerta que les lleva a la ciudad futura. (7) Laodicea (3,14-22) debe abandonar su doblez, no queriendo ser dos cosas (de Cristo y del imperio); sólo si sus fieles abren su puerta a Jesús tendrán vida verdadera. Estos siete mensajes pueden y deben entenderse de forma espiritual, como signo de amor emocio nado y llamada interior de Jesús a sus fieles. Pero son también una palabra social a favor del Evangelio, siendo un manifiesto en contra de Roma (su comida sacral es idolatrí­a).

Cf. J. P. Charlier, Comprender el Apocalipsis I-II, Desclée de Brouwer, Bilbao 1993; M. Oliver Román, “El Septenario de las cartas a las Iglesias (Ap 1,4-3,22)”, Communio/Sevilla 9 0976) 377-439; A. Puig, Cartas a las Siete Iglesias, Emaús 14, Pastoral Litúrgica, Barcelona 1995; U. Vanni, Lectura del Apocalipsis. Hermenéutica, exégesis, teologí­a, Verbo Divino, Estella 2005.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Véase NÚMERO.

Fuente: Diccionario de la Biblia

jepta (eJptav, 2033), de donde se derivan los términos castellanos que comienzan con ept–, se corresponde con el hebreo, seba (relacionado con saba, que significa pleno, abundante). Se utiliza en ocasiones como una expresión de plenitud (p.ej., Rt 4.15); por lo general expresa integridad, y se utiliza con la mayor frecuencia en Apocalipsis; no se encuentra en el Evangelio de Juan, ni entre Hechos y Apocalipsis, con la excepción de Heb 11:30 (en Rom 11:4 el número es jeptakisquilioi, siete mil); en Mat 22:26 se traduce “séptimo” (RV traduce “hasta los siete”). Nota: En 2Pe 2:5 “Noé †¦ con otras siete personas” es una traducción al castellano idiomático del modismo griego “Noé el octavo” (como traduce literalmente Besson). Véase OCTAVO, Nº 1.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento